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Capítulo 8.

¡Hola mis bonitos lectores! ¿Por qué llegué a joderlos tan pronto con una actualización? Me di cuenta de que solo estoy manejando cuatro fics activos. Como que se me hizo costumbre estar con una montaña caótica y es raro mantenerse constante, así que los vine a molestar demasiado temprano, perdón.

El capítulo de hoy efectivamente lo narra Eiji y esta dedicado a esta mujer que me ha dado mucho más amor del que merezco Aphroditeinyourheart  gracias por tanto, perdón por tan poco.

¡Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer!

Espero que les guste.

El amor que centelleaba en esos ojos era un océano varado en el cielo, tan paradójico como imposible, era una galaxia consumándose tras cada latido de corazón. Por eso él no pudo definirlo o comprenderlo, él solo pudo sentirlo.

—Adivina quién es. —Sus palmas presionaron mis pestañas, su aliento me erizó desde el cuello hasta la cordura, sonreí, sabiendo que reconocería tan exquisita esencia en cualquier lugar.

—¿Qué haces aquí? —Cerré el casillero del vestidor antes de darme vueltas—. Deberías estar en las canchas, estás a punto de jugar. —Las mejillas me ardieron cuando lo pude contemplar, tragué duro, Ash Lynx era una fantasía galante en su uniforme deportivo.

—Lo sé. —Él apoyó su mano contra su pecho, tratando de recuperar la respiración, las gotas de sudor delinearon su mandíbula con un reflejo plateado, aquellos ojos verdes se tornaron aún más intensos bajos las luces del camarín—. Pero necesitaba verte antes de jugar.

—Ash. —Aunque mirarlo fue mi perdición no pude hacer más que ahogarme en tan desmesurada beldad, las manos me juguetearon contra los muslos, la boca se me secó mientras las chispas asfixiaban cada milímetro de la tensión.

—Yo... —Él se acarició la nuca, ansioso—. Quería un beso de buena suerte. —Hasta la nariz me ardió frente a tan desvergonzada petición.

—¿Q-Qué? ¿Un beso? —Él ladeó la nuca, tan apenado como intrépido, retrocedí.

—¿No puedo tener uno, onii-chan? ¿No merezco ser mimado? —¿Cómo alguien podía lucir tan feroz y adorable al mismo tiempo? Las rodillas me temblaron cuando él acomodó sus palmas sobre mi cintura, la violencia de mi palpitar retumbó hasta mis orejas, traté de calmarme, sin embargo...

—Si puedes. —Quería que lo tuviese todo de mí.

Mi espalda se apoyó contra los casilleros cuando su sabor me intoxicó, sus yemas se deslizaron entre mis mejillas, la adicción con la que se fundieron nuestros labios me resultó delirante, cerré los ojos, sintiendo como la atmósfera se comenzaba a calentar, sus movimientos fueron lentos pero ansiosos, sus piernas se enredaron entre las mías, sus manos presionaron mis caderas, jadeé, él se estaba conteniendo, chispas relumbraron desde mi vientre hacia mi pecho con cada uno de sus toques, la caricia fue dulce y mortífera. Los nervios burbujearon en mi sangre junto al deseo, sus palmas me sostuvieron con fuerza, casi con descaro. Pronto esos tímidos besos se volvieron profundos y necesitados. Enredé mis dedos contra su cabello, suplicándole para que se acercase aún más, él me complació. La sensación fue exquisita, peligrosa y apasionada. Un intenso calor se extendió por mi piel, era como si un espectáculo de pirotecnia estuviese danzando por doquier, ninguna partícula quedó a salvo en tan placentera adicción.

—Ash... —El verde de esos ojos me embriagó apenas nos separamos, me afirmé de él, sabiendo que mis piernas se hallaban demasiado débiles como para sostenerme.

—Maldición, me quedaría así por siempre. —Él me acarició el cuello, con suavidad—. ¿Tengo que ir al partido? Podríamos escaparnos y nadie se daría cuenta. —Traté de recomponerme, no obstante, mantener la calma frente a semejante belleza me pareció irreal.

—Tienes que hacerlo, tu hermano vendrá exclusivamente para celebrar tu victoria. —Él bufó, mis dedos se deslizaron por el ancho de sus hombros para detenerse en su clavícula. Qué pecado era su atractivo.

—Él está demasiado confiado en la victoria de mi equipo.

—¡Claro que sí! Después de todo es tu hermano mayor. —Su sonrisa fue tan linda que me derritió el corazón.

