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Capítulo 1

-Hestia, cuéntanos esas noticias tan importantes que traes.

Hestia se levantó y puso sus manos sobre la mesa, inclinando su cuerpo hacia delante. Artemisa tenía los pies sobre la mesa y jugaba con un cuchillo mientras escuchaba con atención. Némesis y Temis estaban sentadas una al lado de la otra y esperaban expectantes la explicación. Perséfone miraba a Hestia embobada, como siempre hacía. Afrodita revisaba sus uñas, ya conocedora de lo que la chica iba a decir. Deméter tenía su ordenador abierto y Atenea una hoja sobre la mesa, las dos esperando a Hestia para poder empezar a trabajar. 

-Dentro de tres meses van a hacer un desfile de moda en Barcelona. Una tal Leila Rodríguez va a sacar su primera línea de ropa o algo así, ya sabéis que no estoy muy metida en esto de la moda. El caso es que mientras Afrodita y yo volvíamos de comprar el desayuno escuchamos a uno de los obreros hablar con otro chico sobre el proyecto. Hace poco que lo han empezado e iban a realizarlo en un año, pero parece que su hermana tiene un viaje planeado y quiere que lo vea-explicó la chica.

-Me gusta-dijo Hera. Luego, miró a Deméter, quien ya estaba aporreando las teclas de su ordenador.-¿Te queda mucho, Deméter?

-Y... ¡Ya! Leila Rodríguez, hermana de la cantante Maite Rodríguez, de la jugadora de fútbol Lola Rodríguez, cuñada del modelo Nico Rossi, tía del patinador Adrián Rossi... ¡Joder, toda su puta familia es famosa! Fue modelo desde los 16 años, pero a los 20 tuvo que dejarlo porque se quedó embarazada. El padre de la niña es el fotógrafo Pablo Jiménez y actualmente están casados... No hay mucho más de ella, solo información de su familia y su corta carrera de modelo. ¿Quieres que registre sus redes sociales?

-De momento está bien. Buen trabajo. ¿Alguna idea, Atenea?

-Muchas, pero todas dependen de tus intenciones, jefa-respondió la chica, anotando cosas en una hoja de papel.

-Sé que solo llevamos trabajando en esto dos años, pero... ¿Qué os parece mostrar nuestra identidad?

Las ocho chicas miraron estupefactas a Hera. Artemisa bajó sus pies de la mesa y apuntó a Hera con el cuchillo. 

-Tenemos casi a un puto cuerpo de policía solo detrás nuestro, ¿y tú quieres que revelemos nuestros rostros y nombres reales?¿Por qué no nos entregamos directamente? Sería más rápido-dijo con una sonrisa desesperada. Se giró buscando la aprobación de sus compañeras.

Némesis suspiró y levantó la mano mientras arreglaba su pelo con la otra. 

-Estoy con Artemisa. Mis padres nos están buscando a Temis y a mí. Actualmente no saben dónde estamos, aquí nadie nos va a encontrar. Si decimos quiénes somos no tardarán ni medio día en mandar a todos sus agentes aquí-explicó mirando a su hermana preocupada. 

Hera miró a Hestia. Esta estaba impactada, no esperaba eso. Ninguna de las dos tenía algo o alguien de lo que ocultarse, así que no estaba sorprendida por eso. Estaba sorprendida por el hecho de que su prima no pensase en el resto de sus compañeras. 

Hera hizo un gesto a Hestia para que se sentase. Una vez esta lo hizo, la líder se levantó y puso sus manos en su espalda.

-Cuando decía mostrar nuestra identidad no me refería a revelar nuestros rostros o nombres. Veamos, Atenea, ¿cuántas veces nos hemos encontrado con personas que han sobrevivido a nuestros atracos?

-Creo que dos-dijo esta rápidamente. 

-¿Y en cuántas hemos sobornado a la gente para que no dijese nada, Hestia?

-Dos, también. 

-Decidme, ¿no estáis cansadas de que la gente no sepa nada de nosotras? Cuchichean sobre nosotras, pero nadie habla sobre ello en la tele o en las redes sociales. Tenemos suerte si un periódico hace un artículo sobre nosotras. ¡Nadie nos toma en serio porque no nos hemos mostrado personalmente!

