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Prologo.

¡Hola mis bonitos lectores!

¿Otro fic totalmente innecesario que nadie me pidió? Si, porque a casi un año de volver al mundo de los fics puedo afirmar dos cosas: La primera es que me gusta tener variedad para actualizar, así que cuando se acaba un fic necesito otro, y la segunda es que siempre termino las historias aunque me demore. Así que acá estamos.

Volvemos a mi primera persona toda fea, pero amo mucho escribirla. Así que el prologo lo narra Ash.

Mil gracias a quien esta leyendo.

¿Por qué los humanos anhelan volar por el cielo?

Es un sueño aparentemente simple, sin embargo, eternamente anhelado por aquellos a quienes se les negó que sus alas crecieran.

El estrepitoso chirriar de las llantas sobre el pavimento, el crujir de una melodía empolvada en la radio, el susurro de un sueño desvanecido en el viento, me dejé caer contra la aspereza de la funda de cuero para enfocar mi atención en la gran ciudad. Nueva York era un sinfín de luces y colores para un oriundo de nada. Mis palmas se acomodaron sobre el marco de la ventana, la pestilencia de la contaminación caló hacia mis pulmones para llenarlos como cebada, los gritos de los conductores fueron un fastidio, suspiré, esta era una pésima idea, ¿Universidad? Que estupidez más grande, ni siquiera tenía talento para el béisbol, aquella fue una excusa del director para salir en la televisión haciendo caridad hacia la miseria de Cape Cod. La dicha en el tararear de Griffin me sofocó dentro de su camioneta, él estaba demasiado cómodo con un destino que yo no había pedido, pero acá estábamos. La libertad no tenía dueño, sin embargo, se encerraba en jaulas.

—Llevas horas tarareando esa canción. —El azul de sus ojos fue más pesado que el cinturón de seguridad, mis manos se enroscaron sobre mis muslos, la ansiedad fue una honda bajo la oscuridad del océano. Sus dedos golpearon el manubrio al ritmo de la tonada. Pegajosa e irritante.

—Es una buena canción. —Aunque siempre era un agrado vislumbrar la sonrisa de Griffin hoy era un buque hundido—. Oh my darling, Clementine. Es todo un clásico. —Bufé, la fatiga hundió mis nudillos contra mis mejillas, mi mente escapó hacia otro lugar frente a la imponente entrada de la facultad—. Max y yo la solíamos cantar mientras estábamos de servicio. —Rodeé los ojos, ahí iba otra vez.

—¿Max Lobo? —No disimulé la cólera que me provocó pronunciar su nombre—. ¿Te refieres al desconocido con el que abandonaras a tu hermano menor? —Un pesado suspiro escapó de lo más profundo de su alma.

—Aslan. —Lo interrumpí.

—Ash. —Mis brazos forjaron espinas, la incomodidad fue cortante y tuvo aroma a limpiador de pino—. Si me quieres arrojar así a la ciudad necesito un nombre que se adecue ¿No lo crees? —Porque sus facciones fueron un cuadro doloroso de contemplar me di vueltas para perderme en la ventana. Luces de neón en pleno día, caras de papel en tumultos de dinero, edificios de concreto para una metrópoli de cartón. Repulsivo.

—¿No ves lo afortunado que eres por tener esta oportunidad? —Mis oídos se llenaron de excusas—. Que habría dado yo por tener algo así. —Pero las excusas eran demasiado grandes para lo insignificante de mis pensamientos. Mis yemas hicieron presión en mi entrecejo.

—Entonces podemos hablar para que tú estudies algo y te quedes con esa beca, no estas tan viejo. —Él frenó en medio de un ostentoso y gigantesco estacionamiento. Aquella desbaratada camioneta del siglo pasado fue una desalmada discrepancia contra los autos de lujo.

—Asla...Ash. —Él dejó que sus palmas cayesen sobre sus rodillas como anclas—. Por favor no seas tan terco con esto, el director vio algo en ti y por eso te dio la beca. —Chasqueé la lengua, frustrado, ¿Cómo alguien que estuvo en una guerra podía ser tan ingenuo? Ridículo.

—Él solo quería lucirse en la televisión. —Mis uñas se clavaron en la aspereza de la mezclilla—. Acoger a un don nadie es una noticia atractiva para los medios de comunicación. —La paciencia en el rostro del castaño fue ilusoria e insignificante. Endeble y efímera—. ¿Por qué no solo puedo trabajar en lo mismo que el viejo? —Las cejas de Griffin fueron puentes de inflexión, los murmullos de la hipocresía una bofeteada hacia la realidad. No quería.