—Me hace feliz que venga a cenar con nosotros, aunque no llegue al partido a tiempo. —Electricidad floreció entre mis pulmones cuando acomodé mi palma contra su rostro, contuve la respiración, el tacto fue aterciopelado, el ambiente se tornó extático.

—Shorter te grabará para que lo vea. —Él suspiró, la primavera coloreó mi nariz en lo sublime del momento.

—Es un buen amigo, pero no le digas que dije eso. —Rodé los ojos—. Sino se le subirá el ego a la cabeza y su mohicano terminará explotando.

—Como digas. —Su aliento me acarició los labios—. Casi lo olvido, preparé algunos platillos, no quería llegar con las manos vacías a tu casa. —Me di vueltas para abrir mi casillero, aunque me había escapado de la práctica para verlo jugar, no esperaba encontrármelo antes del partido.

—Tú... —Sus ojos se abrieron de par en par—. ¿Trajiste mi chaqueta? —Las palabras cosquillearon en mi garganta sin que pudiese refutar, me limité a asentir, avergonzado por haber sido descubierto—. ¿La ibas a usar para darme ánimos, onii-chan? —La altanería en su voz tiritó contra mi ceño.

—No te burles. —Él sacó la prenda de mi casillero para colocarla sobre mis hombros.

—No me burlo. —La ternura con la que él me contempló—. Eres tan lindo. —Destrozó la última chispa de mi cordura.

—¿L-Lindo? —Mis pensamientos se vieron nublados por un torpe tartamudeo, me aferré a la chaqueta, me encantaba que aún oliese a él.

—Sí. —Sus dedos delinearon mi rostro, memorizándolo—. Eres el novio más lindo que existe en el mundo. —El pulso se me gatilló para que estallase contra mi tráquea.

—Ya deberías irte. —Él no me dejó bajar la mirada—. Yo estaré desde las gradas apoyándote. —Aunque Ash Lynx lucía como una estrella inalcanzable cuando dominaba los escenarios, nada se comparaba a la magnanimidad con la que sus pupilas se encendían bajo ese brillo tan infantil.

—Deséame suerte. —Tomé su hombro antes de pararme sobre la punta de mis pies.

—No la necesitas, pero... —Un beso fue pintado encima de su mejilla—. Suerte. —Como si aquello hubiese sido el gesto más maravilloso del universo, él se acarició la cara, pasmado.

—Sí. —Él se golpeó la cabeza con una luz cuando retrocedió—. Yo ahora debo ir hacia allá para hacer algo. —No obstante, él no estaba apuntando a ninguna dirección, contuve una carcajada, esos legendarios 200 puntos de IQ no parecían estar funcionando el día de hoy.

—¡Ve! —Él asintió, aún con su palma contra su moflete antes de darme la espalda.

Me cubrí la cara con el cuello de su chaqueta, siendo consumido por un intenso rubor, aunque el lince de Nueva York no era mi primera relación todo se profesaba nuevo con él, era diferente e intenso, íbamos tan rápido en esta montaña rusa emocional que ya no la podía parar, su perfume me cosquilleó contra la nariz, cada fibra de mi cuerpo se derritió bajo tan masculina esencia, estaba asustado. Que él me gustase tanto no podía ser normal, ya ni siquiera lograba consumar el sueño por culpa de la ansiedad, sin embargo, mientras la sonrisa de ese hombre fuese la causante de mi insomnio adoraría las consecuencias.

—Sabía que ustedes dos eran una cosa. —Salté contra los casilleros—. Llevaban meses mirándose con ojos de corazones, pensé que la tensión los mataría. —La picardía en la expresión de Sing Soo-Ling me dejó expuesto.

—¡No es verdad! —Él alzó una ceja luego de mirarme de pies a cabeza.

—No luces muy convincente cuando estas usando eso. —La prenda era tan grande que me cubría hasta las rodillas, las orejas se me calcinaron—. Nunca pensé verte así de embobado por alguien más, eras tan diferente con Arthur. —Bufé, terminando de meter mi equipo dentro de mi bolso. La pasión floreció como ira.

—Claro que lo éramos. —El enfado pereció en decepción—. Él ni siquiera me pidió ser su novio, un día me llamó de esa manera y solo asumimos el resto. —Y el azul se destiñó a desagrado—. Además, él jamás me dejó involucrarme en su vida, éramos casi extraños en ese sentido. —Para el guitarrista los límites eran tan claros como inquebrantables, el casillero crujió, el pecho se me comprimió—. Por eso se cansó y me dejó.

