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Capítulo 2.

¡Hola mis bonitos lectores! ¿Horarios caoticos? ¿Rebrote en mi país? ¿Exámenes feos? Lo confirmo todo. Que semestre más raro, pero acá me tienen.

El capítulo de hoy lo narra Ash.

Mil gracias a quien se toma el tiempo para leer.

Espero que les guste.

—Sonríe. —Antes de que pudiese reaccionar el flash de la cámara de Max me cegó, la sonrisa que el periodista esbozó al contemplar su celular fue paralizante—. ¿Deberíamos tomar otra? —Chasqueé la lengua antes de cruzar mis brazos sobre mi pecho. Tan exagerado. Hacía calor esta noche.

—Te dije que esto no era necesario. —La atención del castaño fue absorbida por un compulsivo teclear. Aquellas profundas y oscuras ojeras se hicieron más grandes bajo el brillo de la pantalla.

—Nada de eso, Griffin me pidió que lo mantuviese informado de las cosas importantes que te pasaban en la universidad. —Rodeé los ojos. Shorter ya había tocado la bocina una decena de veces afuera del edificio, las miradas y los murmullos de los vecinos en el lobby me empezaban a incomodar.

—Esto no es importante. —La confianza con la que él me revolvió los cabellos fue fastidiosa.

—Es tu primera fiesta universitaria, claro que es importante. —¿Qué tan bajo había caído para dejar que Shorter me arrastrara a esto? Patético—. Lo único que has hecho desde que llegaste es pasar encerrado en tu cuarto, esto es bueno, te estas adaptando a Nueva York. —El rostro me cosquilleó cuando él me convirtió en foco de sus reflectores.

—Solo voy obligado. —El ritmo de la ciudad era irreal. Las prácticas, las clases y los ensayos habían consumido la tinta sobre mis cuerdas antes de que pudiese despertar—. ¿Puedo irme ya? —Eiji Okumura. Él era mi bocado de libertad en las mañanas. Mirarlo surcar las nubes antes de jugar béisbol era un pecaminoso deleite.

—Griffin dice que quiere que te tome otra. —El orgullo con el que Max me mostró en chat de su celular fue penoso. Me froté el ceño deseando que desapareciera, que dos hombres adultos se mandasen tan empalagosos mensajes era un problema—. Quiere presumirla en su trabajo. —Ni siquiera era una reunión formal. ¿Por qué lo estaba convirtiendo en algo tan grande?

—Ya me voy, viejo. —Pero que aterrador era que lo convirtiese en algo tan grande. Aunque en Cape Cod asistí a algunas fiestas a Jim jamás le importó si llegaba o no—. No me esperes despierto. —Algunos padres estaban hechos de lamentos y negligencia. Crudo y verdadero.

—Sé un caballero con las señoritas. —Él me abrió la puerta de la recepción—. Y si vas a llegar más lejos, ya sabes. —La incomodidad en sus facciones fue hilarante—. Trata de usar protección, no quiero avisarle a Griffin sobre un sobrino aún. —Habían padres hechos de instinto y bondad. Las cejas me temblaron en lo latente de la humillación. Aunque era torpe Max Lobo no era tan mala persona.

—¡Ash! —Shorter tocó la bocina otra vez—. Vamos a llegar tarde. —El resto de la banda se encontraba acomodada en los asientos traseros de la camioneta.

—Diviértete. —La suavidad que se posó sobre las orbes del castaño me cerró la garganta. Que extraño era para un niño perdido recibir calidez en Nunca Jamás.

—No me esperes despierto. —Que amargo era perder la noción de la distancia.

¿Qué tan larga era una milla en la ciudad?

Shorter ni siquiera esperó que Max se despidiese para arrancar el motor y ponernos en marcha. El metálico aroma del tabaco fue casi tan intenso como la pestilencia de las frituras, algunos de los instrumentos se encontraban acomodados entre las fundas de los asientos junto a los chicos, la sonrisa que el moreno me arrojó me hizo rodar los ojos. Él había insistido más de una semana para que lo acompañase a esta locura. Ahora que nos miraba a todos vestidos con viejas chamarras de cuero y jeans gastados me sentía estúpido, parecíamos estereotipos sacados de las películas que le gustaban a Jim. Patético.

—¿Estas listo para tener una noche inolvidable? —La seguridad con la que él proclamó aquello me heló la sangre, Bones se golpeó la cabeza cuando la camioneta pasó a llevar un reductor de velocidad. La autopista era más pedazos que calle.