—Si quieres trabajar en lo mismo que papá está bien, pero lo harás cuando ya tengas un título de negocios, no antes. —La estridencia de mi carcajada retumbó en la calina de su orgullo.

—No se necesita un título para atender un mísero negocio. —Negándose a escuchar más de mis excusas él se bajó del vehículo. Tan terco. Aunque Cape Cod era pueblo de nada el vacío de este lugar parecía haberse colado hacia el interior de las personas. Me abracé a mí mismo, impotente. A Jim nunca le importó lo que hacía, ¿Por qué Griffin debía ser tan insistente? Mal sabor.

—Trata de ser bueno con Max, para él será difícil estar lejos de su familia por un año. —Lo ensordecedor del sol fue una macabra lobreguez, mis pies se arrastraron por los adoquines del estacionamiento, la exageración y el lujo estaban impregnados en cada milímetro de concreto y reflejo de cristal—. El traslado fue una decisión difícil. —Desagradable.

—¿No se supone que Nueva York es la ciudad de los sueños? —Él dejó caer sus hombros, rendido. Las risas de los estudiantes fueron intimidantes en la magnanimidad de aquella facultad, odiaba carecer de dominio. Las manos me trepidaron por culpa de la ansiedad.

—Se bueno con él. —Él sacó un viejo teléfono de su bolsillo, el aparato parecía desprender blanco y negro, todo un ladrillo—. Max dijo que debías pasar a buscar las llaves de su apartamento con uno de sus amigos. —Sus dedos fueron demasiado grandes para botones tan pequeños y toscos—. Ibe. —Aquel nombre fue curioso—. Shunichi Ibe. —Era extranjero, probablemente japonés.

—¿Y dónde se supone que lo debemos encontrar? — Su teclear fue lento y torpe, me tiré el flequillo, frustrado. La gente que nacía en Cape Cod moría en aquel lugar, era un destino patético e insignificante, sin embargo, yo estaba bien con esa idea. Atender el restaurante familiar y ser cuidado por una mujer como Jennifer no se escuchaba tan mal, pero no.

—En las canchas de deportes. —La sonrisa de Griffin fue más brillante que el sol, él guardó su celular, emocionado—. Vamos. —Como si temiese que escapase él apoyó su brazo sobre mis hombros. Lo maldije por conocerme tan bien.

Un pájaro sin alas.

La universidad era una divergencia contra la penuria de Massachusetts. La decadencia en aquel pueblo de tiempo congelado era tan agobiante que parecía haber sido arrancada de la mente del mismo Stephen King, las cabañas lucían como el bajo presupuesto de una película de terror, el silencio era la locura que se servía junto a la cerveza de las mañanas, y aunque en esa pocilga los secretos y la agonía eran el pan de cada día, este lugar era mucho más intimidante. La tenue brisa de los arboles sobre bancas de roble y caminos de gemas, el murmurar de la juventud tejido a las ilusiones, la suave caricia de las nubes en el apogeo de la posibilidad. No. Esto no era mío ni terminaría de encajar aquí. Mis pies fueron plomo, mis manos un compulsivo mordisquear, mi corazón una espina, ¿Para que las personas anhelaban volar si les arrebataban las alas al resto? Esto era una molestia. Las canchas de deportes eran ridículamente grandes, la pista de atletismo medía el doble que el lago que dividía a Cape Cod, el brillo de los implementos deportivos contrastó con el oro del sudor, la meticulosidad del entrenamiento fue de un color agridulce. Mirar a Griffin fue como razonar con una pared, él parecía encantado con toda esta situación. Maldición.

—¿Aslan? —Un hombre de facciones exóticas y carácter radiante me llamó desde las gradas.

—Ibe. —Con un empujón sobre mi espalda mi hermano me obligó a avanzar. Del otro lado de la reja un equipo deportivo se encontraba practicando—. ¿Cómo supiste que éramos nosotros? —Él se rascó la barba, apenado.

—Max me dijo que buscara a una pareja de hermanos un tanto... —Él pareció nervioso bajo el reflecto de mi indiferencia—. Llamativa. —El aroma a bebida energizante y los alaridos de la tribuna me revolvieron el estómago. El color del mundo fue robado por la tragedia de la escena.

