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Capítulo 9.

¡Hola mis bonitos lectores! Perdón por el medio spam de actualizaciones, los debo tener chatos, gracias a la gente que me tiene paciencia, tienen el cielo ganado en mi corazón.

Bueno, el capítulo de hoy efectivamente lo narra Ash. Muchas gracias a las personas que se toman el tiempo para leer.

¡Espero que les guste!

—¿Qué es lo que estás preparando, onii-chan? —Mi nariz se hundió contra su nuca, mis brazos se aferraron a su vientre, él tembló, paralizando sus movimientos con la sartén.

—Estoy tratando de hacerte un desayuno saludable. —El vapor me cosquilleó contra el mentón cuando me incliné hacia la estufa, apreté mis párpados, seducido.

—Hueles delicioso. —La tenue iluminación en la cocina fue el enmarque perfecto para la conmoción atrapada en sus pupilas, mis dedos se deslizaron contra su vientre, mis latidos se llenaron de aleteos.

—¿Te refieres al salteado? —Acomodé mi nariz contra su cuello, permitiendo que mis pulmones se llenaran de tan intoxicante pero delicada fragancia, el tacto se derritió como pétalos contra su piel, la tensión fue insoportable, la intimidad de ese abrazo fue una tentación.

—No, me refería a ti. —Sus mejillas enrojecieron de golpe, él apagó la estufa antes de voltearse, lo errático de su respiración me pareció adorable—. Podría comerte a besitos.

—Me estás molestando. —Negué, vislumbrando embobado como él inflaba sus mejillas en un puchero.

—No te estoy molestando. —Mis dedos juguetearon en su flequillo—. Pero eres tan bonito que no puedo evitar coquetearte. —El rubor se le extendió desde los mofletes hacia la nariz. Cada latido fue una galaxia pulsando en mi interior, me emborraché con esas obsidianas.

—No es verdad. —Él resopló—. Tú eres el bonito. —Sonreí, tomando su rostro entre mis manos, chispas danzaron en el aire con el roce, calor destrozó mi cordura cuando él me sonrió.

—Ambos somos bonitos. —Él rodó los ojos—. Pero tú más. —Como si fuese un lienzo comencé a colorear una infinidad de besos sobre sus facciones, lo infantil de la sensación lo hizo reír, el eco de tan maravillosa melodía iluminó la cocina.

—Ya detente, eso hace cosquillas. —Sin embargo, no pude frenar. Desde su frente hacia la punta de su nariz, pasando por su mentón hasta su arco de cupido, repartí pequeños besos por doquier, observando como él irradiaba seducción entremezclada con vergüenza.

—Eres bonito. —Fue lo único que pude balbucear, aturdido.

—Ash, a este paso se va a quemar el salteado. —Él dijo eso, no obstante, sus brazos se enrollaron alrededor de mi cuello, mis dedos se deslizaron como terciopelo bajo su polera, delineé su cintura, tan sexy. Los latidos me retumbaron en la cabeza.

—Me puedes hacer una ensalada de camarones con aguacates si eso pasa. —La respiración me fue arrebatada cuando él sonrió, porque diablos, esa expresión era la musa de los artistas más talentosos y la inspiración de los sueños más descabellados.

—Te escuchas como un niño mimado. —Él se elevó en la punta de sus pies, con suavidad.

—Quiero que me mimes. —Tanta felicidad era peligrosa.

—Ash... —Él frunció los labios, constipado—. ¿Puedes inclinarte un poco más? —Parpadeé, confundido, antes de estallar en carcajadas. Él estaba haciendo un esfuerzo sobrehumano para llegar a mi altura.

—¿Necesitas una escalera para besar a tu novio, onii-chan? —Él arqueó las cejas, sus manos se tensaron contra mi nuca, las orejas se le quemaron por culpa de la frustración. Molestarlo era un deleite—. ¿Quizás unas plataformas?

—¡Te estás haciendo más alto a propósito! —La petulancia me recorrió las venas.

—Tal vez. —Me incliné de todas maneras—. Cuando seas mi esposa tendremos solo repisas bajas para que no sufras. —Mis emociones me rebalsaron para que mi mente dejase de filtrar, ambos enrojecimos con violencia—. Y-yo... —Los pensamientos me tartamudearon—. Solo si quieres .—Maldición, lo había arruinado, él no podía saber que estaba absolutamente enamorado de él.

