Capítulo 19.
¡Hola mis bonitos lectores! Ando muerta, send redbulls y nanais. Pero fuera de mi miseria estudiantil, les traje capítulo de este fic. Muchas gracias a las personas que se tomaron el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
—Ash. —Lo mecí con suavidad—. Ya va a ser tarde, deberíamos asearnos. —Sin embargo, el terco no me escuchó.
El colchón crujió cuando me traté de levantar, sus brazos rodearon mi cintura con aún más fuerza, su rostro se hundió en mi vientre, suspiré, resignado. Nuestras piernas se habían entrelazado bajo las sábanas, sus cabellos estaban cosquilleando contra mi nariz. Él era hermoso, de eso no cabía duda, este hombre me embelesó con una mirada que a fuego lento se inmortalizó ¿Tenía sentido? Amarlo era abrumador. Los rayos del amanecer se deslizaron por las cortinas para danzar entre sus pestañas, su piel era más reluciente que la porcelana y esa matita dorada más delicada que un girasol. Pero la belleza de Ash Lynx radicaba en lo más profundo de su alma. A veces él hacía que me doliese el corazón, cuando sentía que una inquebrantable barrera de desconfianza se instalaba entre nosotros dos. Otras me inspiraba con tan sublime fulgor. Él bostezó para ser agasajado por la pereza, las orejas me ardieron, él se frotó los párpados para obsequiarme la expresión más adorable que alguna vez tuve el placer de contemplar.
—Buenos días, onii-chan. —La vergüenza me inundó al hacer obvia nuestra desnudes—. ¿Fui muy brusco anoche? ¿Necesitas que te revise? —Me cubrí la cara con la almohada, ni siquiera era capaz de sostener una mirada. Contuve un gritito cuando él me besó el cuello.
—¡Ash! —Maldición, ya estaba completamente despierto—. ¡No seas infantil! —Él arrojó el cojín lejos, la sábana nos escondió como si fuese una delicada burbuja de irrealidad. Sus mejillas se hallaban adornadas por un tímido carmesí, fue ahí cuando lo entendí.
—No lo soy. —Él estaba tan nervioso como yo. Aunque él se apoyó arriba mío no se atrevió a tocarme, como si estuviese pidiéndome permiso para devorarme a besitos cuando yo le había dado hasta el último retazo de quien era—. Es normal que me preocupe por mi futuro esposo. ¿Quién me intoxicará con natto durante el resto de mi vida sino eres tú?
—Eres tan lindo. —La colcha impidió el paso de la luz—. No te agobies, te lo prepararé hasta que te acostumbres. —Aun así, el brillo en esos ojos le hizo dar tres vuelcos a mi corazón, su respiración se derritió en mi cuello—. A nuestros hijos les debe gustar, no puedes darles mal ejemplo. —Él chasqueó la lengua.
—Si tanto quieres envenenar a nuestros hijos busca un método menos doloroso. —Él me pellizcó la mejilla.
—¡Ash! —Y ambos carcajeamos por la idiotez de esta discusión antes de acurrucarnos. Él me contempló como si estuviese tratando de arrancarle lo efímero a este momento—. Ojala no hereden tu carácter, no podría lidiar con eso. —Así que yo hice lo mismo.
Porque esto era nuestro.
—¿Te sientes nervioso por la competencia? —Sabía que era el efecto del enamoramiento, sin embargo, esos ojos lucieron mucho más líquidos, verdes y bonitos. Mucho más Aslan Jade Callenreese.
—Un poco. —Extendí una palma para poderlo acariciar, él dejó de luchar contra su propio peso para dejarse caer encima mío—. Pero irás tú así que me siento más tranquilo. —Y de repente tuve un pensamiento imprudente. Sabía que las personas nos quebrábamos bajo la crueldad de la reminiscencia y era responsabilidad de cada alma empolvada recoger sus pedazos.
—Claro que sí. —Sin embargo, con Ash Lynx habíamos mezclado nuestros fragmentos hasta hacer un mosaico. Era caótico e inconexo, pero aún así me resultaba perfecto—. Soy tu fanático número uno, gritaré más fuerte que nadie por el Fly boy. —Él se iba robando corazones como si fuesen acordes, él iba rompiendo vehemencia en partituras gastadas.
—No digas tonterías. —Él iba componiendo amor en baladas incomprensibles.
—Pero no lo son. —La sábana se deslizó hacia su espalda, parpadeé con lentitud al encontrarme bajo el arrullo del sol—. Eiji... —Él empezó a trazar círculos frenéticos alrededor de mis hombros—. Anoche fue especial. —Dios, él era tan adorable que quería llorar.
—L-Lo fue. —Y yo estaba tartamudeando nervioso. ¿Podían culparme? El lince de Nueva York estaba reposando como un gatito mimoso contra mi piel, quemó—. Bastante. —Pero todo lo que hacía este hombre me quemaba. Él intentó cambiar de tema para no explotar por la pena. Seguíamos gateando cuando se trataba de amor. Este era el primero, el único en realidad. Y sí, era imprudente, no obstante, elegí sembrar promesas donde pendían las espinas.