—Eiji... —Negué.

—Está bien, no es como si me importara ahora. —Me aferré a la chaqueta, deseando escaparme del mundo entero dentro de ella—. Y quedamos en buenos términos, ¿no? —La cólera lo avejentó, sus zapatillas retumbaron contra las pozas del vestidor, él se frotó el entrecejo, agotado.

—Eres un terrible mentiroso, ¿tu novio lo sabe? —Chasqueé la lengua, desviando la tensión.

—¿Irás a ver el partido? —Él estiró sus brazos antes de negar, sus yemas rozaron el techo, rodé los ojos, que alardease de su altura era un constante fastidio.

—Tengo una cita con Akira y no la quiero hacer esperar. —La parsimonia en su voz me resultó escalofriante—. Quiero ser un galán con ella. —Me acaricié el puente de la nariz, buscando paciencia, Sing solía acompañarme a trabajar solo para coquetear con ella—. Incluso ahorré para llevarla a un lugar elegante en Central Park. —Como si fuese un rayo la mente me chispeó.

—Sing... —Mi mano se aferró a su muñeca—. ¿De casualidad te dieron una beca? —La perplejidad en sus facciones fue evidente.

—¿Una beca? —Asentí.

—El entrenador me dijo que solo se las estaban dando a los deportistas más reconocidos de la universidad, pero no lo sé. —Mis dedos se crisparon hacia mi pecho—. Algo no me termina de convencer, es una oferta demasiado generosa, no tiene sentido. —Él me revolvió los cabellos, con suavidad.

—A veces el director sufre ataques de generosidad, supongo que es su forma de redimirse luego de ser una mierda. —El arrullo fue más reconfortante que sincero.

—Pero cubrirme todas las deudas y depositarme crédito para mis necesidades personales se escucha como una locura. —La garganta se me cerró—. ¿Crees que Fox le dijo algo? ¿Me irá a sacar del equipo?

—¿Por qué te gusta sabotearte de esta manera? Necesitas el dinero, ¿verdad? —El corazón se me ancló en la tráquea, traté de tomar aire, sin embargo, la cabeza me martilló.

—Sí... —Mi padre había empeorado estas semanas.

—Entonces acepta lo bueno de la vida y ve a animar a tu hombre. —La brutalidad de su palmada retumbó contra la humedad de los vestidores.

—¡Pero no porque tú lo dices! —Le saqué la lengua antes de acomodarme el bolso sobre el hombro y abrirme paso por la facultad.

Las canchas de deportes eran la encarnación de la euforia estudiantil, decenas de coloridos carteles se alzaban en medio de las gradas, el aroma de las bebidas energizantes entremezclado con las palomitas de maíz me cosquilleó bajo la nariz, tratando de abrirme paso hacia el piso superior me forcé a luchar contra la multitud. Los regaños del entrenador zanjaron la tensión con un eco, el estrépito del silbato me heló la sangre cuando el discurso de bienvenida se impulsó, paseé mi mirada hacia las rejas, una hilera de chicas se encontraba gritando el nombre de mi novio mientras practicaban una rutina de baile en minifaldas, me apreté el pecho, tratando de subir, sabía que no podía culparlas cuando Ash Lynx era la definición de galantería. De repente las rodillas me dejaron de responder, no quería que esto me afectara, sin embargo...

—¡Eiji! ¡Por acá! —Parpadeé, siendo envuelto por la voz de Yut-Lung Lee, aflojé el agarre contra mi polera, tratando de calmar la ansiedad.

—Hola. —Shorter se hallaba batallando contra una cámara fotográfica en el extremo del escalón.

—Un momento. —El azabache me apretó las mejillas para examinarme de cerca—. ¡Lo sabía! Tienes los labios hinchados. —Lo afilado de esa mirada heló hasta el último poro de mi cordura—. Eiji Okumura, yo no te eduqué para que fueses un animal en celo. —Un intenso carmín se expandió desde mi nariz hacia mis mejillas.

—¡Yut! —El nombrado se cruzó los brazos contra el pecho, indignado—. Tú tienes todo el maquillaje corrido y yo no te dije nada. —Shorter se incorporó a la realidad tras prender el aparato.

—Eso es porque tuvimos un rapidín en la camioneta. —Ni todo el ego de esa frágil silueta pudo cubrir semejante humillación.