—¿Estás pensando a largo plazo? —Tragué duro.

—Si... —Tuve miedo de mirarlo—. ¿Eso es malo? —Pero no tuve la voluntad suficiente para dejar de hacerlo.

—No. —Él presionó un pequeño beso contra mi mentón—. Cuando tú seas mi esposa viviremos en una madriguera de hobbit para que te golpees la cabeza. —La dignidad se me desplomó con esa carcajada.

—¡Eiji! —Él se apretó el vientre, con fuerza.

—Es la verdad, serás una esposa quejumbrosa. —Rodé los ojos, indignado—. Pero aun así te amaré. —El estómago se me llenó de pirotecnia con esa confesión, ahora era él quien lucía apenado, mis hombros se relajaron, ambos éramos unos niños tratando de comprender lo vasto del primer amor.

—Eiji... —Esos grandes ojos cafés me hicieron un estrago—. ¿Podemos tener un perro? —Iba demasiado rápido en esta relación, sin embargo, ya no me podía detener. Porque cada pequeña cosa que él hacía repercutía en mi alma para convertirse en un huracán.

—Podemos. —Intoxicado por magnetismo él regresó a mis brazos—. ¿Ash? —Su respiración chispeó contra mi nariz antes de que acabase con la agonía.

Besarlo fue mortífero. El sabor fue dulce, caliente y placentero, el pulso me retumbó con ferocidad, cada milímetro ardió, la sangre me erupcionó cuando mis palmas se adueñaron de su cintura, la suavidad de su piel fue una oda para la tentación. Los movimientos fueron lentos y apasionados, sus dedos se crisparon contra mis hombros mientras la estática nos ahogaba. El mundo se esfumó. Pero quería más. Necesitaba mucho más de él. Me incliné, dejando que el amor me destruyera. Un beso se convirtió en miles. Pude escuchar la violencia de su corazón contra mi pecho, en un descuido yo metí mi lengua hacia su boca, él jadeó, su esencia fue embriagadora. Tan abrumador. La suavidad de sus labios, su voz ahogada, él a mi merced, mis palmas apretaron sus caderas, fue una explosión, la mente me falló por este chico, él era delicioso.

—¡Ya lo encontré! Estaban en mi oficina... —Mi cabeza chocó contra una sartén colgada tras escuchar la voz del periodista

—¡Anciano! ¡¿No se supone que estabas en el trabajo?! —Las orejas me calcinaron, las piernas se me enredaron, mi novio parecía a punto de morir por la vergüenza.

—Me iba a ir pero Eiji se ofreció a hacer el desayuno. —El aroma a quemado fue desalentador—. Te dejé los documentos que Ibe quería en mi oficina para que los puedas revisar. —El pecho se me comprimió cuando él se apartó.

—Gracias, iré enseguida. —Apenas él desapareció, Max estiró sus manos antes de acomodarse en el sillón, crucé mis brazos, frustrado, un incómodo ardor seguía suspendido en mi vientre.

—¿Documentos? —Él lucía exageradamente relajado para la escena que acababa de presenciar, tal vez no era demasiado tarde para salvar mi dignidad. El niño de las lágrimas doradas no podía ser libre de sus cadenas de espinas.

—Trámites para que pudiese arrendar una locación en la universidad, a él le gusta tomar fotografías por esos alrededores. —Él prendió la televisión, desinteresado.

—Ya veo. —Suspiré, sabiendo que estaba a salvo.

—¿Entonces cómo estuvo tu sesión de besos?

—Maravillosa, los labios de Eiji saben a gloria, son tan adictivos. —Me golpeé la frente al percatarme de la estupidez que había dejado escapar, la sonrisa que Max Lobo me arrojó fue pura petulancia—. Somos amigos muy cercanos, estábamos practicando para cuando tuviésemos novias. —Una carcajada grosera retumbó por todo Nueva York para anunciar mi humillación.

