Capítulo 7.
¡Hola mis bonitos lectores! Segundo día del año y he actualizado decentemente, hasta ahora vamos bien.
Este capítulo es narrado por Ash, espero que les guste.
¡Muchas gracias por leer!
Él era el oxígeno de un mundo que había comenzado a girar al revés.
—¡Ya detente! —El agua fulguró como si fuese de cristal contra los rayos del atardecer—. ¡Ash! ¡No seas mal perdedor!
—Tú comenzaste con esto. —Ambos estábamos sosteniendo mangueras en el campo de deportes—. ¿No te pareció divertido empaparme cuando estaba desprevenido, onii-chan? —Aquella risilla fue la melodía más meliflua jamás pronunciada—. ¡Ahora enfrenta la ira del lince!
—Más que lince pareces un gato caprichoso. —Él se atrevió a sacarme la lengua sin detener sus ataques.
—Y tú un conejo esponjoso.
—¡Vamos a acabar resfriados por tu culpa! —Por cada paso que me acerqué, él retrocedió dos—. ¡Ash! —Aunque la presión del agua no era más que un tenue rocío ninguno quiso ceder.
—¿Te rindes? —Él cayó contra el pasto cuando se tropezó con su manguera.
—Bien, me rindo. —Satisfecho corté el agua—. Cielos, eres un niño. —Él se desplomó sobre la cancha, su uniforme se encontraba completamente mojado por aquel ridículo juego, su cabello parecía haberse hecho aún más brillante por culpa de la escarcha. Que imagen más hermosa.
—Tú fuiste quien me provocó. —Me acomodé a su lado, dejando que mis palmas reposasen sobre mi vientre. La maleza se enredó al dorado, las nubes crearon una sinestesia armoniosa para que solo existiésemos nosotros dos en ese retazo de cielo—. Yo solo te pedí ayuda para regar.
—No te habrían castigado si hubieses estado prestando atención durante tu entrenamiento. —Que las prácticas de mi equipo fuesen al lado de las canchas para el salto de pértiga era un problema.
—El entrenador exageró. —Mis piernas cosquillearon por culpa de la hierba, mi espalda se sintió desagradable bajo el frío—. No fue para tanto. —Cuando su palma acarició mi frente hasta la nariz se me calcinó.
—Una pelota te golpeó en la cara porque no estabas en posición. —Mi ceño se tensó.
—No fue mi culpa, necesitaba verte saltar. —Sus mejillas se colorearon por la primavera cuando musité aquello—. Soy tu novio, debo gritar más fuerte que nadie cuando vueles. —Mis roces se congelaron sobre sus orejas, estábamos cerca, demasiado cerca. Había una exquisita tensión entre nosotros dos. A pesar del calor pude vislumbrar lo embriagador de su aliento.
—Pero no mientras estés en medio de un partido. —Él suspiró—. Pensé que tendrían que llamar a urgencias, hasta la nariz te sangró. —El momento fue chispeante y magnético, sedoso y delicado. Cerré mis ojos, deleitándome con las caricias del moreno. Mi mente estaba repleta de él.
—Me hizo feliz verte saltar otra vez. —El resplandor con el que se tiñeron esas obsidianas me arrebató los latidos—. Pareces disfrutar cuando estás allá arriba.
—Lo hago. —El mecer del pasto trazó cosquillas sobre mi piel—. Estaba bastante nervioso, ¿sabes? —La manera en que movió su nariz fue adorable—. El entrenador me recibió con una cara espantosa mientras los demás me abucheaban, me tratan terrible en el equipo, como si fuese una paria.
—Ellos son unos idiotas.
—Lo sé. —Aquella sonrisa fue un poema para la belleza—. Pero cuando estuve ahí arriba me di cuenta de que eso no me importaba. —Todos los colores del atardecer se pintaron sobre sus pestañas—. Amo el salto de pértiga y eso es suficiente, al menos por ahora. —Debería ser ilegal ser así de lindo. No era justo anhelarlo tanto.
—Me encantas. —Me mordí el labio al haber dejado escapar un pensamiento—. Digo... —Ambos enrojecimos hasta las orejas—. Me encantas con uniforme deportivo. —Me cubrí la cara sintiendo como el humo escapaba de mis orejas. Por la violencia con la que palpitó mi corazón supe que jamás me había sentido de esta manera.
—Tú también. —El temblor en esas palabras me forzó a mirarlo—. Tú también te ves lindo en tu uniforme... —Aunque ambos tratamos de disimular, la tensión fue insoportable.
