Capítulo 20.
¡Hola mis bonitos lectores! Fin de semana cargado como siempre, pero este fic es mi pequeña zona de felicidad así que merece ser actualizado una vez a la semana. Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer.
¡Cuidense!
—¡Eiji! —El alma se me fue cuando lo vi caer al costado de la colchoneta, él presionó sus párpados con fuerza mientras sostenía su tobillo, un grito gutural brotó de lo más profundo de su garganta, las lágrimas se evaporaron contra el pavimento. Me desmoroné.
—¡¿Quién movió la colchoneta?! —Traté de irlo a socorrer, sin embargo, él me frenó. No pude procesar la infinidad de incoherencias que la realidad aulló, el resplandor de una ambulancia me cegó desde las gradas, los paramédicos, una camilla. Eiji. Mi Eiji. No. No. No.
—¡Suéltame! ¡Debo acompañarlo! —Pero él carcajeó.
—¿Todavía no lo entiendes? —Dino Golzine agitó una copa de champaña en su palco personal como si estuviese en una de esas pomposas fiestas—. Esto pasa cuando me desobedeces. —Las piernas me fallaron, me tuve que sostener de la barandilla para no tropezar hacia la cancha, la lluvia me quemó las mejillas—. Si hubieses sido más obediente esto no habría ocurrido.
—¿Qué? —Solo al tocarlas comprendí que eran mis lágrimas. Por favor, no me lo quites. No. No. No.
—Lo que escuchaste. —Él le dio un largo trago a su copa, sus dientes chirriaron contra el cristal, el mundo estaba en llamas mientras a mi adoración lo subían a una ambulancia, necesitaba ir con él—. La próxima vez que huyas de nuestras reuniones no será solo el tobillo. —Me congelé contra la baranda. La quijada me trepidó, las pupilas me ardieron.
—¿Esto...? —Se me quebró el corazón—. ¿Es mi culpa? —Él volaba alto, más alto que nadie. Le prometí que lo apoyaría, yo...
—Claro que lo es. —Mis dedos se crisparon contra el metal, fui incapaz de afirmarme, las gradas estaban temblando, podía sentir cada paso frenético arremeter contra mi cabeza—. El padre del Fly boy sigue en el hospital gracias a mí, ¿ya lo olvidaste? —Y de repente lo entendí. Tensé los puños y apreté la mandíbula.
—¿Qué es lo que quieres? —Él era mi sol, él era mi razón de ser, mi vida entera—. Haré lo que sea. —Pero yo jamás fui digo de él. La única pieza que me faltaba era la que no podía poseer, no si lo ponía en esta clase de riesgos. Porque lo amaba haría lo que fuese por él.
—Esa actitud me gusta más, mi preciado lince. —Incluso renunciar a mi integridad—. En la fundación me dijeron que los animales salvajes eran terribles mascotas pero no lo puedo evitar. —Él me alzó la barbilla, el tacto me gatilló una arcada—. Hay algo innegablemente atractivo en la rebeldía.
—No volveré a interrumpir nuestras reuniones, es una promesa. —Tragué duro, haciendo un esfuerzo sobrehumano para no derrumbarme, me estaba cayendo a pedazos—. Max no sospecha nada. —Era mentira, el anciano estaba actuando extraño desde que me recogió esa noche de desconexión, no obstante, si tenía que huir de mi hogar para mantenerlo a salvo, lo haría.
Haría cualquier cosa por él.
—Buen chico. —Retrocedí, ya casi no quedaba público en las gradas, la ambulancia se estaba yendo.
—Ahora iré con él. —Pero él me apretó la muñeca con crueldad, fue asqueroso.
—No lo creo. —Me habían herido incontables veces, desde un padre alcohólico desquitándose a golpes con un maldito niño hasta este pederasta en un grotesco cuarto de hotel. Ni una sola vez alguien se atrevió a confortarme hasta que lo conocí. Eiji Okumura contenía mis heridas con una ternura mortificante—. Tu castigo por tratar de desafiarme será mantener distancia con él.
—¡Pero! —Él se encontraba tirado en una mugrienta camilla, sollozando mi nombre como si su vida dependiese de este momento—. ¡Él me necesita!
—Debiste pensarlo mejor antes de contradecirme. —Mi novio siempre contuvo mis temblores y me musitó palabras de eterno amor, jurándome que todo estaría bien porque él se hallaba a mi lado. Necesitaba hacer lo mismo ahora, su mundo estaba en llamas—. Si te le acercas no seré tan benevolente con ustedes dos.
—¡No es justo! —Ni siquiera entendí la magnitud de mi llanto hasta sentir lo empapado que me concebía.
—¿Crees que él te seguirá amando luego de hoy? —Su risa me heló la sangre—. ¿No viste su cara de decepción cuando te vio abrazándome? —Las tripas se me revolvieron, la fiebre me mareó, iba a vomitar—. Él no va a querer a una puta. —Solo caí de rodillas y tirité.
—Yo... —Anhelando que sus caricias contuviesen mi pena.
—No lo olvides. —Él se inclinó, la champaña se derramó encima de mi hombro, hacía frío en el estadio—. Te quiero, sweetheart. —Él presionó un beso contra mi mejilla y yo me desmoroné.