—Ash, no te veías muy heterosexual hace unos minutos. —Me presioné la frente con las yemas, siendo consumido por el caos. Porque estaba tan enamorado de él no podía exponerlo a un monstruo como Jim Callenreese, los latidos cesaron, las piernas me fallaron, me encogí entre mis brazos, no quería que ese brillo pereciese por mi culpa.

—Anciano... —Él suspiró.

—Me alegro por ti, cuando llegaste a mi apartamento parecías alguien diferente, mucho más frívolo. No te interesabas en nada, apenas intercambiabas palabras conmigo y estabas resignado a regresar a Cape Cod, lucías sin vida. —El brillo de la televisión chispeó contra su mandíbula—. Eso tenía preocupado a Griffin. —Los sentimientos me escurrieron como brea hasta la garganta.

—Perdón. —Bajé la nuca, profesándome pequeño. Odiaba que me afectase de esa manera, sin embargo, no podía evitarlo. Él tenía control sobre mí, él me moldeó con odio y violencia, salir de esa destrucción no era sencillo.

—Luces como un mocoso cuando estás con él o con tus amigos. —Su mirada se suavizó—. Realmente me alegro por ti. —Las manos se me empaparon de ansiedad.

—Pero Jim me matará cuando sepa que no soy normal. —Él bufó, colérico.

—Chico, nadie es normal en este lugar. —La seguridad con la que bramó aquello me llenó las heridas de confianza—. Así que si estás listo para aceptar que comerle la boca al Fly boy no es heterosexual, yo estoy listo para apoyarte. —Bufé, tratando de sostener una infinidad de muros, sin embargo, las grietas se volvieron mucho más profundas apenas las toqué.

—¿Eso quiere decir que ya no me tendré que contener? —La mandíbula se le cayó con un grito malogrado.

—¡¿Te estabas conteniendo?! —El rostro le quemó—. Parecías un lince hambriento contra un adorable conejito, Ibe lo trata como si fuese su hija virgen. ¿Crees que te aceptara con tanta facilidad? —Deslicé mis zapatillas por el piso de la cocina, el aroma del salteado quemado solo intensificó mi sonrisa.

—Griffin dice que soy encantador, claro que lo hará. —Él rodó los ojos.

—Eres su hermano menor, debe decirte eso. ¡Él no sabe que eres un lobo con piel de oveja! —Le arrojé un paquete de pimentones contra la cara—. ¡¿Ves a lo que me refiero?! —Él se acarició la nariz, dolido, antes de tomar un cojín y lanzarlo hacia mi dirección.

—¿Así quieres jugar, anciano? —La nova se desplegó como alfombra cuando se le tiré. Otro almohadón fue estampado contra mi frente.

—¿Crees que puedes ganarme, mocoso? —El salteado se cayó hacia piso con el huracán que se desató, tanto el comedor como la cocina quedaron desbaratados por la pelea.

—Esta todo bien, esto nos será de mucha... —El moreno alzó una ceja tras ver el desastre que había quedado, él se frotó el entrecejo, los folios crujieron cuando los atrajo contra su vientre—. Mejor ordenemos el desayuno online.

El esplendor en su sonrisa me recordó aquellos ojos tristes que alguna vez olvidé para reemplazarlos con fulgor dorado.

Desayunar juntos mientras discutíamos se sintió demasiado natural. Max amaba alardear sobre su trabajo o su familia, la ternura con la que nos mostró fotografías de Michael y Jessica fue desmesurada, la dicha se hizo corta en la infinidad de las manecillas. Fue extraño. Aunque Griffin se esforzó por rodearme de amor y protección él casi nunca estaba en casa, debía trabajar para que no nos muriésemos de hambre, porque era humillante ir a la escuela con los zapatos rotos o tener los cuadernos viejos, era frustrante verlo renunciar a su plato para que yo tuviese una porción. Me relajé en la mesa, memorizando la imagen. No debería profesarme tan cómodo cuando estaba quebrado, sin embargo, que él se quedase en mi casa, ir a sus prácticas de pértiga, crecer con la banda, conocerme un poco más, ayudar a Max, eran cosas insignificantes y carentes de sentido.

—¿Ash? —Lo eran, no obstante, fui realmente feliz con ellas—. ¿Nos vamos?

—Sí.

—¡No hagan enfadar a Ibe! —Tomados de las manos salimos del apartamento.