—Estas demasiado emocionado por esto. —Alex le frotó la nuca como consuelo—. Además ni siquiera eres un novato, pareces un depredador entre las de primer año. —La saña en la voz del castaño le causó gracia. Una pulsante determinación fulguró en sus orbes cuando los lentes se le deslizaron hacia la nariz.

—Las fiestas de los novatos son una buena oportunidad para hacernos promoción como banda. —La indignación con la que Alex lo miró me revolvió las entrañas—. Y las chicas de la facultad de danza siempre asisten a esos eventos para pavonear sus habilidades. —El aire fue pesado dentro del vehículo. Así que era eso. Mis uñas se clavaron a los bordes del asiento cuando él pasó a llevar la vereda con la patente. Shorter Wong era un pésimo conductor.

—¿De verdad crees que ella te hará caso? —La burla enlazada a la voz de Kong hizo que él tensase las cejas—. Amigo, está fuera de tu liga, todos dicen que Yut-Lung es una belleza. —Su cordura no escuchó las advertencias del moreno. Él ya estaba delirando entre los cielos, el brillo de las estrellas fue opacado por la contaminación.

—Es cosa de poner mis habilidades de seducción en juego. —La seguridad con la que él alardeó me hizo compadecerlo—. Además, es la mejor amiga de Eiji, de seguro él estará ahí también. —El candor con el que mi rostro se pintó fue indescriptible, cada fibra de mi alma cosquilleó al escuchar su nombre, las piernas se me tensaron. Cuando me miré en el espejo retrovisor encontré escarlata.

—Él es una persona agradable. —La mofa que el guitarrista me arrojó fue fastidiosa.

—¿Agradable? Casi pareciera que estas enamorado de él. —La perplejidad calcinó mis neuronas con esas palabras, las orejas me martillearon, su sonrisa me atormentó—. Deberías ver la cara que pones cuando lo mencionas. —El gélido de Nueva York respiró entre mis huesos. Clavé mis uñas contra mis rodillas. No.

—Es un hombre. —En Cape Cod aquellas cosas no existían. Que aberración—. No seas estúpido. —Ya había pasado demasiadas noches escuchando a Jim burlándose de un vecino maricón para comprender que era incorrecto. Era solo un niño cuando vi como en el pueblo le dieron una paliza por andar de la mano con otro sujeto. El hombre que respiraba maltrato y alcohol me lo había dejado claro.

—Perdón. —Yo debía ser normal—. No tienes que ponerte tan a la defensiva. —El moreno alzó las manos del volante aún en la carretera—. No sabía que no jugabas para ese bando, no quise ofenderte. —La naturalidad con la que él mencionó eso fue extraña.

—No pasa nada. —Érase una vez un niño en un pueblo cuyos padres lo arrastraron a una terapia de conversión y jamás regresó. Érase una vez un campo que sembraba intolerancia e ira.

—Shorter no puedes andar asumiendo esas cosas y ya, lo mismo te pasó con Arthur. —No. Solo quería ser su amigo. Jim no había criado a un marica.

—Bien... —Mierda. De repente me sentí mal. Respirar se tornó abrumador en la fatiga del momento—. Aún debemos elegir un nombre para la banda. —La facilidad con la que Shorter cambió de tema fue hilarante. Negué, debía sacarlo de mi cabeza, Cape Cod quemaba la maleza y destruía las espinas.

—¿No habíamos quedado con que sería el lince de Nueva York? —El moreno retiró su mano del manubrio, el pánico tatuado en la banda me cerró la garganta. No llegaríamos a la fiesta si él nos mataba antes.

—Ese es el nombre de nuestro vocalista. —Él me revolvió los cabellos—. Gracias a Ash hemos empezado a tener mucha más fama en el campus. —Pero no había hecho nada—. La legendaria belleza del lince atrae a las chicas. —El título me electrizó la cordura. Tan exótico como cautivador.

—¿Qué tal banana fish? —La emoción con la que Bones pronunció aquello fue infantil y dulce, su chaqueta le quedaba grande y su trenza se había desarmado—. Lo escuché en una clase de literatura. —Alex se volvió a frotar el ceño. Arrugas y venas se le incrustaron a la juventud.