-Pues yo creo que ese es nuestro encanto-dijo Perséfone, hablando por primera vez en toda la reunión.-Puede que no hablen de nosotras, pero nos lo pasamos bien y estamos seguras. ¿Para qué arriesgar eso?

-Estoy de acuerdo con Perséfone-concordó Artemisa.

-Veamos qué dice nuestra mente brillante-provocó Deméter a Atenea.

La chica suspiró y masajeó su sien. Minutos más tarde, se levantó de la silla.

-Yo también creo que ahora estamos seguras. Este momento es perfecto para nosotras: nos lo pasamos genial, no necesitamos dinero y nadie nos encontrará aquí. Pero creo que entiendo el punto de Hera. La ambición de querer algo más. El deseo de que la gente hable de nosotras, que nos tomen en serio y nos teman. Tal vez eso es demasiado, pero vamos, ¿no queréis ser conocidas?¿No queréis aparecer en las noticias?¿Que los susurros se conviertan en voces altas y claras, rezando por que BDZ no haga nada con ellos?

Las ocho chicas miraron al suelo, pensando. Entonces, Temis miró a su hermana.

-Yo... pienso como tú... No quiero que padre y madre nos encuentren, pero... También quiero que me conozcan. Quiero encontrar más retos a la hora de meternos en edificios ajenos. Quiero... más acción-dijo, con sus ojos brillando de deseo.

Némesis suspiró y acarició la cabeza de su hermana. Miró a Hera y comentó:

-Si mi hermana está dentro, yo también. 

La líder sonrió y asintió con la cabeza. 

Afrodita dejó de limarse las uñas y habló:

-Probablemente será más peligroso para mí ya que soy la única que da la cara en este grupo de cobardes ladronas y asesinas-recalcó las últimas palabras mirando a Perséfone y Artemisa-pero creo que podría añadir más diversión a la causa. Acepto, líder. 

Hestia miró a su prima fijamente a los ojos, analizando su mente. Se sentía un poco traicionada, al no saber nada del plan de Hera, pero eran más que primas, eran hermanas, y Hestia siempre iba a estar al lado de su hermana. 

-Yo también formo parte del plan-dijo con una sonrisa.

Perséfone levantó la mano justo después de que Hestia terminase de hablar y exclamó:

-¡Yo también!

Hera sonrió a las dos chicas y miró a Deméter y Artemisa esperando su respuesta. Deméter se encogió de hombros expresando la indiferencia que sentía hacia el tema. Finalmente Artemisa soltó un grito de exasperación mientras dejaba el cuchillo sobre la mesa de un golpe. Eso significaba que aceptaba.

-De acuerdo, una vez todas hemos accedido, escuchemos el plan de nuestra querida Atenea. Atenea, adelante. 

Hera se sentó y solo Atenea quedó en pie. Repasó la hoja durante unos segundos y habló:

-Bien, una vez conocidas las intenciones de la jefa, creo que el mejor plan será el siguiente: revelarnos una por una. Es decir, esperar a una buena oportunidad para causar la impresión que cada una de nosotras nos merecemos. Y creo que esta es la oportunidad perfecta para Afrodita.

Todas las miradas recayeron en la mencionada quien, a su vez, miró con sus cejas ligeramente elevadas a Atenea, mostrando su sorpresa. 

-Tiene sentido, al fin y al cabo siempre está jugando con la ropa y el maquillaje-dijo Hera pensando.

-Exacto. Además, le encantas a todo el mundo. Seguro que te llevas genial con los demás modelos-comentó Atenea.

-¿Os habéis dado cuenta que estáis a punto de sacrificar a vuestra chica infiltrada?-preguntó Afrodita moviendo su lima de uñas.-Por mucho que no enseñe mi cara en el momento estrella, el personal verá mi rostro en el día a día.  

-No si les enseñas un rostro falso. Afrodita, eres genial con el maquillaje. Estoy segura de que si Hestia te consigue el material necesario serás capaz de convertir tu cara en otra totalmente diferente. Y con la cantidad de pelucas que tienes guardadas seguro que eres capaz de hacerte pasar por otra persona totalmente diferente. Confía en mí, tengo todo pensado. 