El camino hacia la universidad siempre era agradable cuando estaba a su lado. Los latidos me retumbaron desde la cordura hasta los adoquines, el sudor me corrió por la frente, sus dedos se deslizaron entre los míos, las calles fueron víctimas del silencio, Nueva York era la ciudad del ensueño.

—Ash... —Adoraba esa pequeña «u» al final de mi nombre, eso me derretía el corazón—. ¿Max ya sabe lo nuestro? —Las mejillas se me tiñeron de primavera, el sol enmarcó el ébano para hacerlo lucir aún más hermoso.

—Lo lamento. —Su risilla me golpeó el cuello.

—¿De verdad le dijiste que éramos amigos? —Las orejas me ardieron, la humillación me abofeteó, por más que traté de concentrarme en los diferentes negocios mi mirada terminó regresando a él.

—Fue lo primero que pude pensar. —Sus manos se deslizaron por mi brazo para aprisionarlo contra su pecho, la estridencia de la ciudad perdió sentido bajo su voz.

—¿Qué clase de amigos hacen eso?

—¡Shorter me dijo que las personas lo hacían! —La expresión del moreno fue pura perplejidad—. Ya sabes, para reforzar amistad. —Su carcajada fue degradante, algunas lágrimas bordearon sus pómulos para desteñirme el orgullo.

—¿Por qué escuchaste a Shorter? Eres la persona más inteligente de la universidad y sales con esto. —Él se frotó el puente de la nariz, divertido—. Las nuevas generaciones están perdidas.

—Suenas como todo un anciano. —¿Para qué negarlo?—. ¿Necesitas un bastón para llegar a la facultad? —Lo amaba. El vientre se me llenó de aleteos cuando él infló los mofletes y tensó el ceño.

—Eres malo. —Aunque se quejó su agarre se tornó más fuerte—. Solo soy dos años mayor que tú.

—No te preocupes, cuidaré de ti hasta que seas un anciano. —Una repentina timidez floreció entre nosotros dos—. Podemos ver plaza sésamo en el asilo para que aprendas inglés. —Su mohín me gatilló un escalofrío.

—Me encanta esa idea, podemos comer natto mientras lo vemos. —Palidecí—. también podríamos poner un huerto de calabazas para matar el tiempo. —Él no me dio tiempo para protestar al arrastrarme hacia la facultad.

Poder ver a Eiji Okumura tomar fotografías fue sublime. La determinación que se posaba en sus pupilas detrás del lente era arrebatadora, aunque ellos solo querían plasmar la vida cotidiana en la universidad, fue impresionante, él vislumbró lo sórdido con una ternura inquebrantable, al igual que la primera vez que lo vi volar me quedé anonadado, era extraordinario cómo él encontraba la belleza en cosas pequeñas, suspiré, contemplándolo mientras se entretenía enfocando a un gorrión, como si el ave se sintiese honrada por ser su modelo le extendió las alas antes de cantar. Me apreté el pecho, deseando abrazarlo, sin embargo, entonces él no podría seguir con la sesión y a mí me gustaba admirar ese brillo. ¿A quién engañaba? Lo amaba todo de él.

—Ei-chan es bastante bueno como fotógrafo, ¿no lo crees? —Me sobresalté, ni siquiera me había dado cuenta de la presencia de Ibe.

—Lo es. —El castaño se sentó en una banca de concreto, sus yemas recorrieron su cámara, sus labios se abrieron una infinidad de veces para soltar suspiros.

—Él está bien, ¿verdad? —Me acomodé a su lado, contemplando a mi novio enfocar al ave en una fuente de granita.

—¿A qué te refieres? —Su expresión fue un poema, los veleros de papel se rompieron para escurrir brea.

—Bueno...

—Puedes decírmelo, él es importante para mí. —Él se relajó.

—Antes de que llegaras él estaba bastante deprimido. —Sus dedos se congelaron contra el lente—. No estoy seguro si era por el salto de pértiga, por su padre o porque el idiota de su novio lo terminó, pero él lucía miserable. —La belleza en la remembranza fue tan descorazonada que me quebrajó el alma—. Él tampoco estaba rindiendo en clases, solo... —El viento me acarició el rostro—. Gracias.