¿Cómo ocurrió esto? Ni siquiera lo puedo recordar. Hace un par de horas estaba tonteando con mi novio en la bañera, deleitándome con la reminiscencia del shampoo mientras jugueteábamos entre las sábanas y ahora no me quedaba nada. Crispé mis puños hacia mis muslos, sin ser capaz de moverme, el ácido estomacal me quemó la tráquea, me incliné hacia un basurero, vertiendo mis entrañas. Dino Golzine me pidió que tuviésemos una charla privada en su palco, él me amenazó con sacarlo de la competencia sino accedía. Me abracé a mí mismo, profesándome un miserable barquito de papel en este océano de crudeza. Acá dentro siempre llovía pero yo ya no tenía paraguas. No sabía si estaba llorando, me hallaba demasiado mareado y asqueado. Su expresión cuando me vio en medio de ese salto...
—Eiji.
Realmente quería subirme con él a la ambulancia, sin embargo, si lo hacía él sabría dónde había estado, él podría saborear mis pecados y se asquearía. Mi padre tenía razón, solo era una putita. Apreté los párpados con violencia, me arañé el pecho para arrancarme el corazón. Jamás me afectó tener que tragarme mis problemas como un niño desamparado, no obstante, él me hizo profesarme apoyado, él me abrazaba hasta llevarse el dolor y me impulsaba a convertirme en mejor persona. La voz se me quebró en un lastimero sollozo. Ansiaba que él detuviese la pena como lo solía hacer, deseaba pensar que podríamos desafiar al destino. Porque lo amaba, más que a mi propia vida, más de lo que debería ser posible, más de lo que mi alma comprendía. Ansiaba atesorarlo durante el resto de mi eternidad, eso era egoísta, sobre todo cuando no le pedí un para siempre.
Sino un solo por ahora.
—¡Tú! —Una bofetada retumbó por el estadio—. ¡Te lo advertí! —Parpadeé, atónito. Me tomó tiempo procesar que Shorter Wong me había golpeado. La mandíbula me ardía, la lluvia no cesaba.
—¿Por qué? —Él era un desastre, ni siquiera traía sus lentes de sol, era extraño ver a un hombre tan imponente llorando, la tristeza escurrió desde los bordes de sus perforaciones hasta su barbilla.
—¡Te dije que te patearía el trasero si me lo escondías! —Él cayó impotente de rodillas—. ¿Por qué no me lo contaste? Soy tu mejor amigo. —Él me atrajo a su pecho con fuerza, como si pudiese entender lo quebrado que me profesaba, como si supiese lo necesitado que estaba de afecto. No pude corresponder al consuelo, no tenía la fuerza necesaria.
—¿Cómo te enteraste? —Su resuello me quemó el cuello.
—Te seguí, estabas actuando extraño. —La respiración me corrió demasiado rápido, tirité, ido. Había estado mirando estas escenas con Dino Golzine como si fuese un espectador entretenido con una mala película—. Jamás te perderías el salto de Eiji, menos con ese uniforme deportivo. —Aceptar que era real fue ser golpeado por un camión.
—S-Shorter. —La pena me deshizo—. E-Estaba aterrado. —Sí, tal vez era exagerado creer que me moriría de amor si lo perdía, sin embargo, así se sentía. Él no solo era mi sol, él era cada maldita estrella en mi constelación. ¿Cómo avanzar sino era con él?—. ¡No quería! ¡Fue asqueroso! —Lo apreté, olfateando ese desagradable perfume de galán barato entremezclado con laca.
—Lo sé. —Su voz tembló—. Maldición Ash, eres como un hermanito para mí. —Él no supo poner sus sentimientos en palabras, solo apretó con cólera mi chaqueta, intentando transmitirme desesperadamente su rabia—. ¿Sabes lo qué...? —Y yo no supe responder con los míos.
—Lo sé. —Pero de alguna manera nos comprendimos—. Lo siento. —Él me apartó, repasando esa bofetada con una punzada de culpa. La necesitaba para reaccionar, fue mi balde de agua fría, había estado sobrellevando tan bien esta grotesca situación porque era más fácil desconectarse en una especie de disociación.
—No te disculpes. —Solo metí bajo la alfombra estos encuentros mientras continuaba mi romance—. ¿Te está chantajeando con Eiji? —Ya no era capaz de pretender. Los monstruos eran reales para el niño perdido y las monedas no eran suficientes en este pozo infinito. Contuve otra arcada. La ambulancia ya no estaba, la basura se arrastró bajo las gradas.
—Lo está, por eso no le puedo decir. —Le causé suficiente daño. La nariz me quemó, la tráquea se me cerró en un violento shock, como si un rosal se estuviese pudriendo en mi interior y las espinas me desgarrasen las cuerdas vocales, era doloroso—. No sé qué hacer para salir de este lío sin lastimarlo. —Tenía miedo, tenía tanto miedo que no podía hablar.
—Ash... —Mi corazón gritaba pidiendo ayuda.
—Tal vez deba dejar que él me tome. —Pero no podía decir nada—. Soy un hombre, no es tan malo tener sexo con un desconocido. —Él alzó su palma, conteniendo otra bofetada. Los dientes le crujieron, las venas le saltaron en el entrecejo.