Estaba asustado.
Mi mundo empezó a girar al revés apenas me perdí dentro de esas obsidianas. Pero no fue mi culpa, sus ojos eran tan oscuros que casi parecerían ser transparentes. Era fácil saber la clase de hombre que quería ser bajo tan desmesurado cristalizado. Y eso era tan aterrador.
—Es una lástima que no haya traído mi cámara. —Bastó un solo murmullo de esos labios para que mi cordura cayese—. Serías una buena fotografía. —Él acomodó uno de mis cabellos detrás de mis orejas, el toque fue peligroso.
—Aunque amas la pértiga estudias fotografía. —Él se encogió de hombros—. Eres todo un enigma, Eiji Okumura. —Pude escuchar sus latidos en esa cercanía.
—¿Y tú? Aunque tienes talento no pareces complacido cuando juegas, sé que estudias deportes por la beca pero ¿eso es lo que realmente quieres hacer? —En ese instante me percaté de que no lo sabía.
—Yo... —Jim Callenreese jamás me enseñó a soñar, para él era mucho más importante sobrevivir, por eso me recibió con espinas cuando busqué la calidez de un padre—. Creo que me gusta la música pero no estoy seguro. —La ternura con la que él me contempló fue abrumadora.
—Eres bastante bueno en ella. —Quise acercarme, sin embargo, me aterró el centímetro de distancia entre nosotros dos—. La universidad es flexible con los cambios de carrera, deberías considerarlo. —Era tan extraña la naturalidad con la que hablaba de oportunidades. Érase una vez un infante que dejó de llorar porque nadie lo escuchaba.
—Eso haré. —Érase una vez un niño que necesitó de protección pero su padre lo entregó en bandeja de plata. Me mordí el labio, sino fuese por mi hermano estaría enterrado con los demás, pero ya no estaba en Cape Cod.
—¿Entonces puedo? —Ahora estaba entre los brazos de la libertad.
—¿Puedes qué?
—Fotografiarte. —Como si recién estuviese procesando esas palabras mi mente chispeó.
—¿A mí? —La dulzura de esa risa solo intensificó la vergüenza.
—Mi novio es bastante guapo, no es justo que me lo quede solo para mí. —Cada una de mis neuronas explotó cuando él usó esa palabra. No pude evitar sonreír al pensar que Ash Lynx era el sinónimo perfecto para: «Novio de Eiji Okumura»
—¿Me va a fotografiar como a sus chicas francesas, joven Okumura? —Su puchero molesto me llenó el vientre de mariposas.
—Estás citando mal la película. —Mis dedos se deslizaron entre sus cabellos, ni siquiera las estrellas brillaron tanto como esos ojos, él siempre era así.
—Tendrás que llevarme a verla. —Pero porque era así él me gustaba. La atmósfera tuvo un espeso toque a terciopelo, el aire fue electricidad, nuestras miradas desprendieron magnetismo, me acerqué a él, nuestras piernas se enredaron entre césped y rocío, su respiración se tornó ansiosa.
—Supongo que sí. —Me incliné hacia su rostro, aquellos oscuros mechones de abenuz enmarcaron su belleza en una brisa—. Ash... —Él se mordió la boca, sus latidos golpearon con ferocidad mi pecho, mis yemas recorrieron los bordes de sus mejillas para detenerse en su arco de cupido.
—Deberíamos ir a cambiarnos, aún tenemos que encontrarnos con Shorter y los demás. —Un coqueto carmín coloreó su nariz antes de que él preguntase.
—¿No vas a besarme? —Su respiración se escapó por la comisura de su alma, el silencio fue atronador entre nosotros dos.
—No. —La perplejidad lo paralizó ante mis palabras—. Quiero que tú me beses. —Sus palmas se empaparon de ansiedad—. ¿O no tienes las agallas suficientes para hacerlo? Supongo que...
Sus labios fueron tocar el cielo. Dulces, suaves, calientes y magnéticos. Cerré los ojos, dejándome embriagar por el momento. Nos movimos con toques lentos y delicados, mis manos se aferraron a su cintura, mis piernas me acomodaron sobre él, sus brazos se deslizaron detrás de mi cuello. Fue sofocante, mortífero y adictivo. El sonido de nuestros labios hizo eco sobre el atardecer. Él soltó un jadeo silencioso cuando le pedí por más, mi piel se deslizó entre la suya, mi palma se acomodó sobre su muslo, él se estremeció, que usase esos pantalones cortos era peligroso. Fue embriagador y seductor. Un beso se convirtió en miles. ¿Cómo pasé tanto tiempo sin conocer semejante dulzor? Ahora no podía vivir sin él.