—Eiji. —Él se frotó el ceño, ofendido—. Recuérdame descargar tinder cuando salgamos de aquí.

—¡Acá vienen! —Antes de que pudiese responder todo el público se puso de pie—. ¡Es el lince de Nueva York! —El éxtasis les desgarró la garganta bajo los gritos.

—¡Ash, te amo! —Las porras se pusieron en marcha.

Me mordí el labio, observando cómo el equipo se incorporaba hacia las canchas, aquel rebelde cabello lució aún más dorado bajo el candor del sol, los coqueteos de las chicas no se hicieron de esperar. Me dejé caer contra la grada, aunque mi novio me sostenía con frases de eterna devoción y besos repletos de instantes, yo temía. Él era tanto que no podía evitar paralizarme ante el pensamiento de perderlo. Él se había vuelto infinidad de oro y cielo de jade, destino fortuito y conexión instantánea. Mis palmas se deslizaron por los bolsillos de la chaqueta, él era brillante, talentoso, apasionado, sonreí, casi parecía irreal. Y a pesar de estar en la cima de esa montaña rusa emocional deseaba verlo llegar más lejos.

Tonto, ¿verdad?

No sabía que las personas también podían volar cuando jugaban béisbol.

Ash Lynx fue una imagen ferozmente hermosa, cada swing que él dio cortó el aire con una vibración, sus movimientos hacia las bases fueron hipnotizantes y destructivos, su risilla tras un home run fue una satisfacción mortífera. Él tan solo se deslizó por las grietas de mi corazón para usar el bate como si fuese la misma extensión de su alma y alzarse en el cielo mientras corría por la cancha. La estática congeló mi cuerpo, la boca se me secó, un escalofrío presionó desde mis piernas hasta mi cuello. Poderlo contemplar fulgurar bajo el amanecer fue inefable. Definitivamente el lince de Nueva York era un prodigio en los deportes, no pude despegar mis ojos de él en ningún instante, las entradas del partido se convirtieron en decenas, cuando el marcador cambió una última vez el éxtasis se desató.

—¡De verdad ganaron! —Shorter tuvo que gritarnos para que lo pudiésemos escuchar—. ¡Y yo lo tengo todo en video, la banda se morirá por ver esto! —Él alzó la cámara, triunfante.

—Luces orgulloso. —Una resplandeciente sonrisa se pintó entre las mejillas del guitarrista.

—Claro que lo estoy, es mi mejor amigo. —La calidez en sus palabras fue inexplicable.

—Te la pasas molestándolo. —La expresión de Yut-Lung Lee se suavizó cuando los lentes fueron dejados de lado.

—Lo hago a propósito, aunque no lo parezca me fue difícil salir del closet. —La dicha en sus facciones se evaporó—. No lo sé, me habría gustado tener a alguien que me hiciese sentir más normal, aunque fuese con puras idioteces. —Sus dedos trazaron comillas en el aire tras dejar la cámara sobre su regazo.

—¿Tienes que hacerlo humillándolo? —Él estiró sus piernas hacia el otro escalón.

—También debe ser divertido para mí, ¿no? —Aunque el azabache rodó los ojos, él se dejó acunar.

—¿Puedo llevarme el video por hoy? Su hermano mayor vendrá a cenar y le encantaría ver esto. —La picardía mitigó el éxtasis de la multitud—. Yo... —De repente sentí una inexplicable necesidad por aclararme—. Tengo su número y Ash no se lo iba a decir, así que... —Reí, nervioso.

—Ganarte a tu cuñado es una buena estrategia, me siento orgulloso de ti. —La palmada que Shorter estrelló contra mi espalda me dejó adolorido—. Pronto toda su familia estará comiendo de tus manos.

—¡No es eso! —Yut-Lung Lee me interrumpió.

—¡Claro que lo amarán! Mi chico es adorable. —Como si tratase de probar algo él tomó mis mejillas—. El Fly Boy es una completa belleza, aunque no lo quiera admitir. —No pude refutar bajo su agarre.

—Por eso son la pareja candente de la universidad. —La chaqueta no fue lo suficientemente grande como para ocultarme.

—¿Podemos irnos?

Él no trataría de grabarse la pasión en la mente, las cicatrices en sus manos se encargarían de recordarle las espinas de su primer amor mientras los pétalos de la reminiscencia lo teñían de escarlata. Él sabía que era inútil memorarlo, el verde de esos ojos ya había extendido raíces para adueñarse de su alma.