—¡Mira en el estado que estás! ¡¿Cómo diablos puedes decirme eso?! —Porque me educaron de esa manera, era jodidamente difícil tener que aceptar que esto fuese real y que poseía el derecho a lastimarme. Crecí en un hogar repleto de machismo y maltrato—. Pensé que eras un genio. —Para sobrevivir me aplaqué a sus reglas.
—Lo soy. —Aunque no seguía en Cape Cod ese niño sollozando bajo la cama se hallaba desesperado por aferrarse a la vida. Por eso volví a excusarme, si sentía que me lo merecía podía soportarlo, pero no—. Tienes razón, lo lamento. —Esto tenía que parar.
—Necesitas hablar con un adulto, Ash. —Me hice pequeño dentro de mi chaqueta.
—Nosotros somos adultos, Shorter. —Él negó con suavidad.
—No, nosotros somos unos idiotas que todavía dibujan penes en sus cuadernos. —Aquello me sacó una sonrisa porque era verdad, compartir clases con mi mejor amigo no fue mi idea más brillante—. Necesitamos de un adulto competente. —Y fue duro de digerir. Cada vez que requerí de una figura de apoyo recibí golpes, eso me enseñó a sacar mis garras.
—Gracias por esto. —Mi hermano mayor ni siquiera se enteró de ese periodo de crueldad en mi hogar, las cosas eran una mierda cuando él no estaba. Me quedé estático en el piso, preguntándome si los girasoles podían florecer en un cementerio de espinas.
El esplendor en su sonrisa hizo trizas mi mosaico de papel. En medio de una tormenta entintada nos traté de proteger llorando matices.
Mantenerme lejos de Eiji Okumura me destrozó. Racionalmente procesaba que no podía acercarme a él o Dino Golzine tomaría represalias, sin embargo, fue cruel. Fue perder el alma para quedar varado en un lago blanco. ¿Estaría enfadado por mi desaparición? ¿Me odiaría? ¿Sentiría asco si lo tocaba? Ni siquiera habíamos terminado pero ya me profesaba muerto. Apreté con fuerza los puños. Lo sentía desvanecerse en este carnaval de locura, no era capaz de lidiar con la incertidumbre que esos grandes ojos cafés conllevaban. No podía comer, dormir o siquiera respirar. Él era mi oxígeno y me lo arrebataron. Necesitaba asegurarme de que estuviese a salvo, de que todavía conservase sus alas, aunque fuese una última vez y él ni siquiera lo supiera. Yo...Este dolor, me estrujé el corazón, intentando arrancarlo, ya no había nada en mi interior, él se lo llevó. No tuve el coraje para explicarle mi indiferencia a los chicos de Fish Bone ni mentirle a Max, estaba agotado. El psicópata no me dejó de citar a cenas extravagantes y era desgastante. ¿Tenía que contarle a un adulto? Sí. Pero era imposible si tenía a un ejército haciendo guardia para mantenernos apartados.
—Solo una última vez.
Me las arreglé para colarme al hospital durante un cambio de turnos, era insano invertir tanta energía cuando el peligro acechaba, lo sabía. Lo amaba pero no era bueno para él, saldría herido si lo acunaba. Suspiré, tirando de la manilla. Quería tanto llorar. Él se hallaba enyesado, tirado en una camilla con una enfermiza bata celeste, con una intravenosa conectada. Por mi culpa, por mí...Me paré al frente de él. Estaba oscuro y apestaba a antiséptico, si él ya no volaba.
—Yo...¿Qué he hecho? —Me llevé la palma hacia el rostro, procesando esa cadavérica imagen, estaba acostumbrado a sus sonrisas de marfil y su ternura de clavel, a su calidez extenuante y sus risas de azúcar—. Tenía razón. —Temblé, permitiendo que el llanto me empapase—. Debería haberlo sabido.
Me derrumbé al frente de él, apretando mis jadeos contra mis manos, sabiendo que me hallaba demasiado sucio para volverlo a amar. Este era un punto sin retorno. Dino Golzine se encontraba en lo correcto, lo mejor sería mantenerme apartado. Fue egoísta anhelar la salvación. Me traté de abrazar pero quedé a medias. El reloj crujió y el tiempo se me acabó. Recordaba haber aprendido algunas palabras en japonés, pensé que sería una sorpresa agradable para cuando visitásemos a su familia en un futuro de papel, sin embargo, ya no pasaría. Porque yo cercené sus alas. Saldría herido si lo buscaba.
—Sa-yo-na-ra.
Por eso le di la espalda y me fui.
Sabiendo que amarlo había sido un error desde el inicio.
—A...sh... —El tiempo se paralizó. Me di vueltas, aterrado.
—Eiji. —El mundo se me acabó, él estaba arrastrando esa pesada bota en una mugrienta bata de hospital, aferrándose a las paredes para llegar hacia mí. La luz era enfermiza y la noche un funeral.
—¡Ash! ¡Ash! —Eso me rompió el corazón. Ni siquiera tuve tiempo para pensarlo.
—¡No! ¡Eiji, no te muevas! —Corrí directamente hacia él.
—Ash, ¿a dónde...? —Él cayó, probablemente dopado por algún medicamento, seguía en recuperación, parecía demacrado, como si hubiese empeorado durante su hospitalización, como si yo le hiciese falta.