—¿A mí? —Él despegó su atención de la cámara para posarla sobre mis ojos.

—Él habla de ti todo el tiempo. —Los latidos se me descarrilaron—. Antes parecía a punto de renunciar a todo pero desde que te conoció lo he visto intentarlo más que nunca, creo que es para impresionarte. —Una desmesurada calidez iluminó lo más recóndito de mis temores para que solo existiese él.

—Yo soy quien siempre lo trata de impresionar. —Ibe negó.

—Pareces estarlo inspirando, es un alivio, él tiene mucho potencial. — La cámara fue puesta de lado. —Estaba desesperado por no saber cómo levantarlo.

—Él es tan terco. —Una risa tonta se me escapó cuando él celebró por haber fotografiado al gorrión.

—Lo sé. —Los huesos le crujieron luego de estirarse—. Pero las cosas parecen ir mucho mejor, a Ei-chan le dieron una beca para sus gastos. —La sangre se me heló.

—¿Se la dieron? —Las entrañas se me retorcieron.

—Sí, el entrenador le dijo que fue por su talento. Le cayó bastante bien, su padre ha empeorado en el hospital y su madre no gana lo suficiente, él temía tener que dejar la carrera a medias por no poderla pagar. —Y de repente la felicidad se convirtió en un ancla.

—Él no me dijo nada de eso... —Sus manos se deslizaron por mi espalda como consuelo.

—Seguramente no te quiso preocupar, se nota que le importas mucho, no debe querer separarse de ti. —Y los botes de papel donde flotaba nuestro amor se empezaron a agujerear.

—Yo tampoco me quiero separar de él. —Solo cuando sentí el dolor me di cuenta de lo fuerte que había apretado mis puños.

—Pero ya está bien, las cosas parecen haberse solucionado. —Me mordí el labio—. El dinero lo tenía estresado. —Sabiendo que no era tan simple.

Porque Dino Golzine me había citado a su oficina esta noche.

Me apreté el pecho, siendo corroído por la impotencia. Estaba bien, él era un director, debí malinterpretar sus intenciones en nuestro encuentro anterior, él era un profesional, no abusaría de su poder, además él trabajaba en una de las instituciones más renombradas del país. Me clavé las uñas a la camisa, tratando de recordar cómo respirar. Los entrenadores de béisbol no lastimaban en Nueva York, los monstruos alcohólicos no podían tocarme acá, estaba a una infinidad de millas de ese nido de espinas.

Nada podía ser peor que Cape Cod.

¿Verdad?

—¿Ei-chan, qué estás haciendo? —Un flash me cegó apenas levanté el mentón.

—Lucían realmente lindos de esa manera así que los inmortalicé. —Él se sentó a mi lado, me aferré a su calidez, desesperado—. ¿Ash? ¿Pasa algo?

—No. —Acomodé un cabello detrás de sus orejas, con suavidad—. Es solo que pareces feliz cuando tomas fotografías. —La ternura que rebosaron esos grandes ojos cafés fue imposible de relatar, adoraba la sinceridad que él podía transmitir en un leve pestañeo.

—¿Quieres ser mi modelo? —Tuve que parpadear una infinidad de veces antes de comprender la interrogante.

—¿Qué? —Él sostuvo mis manos.

—Para mi trabajo de fin de año me gustaría que fueses mi musa. —La seguridad con la que musitó aquello fue tan linda que me resultó vergonzosa, las mejillas me cosquillearon, los árboles se bambolearon contra las flores, sus cabellos fueron un desastre tras esa brisa.

—¡Esa es una gran idea Ei-chan! Si están seguros puedo ir a hablar con el asesor de inmediato, aún estás dentro del plazo para inscribirte. —El mecer de las hojas fue tan pacífico como eléctrico. Sabía que no era digno de esta felicidad, el niño cuyo padre lo enterró en un campo de muerte por ser anormal debía ser castigado—. Pero deben decidir pronto.

—¿Y? ¿Me dejarás fotografiarte como a mis chicas francesas? —Reí, ahogándome en esta pequeña burbuja de felicidad. Porque mientras él estuviese a mi lado la vida lucía diferente, mucho más colorida, líquida y sonora.