La expresión que mi novio me entregó cuando nos reencontramos fue inolvidable. Aunque sabía que era imposible él parecía haberse hecho mucho más atractivo tras haber ganado el partido, sus manos se acomodaron sobre mi cintura antes de alzarme en el aire y empezar a girar. Reí, él podía ser tan infantil, eso me encantaba. El viaje de regreso estuvo repleto de carcajadas y halagos. Shorter nos dejó afuera del apartamento para luego despedirse con el chirriar del claxon.

—Eiji. —Él musitó mi nombre bajito, casi con temor a ser escuchado en el ascensor—. Aún no le he dicho a Griffin sobre... —Sus ojos fueron atrapados por nuestro agarre de manos.

—Oh... —Él bajó el mentón, avergonzado.

—Perdón. —Una inmensa conmoción coloreó mis latidos frente a semejante vulnerabilidad.

—No te disculpes. —Lo acuné con suavidad, secando una pena silenciosa con mi pulgar—. Cada quien tiene su ritmo para procesar las cosas, se los dirás cuando estés listo, no te presionaré. —Mantuve el contacto ligero, para que él pudiese apartarme en la incomodidad.

—Eiji... —Sin embargo, él me acercó, como si necesitase de esas caricias con desesperación para comprobar que esto fuese real, él escondió su rostro en el hueco de mi cuello—. ¿Estás seguro? No es justo para ti. —Tan pronto como nos mirados toda el alma se me llenó de sol.

—Estoy seguro. —Porque la beldad en su sonrisa fue lo suficiente para mí.

Sabía que la situación familiar de Ash era complicada, cada vez que trataba de indagar sobre el tema un gigantesco muro de espinas se desplegaba a su alrededor, no quería presionarlo para que él me contase, sin embargo, la angustia con la que esos jades se apagaban tras mencionarlo era dolorosa.

Así que lo entendía.

Un delicioso aroma a comida casera nos recibió cuando ingresamos al apartamento, una vieja tonada había inundado la sala de estar, la mesa se encontraba adornada con cubiertos relucientes y vasija elegante, antes de que él pudiese reaccionar Griffin ya lo había aprisionado contra su pecho, a pesar del puchero frustrado él se dejó mimar, devolviéndole el abrazo.

—Ha pasado un tiempo. —Toda la ferocidad del rubio se desvaneció bajo la voz de su hermano mayor—. Lamento no haber podido llegar al partido, mi jefe apenas me dejó salir con vida.

—Eso no importa. —El chirriar de mi bolso fue el protagonista de los reflectores—. Lo tenemos en video.

—¡Eiji! —Los ojos de Griffin se hicieron aún más azules al sostener la cámara.

—Fue Shorter quien te grabó, no me mires así. —Él chasqueó la lengua, apenado, nuestras yemas se rozaron con torpeza—. Pero lo hiciste realmente genial en el partido. —Sus mejillas se tiñeron con un tímido sonrojo, él se contuvo para no darme la mano, suspiré, tener que entablar distancia era extraño, no obstante, lo entendía.

—Ya habrá tiempo para eso. —Max entró a la sala con una gigantesca cacerola entre las palmas—. Comamos esto antes de que se enfríe, por fin pude recrear una de las famosas recetas de Jessica. —La olla se tambaleó tras ser dejada sobre la mesa.

—No confío en ti, anciano. —Ash ni siquiera se dio cuenta cuando me empujó la silla para que me pudiese sentar—. Me has tratado de intoxicar durante meses. —Su caballerosidad fue tan natural como encantadora—. ¿Necesitas sal, cariño? —Ambos adultos intercambiaron una mirada atónita cuando nuestras manos se entrelazaron.

—Ash... —El nombrado tuvo que parpadear una infinidad de veces para darse cuenta de la situación, su rostro explotó de escarlata, las palabras se le agolparon en la mandíbula, su latido fue tan rápido que lo pude sentir entre mis yemas.

—Es que Eiji tiene las manos frías. —Él acercó mis palmas hacia sus labios para soplarlas—. Me gusta mantenerlo calentito. —El esfuerzo que esos dos hicieron para no estallar en carcajadas fue sobrehumano.

—Ustedes parecen bastante cercanos. —Max rellenó los platos con estofado mientras una pícara expresión pendía entre sus cejas.

—No es tu asunto, anciano. —Traté de disipar la tensión jugueteando con la cuchara, sin embargo, mi mente se rebalsó antes de que mi consciencia lo procesara. Porque era extraño formar parte de semejante calidez.