—¡Eiji! —Me estiré para poder sostener su mano. Maldición, ¿de qué servía todo esto sino podía dejar de amarlo? Estábamos a punto de tocarnos.
—¡Ash! —Pero el guardia apareció. El moreno se llevó la palma hacia el pecho, esos grandes ojos cafés se empaparon de lágrimas. No. No. No. No otra vez. Me dije que estaba bien dejarlo ir.
—¡Vete, Ash! ¡Te atraparan! —La lluvia no tuvo piedad acá dentro—. Deprisa. —El llanto no cesó desde sus mejillas hacia su mentón, me punzó el alma—. ¡Vete! —Perdí la razón. La realidad me golpeó, él no estaba enfadado conmigo ni me culpaba por lo sucedido. En esas centelleantes pupilas no existió ni una pizca de rencor.
Porque él me amaba.
—¡Eiji! —Así que no pude dejarlo ir, solo tiré su mano y lo abracé con fuerza. Permití que mi nariz se hundiese en sus cabellos mientras el mundo era consumido por las llamas. Era él, realmente estaba entre mis brazos. Acá y ahora—. Eiji... —Y quise volver a llorar. Porque era tan sencillo pretender que me había armado de valor para confrontar a Dino Golzine, asistir a sus cenas mientras me coqueteaba, decir que me mantendría lejos de mi novio como si fuese lo suficientemente fuerte para protegerlo.
—¿Qué estás haciendo? —Pero no podía, me quedaba sin alma si lo apartaba—. ¡Ash!
—Lamento haber venido tan tarde. —Él tiritó, pequeño y frágil. Tan delicado—. Yo...
—¿No necesitas esconderte? —Los pasos se detuvieron al frente de nosotros dos, estábamos haciendo un espectáculo en el pasillo del hospital—. No quiero que ellos... —No tuve que decirle nada pero él ya lo sabía todo, siempre fue así entre nosotros dos ¿no? Tal vez por eso fue tan fácil enamorarse.
—Lo siento. —No, fue fácil enamorarse porque era de Eiji Okumura de quien estaba hablando.
—Chicos. —Alcé el mentón, la preocupada mirada de Ibe me congeló—. ¿Me van a explicar?
El diagnóstico fue una esguince de tobillo en segundo grado, se quedó internado en el hospital gracias a la insistencia que ejerció su tutor para el reposo completo. No pude prestarle atención al regaño de Ibe encogido en esa vieja silla de plástico, mi mente solo se volvió a conectar cuando me dejaron a solas con él. Fui consciente de mi pena tras parpadear y sentirla caer, sin embargo, daba igual. Él podría continuar con el salto de pértiga y eso era lo único que me importaba. Eso hacía que cada jodido sacrificio valiese la pena, aunque no pudiese tocarlo porque lo ensuciaría. Me mordí la boca, era tan egoísta estar acá. Debí darle la espalda y escapar, no obstante, anhelaba ser egoísta un poco más. Él era el retazo más precioso de mi alma, ni siquiera podía expresar lo duro que era forzarme a olvidarlo. Era un juego donde perdía o perdía. Lo hería o lo hería. Y mi ser se rompía.
—Ash... —Él fue quien desgarró el silencio, sus manos se hallaban jugueteando entre las sábanas y la bota yacía sobre la cama—. Arthur vino a hablar conmigo antes de la competencia. —Por mucho que tratase de reprimir un jadeo de agonía no lo logré, arrojé la nuca hacia atrás, el respaldo de metal estaba helado, las luces tintineaban y el mundo se acababa.
—Ya veo. —Tuve que aferrarme a los bordes de la silla para no correr a su lado—. Ya debes saberlo. —Esto sería todo, acá y ahora—. Debes sentirte asqueado. —Tantas contradicciones no me dejaban vivir, no obstante, eso era amar ¿no? Un cóctel de disonancias armoniosamente equilibrado.
—Ash... —El colchón crujió y eso me forzó a mirarlo—. ¿Me amas? —Parpadeé, aturdido. Mis dedos se crisparon en la baranda de la silla, el corazón me punzó, acá adentro siempre llovía.
—¿Qué?
—¿Me amas? —Sería tan sencillo mentirle para ponernos un final, mirarlo a esos grandes ojos de ciervo con una frialdad asesina y negarlo. Era lo correcto, aunque hablase con un adulto Dino Golzine podría cobrar venganza si veía que todavía me importaba.
—Y-Yo... —Temblé en el soporte y me sentí como la mierda, apreté con brutalidad mis párpados, dejé de respirar—. Más que a mi propia vida. —Y lo lamenté. Fue patético, anhelaba protegerlo pero no era capaz de apartarlo. Me tuve que levantar para acomodarme en la camilla—. Pero no podemos permanecer juntos, no es bueno. —Quise acomodarle un mechón detrás de la oreja, ese que parecía especialmente porfiado bajo los cuidados del cepillo, ese con el que adoraba jugar porque eso lo apenaba.
Pero no lo hice.
—Lo he escuchado tantas veces. —Él alzó el mentón, destrozado—. Cómo llorabas cuando dormías. Hecho una bola, como un niño. —Él apretó las sábanas, la voz se le quebró, la mirada se le cristalizó—. Llorabas pidiendo ayuda. A tu madre. —Esa expresión me rompió el corazón—. Yo fingía que no me daba cuenta, me dolía.