—¿Cómo en el cuento de Salinger? —El más bajo se encogió de hombros, relajado, la brisa fue agradable en la bruma de la decadencia—. La leyenda dice que cuando ves a un banana fish te entran unos deseos irrefrenables por morir. —La risa de Kong fue estridente y violenta—. Es un pésimo nombre para hacernos marketing. —Shorter frunció la boca sin despegar su atención del camino.

—¿Qué tal Fish Bone? —El silencio reinó entre las víctimas del destino, una ensordecedora tonada nos empapó a la distancia, los reflectores de neón se vislumbraron desde la entrada de la universidad.

—Creo que me gusta. —Fue Alex quien dio el veredicto final—. Cain tiene razón, no podemos seguir sin un nombre y este es fácil de recordar. —El berrinche de Bones le causó gracia. Eran un cuadro curioso de contemplar.

—Fish Bone será. —Shorter estacionó el vehículo en una esquina—. La noche es joven y merecemos divertirnos, vamos a conseguir algunas chicas. —Con un brindis de mito nos bajamos de la camioneta.

El lugar era impresionante. La universidad parecía un mundo diferente bajo el manto del éxtasis, decenas de cortinas habían sido colgadas en las vigas del anfiteatro para crear la ilusión de privacidad al aire libre, una brillante y ruidosa cabina de dj se encontraba al medio de una pista de baile improvisada, algunos sillones de cuerina se convirtieron en el refugio de la pasión. Los besos, los toques, los coqueteos, los juegos y las risas, era un desenfreno de goce. El aroma a cerveza y rocío fue nostálgico, nos empapamos de juventud cuando nos adentramos en la multitud, miles de vasos de plástico y bocadillos estaban en el piso. Miradas aterciopeladas y sonrisas traviesas nos fueron entregadas bajo el parpadeo del neón. Tan psicodélico como divertido. Esto no se parecía en nada a Cape Cod. Shorter nos llevó hacia donde estaban las bebidas para inspeccionar el lugar. La sinestesia entre los colores y el rock fue hipnotizante. Los trajes eran despampanantes, muestras de arte y placer tentaban cada esquina. Griffin se infartaría si supiera esto. Que gracioso.

—Mira quien está ahí. —Que impropio fue el desagrado que se trazó en el rostro de Alex—. Aún tiene el descaro de aparecerse. —Con un ligero movimiento de nuca él apuntó hacia un sujeto con algunas mujeres entre sus brazos.

—Arthur es un idiota. —Las chicas parecían disfrutar de agasajarlo en aquel sofá de terciopelo. Shorter me extendió un vaso de cerveza.

—¿Él es su anterior vocalista? —El moreno chasqueó la lengua sin despegarle la mirada de encima.

—Lo es. —Su vaso quedó vacío luego de una probada—. Se puede decir que tuvimos algunas diferencias creativas. —La mirada que el rubio les arrojó fue filosa y maliciosa. Los gritos en la universidad cubrieron la noche de tensión y magia.

—Ya déjalo hombre, él solo nos daba problemas. —Alex se apoyó contra una de las vigas de metal a nuestras espaldas—. Veamos si tiene tanto éxito como solista. —El amargo aroma de la cerveza caló hacia mis entrañas para revolverme la cordura.

—Tienes razón. —El moreno se sacó los lentes de sol—. Ahora debería concentrarme en encontrar a esa belleza. —La mirada que sus amigos intercambiaron fue la encarnación de la vergüenza ajena. Tomé un sorbo de alcohol bajo el desenfreno de la fiesta. La garganta me ardió un infierno con el líquido. Tan malo como áspero.

—¿No debimos traer los instrumentos o algo así para conseguir público? —Hablar con él fue tener una encantadora charla con una pared. No, un muro sería mejor compañía—. ¿Por qué los dejamos en la camioneta? —Alex se dio vueltas para mostrarme la funda sobre su espalda.

—Yo sí traje el mío, esa fue mi razón para venir. —El quejido de Bones fue más estridente que los tambores.

—¡Yo no puedo andar con el teclado!, ¡No es justo! —Los lentes del más alto se cayeron al suelo en un parpadeo. La sonrisa que él esbozó me cerró la tráquea con espinas, tenía un presentimiento de mierda.

¿Para esto servían los amigos? No eran más que problemas.

—La encontré. —La ilusión con la que él musitó aquello fue extraña—. Allí al centro de la pista. —Una delgada y delicada silueta se encontraba danzando con el descaro y la seducción—. De verdad vino. —Cabello largo, figura estrecha, facciones finas, los rumores eran verdaderos, ella era una belleza. El corazón me arremetió con violencia cuando a su lado pude contemplar a Eiji en los brazos de la noche. El rostro me quemó, la piel se me erizó.