Afrodita pareció pensarlo por unos minutos. Después suspiró y se relajó en su asiento. 

-De acuerdo, haré lo que me dices. ¿Cuánto tiempo tengo para prepararme?

-Los hombres dijeron que empezarían a buscar modelos dentro de una semana-respondió Hestia. 

-Bien, voy a ponerme manos a la obra. Luego te daré una lista con las cosas que me faltan-dijo Afrodita levantándose de la silla y mirando a Hestia. 

-Genial, pues con esto acaba la reunión. Mañana tendremos otra para terminar de pulir los detalles del plan. Bien hecho, chicas-declaró Hera, imitando a Afrodita. 

Cristal se levantó de la silla, sonriendo orgullosa. Iba a acercarse a Gabriela para preguntarle por qué no le había contado sus intenciones anteriormente cuando vio una mancha pelirroja correr hacia ella y unos pequeños brazos abrazando su cintura. Dirigió su mirada hacia la mata de pelo rojo y sonrió suavemente. 

-¿Tanto me echabas de menos, Oli?-preguntó acariciando su cabeza. 

La chica asintió, sin soltar a Cristal. La joven sonrió y abrazó a Olivia con fuerza. Le encantaba que fuese más baja que ella, era más fácil molestarla. Cogió la barbilla de su novia y besó sus labios, castamente. Pero Olivia se aferró a su cuello, por lo que el beso continuó.

-Ya están empezando. ¡Id a vuestro rincón, parejita!-les gritó Edith desde su sofá. 

-Oh, vamos, déjalas-la regañó Maia golpeando su cabeza.

-Sí, son adorables juntas-corroboró su hermana.-En cierto modo me dan envidia.

Edith volvió a replicar. Las tres chicas se envolvieron en una discusión presenciada por el resto, pero rápidamente la mirada de Gabriela volvió hacia la pareja. 

Cristal no se dio cuenta de eso. Simplemente cogió a su novia y esta enredó sus piernas en la cintura de la otra, como habitualmente hacían. Cristal se dirigió a la bolsa en la que había traído el desayuno y sacó otra bolsa de papel más pequeña. Se tumbó en el sofá naranja del rincón de Olivia y se la entregó. 

-He comprado esa caña de chocolate que te gusta, la de la pastelería de la otra calle. La última vez que Kath y yo fuimos ahí no pude comprarla y te pusiste triste, así que esta vez me he asegurado de ir pronto para ver si quedaban... ¿Está buena?

Mientras Cristal hablaba, Olivia ya había comido casi la mitad de la pasta. Cuando su novia terminó su explicación, la miró y sonrió con la boca manchada de chocolate, asintiendo de forma adorable. 

-Está delicioso. Gracias, Cris.

Olivia la besó como agradecimiento, manchando sus labios también. Cristal solo rio suavemente y la abrazó con cuidado de no destrozar su desayuno. 

-Todo para mi pequeña y adorable novia. Tienes chocolate por toda la cara, ven aquí.

Cristal cogió un pañuelo de la caja sobre la mesa alargando el brazo con cuidado de no tirar a su novia. Una vez lo cogió lo restregó por el rostro de Olivia mientras esta masticaba su último trozo de caña gustosamente. La morena sonrió al ver cómo disfrutaba la chica. 

-¿Qué te parece el plan de Gabi?-le preguntó tras acabar de limpiar.

Olivia apoyó su cabeza en el pecho de Cristal y suspiró, notando un beso en su cabeza.

-No lo sé… Me gusta cómo están las cosas ahora. No quiero arriesgarnos demasiado y que todo esto se vaya a la mierda… Quiero estar contigo más tiempo, pero parecías estar contenta con la idea, así que yo también he aceptado…

Cristal la abrazó con fuerza preguntándose dónde había conseguido una novia tan adorable y Olivia se vio obligada a enterrar su cara entre los pechos de su novia, aunque no lo hizo de mala gana. 

-Tonta, tú y yo seguiremos juntas incluso si Fobos se acaba. Pero confía en mí, a este grupo aún le quedan muchos años de vida.