—Eiji...
—¿Qué pesadillas son las que te atormentan tanto? ¿Son sobre Dino Golzine? ¿O un recuerdo amargo de una infancia que desconozco? —A veces lo olvidaba—. Tu fría manera de liderar y tu implacable fuerza de voluntad. ¿Es todo para cubrir tu alma tan frágil? —Era de Eiji Okumura de quien estaba enamorado—. Si es así es muy cruel. —Quien escuchaba mis llantos cuando ni siquiera yo los socorría.
—Aun así... —Quien me amaba sin juzgarme y me daba mi espacio aunque lo estuviese matando.
Él siempre supo acerca de mi relación con el director pero no me preguntó porque entendía que me heriría. Nunca me sentí más agradecido, no obstante, lo único que logré hacer fue lloriquear. Quería darle las gracias porque era la primera vez que genuinamente me profesaba amado. Todavía sabiendo la inmundicia que cargaba él me acunó con suavidad, como si yo necesitase consuelo y tuviese el tobillo fracturado, como si mi sufrimiento fuese válido y eso le doliese más que haber perdido la competencia o arriesgar su vocación.
—No te mentiré, me duele que me guardes secretos. —La tempestad cayó contra mi cabello en gotas iridiscentes, me hundí entre su cuello y su hombro, sin importar la circunstancia él era calientito y olía a hogar—. Odio ser el último en enterarse pero jamás te presionaría para que me contases algo. —Me aferré a su bata, desesperado.
—¿Por qué eres tan gentil conmigo?
—¡Porque te amo! ¡Americano estúpido! —Ni siquiera vaciló.
—Mi terco japonés. —Él se apartó, con lentitud. Las luces estaban bajas y la noche era floja.
—¿Me puedes contar sobre lo que está pasando? —Negué, pequeño. Él suspiró—. Al menos deberías hablarlo con Griffin. —Y entonces me reí, porque el consejo de Shorter Wong fue ridículamente acertado. Él veía a través de mí con una nitidez impresionante.
—Te traeré problemas si me quedo contigo. —Dije eso pero apreté su palma—. Puedes salir aún más herido si seguimos en esta relación. —Él se moría por interrogarme, la curiosidad que chispeó en sus pupilas coloreó una galaxia entera. Pero él se contuvo para anteponer mi bienestar.
—No me importa nada de eso. —Y así lo supe. Podríamos vivir debajo del Golden Gate con un huerto de calabazas y sería estúpidamente feliz—. Nunca me ha importado o ya te habría dejado. —Porque estaría con él. Tenía tanta suerte. Me incliné para acunar sus mejillas. Dios, había extrañado tocarlo.
—¿Me estás llamando problemático, onii-chan? —Ambos carcajeamos entre dientes, con el corazón en la manga y el drama bajo la cama. Su frente reposó contra la mía, adoraba la manera en que mi flequillo se enredaba a sus pestañas, era una contradicción preciosa. Como el sol y la luna.
—Lo hago. —Como un lince y un conejo. Él presionó un beso encima de mi nariz, cosquilleó—. Pero podría perdonarte por eso si me ayudas con la rehabilitación. —Paseé mis dedos hacia su cintura, extrañaba esa curva, pecaminosamente sensual, apenas cubierta por una bata de hospital.
—Con gusto. —Él tembló cuando le apreté el trasero—. Podría empezar ayudándote con un baño. —Ahí estaba ese adorable rubor. Fue fácil profesarse vivo otra vez, solo lo necesitaba de regreso.
—¡Ash! ¡No manosees a un enfermo! —No era que él me completase—. ¡Ya basta! —Era que él me complementaba, una diferencia sutil pero abismal al mismo tiempo. Memoricé su espalda, con suavidad. Encajábamos a la perfección.
—Lamento haber arruinado tu competencia. —Él no me dejó bajar el mentón.
—Lamento haber manchado tu camisa con mocos. —Su llanto me dejó empapado, lo abracé, tomando una decisión—. ¿Quieres que te acompañe cuando hables con Griffin? —Era normal tener miedo a pedir ayuda si me enfrentaba a un monstruo, seguía siendo un niño y carecía de poder. Era un trapo al viento dispuesto a su merced. Igual que en Cape Cod con el entrenador de béisbol, me concebía impotente, ni siquiera podía gritar.
—Sí. —Bajé mi atención hacia nuestro agarre, me encantaba cómo una de mis manos bastaba para cubrir las dos suyas—. Eiji... —Él se dejó caer encima de mi hombro, la bota crujió contra el colchón.
—¿Sí? —Me di el valor para decirlo.
—Yo te protegeré. —Volvimos a hacer promesas cuando la pintura era polvo de estrellas y el lienzo una galaxia olvidada—. Nunca dejes mi lado.
La belleza en su mirada desbarató mi atril de cristal, bajo un paraguas quebrado me puse a recoger las piezas inundadas.