—Yo... —Ni siquiera pude hablar. Las piernas se me convirtieron en papel, el estómago me burbujeó con una tormenta, la sangre me hirvió, la cabeza me chispeó.

—Oh. —La picardía con la que Shorter alzó una ceja me paralizó—. Que coincidencia, justo necesito deshacerme de Eiji para poder estar a solas con ella. —Sus manos se acomodaron sobre mis hombros, su peso hizo presión contra mi espalda—. ¿Por qué no lo sacas a bailar? —Cada uno de mis músculos fue poseído por un espasmo bajo esas palabras. La boca se me llenó de ansiedad, clavé mis zapatillas en el pasto para no moverme.

—Es un hombre, nos mirarían raro. —Él rodó los ojos.

—¿Crees que a alguien le importa? Hay hasta tríos en este lugar. —Vislumbrar al japonés bajo las caricias del neón y la pasión de la danza fue sofocante—. Esta es tu oportunidad para volver a hablar con él. —Su susurro fue malicioso—. Podrías pedirle hasta su número de celular. —Los latidos me retumbaron en cada pedazo con una ferocidad letal.

—Me debes una. —Dejé de tensar mi cuerpo para que él me pudiese arrastrar.

—No, tú me debes una a mí. —Algo debía estar muy mal conmigo.

Había una belleza enigmática en Eiji Okumura.

Casi irresistible.

El ritmo al centro de la pista fue electrizante. El parpadear de las luces de neón bajo aquellas pesadas cortinas crearon un ambiente fantasioso e irresistible, las chispas entre las siluetas, el descaro en las caricias, el aroma a alcohol, sudor y perfume. Los nervios me cerraron la garganta cuando llegamos al frente de la pareja. Yut-Lung Lee había acomodado sus brazos alrededor del japonés mientras compartían una carcajada. La ansiedad tensó el cuerpo y forzó una sonrisa en el guitarrista. Aunque este no era mi ambiente y la situación era un tedio, esta noche estábamos usando jeans viejos y chaquetas de cuero, quizás Max tenía razón y debía saborear un poco la universidad. Solo una calada de juventud no me haría mal.

—Parece hacerte falta un galán. —La lentitud con la que Yut-Lung Lee lo vislumbró de pies a cabeza consiguió que su rostro se tiñese de escarlata y la mezclilla se le empapase de ansias—. Es una suerte que me encuentre aquí para ayudarte. —La idiotez venía en vasos de plástico y canciones desafinadas.

—No gracias, ya tengo un galán. —La sensualidad con la que sus manos recorrieron el cuello del pertiguista nos quitó la respiración. El filo de su mirada fue digno de una víbora.

—No seas terco Yut. —Eiji fue quien lo empujó hacia la locura—. Has estado queriendo hablar con él, ¿No es así? —Sus mejillas fueron poseídas por pasión y verano—. A él le gusta tu música. —Aunque chasqueó la lengua no lo negó.

—¿Es así? —Como intento de seducción Shorter se quitó los lentes de sol y se acomodó el cuello de la chaqueta—. Que coincidencia, yo soy fan de tu danza. —Eso captó su atención. De pronto aquellos ojos de dalias dejaron de escudarse tras las espinas del cinismo.

—¿Es así? —Algo en la sonrisa de Yut-Lung Lee le robó un suspiro. Predecible y estúpido—. Quizás deberías invitarme a bailar para que hablemos un poco más de eso. —El moreno me sonrió de manera victoriosa antes de reclamar a su acompañante como su presa cuando la verdadera víctima era él.

—Él es tan terco. —El más bajo se frotó el ceño bajo una sinestesia de alcohol y pintura fluorescente—. Yut me arrastró a esta fiesta solo porque quería conocer a Shorter pero se porta como una diva cuando le habla. —La perplejidad me hizo retroceder dos veces en aquellas palabras.

—¿Él? —La risa de Eiji Okumura fue el sonido más mágico que alguna vez escuché.

—Lo suelen confundir mucho con una chica porque le dan papeles masculinos y femeninos en las obras, pero sí. —La sonrisa de Shorter era tan grande y brillante, ¿Cómo reventaría esa burbuja?—. ¿Tú amigo pensaba qué...? —Asentí—. Oh. —Ambos nos miramos antes de carcajear.