Olivia asintió con su rostro aún bajo los dos montes de grasa y Cristal rio, empezando a dejar besos por la cabeza de la pelirroja y haciendo cosquillas por su cuerpo.

 

Mientras la pareja tenía su momento romántico, Gabriela había cogido la bolsa del desayuno y la había puesto en el centro de la mesa. Algunas chicas se sentaron ahí a comer, mientras que otras llevaban su comida a su rincón para desayunar ahí. 

Eso ya era rutina para ellas.

Como algunas chicas vivían ahí las otras se iban turnando para traer el desayuno a la guarida y comer juntas ahí. En cuanto a la hora de comer o cenar, era algo diferente. Al ser un viejo almacén, la guarida tenía diferentes cuartos, así que convirtieron uno de ellos en una cocina. Cristal se encargó de los muebles y Li de mantener el clima correspondiente hackeando la temperatura de la sala. Además, lograron reparar el baño e incluso añadir un par de duchas. 

Mitzi cogió su desayuno y buscó a Gabriela con la mirada. Al ver que la líder iba a hablar con Kathleen se entristeció y se dirigió hacia una pared de escalada situada al lado de su rincón. Subió por ella en menos de tres minutos con la comida en la boca y, una vez en la cima, retiró un trozo de cartón que impedía el acceso a una habitación oscura. 

La habitación era en realidad su cuarto. Algunas de las chicas que vivían en la guarida pidieron un sitio en el que poder dormir y no usar así los sofás. Maia y Mitzi eran una de esas chicas. Olivia había pedido otra, pero Li y Edith preferían quedarse en su rincón. 

La habitación de las chicas era sencilla. Había dos colchones en una de las esquinas, muy cerca. En la otra esquina había una cómoda donde las hermanas guardaban toda su ropa y algunas sábanas. Un espejo largo estaba situado en el centro de una pared, rodeado de dos estanterías repletas de recuerdos que las dos hermanas tenían de su corta vida.

Mitzi se tumbó en su cama mirando a la pared y sacó su croissant de chocolate de la bolsa. Tres minutos después su hermana se acostó a su lado, abrazando su figura. 

-Hey, hermanita, ¿qué haces aquí tú sola?

-Desayuno.

-¿Sola?¿No vas a comer con Gabi?-preguntó Maia acariciando su pelo.

Mitzi se giró y miró a su hermana con ojos llorosos. Maia mordió su labio, dándose cuenta de su error. Dejó a su hermana apoyarse en su pecho, rozando su espalda con su mano mientras ella comía y sollozaba en silencio.

-Oye... Ya sé que no es la primera vez que te lo digo, pero... ¿estás segura sobre lo que sientes por Gabi?-comentó la mayor mirando a su hermana a los ojos y acariciando su mejilla.

-Es que me gusta mucho-confesó Mitzi limpiando sus manos en la camisa de Maia.

La mayor suspiró y siguió con su pelea mental diaria. ¿Debía dejar a su hermana ilusionarse con una relación poco probable entre ella y su líder o debía cortar esas ilusiones de raíz y detener el sufrimiento de su hermana?

Estaba a punto de llegar a una conclusión cuando una voz llamó a Mitzi y esta se enderezó rápidamente, limpiando sus lágrimas. 

-¡Mitzi!-gritó Gabriela por segunda vez.

La pequeña bajó en menos de lo que canta un gallo y Maia se sentó en su colchón, apoyando su espalda en la pared. Suspiró y pasó una mano por su pelo, mirando al techo.

-¿Estoy haciendo lo correcto, Nerea?



Gabriela cogió dos bolsas de la mesa y se dirigió al rincón de Kathleen.

La chica estaba allí, metida en sus experimentos para encontrar la tapadera perfecta. 

-Dime, ¿debería ser sexy o adorable?¿Un pasado oscuro o una vida normal en la ciudad?-preguntó Kathleen viendo llegar a su amiga por el espejo.

-Creo que Jade tendría una mejor respuesta para eso-respondió la líder dejando sobre la mesa un donut para la morena. 

-Ya, pero también me gustaría saber la opinión de mi querida líder. 

-Entonces...