No volví a asistir a las cenas de Dino Golzine ni a responder sus llamadas. Pensé en la posibilidad de contarle a Max, era periodista y probablemente sospechaba, la manera en que me abrazaba era demasiado paternal, como si me tratase de transmitir en silencio que podía confiar en él y no me defraudaría, fue abrumador. Por eso preferí pedirle a mi hermano mayor que me acompañase a almorzar. La lesión de mi novio mejoró gracias a los ejercicios de rehabilitación, en lugar de esa pesada bota ahora era libre para usar vendajes, me aseguré de cuidarlo y hacerlo sentir mimado. ¿Cómo diablos pretendía mantenerme lejos de él? Había acampado hasta en su cuarto contra el veneno de Yut-Lung Lee para profesarlo a salvo. Era curioso hallar semejante tesoro, no creía en la reencarnación ni en las almas gemelas, sin embargo, me cambiaría de religión con tal de volverlo a encontrar solo para enamorarnos de nuevo. Pasaría por cada universo solo por él.
—¿Tenías que traer a esa abominación? —Estábamos viendo una película en el suelo, con una manta cubriéndonos la espalda y el computador al frente—. Eso mata el romance. —Él estaba usando un horrendo peluche de Nori Nori como almohada.
—Lo ganaste para mí en nuestra primera cita. —El relleno lo hacía lucir desproporcionado, era grotescamente obeso en las mejillas y tieso en las patas, su mirada desenfocada me resultó macabra—. Duermo con él todas las noches. —Lo arrojé lejos—. ¡Ash! ¡No seas infantil! —La voz de James Dean en «rebelde sin causa» nos envolvió.
—Me siento celoso. —Él frunció el ceño y yo no pude resistirme a arrojármele encima, la frazada nos envolvió, creando nuestra propia burbuja de irrealidad—. ¿Me estás reemplazando con ese pajarraco feo? —Apenas pasaba la luz bajo la manta, quedé arriba de él. Eso me encantaba, él extendió su palma para acariciarme la barbilla.
—A Nori Nori le gusta el natto. —Me ruboricé, humillado—. Y no es feo, es mucho más guapo que tú.
—¡No es verdad! —Y él carcajeó sin tomarme en serio, nuestras piernas se enredaron—. ¡Eiji! —Uno de los desafíos que implicaba amarlo era ese fetiche por la comida apestosa. Los ojos todavía me lloraban con tan nauseabunda mezcolanza, aplacaba mis arcadas con remedios para la indigestión.
—Es verdad. —Él se apoyó encima de sus codos para poderse acercar, el ambiente cambió—. Tendrás que borrar tus prejuicios acerca del natto si quieres ser mi futuro marido. —Él estaba tan calentito, ni siquiera pude balbucear. La nariz me cosquilleó bajo tan adictivo aroma. Girasoles, hogar y seguridad. ¿Dónde lo venderían?
—¿Cómo te sientes con la lesión? —Fue una pregunta ambigua que de alguna manera él comprendió, el arete brilló casi tanto como sus ojos. Lo que me pareció una estupidez, por supuesto. Porque Eiji Okumura emitía un resplandor más violento que el mismo sol. ¿Cómo una simple joya lo igualaría?
—Estoy aterrado. —Su mano se deslizó hacia mi pecho, quemó—. Sé que estoy bien y puedo volver a saltar. —Todo lo que él hacía me quemaba—. Pero mi madre sonó tan contenta cuando le conté sobre la esguince, estaba feliz de que finalmente acabara con esta tontería, tal vez deba buscar un trabajo más serio. —Él se hizo trizas entre mis brazos.
—Eiji...
—Lo sé, tengo poco futuro como saltador de pértiga cuando hay gente más talentosa que yo, como Mizuno Kazuhiko. —Y yo me rompí un poco más para extenderle mis pedazos. Éramos de mundos diferentes, sin embargo, nos entendíamos mejor que nadie, esto era especial—. No lo sé.
—Deja de subestimarte de esa manera. —Presioné un beso contra su moflete y él me gruñó—. Te robaste mi corazón apenas te vi saltar. —Su mirada se suavizó. Sí, más dulce que el azúcar, más blanda que el algodón, pero más ardiente que un incendio. Él era un mosaico de incertidumbre y yo era un artista sediento por inspiración.
—Eso no fue tan difícil. —Él me rodeó el cuello, sus roces fueron seda derretida contra mi piel—. Supongo que eres débil ante mis encantos, Callenreese. —Yo lo sostuve por la cintura.
—Eso y que andabas con esos sensuales pantalones cortos. —Él se sonrojó hasta las orejas. Me pregunté si se seguiría apenando de esta manera si pasábamos juntos los siguientes cien años. Tonto ¿no? Antes de conocerlo me profesaba resignado a perecer en la miseria de mi padre. Ahora quería hacer cosas importantes que hiciesen una diferencia para mí.
—¿Qué voy a hacer contigo? —Y que me diesen las alas para volar con él.
—Amarme por el resto de nuestras vidas.
—¡Cierto! —Él rompió nuestra burbuja de felicidad al sacarnos de la frazada, la película iba a más de la mitad y James Dean lucía genial—. ¡Yut me prestó su set de maquillaje para que practicásemos! —No entendí ese repentino afán por experimentar, no obstante, no pude negarle nada a esa sonrisa. ¿Qué no daría para verlo feliz?