—Supongo que se llevara una sorpresa. —No me di cuenta de lo cerca que estaba hasta que saboreé su respiración. Adictiva e intoxicante.

—No creo que le importe, Yut es bueno engatusando a la gente. —Aunque la música y los gritos vibraron hasta en mis vertebras su voz fue lo único que pude escuchar—. No pensé que te vería acá. —La timidez en sus facciones enredó mis pensamientos y desenfrenó mis latidos.

—Yo tampoco sabía que te vería acá. —Era mentira, él fue la razón por la que accedí a venir. Quería un amigo ¿No? Porque yo era una persona normal. El hombre que golpea en lugar de ser padre me lo había dejado más que claro.

—Ya que estamos acá. —Sus manos juguetearon con nervio sobre su vientre—. ¿Quieres bailar? —Mis latidos fueron anclas hacia las nubes. El calor fue insoportable bajo la incandescencia de las luces.

—Sí quiero pero no estoy tan seguro de cómo hacerlo. —Mi carcajada fue ansiosa y compulsiva, me mordí la boca, las yemas se me habían empapado de azul mientras una extraña y magnética sensación recorría cada uno de mis músculos. Esta canción era lenta, pero no demasiado.

—Yo tampoco. —Era perfecta—. Supongo que hacemos mala pareja para esto. —Recordando las viejas películas románticas que me hacía mirar Griffin acomodé mis palmas sobre su cintura antes de empezarlo a guiar. Aquella curva de libertad fue una sensación tan etérea como peligrosa. La lentitud con la que sus brazos se deslizaron alrededor de mi cuello me murmuro nervios.

—No es tan difícil supongo. —Aunque existían cientos de personas a nuestro alrededor yo solo tuve ojos para él. Aquel rubor era diferente al que se posaba sobre sus mejillas luego de las prácticas.

—Gracias por lo del otro día. —Su aliento endulzó lo efímero y me hizo desear un eterno—. Me ayudó bastante hablar contigo, me siento mucho mejor. —Lo fácil que fue bailar con Eiji me sorprendió. Mi cuerpo solo se movió como una manifestación de la imprudencia.

—El guardia de seguridad nos terminó sacando de la bodega al amanecer. —Su risa me erizó el cuello, ¿Cómo diablos él olía tan bien?—. Y Max me terminó castigando por una semana. —Rodeé los ojos al recordar la expresión del castaño cuando llegué. A Jim jamás le importó una mierda, él no era nadie para controlarme, solo era amable porque Griffin se lo había pedido. Patético.

—Yut me felicitó por llegar tarde, él pensó que había conseguido un ligue o algo así. —El aludido y el guitarrista se encontraban coqueteando en plena pista—. Pero los chicos del equipo fueron un poco más duros conmigo. —La tensión con la que sonrió fue alarmante—. De hecho ni siquiera debería estar aquí, mañana tengo práctica. —Ser tan transparente lo haría sufrir.

—Alex me dijo que vio a los demás integrantes de tu equipo por aquí. —Sus pestañas atraparon hasta el último reflector de neón en un aleteo.

—Lo sé, pero es diferente para mí. —Pude sentir la estridencia de su latido a través de mi propio pecho en esa danza—. Ya sabes, yo estoy a prueba. —Que doloroso fue vislumbrar las plumas caídas de la libertad. Chispas saltaron cuando él me volvió a mirar.

—Eso no me parece justo. —Sino hubiese tomado cerveza habría creído en la atracción y el magnetismo entre nosotros dos—. Tienes el mismo derecho a estar aquí que ellos. —Su risa me hizo cosquillas en el estómago, una candorosa sensación me subió hasta la garganta.

—En teoría no, porque no soy de primer año. —Mis manos comenzaron a recorrer con más libertad sus curvas—. Pero es lindo a lo que tratas de llegar. —En la oscuridad todos los pecados lucían iguales. El ritmo de los tambores aumentó la intensidad.

—De todas maneras yo debería agradecerte por quedarte tanto tiempo conmigo. —Él se encogió de hombros de manera coqueta, perecer bajo el ritmo de la canción fue una tentación a la que ambos sucumbimos—. No me he sentido muy cómodo desde que llegamos, eres el primer amigo que hago acá. —Los roces fueron de terciopelo y cigarrillos.

—Pensé que ese era Shorter. —El aludido ni siquiera se encontraba en la pista. Había desaparecido.