—Supongo que ahora sí deberíamos irnos a cambiar antes de que cierren los vestidores. —Aunque él trató de mantener la calma, esto era un desastre.
—Deberíamos. —Aquel beso me había dejado completamente atontado—. Eiji...
—¿Si? —Él me ayudó a levantarme.
—¿No me quieres dar otro beso? —Él carcajeó por la propuesta—. No me quedó claro si tenías las agallas. —Que su mano encajase con la mía me llenó el alma de electricidad.
—No abuses de tu galantería.
Y fue extraño, yo solía repudiar el contacto y la intimidad, aunque mi padre siempre me inculcó la importancia de ser una basura machista jamás pude llegar muy lejos con una chica. Odiaba que se propasasen en la cercanía, no obstante, tocarlo a él fue tan natural, una chispa peligrosa se adueñaba de mi mente cuando lo tenía cerca, era como si mi cuerpo estuviese hecho para buscar el suyo. Suspiré, tratando de recomponerme, no obstante, justo cuando estaba por volver a la racionalidad él se cambió de ropa.
El cuerpo de Eiji Okumura era el de un hombre, de eso no cabía duda, sin embargo, había algo realmente hermoso en su silueta, sus curvas eran fornidas pero delicadas, su piel era una oda para la tentación, cada centímetro de él me pareció tan perfecto como obsceno, no pude hacer más que mirarlo embobado mientras él se terminaba de vestir, sintiendo como el rostro se me quemaba por esta clase de nuevos pensamientos. ¿Esto era desear a alguien? Me aferré a mi chaqueta paralizado. No me sentía así de estúpido cuando miraba a otros chicos. No me profesaba de esta manera con nadie más, pero claro...
Él era diferente.
Él era especial.
—Vaya, se puede sentir la tensión sexual en el aire. —Eiji se sobresaltó tras escuchar la voz del guitarrista—. Amigo cierra la boca, te van a entrar moscas.
—¿Qué estás haciendo acá? —Que él se dejase caer contra la puerta fue un fastidio. Shorter Wong era experto en el arte de humillarme.
—No llegaron a la prueba de sonido así que los vine a buscar. —La picardía en su sonrisa me dio escalofríos—. Pero veo que han estado ocupados, ¿usaste los condones que te regalé, Ash? —Mi novio enrojeció ante tan descarada mueca.
—¡Shorter! —El nombrado carcajeó esquivando la chaqueta que le arrojé.
—Los espero afuera. —La puerta se cerró—. ¡Si necesitan lubricante me avisan! —Me dejé caer sobre la banca antes de presionar mi entrecejo. Nueva York había sido toda una experiencia para mí, mis palmas se apoyaron sobre mis rodillas, mis zapatos se arrastraron contra la humedad.
—No le hagas caso, sabes que le gusta molestarte —¿Esto realmente estaba bien? Era difícil discernirlo cuando durante toda mi historia pensé lo mismo, era como si hubiese usado una máscara por casi dos décadas en Cape Cod y recién ahora me estuviese contemplando el rostro.
—Lo sé. —Mis brazos rodearon su cintura—. Eiji... —Mi rostro se hundió contra su vientre—. Realmente me gustas. —Él tembló tras esa confesión, sus dedos se enredaron entre mis cabellos, su aroma mitigó el terror, su risa retumbó por los vestidores.
—Lo entiendo, yo igual me siento nervioso a tu lado. —Asentí, atónito—. Eres diferente a lo que tenía planificado, pero ya estamos en esto juntos, Ash. —Bajo esa delirante calidez supe que estaríamos bien.
—Esta es la primera vez que me siento así. —Era ridículo que me gustase con semejante intensidad alguien a quien recién estaba conociendo, sin embargo, mi alma parecía haber sido hecha para encajar con la suya. Tal vez en una vida pasada nos pertenecimos. Quizás estábamos destinados a acabar de esta manera. No lo sabía.
—Estoy a tu lado. — Pero estaba dispuesto a intentarlo.