—No estoy incomodando, ¿verdad? —El temblor en mi voz se perdió bajo el vapor. —Sé que esto es más o menos familiar y no quiero... —Griffin me interrumpió.

—Apenas Max me dijo que Aslan quería invitar a un chico absolutamente adorable supe que eras tú, no te preocupes, estaba encantado con esa idea.

—¡Anciano! ¡¿Me delataste?! —El aludido sopló su cuchara antes de darle un bocado al estofado.

—Tienes suerte de que no le haya contado cómo los encontré juntos. —Mi novio palideció.

—¿Juntos?

—¡Sí! No sabía que estaban teniendo tanta intimidad cuando entré, fue demasiado vergonzoso. —La bestialidad con la que brillaron esos jades fue el preludio para un homicidio—. ¡Tu pequeño hermano parecía un depredador hambriento sobre el pobre Eiji! —Un paquete de servilletas fue estampado contra su cara—. ¡Hey! —Griffin hizo su mayor esfuerzo para mantener la seriedad.

—Si ustedes dos no se comportan van a tener que lavar los trastes. —Ash refunfuñó antes de caer contra su silla.

—Él empezó. —Su puchero lo hizo ver como un niño.

—¡No es cierto! ¡Él empezó! —Cuando Griffin se frotó el entrecejo ambos supieron que lavarían los platos.

Esa cena fue especial.

Las risas encendieron el apartamento, las anécdotas intensificaron el dulzor del estofado, me relajé, sintiendo al tiempo deslizarse como arena entre mis dedos. Griffin Callenreese era un hombre sumamente agradable, quien además de ser un asalariado sobreexplotado anhelaba escribir poesía, la ternura en el rostro de Aslan me derritió el corazón, el orgullo con el que balbuceó sobre mi salto de pértiga fue casi tan vergonzoso como los halagos que pronuncié alrededor de su música. Fue una velada memorable. Cuando los platos quedaron vacíos y los castigados tuvieron que cumplir su sentencia me escabullí hacia el balcón para tomar aire.

Nueva York solía ser una ciudad de la que me encontraba enamorado, mi corazón se desenfrenaba cada vez que contemplaba la infinidad de rascacielos, la pasión con la que trataba de alcanzar la libertad era pura e inquebrantable, sonreí, enfocando mi mirada en el océano de luces que se extendía por las calles. Pensé haber perdido la inspiración luego de que Arthur me dejó, sin embargo, no fue así.

—¿Te molesta si te hago compañía? —Griffin se deslizó por el ventanal, la calefacción de la sala fue un contraste violento para el gélido de la noche—. No quiero estar al medio de esos dos cuando se maten con la loza. —Una trémula sonrisa floreció ante la neblina.

—Yo tampoco quiero estar ahí. —Él se acomodó frente al balcón, me hundí en la chaqueta de Ash, enfocando mi atención en la sinestesia de colores que se hallaba en los maceteros—. No sabía que a Max le gustase la jardinería.

—No le gusta. —La serenidad en su voz fue arrastrada con la brisa—. Pero a Jessica le encantan las flores así que las sigue tratando de cultivar. —Me acaricié el cuello, ansioso.

—Eso es lindo. —Él se encogió de hombros.

—El amor lo es. —Sus zapatos se arrastraron hacia el borde del mirador—. ¿Entonces...? —Sus labios se curvaron con una escalofriante serenidad—. ¿Cuánto tiempo llevan saliendo? Tengo derecho a saber. —Una escandalosa tos me desgarró la garganta, me apreté el vientre, tratando de tomar aire.

—¡¿Qué?! —Él rodó los ojos, apoyándose contra la reja.

—No soy idiota, pude ver a Aslan enamorarse de ti la primera vez que te vio saltar. —El rostro se me calcinó, los latidos me retumbaron contra la cabeza, las manos se me empaparon de ímpetu—. Hace mucho no lo veía poner esa clase de expresión, parecía aturdido, como si estuviese contemplando la imagen más maravillosa de la historia.

—Y-Yo... —Pero las palabras no quisieron cooperar.

—Me siento aliviado de que seas tú. —Y esas desesperadas excusas que traté de desplegar se cayeron a pedazos.

—¿Por qué? —Me abracé a mí mismo—. ¿Por qué lo aceptas con tanta facilidad? Sé que esto no era lo que estaba esperando la familia de Ash. —La galantería de esa sonrisa fue una caricia para el amanecer.