—Conocerlo solo fue una desagradable coincidencia. —Mentira. Hasta Max había notado el cambio en mi actitud gracias al guitarrista—. Sería mejor líder si tuviese algo de organización. —La lentitud con la que Eiji jugueteó con mis cabellos fue paralizante. La piel se me erizó.

—Ha cambiado el nombre de la banda tantas veces que Yut ya no sabe por cuál preguntar para comprar los boletos. —La garganta me hormigueó, el tiempo se detuvo para correr al revés dentro de esos intensos y profundos ojos. La mitad de lo que sentí en esa caricia no lo entendí.

—Supongo que ahora tenemos un nombre oficial. —A la otra mitad no le quise poner nombre—. Fish Bone. —Como si mi cordura fuese un muro él la saltó con su pértiga.

—Me gusta. —Me estaba sofocando bajo el cuero y la mezclilla.

—Perdón. —Primero no supe de dónde venía esa voz—. ¿Ash Lynx? —Cuando alguien me tiró de la chaqueta entendí que me estaba hablando a mí. Era una chica.

—¿Si? —El rubor en las mejillas de esa joven me dio una idea de lo que pasaría.

—Me gusta mucho tu música y quería saber si podía bailar contigo. —Era hermosa y parecía agradable, sin embargo, mis palmas se negaban a dejar el cuerpo del japonés, era como si estas solo hubiesen sido hechas para caer en esa curva de tentación y confort.

—Adelante. —La facilidad con la que Eiji musitó eso fue dolorosa—. Es una buena oportunidad para pasar más tiempo con una fanática. —El neón fue desgastante bajo los gritos de la multitud—. Es una chica linda, trátala bien. —Metí con fuerza mis emociones en cajas de cristal craquelado para poder concentrarme en una mentira.

—Será mi placer. —Pero ella lucía tan encantada.

Debía estar bien.

Las cosas pasaron como se supone que debían pasar en estas historias. Aquella mujer era hermosa y graciosa, ella se sabía mover bien, fue fácil enredarse con su cuerpo bajo los alaridos de la guitarra y el trepidar de las estrellas. Bailamos juntos hasta que perdí la cuenta, brindamos en el aire en el nombre de la juventud. Aquella chica estudiaba en la misma universidad, tenía buenas curvas, facciones finas y personalidad chispeante. Fue en medio de una canción lenta que ella me miró con esa clase de cara que derretiría a cualquier hombre y me besó. Sus labios eran suaves y cálidos, su brillo era dulce, la cerveza aún se encontraba impregnada a su lengua. Tan embriagador. Ese beso fue el primero que di, con una mujer guapa y agradable, en una ciudad donde los sueños eran posibles y el béisbol era la libertad, un beso que sería el sueño de cualquier chico, sin embargo, no sentí nada con él. No hubieron chispas, ni mariposas, ni burbujeos, nada más que angustia, porque debería estarlo disfrutando y no fue así. Porque no pude evitar pensar que sería más divertido seguir charlando con Eiji a estar en esta situación. Y eso me asustó.

Cuando Griffin hablaba de amor lo hacía sonar tan especial, no obstante, acá estaba, viviendo los diez segundos más largos de la eternidad, buscando al japonés con la mirada en lugar de prestarle atención a la mujer entre mis brazos. En ese momento escuché algo quebrarse en mi interior pero lo ignoré. Sino lo veía no me afectaría. No lo pensaría. No lo sentiría. Porque yo era como los demás. Cape Cod no era tierra de maricas ¿No?

Esa noche la milla entre mis labios y mi mente no fue suficiente.

Cuando regresé a la realidad el número de esa chica se encontraba tatuado en mi antebrazo y mi primer beso se había acabado. Como si fuese alguna clase de proeza Shorter y el resto de la banda me felicitaron antes de alzarme sobre la multitud. La fatiga y el éxtasis batallaron bajo las estrellas, varios estudiantes dormitaban en el pasto por culpa de la borrachera mientras otros se mantenían en el apogeo de la pasión. Mi chaqueta se perdió en el caos, el sudor me quemó el instante, tocamos una canción entre latas de cerveza y colillas de cigarrillos, reímos y tomamos fotografías.

—Esa chica realmente era guapa, deberías llamarla. —Fue lo que Alex me dijo.