Gabriela se acercó a ella y puso sus manos sobre sus hombros, agachando su cabeza para poder susurrar en su oído:

-Creo que una chica normal y corriente de ciudad que siempre ha admirado a Leila Rodríguez y quiere ser modelo desde que la vio por primera vez en una revista sería un buen personaje. Recuerda hacer un buen trabajo con tu cara, Kath. 

-No te preocupes, ya he acabado la lista de materiales que necesito. Cuando Olivia y Cris hagan una pausa de su... rutina matutina-dijo tras hacer una pausa para pensar-se la daré. Confío en que mañana mismo tendrá todo lo que necesito y podré terminar con el maquillaje. Solo me quedarán escoger las lentillas y la peluca y estaré preparada para asumir mi nueva identidad. 

Gabriela sonrió y besó su cabeza con cariño. 

-Sabía que podía confiar en ti para esto. Por cierto, ¿has visto a Mitzi? Siempre suele desayunar conmigo. 

-Oh, ¿es en serio?¿Es que no tienes ninguna compasión por la pobre niña?-preguntó Kathleen observando cómo Gabriela se separaba de ella y cogía una silla para sentarse a su lado y comer su croissant salado. 

-No sé a qué te refieres.

La chica del pelo rizado miró a su amiga con una complicidad que indicaba que no creía ni una sola palabra de lo que decía. Gabriela alzó las manos, mostrando inocencia.

-No es mi culpa ser tan irresistible. No puedo evitar tener a todos bajo mis pies-dijo Gabriela sacudiendo su pelo con orgullo.

-Lo que tú digas. Mira, sabes que Mitzi me da un poco igual, pero su hermana no me transmite confianza. Quiero decir, es leal y no nos traicionaría, pero no sé de lo que sería capaz si su hermana sale herida. ¿Me estás entendiendo?

-Sí, mamá. 

-Hablo en serio, Gabriela. Tú no sientes nada por esa chica y para ella eres su primer amor. Sabes perfectamente cómo es el primer amor de una chica. 

-De cualquier persona, querrás decir-la mirada de Gabriela se endureció, mirando fijamente a los ojos azules de Kathleen.

Un escalofrío recorrió la espalda de la chica, quien bajó la mirada, atemorizada. Carraspeó y rectificó:

-D-De cualquier persona...

Gabriela se levantó y volvió a colocar la silla en su sitio original. Acarició la cabeza de Kathleen y se dirigió al muro de escalada que llevaba a la habitación de las hermanas. 

-¡Mitzi!-llamó a la más joven.

Tras un par de intentos más, la chica bajó rápidamente por el muro. Lo hizo con tal rapidez que, al llegar al final, se resbaló y cayó en los brazos de Gabriela. Sus mejillas se tornaron rojas al ver dónde estaba.

-Cuidado, pequeña Mitzi. No queremos que te hagas daño. 

-Perdón, Gabi... ¿Q-Qué haces aquí?-preguntó intentando ocultar su sonrisa de emoción. 

No debió hacerlo muy bien, porque Gabriela sonrió con dulzura y acarició su mejilla. 

-Me sentía rara sin la pequeña Mitzi a mi lado, así que pensé en venir a ver si todo estaba bien.

Maia bajó del muro también y pasó cerca de las chicas, mirando a Gabriela con sospecha. La líder correspondió su mirada. La hermana mayor se dirigió al rincón de Edith, donde la chica lanzaba cuchillos al techo.

-¡¿De verdad?! Quiero decir,-rectificó su tono para hacerse más seria bajo la ligera risa de Gabriela-yo estoy perfectamente. Es solo que vi que ibas con Kathleen y pensé que ibas a desayunar con ella.

-Bueno, ciertamente he desayunado con ella, pero eso ha sido porque la pequeña Mitzi me había dejado sola-dijo Gabriela mirando al suelo mientras mordía su labio.-Si Mitzi me hubiese buscado, habría desayunado con ella...

Las mejillas de Mitzi se pintaron de un rojo más profundo.

-¡L-Lo siento!¡Te prometo que mañana vendré a buscarte para desayunar juntas!

Gabriela sonrió de oreja a oreja y acarició la cabeza de la chica. Esta cerró los ojos bajo el tacto. La líder bajó el tono de voz para decir:

-Te estaré esperando, pequeña Mitzi.