—Porque eres tú. —Él carcajeó tras mi evidente fastidio—. No te enfades, pero no tengo otra razón. —Su aliento suspendió en una trémula capa de neblina—. Ambos se miran de una manera tan especial, como si el resto del mundo dejase de importar cuando están juntos. —Me aferré a la chaqueta, el viento me cosquilleó como pétalos de rosas contra las mejillas, el corazón se me descarriló cuando hundí mi nariz contra la tela.

Olía a Ash.

—Lamento que no hayamos sido más discretos, no lo teníamos planeado de esta manera.

—Sí... —Él enfocó su atención en la magnificencia de la ciudad—. Su legendaria inteligencia no parece aplicar cuando se trata de ti, me di cuenta. —Me encogí de hombros, caminando hacia el barandal, mis codos se deslizaron sobre el metal, mis ojos se ahogaron con las estrellas.

—Él me gusta tanto. —Me mordí la boca—. Digo... —Dándome cuenta de mis propias palabras—. Me gusta demasiado.

—Lo puedo notar. —La ternura dentro de esas pupilas me resultó paternal—. Lamento haberte abordado de esta manera pero necesitaba agradecerte sin que Aslan lo supiera.

—¿Por qué? Él estaba angustiado con todo esto, deberías decirle. —La profundidad de ese azul se perdió frente a la infinidad del cielo.

—Aslan debe escoger cuándo decirme, no le quitaré ese momento. —Sus dedos juguetearon entre las flores del balcón—. Así que cuando me quiera contar sobre su relación o sobre él mismo yo lo recibiré con los brazos abiertos. —La gentileza con la que presionó sus párpados fue violenta—. Crecimos en un ambiente difícil, es normal que este asustado, nuestro padre no es una mala persona, pero... —Reí.

—Creo que entiendo bien eso. —Amar la pértiga no parecía ser suficiente para que mi familia fuese feliz—. Son decisiones difíciles.

—Y Cape Cod no es el lugar más comprensible del mundo. —Un largo suspiro hizo eco contra la noche—. Pero ya nos las arreglaremos, para eso me tiene a mí. —El mundo se me quitó de los hombros cuando lo escuché musitar aquello—. Y ahora te tiene a ti. —Sonreí, apenado.

—Claro que lo hace. —Deseando que esa promesa oscilase en la eternidad.

Él le murmuró un «te amo» a las estrellas, sabiendo que esas palabras serían demasiado pequeñas como para expresarle lo vasto del amanecer.

Estar en la habitación de Ash Lynx me pareció irreal. La garganta se me cerró mientras me trataba de recomponer, todo en ese lugar desprendía su aroma, nos sentamos en su cama, las mejillas se me calentaron cuando él se acomodó a mi lado antes de extenderme una consola de juegos. El sonido de las risas entremezclado con mis propios latidos fue embriagador. Tanta felicidad fue paralizante. Su voz se deslizó como seda contra mi piel, los roces accidentales fueron peligrosos, la noche floreció con complicidad para que solo nos viésemos alumbrados por el reflejo de las pantallas y una tímida lámpara de neón. Respirar a su lado fue tan inconcebible como natural. Porque quería memorizar este momento para siempre, siendo solo dos adolescentes tontos e inexpertos dentro de esas cuatro paredes.

Fue perfecto.

—¡Te gané! —Le restregué mi pantalla contra la cara, satisfecho.

—Después de haber sufrido cinco derrotas consecutivas, onii-chan. —Le saqué la lengua, ofendido.

—Eso no aplacará la satisfacción de mi victoria. —Las consolas fueron dejadas de lado—. Eres un terrible perdedor. —Él dejó caer su rostro contra su palma mientras su espalda se deslizaba por la pared.

—Si hubiese sabido que eras tan malo jugando habríamos apostado algo. —Me incliné hacia él, convirtiendo mis rodillas en un refugio para mi mentón.

—¿Algo como qué?

—¿Escoger la siguiente cita? —La sangre me burbujeó.

—¿Siguiente? —El estómago se me llenó de girasoles, cada latido atentó contra mi cabeza cuando él se acercó.

—Eso es lo que hacen las parejas, ¿no? —El violeta del neón se fundió con la belleza de esos ojos para forjar una imagen celestial, mis dedos se contrajeron sobre las sábanas.