—¿Quieres probarlo antes de la competencia? —Él asintió con los párpados apretados y las mejillas sonrosadas—. Maldición, te amo tanto. —Se me salió un pensamiento—. Te propondré matrimonio apenas termine la universidad. —Miles más.
Él era tan adorable.
Nunca tuve la oportunidad de jugar con maquillaje hasta la presentación de Fish Bone, hubo algo extrañamente íntimo en facilitarle mi rostro como lienzo mientras él estaba a horcajadas en mi regazo y yo lo pintaba. Vislumbré cada una de sus facciones con una atención que jamás le había conferido, era curioso cómo seguía descubriendo detalles en él, el lunar bajo esa rebelde ondita abenuz, la cicatriz que le quedó en la ceja por el salto de pértiga, la manera en que su piel pasaba de cobriza a dorada bajo el efecto del rubor. Dios, lo amaba. Era complicado poner en palabras tan sofocantes sentimientos, hice mi mejor esfuerzo para componerle una canción, sin embargo, me ahogaba gustoso en la vasta eternidad que esos ojos desprendían. Tenebrosos, me recordaban a esa noche de Halloween de la que él tanto se mofaba pero cálidos, mucho más que el chocolate caliente que Griffin me preparaba luego de la escuela. Y probablemente era muy joven para siquiera procesar lo que realmente necesitaba, una carrera en la música era más pecaminosa que este romance descarrilado. Al diablo, mientras él me contemplase de esta manera...
—¿Estoy quedando guapo, onii-chan? —Como si supiese todo sobre mí, lo aceptase y aún así quisiese indagar más.
—Sabes que sí. —Podría sobrellevar hasta la muerte por él—. Tus ojos son tan bonitos, Ash. —Dino Golzine solía decirme lo mismo, porque eran extravagantes y le recordaban a un animal salvaje—. Eres bonito. —Estuve seguro de que mi novio lo dijo porque eran míos y ya. La brocha le hizo cosquillas en la mejilla.
—Tú eres el bonito. —Él colocó sombra encima de mis párpados, era dorada y reflectante, me gustaba—. ¿Me vendrás a apoyar a la batalla de las bandas? —Él bufó, el flequillo se le meció de manera graciosa bajo la brisa. Adoraba esos rulos a medias que se le formaban, era esponjosito.
—Sabes que sí. —Con un pincel me esparció la base—. Con una playera igual de vergonzosa a esas que tú mandaste a imprimir para mi competencia. —Los movimientos se tornaron brutos frente a la indignación, carcajeé, sin arrepentirme de nada.
—También mandé a hacer una para ti, por si quieres andar con tu cara para todas partes. —No lo dejé gritar al pintarrajearle los labios—. Serías una belleza doble mortal. —Aún bajo el corrector pude vislumbrar a sus orejas enrojecer, él era transparente, tanto que cuando lo vi saltar por primera vez sentí un tirón de alma. Nos hundimos en la cama, él dejó de lado la paleta de sombras, el día era agradable, la venda apenas resaltaba contra sus jeans.
—¿Quedé lindo?
—Tú siempre estás lindo. —Entonces ambos nos reímos nerviosos, dispuestos a ver el trabajo del otro, presionamos los párpados antes de acercarnos al espejo—. ¿Listo? —Su suspiro me quemó el mentón, este chico sería mi perdición, lo sabía.
—Listo. —Abrimos los ojos al mismo tiempo—. ¡Ash! —Claro que él se indignaría—. ¡Me pintaste como una geisha! —Fingí inocencia con un aleteo de pestañas.
—¿No es algo propio de la cultura japonesa? Perdóname, solo he aprendido de mangas. —Él me golpeó el hombro, genuinamente ofendido—. ¿Qué hay de mí? ¡Me pintaste una cara de gato! —Él se encogió en la camisa, esa de franela con cuadros verdes, mi favorita, se la presté pero jamás regresó.
—Primero empecé recordando las lecciones de maquillaje que me dio Yut, pero luego pensé que esto gritaría mucho mejor lince de Nueva York. —Lo agarré de la cintura para arrojarlo contra el colchón, él era cosquilloso, sus risas me encantaban—. ¡Ash!
—Si soy un depredador no me queda más opción que devorarte entonces. —Pero él se adelantó y empezó a presionar besos con fuerza contra mi piel, solo al mirarme en el espejo de reojo comprendí que había quedado embarrado de labial—. ¡Me haces ver como un mujeriego!
—¿Yo? Lo siento, solo soy una geisha inocente. —¿Por qué siempre perdía ante él si sus argumentos eran irreverentes?
—¡Tramposo! —No lo sabía ni me importaba, éramos un desastre, había brillantina por doquier en mi cama, la tinta del delineador dejaría una mancha contra la alfombra, mis palmas estaban empapadas de labial—. Eiji... —Pero él me silenció con sus labios.