Jade se acercó a Li, quien estaba recostada en su sillón rojo con su ordenador en su regazo. Se sentó en el otro borde del mueble y subió sus piernas, abrazándolas.

-¿Has encontrado algo?-le preguntó sabiendo que estaba investigando a Leila Rodríguez. 

-Lo único interesante es que su padre es dueño de una cadena de hoteles por toda España y tiene bastante pasta, pero eso es todo. Él está jubilado, por lo que ahora se encarga su hermano mayor. No hay nada más que fotos con su familia y amigos en sus redes sociales. Obviamente he encontrado su dirección, número de teléfono y la cuenta bancaria... Pero no creo que eso sea lo que Gabi quiera. 

-¿Qué crees que es lo que Gabriela busca?

-Supongo que algo que hiera a la chica. Algo que le llame la atención y que nos haga reconocidas... ¡Necesito algo más concreto!-exclamó lanzando su ordenador hacia la dirección de Jade de forma impulsiva.

Jade podía ver la pantalla gracias a la posición en la que el portátil había quedado. Se podía ver la cuenta de Instagram de Leila Rodríguez, una más de las múltiples fotos de su hija, en específico. La chica cogió el aparato electrónico para poder ver mejor la foto. 

La descripción rezaba: Otra foto de nuestra pequeña tomada por mi chico, @pablo_jimenez_pt. Gracias por aparecer en nuestra vida ❤. En la fotografía había una bebé que aparentaba un año. Vestía una camiseta rosa con unos pantalones azules y unos calcetines blancos. Una cinta rosa descansaba sobre el poco pelo negro de la niña. Debido a la forma en la que sonreía se podían ver los dos únicos dientes que le habían salido completamente y los otros varios que estaban creciendo. El sofá blanco en el que estaba sentada tenía muchos peluches diferentes, de hecho, la mano de la pequeña estaba sobre la cabeza de un conejo blanco.

Jade acercó su mano a la cara de la niña. Acarició la pantalla, sumergida en la fotografía. Observó la sonrisa de la bebé fijamente. De repente Li aplaudió y recuperó su ordenador.

-¡Todavía no he intentado entrar en sus mensajes...! Oh, esto... Tendría que haberme dado cuenta-dijo mordiendo su labio al ver la imagen. Carraspeó e introdujo un pen drive en su portátil.-Lo siento, ¿estás bien?

-Sí, tranquila. ¿Por casualidad no sabrás el nombre de...?

-Martina. Martina Jiménez. Bonito, ¿a que sí?-respondió al instante mirando a Jade con una sonrisa de oreja a oreja. 

La chica correspondió la sonrisa y se acercó más a la asiática. 

-¿A qué te refieres con mensajes?

-Antes he entrado en su cuenta de Instagram y he podido encontrar información que me ha llevado a otra, pero no se me ha ocurrido revisar sus mensajes. Cuando acabe con estos descifraré su contraseña de correo electrónico y...

En ese momento, el teléfono de Li sonó con una canción de Lady Gaga. En la pantalla se veía el nombre de alguien en caracteres chinos que Jade no podía leer. La asiática resopló y cogió el móvil con una mano mientras tecleaba con la otra.

-¿Qué quieres, mamá?-preguntó en chino.

-¿Cómo que qué quiero?¿Qué maneras son estas de hablar a tu madre?¿Ves? Por esto no quería que te fueras de casa. Tu padre se va a enterar cuando llegue del trabajo, siempre consintiendo tus caprichitos...

-Sí, sí. ¿Para qué me has llamado?-intentó detener Li a su madre.

-¿Recuerdas a Shun?¿El hijo del amigo de tu padre?

Li suspiró y sacudió su cabeza.

-Mamá, si vas a buscarme otra cita a ciegas mejor cuelgo...

-¡¿Quieres escuchar a tu pobre madre de una vez?!-su madre chilló de tal manera que Li tuvo que apartar su teléfono de su oreja.-Mira, el chico se acaba de mudar aquí y no sabe nada de español. Había pensado que podrías enseñarle y, quién sabe, tal vez surge el amor...

-¡Ajá, tú no quieres que le enseñe, tú quieres que me case con él!