—Supongo... —La calidez de Ash invadió hasta el último centímetro de mi piel tras el crujir del colchón—. No soy un experto en esto. —La noche fulguró con un calor extraño, lejos de la majestuosa fachada que imponía el lince de Nueva York, él lució más guapo que nunca, mucho más suave.

—Supongo que tendré que mostrarte. —De repente él estaba encima de mi cuerpo y yo me hallaba contra la pared, mis palmas temblaron alrededor de su pecho, mis rodillas se encogieron solo para chocar con las de él.

—Tú tampoco tienes experiencia. —Traté de desviar la mirada, sin embargo, sus yemas comenzaron a acariciar mis mejillas para conseguir que me derritiera.

—Hoy anoté el home run ganador para ti. —La seriedad con la que musitó aquello me impidió reírme—. Quería que pensaras que era realmente genial. —A pesar de los nervios envolví mis brazos alrededor de él.

—No tienes que anotar ningún home run para que yo piense eso. —Un sonrojo apenas perceptible abrillantó sus facciones—. Eres bastante popular, ¿sabes?

—Eso me da igual. —Sus dedos se deslizaron contra mi cabello—. La única persona que me importa me está mirando en este momento. —Su nariz se amoldó al costado de la mía—. Y sino dejas de poner esa clase de expresión enloqueceré por las ganas que tengo de besarte. —Me incliné hacia él, despacio.

—Puedes hacerlo. —Esos rebeldes mechones dorados cayeron contra mi frente—. Me gusta que me beses. —Me mordí la boca, apenado, antes de liberar la tensión—. Me gusta que me toques también.

La última chispa de cordura pereció en nuestros labios.

La pasión con la que él me besó fue delirante, cada uno de mis músculos se estremeció frente a tan abrumadora sensación, era húmeda, caliente pero dulce. Cerré los ojos, aferrándome a su espalda, sus palmas se deslizaron debajo de mi polera para delinear mi silueta, sus labios se movieron con hambre entre los míos, el roce de su lengua consiguió que todo el cuerpo me ardiera, fue mortífero, el aire se convirtió en una pesada bruma de electricidad. Él se movió con lentitud contra mi cintura, como si sus dedos disfrutasen de cada segundo trazando mi piel. Temblé ante ese nuevo estallido desvergonzado de calor. Era como si las yemas del rubio pudiesen inyectar endorfinas con cada toque.

—A-Ash... —Sus ojos resplandecieron con un brillo peligroso, él dejó caer su frente contra mi pecho, aun bajo mi ropa sus palmas me atrajeron hacia él.

—Me gustas. —Sus palabras fueron llamas contra mi piel—. Me gustas tanto que creo que voy a morir por lo rápido que está latiendo mi corazón. —Mis manos se deslizaron con suavidad por sus hombros, lo errático de mi respiración me golpeó hasta la garganta—. ¿Tiene sentido? —Él alzó el rostro, confundido.

—Lo tiene. —Mis yemas recorrieron con dulzura su mentón—. Porque yo me siento de la misma manera. —Y cada nube de temor que había opacado la belleza de ese amanecer.

—Eiji... —Se esfumó—. No es justo que seas así, ni siquiera puedo mantener la calma.

—¿Quién te está pidiendo que la mantengas? —Sus dedos se crisparon contra mi espalda—. Ash, me gusta todo lo que eres, no tienes que tratar de mantener la calma para que piense que eres genial. —Él me sonrió, sí, con esa clase de sonrisa galante que solo podía esbozar el lince de Nueva York.

—Mierda, creo que quiero pasar el resto de mi vida contigo. —Reí, dejando que él se ocultase en el hueco de mi cuello.

—Si eso llega a pasar no le contemos a Max, es pésimo guardando secretos. —Aunque no me dejó verlo, pude sentir la calidez de su sonrisa.

—Es una promesa, Eiji.

—Es una promesa, Aslan.

Él no trataría de comprender al amor, él lo acunaría a pesar de sus espinas, sabiendo que esas cuatro letras no serían suficientes para expresarle lo mucho que su corazón necesitaba de su resplandor.

Sí, él no lo trataría de comprender o pronunciar, por eso solo musitaría su nombre.

Creo que se nota pero me gusta mucho escribir este fic, me pone soft a pesar de todo, pero como saben, la trama recién esta marchando, lo más probable es que el siguiente capítulo sea de Ash y llegue el otro fin de semana.

¡Muchas gracias a quienes se tomaron el tiempo para leer!

Se me cuidan.


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