La prueba de sonido fue en el local de Cain, gracias a los compañeros de Shorter pudimos armonizar los instrumentos antes de la siguiente presentación, electricidad recorrió desde mis yemas hasta mi mente cuando rasgué las cuerdas, era un sentimiento tan pacífico como peligroso, sin embargo, la mejor parte de poder plasmar semejante sonido era ver esa tímida sonrisa. Suspiré, dejándome caer sobre el escenario. Como si fuésemos un imán mi atención se enfocó en el japonés, él estaba tratando de tocar el teclado de Bones bajo las miradas atentas de Fish Bone.
—¿Qué hay con esa cara? —Shorter ni siquiera me pidió permiso para acomodarse a mi lado—. Luces extraño desde que los encontré. —Un violento rubor se instaló desde mi nariz hacia mis orejas.
—Yo. —Recordar tan seductora escena fue mortífero—. No lo sé. —Arrastré mis zapatillas por las manchas de café hasta chocar con la base del escenario.
—Trata de explicarme. —Con una impresionante seriedad él hundió su mentón contra su palma, así que él también podía ser sensato.
—Es solo que... —Mis manos juguetearon sobre mi regazo, la vergüenza trabó mis palabras en un nudo de garganta—. Quiero tocar a Eiji. —Me cubrí la boca, como si hubiese dicho un pecado. Los labios del guitarrista tiritaron antes de que una estridente y grosera carcajada escapase de lo más profundo de su tráquea.
—¡¿Eso es todo?! —Una lágrima rodó bajo los lentes por la risa—. Amigo pensé que era algo grave. —Él me golpeó la espalda con brusquedad.
—¡Es grave! No entiendo lo que pasa. —De mis orejas salió humo por la humillación.
—Ash... —Él tomó mis manos con una impresionante seriedad—. Estás caliente. —Parpadeé, atónito, sin poder procesar el descaro en esa confesión.
—¿Q-Qué? —Él hizo un esfuerzo sobrehumano para no volver a estallar en risas.
—Estás caliente por Eiji. —La espina dorsal me fue poseída por un escalofrío—. Le traes ganas, él te enciende, quieres ponchar su florcita, quieres hacer el delicioso, llámalo como quieras.
—¡Claro que no! —Pero mis ojos se clavaron en él.
—Amigo, es tu novio, es normal que te sientas así.
Y no pude evitar quedar embelesado por la imagen, las orejas me calcinaron, la lengua se me secó, apreté con fuerza mis rodillas. ¿Cómo era posible que alguien fuese así de adorable y sensual al mismo tiempo? Ni siquiera lo estaba intentando. No, él lo hacía lucir tan natural. La manera en que él se acomodaba el cabello hacia atrás mientras me arrojaba una mirada con esos grandes ojos de ciervo, la forma en que se le marcaba aún más la clavícula cuando tocaba el teclado, como su silueta parecía ser la misma definición de tentación mientras sus facciones cada instante se tornaban aún más bellas. Me apreté el pecho, la ferocidad de mi palpitar me iba a matar, retrocedí, temiendo que él escuchase mi pulso desde el otro lado de la sala. Maldición.
—Shorter... —El nombrado me cerró la mandíbula con un empujón. ¿Cuándo la había abierto?—. Estoy caliente. —Ni siquiera yo supe la estupidez que musité.
—Felicidades por haberte dado cuenta. —El moreno se recostó sobre el escenario, sus brazos forjaron una almohada para su nuca, sus piernas se comenzaron a balancear contra el soporte—. Tal vez sea momento para que des el siguiente paso.
—Acabamos de empezar a salir. —Odiaba sentirme como si fuese un virgen en todo esto, sin embargo, eso era—. No puedo pensar en acostarme con él si recién nos estamos conociendo. —Eiji Okumura era mi primer amor, estaba aterrorizado por arruinarlo.
—Mírame a mí. —Él se quitó los lentes de sol, sus párpados trepidaron bajo el candor de las luces—. Eso jamás me ha detenido.
—¿No conoces la vergüenza?
—No lo hago. —Suspiré, rendido—. ¿Qué es lo que tanto te preocupa? Eres la estrella de la universidad y apenas llevas algunas semanas aquí, además eres casi tan guapo como yo. —Un tic nervioso me golpeó el entrecejo.
—Eiji ya estuvo en una relación antes. —Los movimientos del moreno cesaron.
—Oh...Con Arthur, sí. —Palidecí.
—¿Qué? ¡¿Con él?!
—Sí, ¿no te conté? —Mis puños se congelaron contra mis muslos.
—No. —Una risa nerviosa retumbó en el escenario—. No lo hiciste, amigo.