—¿Me debo preocupar por esas chicas francesas, joven Okumura? —Él me sonrió, sí, con esa clase de expresión, una que fue tan linda que nació una constelación en su honor—. ¿Lo debería cortejar mejor? —Presioné sus nudillos contra mis labios, chispas revolotearon.

—No serviría de nada ese cortejo. —Él era una peligrosa adicción, estaba hechizado.

—¿Por qué? —Como si él tuviese el secreto más importante del universo pendiendo entre los labios, él se acercó.

—Porque yo ya estoy perdidamente enamorado de ti, Aslan Jade Callenreese. —Un campo de rosas floreció en mi interior cuando él musitó aquello—. Y sería un honor poder mostrarle la belleza que es mi novio al mundo. —No pude quitarle los ojos de encima, no pude articular palabra alguna, no pude respirar.

—Eres tan bonito. —Su mohín se deslizó entre los colores para inmortalizarse en mi corazón—. Quiero hacer eso que me pediste. —Ni siquiera sabía lo que estaba aceptando—. Sí... —Pero me dio igual porque la sonrisa que él trazó fue lo suficiente para que el resto de mi cordura pereciese. Me gustaba tanto que no podía ser real.

—Ei-chan. —El aludido miró a Ibe—. Él es mucho más agradable que Arthur. —Como si toda la ternura del mundo se hubiese concentrado en esas majestuosas obsidianas, él me contempló.

—Soy un chico afortunado, ¿verdad?

—Lo soy. —La facultad fue una sinestesia mágica de dorado y escarlata—. ¿Ya terminaste con las fotografías, amor? Shorter nos debe estar esperando. —Un intenso rubor se matizó en sus mejillas.

—¿A-Amor? —El tartamudeo fue torpe y estúpido, sostener el contacto visual fue imposible.

—Solo si quieres. —Me rasqué la mejilla, evitándolo. Que humillante.

—Es lindo. —Mi garganta se cerró con un nudo, el aroma a rocío entremezclado con su perfume me resultó letal—. ¿Tienes que irte al ensayo? —Respirar fue imposible ante tan afligida mueca—. Es que no me quiero separar de ti todavía.

—Yo tampoco quiero separarme de ti. —Nuestras yemas se rozaron con timidez—. Podrías venir, le agradas a la banda. —El ambiente fue tan vergonzoso que deseé morir—. Podrías reemplazar a Bones. —Pero solo para regresar con él.

—Eres cruel con Bones, él toca bien el teclado. —Chasqueé la lengua.

—Mi novio lo hace mejor. —Ibe carraspeó, incómodo.

—¿Entonces trabajaran juntos? Tengo que informárselo a mi supervisor antes de que las oficinas cierren. —Presioné un delicado beso contra la frente al japonés antes de asentir.

—Lo haremos. —Porque habría hecho cualquier cosa por él.

El centellear de las obsidianas pulió las grietas del jade en agonía.

Fish Bone nos estaba esperando en el local de Cain, las risas juveniles revolotearon bajo la música, los roces de manos fueron indiscretos contra la mesa, la esperanza fue el éxtasis en esta montaña rusa emocional. Ensayamos como si no hubiese mañana, aquellas cuerdas se transformaron en la misma extensión de mi alma para poder impresionarlo, yo también quería extender mis alas para volar a su lado, anhelaba que esos grandes ojos cafés me contemplasen solo a mí. Fue agotador. Sudor escurrió desde mi frente hasta mi cuello cuando acabamos, las manos me ardían por culpa de los callos, las luces se sintieron demasiado brillantes bajo la barra, aun siendo un desastre él me sostuvo el corazón.

—¡No seas así! ¡Al menos podrías servirme una cerveza! —Cain negó, empujando una bandeja con vasos de plástico y café hacia nosotros.

—Eres insufrible cuando estás borracho, no te daré alcohol, quiero cerrar luego para irme a casa. —Las mejillas de mi novio se encendieron con un leve carmesí al sostener el vaso.

—Huele delicioso. —La sonrisa del bartender fue de pura satisfacción.

—¿Ves porque lo quiero más a él? —Las carcajadas de la banda no se hicieron de esperar, no quedaban muchos clientes en las mesas, las noches eran tranquilas cerca de la facultad—. Además últimamente te la pasas llorando por Yut-Lung Lee, estás insoportable.