-Es que, Li, tienes veintitrés años. Si no empezamos a buscarte una pareja ahora luego nadie querrá estar contigo. Y ya es suficiente difícil buscarte un chico...

-No sabes lo gratificante que es oír esas palabras de tu propia madre... Mamá, voy a ayudarle, pero lo voy a hacer porque respeto al tío Yen. No va a haber nada entre Shun y yo, ¿entendido?

-De acuerdo... Entonces, ¿estás libre la semana que viene? El hijo de nuestra vecina quiere verte...

-Adiós.

-¡Espera...!

Li colgó antes de que su madre pudiese decir algo más. Dejó el móvil sobre la mesa y se centró en su trabajo otra vez. 

-¿Otra cita a ciegas?-preguntó Jade cuando acabó.

-Algo así. El hijo de un amigo de mi padre se ha mudado aquí y quiere que le enseñe el idioma... Obviamente con la intención de juntarnos. 

-¿El amigo de la gorra?

Jade señaló la gorra de color rojo que Li siempre llevaba encima. La asiática se la recolocó, sonriendo.

-Efectivamente. Le debo mucho-entonces, empezó a reír emocionada.-¡Lo he encontrado! 



Edith estaba tumbada en su sofá tirando cuchillos a los objetivos colgados del techo cuando uno de estos cayó. Esperó oír el ruido metálico del arma al chocar contra el suelo, pero se giró extrañada al ver cuánto tardaba. Sonrió al ver a Maia con el cuchillo entre sus dedos. 

-Buenos reflejos. No te has hecho daño, ¿verdad?-se preocupó la rubia viendo cómo la más alta intentaba hacerse un hueco en el sofá.

-Estoy bien, no te preocupes. Al menos físicamente. 

Edith se enderezó con un impulso acompañado de un gruñido que parecía una queja. Maia no pudo identificar si era por el esfuerzo físico o porque Edith sabía que iba a hablar de su hermana otra vez. 

-¿Qué ha hecho Mitzi esta vez?-dijo Edith rascando su cabeza y pensando que hoy debería ducharse.

-No es algo que ella haya hecho, es solo que… Dice que le gusta Gabi. Mucho. Dice que le gusta mucho. Y cree que pueden tener algo, pero todas aquí sabemos que no es cierto. Y no sé qué hacer. Quiero decirle que Gabriela no la quiere como ella lo hace y ahorrarle otro corazón roto, pero tampoco quiero arruinar sus ilusiones. Odio verla triste.

-Oye, ¿sabes que no soy buena con esto del amor romántico y dramas de hermanas pequeñas tontas que se enamoran de cualquier persona atractiva que le diga hola, cierto?

Edith era la única persona que podía hablar así de Mitzi sin llevarse un golpe de Maia. La razón era muy sencilla: las dos chicas se habían hecho muy amigas en esos años que llevaban juntas.

-Lo sé, es solo que no puedo decírselo a nadie más-respondió Maia mirando pensativa al suelo.

Edith suspiró y se masajeó su sien. Luego volvió a tumbarse y lanzar cuchillos al techo.

-Mitzi ya es mayorcita. Debe empezar a dejar de depender tanto de ti y superar sus problemas ella sola. Deja que se enamore de Gabriela. Deja que la rechacen, que le rompan el corazón. Deja que llore en tu pecho, pero no estés siempre para ella. Permite que sea ella la que se dé cuenta de su error, que ella misma se eche bronca. Debe madurar, Maia. 

La morena miró a su amiga con sorpresa. Era la primera vez que le daba un consejo, normalmente solo escuchaba y le recordaba que no tenía hermanos y lo mala que era en el amor.

Maia iba a decir algo, pero Edith se le adelantó.

-Sé que no te gusta verla llorar ni pasarlo mal, pero no creo que seas la única. Creo que los padres también deben sentirse así cuando sus hijos hacen lo mismo… Sí…

La rubia se quedó en trance un momento, pensando y mirando al techo. Observó los cuchillos clavados en la superficie de madera e intentó arrancar sus recuerdos de su mente y lanzarlos como si fuesen uno de sus cuchillos. Finalmente, sacudió la cabeza y continuó hablando:

-Lo que quiero decir es que Mitzi debe madurar y tú eres una parte clave en ese proceso. Eso es todo.