—Ahora que lo pienso le quitaste el novio y el puesto en la banda, hombre, Arthur te debe odiar desde las entrañas. —Antes de que pudiese refutar las risas de Fish Bone inundaron el lugar.
—¡Eiji es bastante talentoso con el teclado! —Y no pude hacer más que sonreír al verlo tan feliz mientras practicaba con el instrumento, un profundo suspiro floreció desde mi alma, como si fuese posible sus ojos brillaron aún más bajo los reflectores.
—Cuidado Bones, tienes competencia ahora. —El aludido le sacó la lengua a Alex, ofendido.
—Podemos hacer un dúo. —El más joven se colgó de los hombros de mi pareja.
—No. —La espalda de Shorter crujió cuando él se levantó—. Lo siento, pero no podríamos tenerlo en la banda.
—¿Por qué no? —Su colmillo sobresalió en un puchero—. ¡Él es talentoso! —El sonrojo que se posó en las mejillas de mi amante fue tan adorable como exquisito. El milésimo suspiro de la noche fue pronunciado. ¿Por qué diablos tenía que ser tan hermoso?
—Claro que lo es, el problema es que Ash no se podría concentrar si lo aceptamos en la banda. —Su palma golpeó mi espalda—. Sus neuronas no parecen funcionar con Eiji.
—¡Yo...! —Sin embargo, el timbre de mi celular disipó la tensión.
Él era la quimera despiadada del ovillo tembloroso bajo la cama.
La garganta se me cerró cuando vi el número, dándole una vaga explicación a la banda salí del local, la cabeza me punzó un infierno, las piernas me temblaron, el frío de Nueva York se coló hacia cada una de mis grietas, tomé un bocado, hiperventilado, la ciudad no fue una cama lo suficientemente grande como para que me pudiese esconder de ese monstruo, con una cuerda contra la yugular traté de darme el valor para contestar.
—Aslan. —No reconocí mi nombre cuando él lo pronunció—. No has llamado a casa. —Por el hipo en su voz pude adivinar que se encontraba borracho, que palabras más lúcidas para alguien tan atormentado.
—No he tenido tiempo para hacerlo. —Mis dedos se crisparon contra el celular, aunque las entrañas se me retorcieron por ese timbre tan alcoholizado, apoyé el auricular más cerca.
—Griffin me dijo que lo has estado haciendo bien... —Mis párpados temblaron, la tráquea se me llenó de vidrio quebrado—. Pensé que eras un inútil. —Porque esto era difícil. Sí...Realmente lo era.
—Yo... —Este hombre se había encargado de hacer mi existencia miserable. Reí—. Vaya, debió ser toda una sorpresa para ti que no me sacaran el primer día. —Sus insultos me atravesaron como espinas en cada maldita respiración. Pensé que moriría por la parsimonia de la conversación.
—Apuesto que le abriste las piernas a algún profesor. —Mis dientes crujieron cuando los cerré, la sangre se me congeló, las rodillas me fallaron—. No has cambiado en nada. —Claro que él pensaba de esa manera.
—No te preocupes viejo, me aseguré de cobrarle. —A él no le importó que solo fuese un mocoso de siete años cuando esto pasó. Pero el trabajo de un padre se supone que era proteger, él debía ser un pilar que construyese mi confianza. Y era frustrante, tanto que quise llorar.
Pero no lo hice.
—Tienes el mismo rostro de puta que tu madre. —Mis puños craquelaron la pantalla del teléfono.
—Estás borracho otra vez, ¿verdad? —Era injusto, finalmente tenía algo mío, eran logros pequeños e insignificantes, sin embargo, los edifiqué con mis propias manos.
—De tal palo tal astilla, no sé en qué estaba pensando al llamarte. —¿Con qué derecho venía él a destruir todo eso? Mis piernas fueron de papel, los ojos me ardieron, esto era demasiado doloroso.
—¿Eso era lo que me querías decir? ¿Para esto me llamaste? —Jim Callenreese nunca supo ser un papá. Ahora que era un adulto entendía eso, no obstante, eso no aminoraba el dolor, porque realmente necesité de uno.
—Griffin está insistiendo para que vengas a vernos. —Crecer con un hombre que en lugar de dar abrazos él arañaba, tenerle terror a la persona que debería ser la más importante para mí...
—Tengo que ensayar, te voy a colgar. —No tenía nombre.