—Es difícil de conquistar. —Shorter hundió su mejilla contra su nudillo—. Parece enfadado desde que lo invité a salir en su clase de danza. —Su expresión se endureció—. Tal vez llevar un cartel fue demasiado, quizás fueron los mariachis. —El aliento del japonés se derritió contra mi oreja.

—Es mentira, Yut se muere de ganas por él pero no se lo dirá. —Mi risa se ahogó contra el plástico—. Le gustan esos juegos de seducción. —El guitarrista se tomó el café de golpe, él sacó la lengua luego de habérsela quemado.

—El amor hace estúpida a la gente. —Bones suspiró, su atención pendió desde su teclado hacia el techo.

—Tienes a Ash como ejemplo.

—¡Oye! —El sonrojo fue inminente—. Es mentira, ¿cierto, Eiji? —El candor se intensificó cuando él acomodó sus dedos alrededor de mi flequillo, una descarga eléctrica recorrió desde mi espina dorsal hasta mi corazón, sus caricias fueron una oda para la seducción.

—Son dorados y bonitos. —Oh por Dios, lo amaba tanto.

—¿Ven a lo que me refiero? —Los movimientos del japonés cesaron tras incorporarse a la realidad.

—¡No coman delante de los pobres! —La voz de Shorter tembló con un quejido—. Como sea, les iba a decir que Fish Bone clasificó para un concurso de bandas.

—¡¿Qué?! —Alex se levantó de la barra, incrédulo—. ¿Clasificamos? ¿De verdad? —La sonrisa orgullosa del guitarrista fue confirmación suficiente —Estuvimos años tratando de ingresar, sabía que el problema era Arthur— El agarre de mi novio se tensó frente a dichosa mención.

—Creo que su banda también clasificó. —El castaño chasqueó la lengua antes de tomar otro sorbo de café—. Necesitamos muchas cosas como patrocinadores y algunos documentos pero si lo logramos podríamos hacernos famosos. —Como si fuese un brindis ellos alzaron los vasos.

—¿Qué piensas Ash? ¿No estás emocionado? —Kong despegó su atención de su jugueteo de baquetas para convertirme en protagonista—. Eres el rostro de la banda después de todo. —Me mordí el labio, constipado.

—Estoy un poco nervioso. —La indignación de las muecas me erizó la piel—. No acostumbro a escenarios tan grandes, además no soy un profesional.

—No te preocupes. —Su voz me trajo de regreso a las estrellas—. Yo estaré ahí, en primera fila, listo para animarte. —Y de repente el nudo de nervios se desvaneció—. Siempre me tendrás en tus espectáculos como tu fan número uno. —La ferocidad de mi pulso fue mortífera, mis piernas se encogieron hacia la butaca, mis manos se apartaron del vaso para acunar las de él.

—¿Lo prometes? —Mi pregunta debió parecerle linda para que esbozase semejante expresión.

—Lo prometo. —Ahora eran sus labios los que presionaban mis nudillos.

—¿Entonces vamos a participar? —La banda brindó al unísono para que el destino fuese sellado.

La ilusión me impulsó para que buscase la cura al sufrimiento en quien me rompió.

Odiaba la oficina de Dino Golzine. El aroma a Old Spice entremezclado con menta me parecía asqueroso. Aunque un gigantesco escritorio nos separaba pude sentir cada respiración arremeter contra mi tráquea cuando él se levantó, todo el cuerpo se me tensó, el alma se me llenó de hielo bajo tan desagradable mirada. Pero estaba bien, él era un profesional, eran solo mis ideas. Cada paso se profesó lento y pesado, como si fuese una muerte anunciada. Su atención se paseó desde los libreros hasta mi asiento, él sonrió, divertido. Mis palmas se convirtieron en puños, mis piernas se crisparon contra la silla. La luz amarillenta le dio un aspecto aún más enfermizo y avejentado.

—Tienes la mala costumbre de citarme cuando es de noche. —Él abrió su gabinete para sacar dos copas y una botella de vino.