Y aunque él tenía razón, no quería volverla a ver. Debió ser especial y no lo fue. Tal vez Griffin era un romántico empedernido y jamás lo noté. Me mordí el labio mientras salía a tomar aire. Quizás había algo mal conmigo. Me abracé a mí mismo mientras vagaba por la facultad, aun en la lejanía de la ficción se escuchaba la música y se veían las luces de la fiesta. Salvaje, divertida y desenfrenada. Las típicas crisis existenciales de los veintes y los dramas del primer amor. Pero no. Y como si el universo estuviese complotando para que me cayese más profundo en ese abismo de incertidumbre ahí estaba; la llave para mi caja de pandora. La serenidad con la que el japonés estaba contemplando la noche frente a la piscina fue mágica. Tan hermoso como enigmático, ¿Por qué fue tan difícil besar a una chica linda y fue tan fácil ir hacia él? Mejor no saberlo. Esos grandes y oscuros ojos me atraparon para que cayese a su lado.

—¿No viniste con Yut-Lung Lee a esta fiesta? —El reflejo de la luna atrapado en el agua fue irreal, la gentileza de la brisa fue un escalofrío de nervios, el mundo tuvo una chispa celestial ante su presencia—. ¿Qué haces tan solo por acá? —La suavidad de su sonrisa fue una leve catada de locura.

—Pensé que él estaría ocupado con Shorter. —Sus zapatillas se deslizaron con lentitud sobre hojas secas y flores marchitas—. Además no soy bueno en esa clase de ambientes, necesitaba un poco de aire. —Aunque no había visto ninguna estrella desde mi llegada a Nueva York todas se posaron en esas orbes para seducirme.

—También me siento abrumado en los lugares tan concurridos. —La incredulidad alzó una ceja—. Cape Cod es un pueblo pequeño que parece haberse quedado estancado en el pasado. —Sus brazos acunaron sus piernas, sus mejillas se dejaron caer sobre sus rodillas.

—Hablas con cariño de tu casa. —Que ironía que esa fuese la impresión que dejase—. ¿La echas de menos? —Las peleas, la humillación y la violencia doméstica. Todo un festín para un trabajador social.

—No. —Tenía las raíces marchitas y los recuerdos quebrados—. Ni un poco. —Era un imán. Lo aborrecía, sin embargo, era el único lugar a donde pertenecía. Abriría un estúpido puesto como Jim, me casaría con una chica como Jennifer y moriría por una intoxicación o en una pelea clandestina.

—No pareces del todo convencido. —La primavera me cosquilleó entre los dedos, aunque estaba sin chaqueta seguía haciendo calor.

—Extraño a mi hermano mayor. —Eiji Okumura parecía tener talento para jugar con mi corazón.

—¿Hermano mayor? —Asentí antes de centrar mi atención en las ondas de la piscina. Pequeñas e insignificantes.

—Él estuvo haciendo servicio militar un par de años. —Inmensas y destructivas—. Realmente me hizo falta cuando estuvo fuera. —Jim se empeñó en ser un padre negligente cuando él desapareció. Con una historia de béisbol que pudo acabar en tragedia, con una mentira en un pueblo que la inmundicia enterró, con el diablo con cara de santo y una casa de caramelos. Repugnante.

—¿Él está en Cape Cod ahora? —Cuando Griffin regresó yo ya estaba más roto que cuerdo. Pero la sobreprotección no compensaba las heridas y la impotencia no se reparaba con películas viejas.

—Si. —Él debió usar esta fastidiosa beca, no yo—. Me estoy quedando con su mejor amigo. —No cuando el homerun fue recibir la sombra del hombre que bebe en lugar de anhelar.

—Te debes sentir solitario en todo esto. —La suavidad con la que su mano se aferró a la mía paralizó la misma noche para que suspendiésemos entre las estrellas—. Yo también estoy lejos de mi casa así que lo entiendo bien. —La calidez del más bajo me recorrió el cuerpo entero. Tan reconfortante.

—Y a pesar de todo eres capaz de volar así. —La perplejidad fue la que visitó la pena—. Es impresionante. —La música se perdió bajo el murmullo del agua.

—No es la gran cosa, Ash. —Él trató de apartar su palma, sin embargo, no lo dejé. Hacía frío aunque estuviésemos a más de treinta grados y acabásemos de bailar—. Deberías regresar y aprovechar la fiesta para conocer a alguien especial. —Mi voz salió antes de que mi razón lo entendiera.

—Eso estoy haciendo. —Las chipas se enlazaron al nervio—. Eres el primer amigo que hago acá, quiero charlar más contigo. —El nervio se escudó en el terror. Cerré el candado antes de perder la llave.