Maia observó a Edith sentarse de nuevo y silbó.

-Creo que ese ha sido un buen consejo y, la verdad, estoy sorprendida. ¿Por qué no me has dicho eso antes?-preguntó.

-Supongo que no tendría ganas. Oye, ¿me bajas esos cuchillos de ahí arriba, por favor?-pidió la rubia señalando el techo.

-Claro, espera que voy por un arnés.

Maia se levantó y salió del rincón de Edith, pero se giró y volvió antes de alejarse mucho. Se paró frente a su amiga y la abrazó, obligándole a poner su cabeza en su abdomen.

-Gracias. Si quieres hablar, solo hazlo-susurró.

Edith sonrió y rodeó la cintura de Maia con sus brazos. La morena era una de las pocas personas con las que Edith podía compartir gestos así.



Kathleen terminó su desayuno y se acercó al rincón de Olivia con un papel en la mano. No se sorprendió al ver a la pareja mirar anime en la televisión. Esa escena se repetía cada día: Olivia se emocionaba por los dibujos y los comentaba con Cristal, quien no entendía nada, pero seguía a su novia en sus discursos solo para verla feliz.

-No pueden hacer esto. ¡No pueden matarlo, tiene que volver con su hija y su mujer!¡Cris, lo están matando!-exclamaba Olivia agarrando la camiseta de su novia.

-¿De verdad?¿Entonces qué harán los chicos?-preguntaba Cristal tranquilizando a Olivia dibujando círculos en su espalda.

-No lo sé…

Al ver que habían pasado diez minutos y aún no se habían dado cuenta de su presencia, Kathleen carraspeó. Las dos chicas se giraron sorprendidas y asustadas, pero se relajaron al ver quién era. Olivia se bajó del cuerpo de Cristal y cogió el mando de la televisión, parando el episodio.

-¿Puedo hablar contigo un minuto, Cris?-preguntó Kathleen.

Su amiga miró a Olivia, quien hizo un puchero, pero asintió. Cristal se acercó a ella y la besó en los labios.

-Volveré dentro de poco, puedes seguir viendo el capítulo y decirme qué pasa con los chicos, ¿sí?

La pelirroja asintió y reanudó la televisión. Cristal siguió a Kathleen hasta la mesa del centro y le dio el papel. La morena lo leyó mientras oía la explicación de su amiga.

-Necesito esto para mi identidad. Compra en grandes cantidades, son tres meses los que estaré fuera. Si necesitas más dinero solo dímelo y te dejaré algo de lo que tengo ahorrado.

-No te preocupes, si me falta pasta le diré a Gabi y probablemente atraquemos un banco… Pero creo que tendré suficiente. De todos modos lo revisaré ahora antes de volver con Oli.

-Hablando de tu pequeña novia, ¿le ha gustado la caña de chocolate? Espero que sí, porque es la última vez que me levanto tan pronto para coger una-dijo Kathleen mirándola seriamente.

-Perdona, Kath. Es que la otra vez no pudimos coger una y se puso a llorar. Tal vez fue porque estaba con la regla y está mucho más sensible esos días, pero no quiero arriesgarme de nuevo. Gracias por acompañarme, de todos modos.

-Ajá… De verdad no entiendo la suerte que tienen algunos. Cualquier día me diagnostican diabetes por vuestra culpa.

Cristal rio mientras veía a Kathleen volver a su rincón. Ella misma fue al suyo y abrió uno de los cajones de su cómoda. Sacó unos fajos de billetes y empezó a contarlos cuando alguien tocó su hombro. Se giró con un salto por el susto y volvió a su rostro serio cuando vio que era Jade.

-Hola-dijo.

-Buenas. ¿Estás contando dinero?-preguntó la chica de pelo rosa señalando lo que había sobre la cómoda con la barbilla.

-Sí…¿Necesitas algo?¿Armas?¿Libros?¿Ropa?

-Bueno… Es algo más complicado que eso. Escucha atentamente, tiene que ver con el plan.











I see Red, Everybody loves an outlaw.

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