—Por supuesto que estás en esa banda de vagos. —Su carcajada hizo eco por mi mente, como si yo fuese un lugar vacío—. Trata de no contraer alguna enfermedad como tu madre. —Pero quizás él tenía razón, tal vez tenía el alma hueca.
—Gracias. —Fue increíble la facilidad con la que esa llamada me desestabilizó.
Porque por mucho que lo quisiese odiar no podía, era mi papá, sabía que era estúpido conservar la ilusión sobre poder construir una relación normal, sin embargo, no podía dejar de anhelarla. Me aborrecí por eso. Griffin me pedía que fuese paciente, que aunque fuese un bruto era porque no sabía expresar su cariño, no obstante, el amor no debería sentirse como veneno atragantado en el corazón.
—Hola. —Y como si él supiese que lo necesitaba, él llegó hasta mí.
—Hola. —Él vaciló antes de acercarse, la luz de las estrellas fue nuestro reflector.
—Ash... —Él me miró con esa expresión, sí, esa misma de ojos vastos y pestañeos fugaces, esa misma de mejillas sonrosadas y labios coquetos—. ¿Estás bien? —Electricidad me cosquilleó desde la espina dorsal hasta la mente.
—Lo estoy. —Él se mordió la boca, inseguro.
—Yo y mi papá tampoco tenemos una buena relación, ¿sabes? —Mis hombros cayeron, mi espalda se resbaló contra la pared, la conmoción coloreó cada una de mis facciones—. Lo amo pero él odia que salte la pértiga o que haya escogido estudiar fotografía. —Fue impresionante la naturalidad con la que él supo leerme cuando mi muro era inquebrantable.
—Pero eres el Fly boy... —Su sonrisa fue tan linda que me derritió el corazón, no pude pensar en Jim Callenreese bajo la magia del momento, no pude respirar en el ímpetu de su cercanía.
—A él no le encanta la idea. —Su atención se perdió en el cielo de Nueva York—. Mi mamá nos ha pedido arreglar nuestra relación, mi padre es un hombre enfermizo y suele estar hospitalizado, entonces... —Él suspiró—. No sé lo que te quise decir con todo esto. —Él se acarició la nuca, más nervioso que tímido.
—Creo que yo lo sé. —Nuestras manos se entrelazaron entre las chispas del aire—. Gracias. —Y como si él hubiese recibido las palabras más maravillosas del mundo, él me sonrió. Y diablos, esa sonrisa fue como contemplar una aurora boreal en medio del Ártico.
—Puedes confiar en mí, lo sabes ¿verdad? —Él musitó esas palabras bajito, casi con temor a ser escuchado—. Soy tu novio después de todo. —Y de repente me sentí como el hombre más afortunado sobre la faz de la tierra por estarle dando la mano, sonreí, completamente embelesado.
—Lo sé. —El rosa en sus mejillas se encendió con violencia cuando le acomodé un mechón de cabello—. Mi padre es un tema difícil, me cuesta bastante hablar de él. —La sinestesia entre nuestras respiraciones fue un sabor intoxicante. Chispas se desprendieron cuando rocé su oreja—. No creo que él me quiera, parece decepcionado de todo lo que hago.
—Los padres pueden ser algo difíciles. —La música y las risas en el local se perdieron bajo tan meliflua voz—. Pero si fuese de esa manera él ni siquiera te habría llamado. —Debí enojarme por lo entrometido que él resultó, debí forjar mi muro aún más alto para dejarlo fuera.
—¿Lo crees? —Pero en lugar de eso me dejé acunar. La calidez de Eiji era tan contagiosa como irreal.
—Estoy seguro de ello. —Ambos nos sentamos en los escalones del café.
—Él aún no parece creer que esté estudiando en Nueva York. —Las luces de la ciudad bambolearon en el horizonte, a pesar de la distancia pude observar a la facultad esa noche—. Sino fuese por ti me sentiría como un completo forastero. —Imponente, solemne y feroz.
—Deberíamos cambiar eso. —La tensión en el ambiente fue seductora—. Deja que te invite a una cita, hay algunos lugares que me gustaría mostrarte. —La sangre me bombardeó con una peligrosa fiereza hacia las venas, esto bien se podría confundir con un ataque de taquicardia.
—Bien, hay bastante comida que me gustaría probar. —Siguiendo los consejos de Shorter estiré mi brazo hacia el cielo antes de dejarlo caer sobre su hombro—. En Cape Cod todo sabe a pasto. —Su cuerpo se tensó bajo el agarre, sin embargo, él no me apartó.