Besarlo fue abrumador, sus yemas enviaron espasmos de endorfinas directo a mi columna vertebral, su toque se derritió hacia mi cuello, me aferré a su espalda con desesperación. Fue embriagador, la reminiscencia a cereza del labial se fundió en nuestras caricias. Sus piernas tiritaron, un jadeo se ahogó entre nuestras lenguas cuando profundicé el tacto, fue implacable y necesitado, podría hacer esto una infinidad de veces pero jamás sería suficiente, presioné los párpados. La sangre me burbujeó, un espectáculo de pirotecnia chispeó contra mi pecho, él se deslizó debajo de mi polera, el toque fue desvergonzado y jodidamente sensual, lo amé, lo adoraba absolutamente todo de él, le seguí el ritmo, delineando su cintura desnuda tras alzar esa camisa de franela. Sus mimos dejaron una dolorosa sensación quemada en mi corazón. Nos apartamos.
—A-Ash... —Él quedó hecho un desastre, el maquillaje se le había corrido pero nunca lo necesitó, él se aferró a los bordes de mi chaqueta, suplicante—. Por favor. —Sonreí con picardía, limpiando exitosamente el hilo de saliva que pendía de su boca. ¡Finalmente lo había logrado! Era todo un semental de hentai.
—¿Quieres algo más de mí, onii-chan? —Besé su cuello y él se estremeció—. ¿Quieres que te toque en otro lado? —La piel se le erizó contra mi voz, fue seductor.
—No puedo tomarte en serio si pareces un lince. —Sus yemas empezaron a limpiar mi maquillaje, el roce fue agradable y delicado—. Esto... —El ambiente nos envolvió, nuestras manos se entrelazaron—. Te amo Aslan Jade Callenreese, sin importar los problemas que esto nos pueda traer. —Él presionó un beso contra mis nudillos, quise llorar.
—Que hables en plural es bonito.
—Porque son nuestros problemas. —Su corazón estaba latiendo rápido—. Estamos en esto juntos, por eso nos encontramos en una relación. —Casi tanto como el mío—. Eres mi pilar. —Me derretí bajo esa mirada. Mi madre solía decir que los ojos eran las ventanas del alma, nunca me pareció más verdadera esa premisa hasta que lo vislumbré bajo el fulgor de Nueva York.
—Y tú eres el mío, Eiji Okumura. —No existió léxico suficiente para plasmar lo hermoso que él era—. Yo te protegeré.
—Y yo te protegeré a ti, así funciona. —Él siempre tenía las palabras correctas para los sueños craquelados, él era mi caleidoscopio de incertidumbre e inspiración. Él se inclinó, divertido—. ¿Entonces me vas a desflorar otra vez, Callenreese? —Las mariposas en mi vientre aletearon con fuerza, la cordura se me acabó.
—C-Claro. —Maldición otra vez estaba tartamudeando—. Tengo un condón en el velador.
—¡Chicos! ¡El almuerzo ya...! —La mueca que Max Lobo me regaló fue indignante, él abrió la boca cientos de veces sin saber qué decir—. ¿Ves con los fetiches raros que tengo que lidiar? —Me ruboricé de pies a cabeza al ver a mi hermano mayor detrás de la puerta.
—¡No es eso! —Tenía labial repartido desde mi pecho hasta mi cuello—. ¡De verdad! —Pero Griffin se limitó a carcajear con una mirada de pura ternura.
—Lávense la cara antes de ir a comer. —Mi novio se había reducido a un ovillo avergonzado contra mi vientre, sonreí, adoraba que buscase inconscientemente mi protección—. Luego podemos hablar. —Finalmente el momento había llegado, ellos dejaron la puerta abierta antes de retirarse, lo que me indignó, no éramos un par de adolescentes hormonales.
—Supongo que tendremos que aplazar la desfloración. —Éramos un par de enamorados calenturientos, era diferente. Eiji me tiró la mejilla en un regaño, nos sentamos en la cama, su cabello era un desastre y la camisa la tenía medio desabotonada, sexy. Me forcé a cerrar la mandíbula y a despegar mi atención de su clavícula.
—¿Estás listo para hacer esto? —Él apretó mi palma encima de las sábanas.
—Lo estoy. —Nos pusimos de pie para podernos limpiar—. Esto se debe acabar.
—Estoy a tu lado, Ash.
El almuerzo ocurrió con tranquilidad, nos reímos, comimos y charlamos de idioteces mientras coqueteábamos bajo la mesa, me gustaba que nuestras patadas terminasen como caricias íntimas de talones o agarres de manos contra el mantel. Cuando llegó el momento de lavar los platos y de confesar, me armé de valor con su sonrisa para relatar esa macabra noche en el hotel con Dino Golzine.
Nunca había visto a Griffin Callenreese furioso. Ni siquiera perdía el temperamento con los arranques de borracho que mi padre nos entregaba, él lidió con la miseria en el ejército con un temple admirable y renunció a sus sueños para anteponer los míos como un jodido mártir.
Sí, nunca vi a Griffin Callenreese furioso.
Hasta ese día.
No soy de hacer muchas dínamicas interactivas en los fics porque siento que morire vilmente ignorada pero acá la curiosidad me ganó. ¿Cuál se imaginan que será la canción que Ash cantará en el enfrentamiento? La persona que se acierte creo que solo puedo ofrecerle una dedicatoria toda fea pero hecha con amor. Igual, tengo mucha curiosidad porque la canción esta pensada desde antes de que escribiese el prologo. ¡Muchas gracias a las personas que se toman el cariño para leer!
Nos vemos el fin de semana, me da mucho orgullo tenerle actualizaciones semanales a este fic.
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