—Él suele molestarme por mi apariencia. —La vergüenza en el rostro de mi hermano fue contagiosa e infantil. La voluntad me colgó entre chispas muertas y caminos descalzos—. Dice que debería ser un modelo, incluso me ha ofrecido trabajar con Jessica. —Me cubrí la cara, deseando que esta pesadilla se acabara, sin embargo, los sueños estaban rotos y el futuro era una cuerda floja. Genial—. ¿Tienes las llaves del departamento? —Con torpeza el japonés se palpó los bolsillos de la chaqueta antes de negar.

—Debí haberlas dejado en mi oficina, pero si tienen algo de tiempo les puedo dar un recorrido por la facultad. —Griffin fulguró al escuchar esas palabras, mis pies me hundieron en la realidad, mis muñecas fueron inmovilizadas por unos densos grilletes. Así que esto sería así.

—¿Escuchaste Aslan? —Él ignoró el fastidio plasmado en el infortunio para poder seguir—. Así no estarás tan perdido en tu primer día de clase. —Bien, si eso quería sacaría una carrera de mierda y luego regresaría para trabajar con Jim en ese patético restaurante. La frustración me quemó los huesos. Los huesos se me quebraron como vidrio.

—¡Ibe! —El entrenador lo llamó del otro lado de la cancha—. ¡Eiji va a saltar! —Y como si aquella declaración fuese lo más importante del prólogo el castaño centelleó, la electricidad en el aire se volvió extraña, el silencio entre las gradas tan escalofriante como amargo.

—Déjame tomar una última fotografía antes de irnos. —El japonés no espero una respuesta para acomodarse sobre el pasto y enfocar el otro lado de la cancha con una reluciente cámara Canon. La atmósfera fue ilusa.

—¿No quieres ir a ver? —Antes de que pudiese responderle a mi hermano el chirriar de un silbato me congeló.

Yo nunca había conocido a alguien que fuese un verbo.

Una delgada silueta se posicionó sobre la pista, frené mis pasos antes de poderlos comenzar, el chico en la línea de partida acarició un tubo de fibra de vidrio como si fuese la misma extensión de su cuerpo, una pequeña sonrisa se trazó entre sus labios antes de tomar aire y empezar a correr. Sus palmas temblaron, sus mejillas se tiñeron de escarlata, el cabello se le removió con una atronadora rebeldía, como si él se hubiese robado el instante cortó el viento y retumbó en la inmortalidad de una fotografía. El corazón me palpitó con una paralizante violencia con cada pisada que él dio, sus codos se apegaron a su cintura, sus piernas surcaron los colores para hacerlos suyos en una declaración, el brillo en su mirada me dejó sin aire. La pértiga se clavó en el suelo para que él volara. Con la potencia de la velocidad ahora convertida en energía de movimiento ascendente él bailó por el aire y surco los cielos, ¿Cuánto tiempo estuvo allí suspendido?, ¿Dos segundos?, ¿Tal vez tres? Para alguien atrapado entre lo efímero y lo imposible él pareció tan feliz. Él hizo una cara maravillosa, su expresión me atrapó. Aquello fue un vuelo por la libertad, puro e inquebrantable. Fue solo un parpadeo que duró una eternidad.

—¡Bien hecho Eiji!

Yo nunca antes había conocido a alguien que solo fuese un verbo pero cuando ese chico cayó supe que él era la definición de volar. Él no caminó, él no corrió, él extendió sus alas y emprendió sueños, sin darle importancia él desafió su propia jaula para ir a deslizarse bajo el dorado, me acerqué a Ibe, completamente embelesado por la figura que había caído sobre la colchoneta.

—¿Quién dices que es? —El japonés bajó la cámara, orgulloso. La belleza del momento no le hizo justicia a esa imagen.

—Él es el famoso Fly boy. —Cuando lo vi despegar él amenazó mi futuro sin siquiera saberlo.

—Wow.

Fue esa mañana cuando comprendí porqué las personas anhelaban volar.

La libertad no tenía dueño, sin embargo, se encerraba en jaulas. Las jaulas tenían candados, no obstante, las pértigas podían convertirse en llaves.

Él voló alto, más alto que nadie. Alcé mi mano para estrujar mi corazón, suspiré, temiendo haber encontrado mis propias alas en aquel chico de los cielos.

Esta historia esta en un au universitario, podría apostar que este será mi fic más cortito y suave, pero no confió en mí, y tendrá igual una buena dosis de drama y romance. Y estará repleto de referencias al extra de flyboy porque lo amo sagradamente. 

Mil gracias a quien se tomó el tiempo para leer.

Cuídense mucho, y nos vemos en una semana con el primer capítulo.

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