—¿Quieres probar hamburguesas? —El ceño me tembló.
—No a todos los americanos nos gustan las hamburguesas, me parecen asquerosas. —Él rodó los ojos, divertido.
—¿Entonces, qué le gusta al americano delicado? —Él desenfrenó mi corazón con una sola mirada coqueta, mis piernas se arrastraron hacia el escalón inferior, mis yemas cosquillearon con cada roce.
—Ensalada de aguacate con camarones, Griffin me la prepara como desayuno para mi cumpleaños. —El brillo que se anidó dentro de esas obsidianas fue arrebatador. De repente respirar se volvió tan imposible como natural, el pequeño espacio entre nuestros labios se redujo a una eternidad.
—Eso es fácil. —Su tono fue juguetón—. Yo podría preparártela, pensé que serías más exigente. —Él lució nervioso cuando me acerqué, una mueca altanera se instaló entre mis mejillas.
—¿Estás insinuando que quieres despertar conmigo en mi cumpleaños? —El tiritar entre sus pupilas fue encantador, su rostro enrojeció al instante, su cuello se erizó cuando le susurré al oído—. No sabía que estábamos en ese nivel de la relación, onii-chan.
—¡No es eso! —Él se cubrió la cara, apenado—. No quise decir eso. —No pude evitar estallar en carcajadas. Molestarlo era mi placer culpable. Sus mofletes se inflaron en lo que debió ser la expresión más adorable del universo.
—Eres malo, Ash. —La brisa arrastró mis problemas mientras me derretí en la inocencia de una caricia.
—Pero aun así soy tu novio. —La boca se me llenó de chispas cuando pronuncié esa palabra—. Sí... —Mi mente quedó en blanco para perecer en la belleza de esas obsidianas—. Soy tu novio. —La suavidad en sus facciones me resultó abrumadora.
—Lo eres. —Sus manos se posaron con una impresionante fragilidad sobre mis mejillas, como si fuese su lienzo, él coloreó mi cielo con estrellas—. ¿Eso significa que aceptas salir a una cita? —Apoyé mis nudillos contra mi mentón.
—No si me lo pides de esa manera, tienes que ser más romántico para conquistarme.
—Aslan. —Cada fibra de mi alma fue poseída por un espasmo cuando él musitó mi nombre—. Aslan Jade Callenreese, ¿me harías el honor de acompañarme a una cita? —El pecho me estalló con pirotecnia, el vientre se me llenó de girasoles, mi mente fue un salto inquebrantable hacia la libertad.
—Me gustas tanto. —Enrojecí—. Digo... —El tartamudeo fue humillante—. Ya que me lo suplicas tanto, aceptó tu cita. —Él bufó.
—Esa respuesta fue poco romántica, ya no quiero. —Su carcajada coloreó la noche de esplendor—. Estás haciendo un puchero, ¡qué lindo! —Mis cejas temblaron, los puños se me tensaron, chasqueé la lengua, ofendido—. Ya, lo siento, no te enfades.
—Y yo que pensaba que eras lindo. —La indignación se derrumbó cuando él me regaló una expresión de conejito herido. Los latidos se me subieron hacia la garganta, no era justo que él se portase así—. Aún lo pienso. —La inocencia fue reemplazada por vergüenza.
—Yo... —La vergüenza se tiñó de esperanza—. También creo que eres lindo, Ash. —Y la esperanza fue el inicio de la torpeza—. ¿Crees que deberíamos volver al ensayo? —Dejé que mi cabeza reposase sobre su hombro, aspiré completamente embriagado el dulzor que él desprendió.
—Quiero quedarme así —Cerré los ojos—. Solo un poco más. —Sonreí, sabiendo que aquel violento palpitar no era mío nada más.
Él era la luz de un mundo sumido en la decadencia.
La prueba de sonido acabó siendo divertida. La jovialidad de las risas, la estridencia de los instrumentos, la infinita ternura con la que Eiji Okumura me acunó, todo fue irreal, casi mágico. Sin embargo, cuando la noche terminó de devorar Nueva York me tuve que enfrentar a la verdad. Dino Golzine me citó a su oficina. El lugar era tan ostentoso como petulante, con una sonrisa lánguida él me invitó para que tomase asiento al frente de su escritorio, la pestilencia de su colonia me forzó a arrugar la nariz, que aroma más nauseabundo. Crucé mis brazos sobre mi vientre, tenso, no quería estar ahí.