—Podemos hacer eso cualquier otro día, pero es un desperdicio de la semana novata pasarla conmigo. —Si él pensaba eso, ¿Por qué lucía tan afligido?

—No tengo tu número. —La sorpresa fue un lindo toque de color para sus facciones—. Así que no te puedo contactar cuando quiera. —Su risa hizo eco en mi alma. Sus pestañas le robaron el misterio a la bruma.

—Es verdad. —Él sacó su celular de su bolsillo—. Deberías dármelo para arreglar eso ahora. —Y aunque tenía el número de una chica despampanante anotado en el antebrazo me hizo mucho más feliz darle el mío al chico de la torpeza y el encanto.

—Estaré esperando tu llamada. —Le extendí su móvil de regreso. Su fondo de pantalla era una fotografía de él y Yut-Lung en la universidad—. Pensé que tendrías una imagen de tu novia. —Las mejillas se le encendieron con violencia cuando musité aquello. Imprudente y celoso.

—No tengo tiempo para esa clase de cosas. —Que no pudiese contener o disimular mi ambición por él fue terrorífico—. Se viene una competencia importante y me debo concentrar. —Teníamos metros para estirarnos frente a la piscina, sin embargo, preferimos estar cerca, tan cerca que pude sentir su piel contra la mía en un mortífero escalofrío. Tan encima que pude escuchar adentro de mi pecho sus latidos.

—¿Una pareja es una distracción? —Su fruncir de cejas fue ligero y vacilante. Lindo.

—¿Nunca tuviste una relación antes? —Negué. Jim se negaba a mantener a una chica embarazada así que las espantaba.

—¿Tú si? —Me dio miedo pronunciar aquello. La brisa le revolvió los cabellos cuando él asintió.

—Una sola vez. —El oxígeno se convirtió en brea dentro de mis pulmones. Sofocante—. Pero luego entendimos que funcionábamos mejor como amigos y lo dejamos. —Mis uñas se clavaron al piso en un desesperado intento por aferrarme a la realidad. Aunque yo había jugueteado a espaldas de Jim, esto era distinto. Nunca fueron más que toqueteos y jamás un beso. Pero los sentimientos eran diferentes.

—¿Cómo se siente estar enamorado? —Él rio antes de dejarse caer contra el pasto.

—Le estas preguntando a la persona equivocada. —Las estrellas se hicieron más brillantes debajo de su sonrisa; pequeña pero infinita. La garganta se me llenó de ansiedad, el burbujeo en mi sangre fue letal—. Solo tengo cabeza para el salto de pértiga. —Un magnetismo enigmático me hizo caer a su lado. Aquel trozo de la facultad no le pertenecía a Nueva York.

—¿Saliste con ella sin estar enamorado? —Su expresión fue amarga y nostálgica. Sus ojos me regalaron un poema que fui incapaz de leer.

—Yut dice que el amor está sobrevalorado. —Con un roce de hombros me centelló la razón.

—Tú no pareces creer eso. —El neón de la fiesta se me había pegado a la piel. Su suspiro fue fatigoso y decadente. Ambos nos empapamos de rocío y lavanda.

—Supongo que sería lindo, pero ahora tengo otros problemas con los que debo lidiar. —Quizás con algunas personas solo ocurría así. Tal vez habían piezas que encajaban con mayor facilidad en el puzle del destino—. ¿Y tú Ash? —Esas tres letras cobraron un significado tan especial cuando él las murmuró—. ¿Qué es lo que crees? —Cerré los ojos para que me embriagase de su presencia.

—No lo sé. —Porque aunque había llegado a esa fiesta con una chaqueta de cuero, con unos jeans viejos y tenía el celular de una chica guapa en mi antebrazo—. No quiero saberlo. —No me sentí normal.

Y la peor parte de eso fue que no existieron las millas suficientes para que pudiese dejar de buscarlo a él.

Fue tan raro escribir esto, como que le faltan puñaladas o peleas con pértigas oxidadas, benditos sean los que me han tenido paciencia en más de un fic, pero enserio, creo que esto es lo más soft que he escrito de ellos y me da mucha ternura ver a Ash con los problemas de un adolescente/adulto normal. Me llena de vida.

Mil gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer esta pequeña historia.

Espero que se encuentren bien y se me cuidan. 

¡Nos vemos en el siguiente capítulo con Eiji! 

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