—Es cuando tengo espacio en mi agenda. —El sonido del espumante cayendo contra el cristal me dio escalofríos, él me extendió una copa—. Mi universidad tiene una política de respeto hacia los mayores. —La tomé, las entrañas se me revolvieron cuando él rozó mi palma—. Escuché que Fish Bone clasificó para la batalla de las bandas. —Alcé una ceja, olfateando con asco mi bebida.

—¿No es acoso saber tanto de la vida personal de tus estudiantes? —Su risa se perdió como eco antes de que tomase un sorbo.

—No tienes que estar tan a la defensiva conmigo, Ash. —La copa fue dejada sobre el escritorio—. Eres verdaderamente hermoso, luces como si hubieses nacido en la aristocracia, tienes una inteligencia sobresaliente y además eres talentoso con la música. —Arrugué la nariz, tratando de tranquilizarme. Esto estaba bien, debían ser mis ideas, estas cosas no pasaban en Nueva York. El dolor no podía seguirme de Cape Cod.

—Gracias. —Bebí de la copa, la amargura del vino me quemó las papilas gustativas. Asqueroso.

—Escuché que les hará falta financiamiento para poder cubrir la cuota de inscripción y todo lo que impliquen las prácticas. —Asentí, indiferente.

—¿Qué quieres a cambio? —Su carcajada me recordó a una hiena, lo desagradable del sonido me quebró los tímpanos.

—Eres un chico astuto. —Él se acercó—. De seguro sabrás sobrevivir en este mundo. —El oxígeno se congeló cuando sus yemas se apoyaron contra mis mejillas, el tacto fue grotesco y gélido—. Lo supe apenas mis ojos se posaron en ti. —La respiración se me disparó, temblé, con los latidos arremetiendo en mi interior como si fuesen pedazos de vidrio.

—¿Eso qué significa? —Me froté el ceño, no tendría un ataque de pánico al frente de él. Me aferré al borde de la silla para disimular el horror.

—Necesito que me acompañes a una fiesta la otra semana, será una reunión pequeña pero formal en un hotel.

—No. —Lo aparté con un manotazo—. No jugaré este juego. —Me levanté con violencia de la silla—. Estoy fuera. —Pero su risa me congeló. Como si tuviese el control absoluto de la situación él se paseó por la oficina.

—Escuché que el padre de Eiji empeoró. —Y el mundo se me cayó encima—. Debe ser terrible para alguien tan joven tener que preocuparse por eso. —Él me quitó la copa de las manos para beber el resto del vino—. Imagínate qué pasaría si ya no puede financiar la matrícula.

—Yo... —Él se relamió la boca, con satisfacción.

—Él volvería a Japón. —Su aliento pendió dentro del cristal—. O peor, su padre podría morir sino recibe atención de calidad.

—¡Tú...! —Quise llorar por culpa de la impotencia—. ¡¿Qué diablos es lo que quieres?!

—Soy un buen amigo del doctor Meredith, podría pedirle que le hiciera un cupo en su clínica. — Los sentimientos me asfixiaron como un trapo contra la garganta—. También podría pagar su estadía en ese lugar, Eiji estaría tan feliz con eso. —Mis hombros cayeron. Enfoqué mi atención en las persianas de la oficina, eran feas y viejas.

—¿Qué tengo que hacer? —Eran como cicatrices abiertas, zanjando el plástico en líneas uniformes.

—Solo tienes que vestir un traje. —Él se acercó, sus manos se volvieron a posar sobre mi rostro, como si fuese de su propiedad—. Y hacerte una pequeña perforación en la oreja. —El día había sido bonito, el desayuno fue agradable con las risas de Max—. ¿Entonces...? —El ensayo con la banda fue divertido—. ¿Serás mi acompañante? —El calor se agolpó en mi garganta, cerré los ojos, recordando a Eiji.

—Lo seré. —Pensando en lo mucho que quería tener una vida con él.

Su amor convirtió al niño perdido en una colección de cicatrices.  

Sé que la escena del final no fue tan fuerte pero igual me dio mucha cosa escribirla, en todo caso lo más probable es que el siguiente capítulo lo narre Eiji y nos vayamos turnando así.

Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo y el cariño para leer. Nos vemos la otra semana o un poquito más allá de eso.

¡Cuídense! 

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