—Entonces... —Él se inclinó tras escuchar mis palabras—. ¿Puedo saber para qué me llamó? —Negué cuando él me acercó una taza de té.
—Solo quería conocer de manera más íntima a la estrella de la universidad. —Un escalofrío se deslizó por mi espina dorsal cuando se relamió la boca—. Así que tú eres el lince de Nueva York, he escuchado bastantes cosas sobre ti. —Me forcé a relajar mis brazos, no quería que él encontrase alguna debilidad.
—Espero que sean cosas buenas.
—Claro que sí. —Él se llevó una pequeña taza de porcelana hacia los labios—. En solo unas semanas te has convertido en la estrella del equipo de béisbol y en el vocalista de Fish Bone.
—¿Conoce la banda de Shorter? —Su risa me revolvió las entrañas.
—Aunque no lo creas, el señor Wong es un estudiante bastante apreciado en nuestra facultad. —Él le dio un largo sorbo al té antes de proseguir—. Su banda parece estar teniendo mucho más éxito desde que te reclutaron.
—Si, bueno, no es la gran cosa. —Mis dedos se crisparon dentro de mis bolsillos—. Mi hermano mayor solía tocar la guitarra para mí, no hay que ser un genio para aprender. —Aquella petulancia pareció satisfacerlo.
—Tienes razón. —El ambiente cambió, la taza chirrió cuando fue dejaba sobre el platillo, él acomodó sus codos contra el escritorio antes de inclinarse—. Pero bueno, no viniste a hacer vida social conmigo. —Me tuve que morder la lengua para no sacar a relucir su grotesco chantaje.
—¿Tiene algo que decirme? —Su risa me heló la sangre.
—Te quería proponer el apoyo económico de la facultad. —Algo en sus palabras sofocó el ambiente, como si el aire se hubiese convertido en brea, no pude respirar—. ¿Qué te parecería tener una beca completa y además apoyo financiero para tus necesidades personales?
—¿Q-Qué? —La silla crujió cuando él se levantó.
—Sí. —Tenerlo de cerca fue un carnaval de cinismo—. Vienes de un pueblo pequeño, ¿no? Debe ser duro para tu hermano mayor mantenerte cuando la beca solo cubre la matrícula y algunos utensilios. —Era verdad, Griffin escondía los problemas para que yo solo me concentrase en estudiar, la culpa se me hundió como un ancla en el estómago.
—Pero...
—Lo único que tendrías que hacer es venirme a visitar de vez en cuando y mantener la reputación de la universidad en alto. —Cuando su mano me tomó el rostro lo abofeteé.
—No hay trato. —No era estúpido, si de algo me había servido tener una infancia de mierda fue que afinó mi sentido para reconocer monstruo, lo que tenía al frente era inhumano—. Gracias por la oferta de todos modos. —Me levanté con violencia antes de darle la espalda.
—Oh...¿Pero qué hay de Eiji? —Su nombre me congeló apenas tomé el pomo.
—¿Qué tiene que ver él? —La sangre me hirvió, la cabeza me punzó como si estuviese llena de agujas, el pecho me corrió con fuerza—. ¿Por qué lo menciona?
—Ustedes son amigos, ¿verdad? —El terror caló hacia cada una de mis venas—. Tal vez también pueda ofrecerle una beca, él debe estarla pasando bastante mal con su padre hospitalizado, después de todo su madre es una simple ama de casa, no puede cubrir todos los gastos. —La determinación cesó.
—Tú... —Las sospechas fueron aplacadas por la angustia en el rostro de mi pareja—. ¿Puedes hacer eso?
—Claro que puedo. —Él se apoyó contra el escritorio—. Además prometo hablar personalmente con Fox para que lo ponga en la competencia, el salto de pértiga es importante para él, ¿no? —Me mordí el labio, colérico—. Entonces... —Su sonrisa fue un augurio para la tragedia—. ¿Tenemos un trato? —El diablo me extendió la mano.
—Lo tenemos. —Yo la tomé.
Él era el cielo de un mundo que acababa de sentenciar su fulgor.
Ahora sí, estuve demasiado enfocada en terminar mis short fics pero como cumplí con la misión regresamos a los long fics, por lo que el siguiente capítulo no debería tardar mucho.
Mil gracias a todas las personas que se toman el tiempo y el cariño para leer, lo más probable es que el siguiente se enfoque en Eiji.
¡Cuídense!
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