—¿Esas son las fotografías que tomaste cuando salimos con Ibe? —Enfoqué mi atención en la pared, un gigantesco bricolaje con instantáneas resplandecía cerca de mi cama. Él estaba mirando aquella tarde en la fuente universitaria.
—Lo son. —Él forjó un refugio con sus brazos encima de mi pecho, su perfume chispeó entre mis labios, tragué duro, recorriendo su espalda con lentitud—. ¿Sabes? Me pidieron presentar una exposición fotográfica pero no me siento lo suficientemente confiado con mis habilidades. —Él frunció el ceño, luciendo completamente indignado. Como si hubiese dicho la blasfemia más terrible del universo.
—¿Estás bromeando? —Él apuntó a una imagen de Fish Bone—. Eres el único ser humano capaz de hacerlos lucir decentes. —Esa de la prueba de maquillaje, cuando Yut fue forzado a convertirse en un miembro de Kiss y el delineador dorado fue una oda galante. Reí entre dientes.
—No seas malo con ellos. —Pero él infló los mofletes y esbozó un puchero. Él era tan infantil—. ¿Entonces cómo me motivarás para que gane la competencia de hoy? —Por eso le seguí el juego. La brisa le meció los cabellos con una suavidad arrebatadora, el trinar de las aves nos envolvió.
—Mhm. —Aquello casi se escuchó como un ronroneo—. Si ganas iremos juntos a elegir las argollas para nuestro matrimonio. —Era extraño navegar imperios cuando éramos barquitos de papeles en altamar. Sus piernas se encogieron entre las mías, sus palmas se deslizaron hacia mi espalda baja.
—¿Y si pierdo?
—Tendrás que usar el vestido de novia que yo escoja. —La nariz me calcinó cuando él me apretó el trasero—. No me juzgues, estás calentito. —Claro que Ash Lynx usaría una excusa completamente ridícula con esos 200 puntos de IQ.
—¡No abuses! —Pero él empezó a colorear una galaxia de besos alrededor de mis mejillas, no pude contener las carcajadas—. ¡Ash! —Empezamos una guerra de cosquillas—. ¡No tengo interés en satisfacer tus fetiches! ¡Ya basta! —Sin embargo, él alzó una ceja y me entregó esa sonrisa.
—Si de verdad quisieses eso te casarías con un delantal de cocina. —Tenía todas las sonrisas de este hombre almacenadas en una exposición mental—. O con tu uniforme de pertiguista. —Pero mi favorita era esta, una que solo me dedicaba a mí. Era como si tuviese escrito «estoy enamorado de Eiji Okumura» por doquier.
—Y tú con tu uniforme de béisbol. —La picardía que chispeó en sus pupilas me erizó la columna vertebral.
—¿Eh? —Él se inclinó, despacio—. No sabía que tenías esa clase de fantasías conmigo, onii-chan. —Ese apodo se derritió cual azúcar en su lengua. Aunque estaba temblando me las arreglé para enredarme en su cuello y atraerlo. Este nivel de intimidad era paralizante.
—Deberíamos levantarnos o llegaremos tarde a la competencia. —Los latidos se me acribillaron en el alma, perdí el aliento—. Sino salimos ahora no creo que nos podamos despegar. —Me fascinaba que para el resto de Nueva York este hombre fuese una estrella implacable pero a mí me obsequiase esta clase de mirada, más suave que un bizcocho, más genial que James Dean.
—Tienes razón. —Tratarme de alzar fue un error, las rodillas aún me temblaban. Apreté las sábanas con fuerza, esta fue una terrible idea. Contuve un grito al encontrarme con la fotografía de Ibe. ¿Cómo lo volvería a mirar? ¡Al diablo! Era mi virginidad—. Yo me haré cargo de esto.
—No es necesario. —No tuve tiempo para reaccionar, él me alzó entre sus brazos como si fuese una novicia—. No sobreviviré para llegar a la competencia. —La confianza en su desnudes lo hizo mil veces más vergonzoso, me encogí hacia su pecho, su corazón estaba martillando con fuerza.
—Siempre quise hacer esta clase de cosas empalagosas contigo. —Pero el mío estaba taladrando con mucha más violencia—. Que sea la primera vez de muchas.
—Es una promesa.
¿Por qué todo sobre Ash Lynx me debía embelesar?
Girasoles para el chico que se encontró en el alba.
Tomar un baño de parejas fue extraño, pensé que me sentiría incómodo porque la tina era demasiado pequeña y él derrochaba sensualidad bajo la nitidez del vapor, sin embargo, me profesé a salvo. El aroma del shampoo entremezclado con su esencia me resultó intoxicante, el agua caliente fue una inyección de adrenalina directo a mi cordura mientras las burbujas cubrían nuestros coqueteos. Me incliné para lavarle el cabello, dorado y lacio. Él era bonito, como un girasol. Me fascinaba la manera en que ese nombre le sentaba a la perfección, tan brillante como un jade fulgurando bajo el amanecer, ni siquiera se daba cuenta de lo maravilloso que era ¿verdad? Aunque cuando nos conocimos era yo quien estaba llorando, no pude evitar pensar en lo solitario que lucía. Con una soledad indescriptible y sublime. Quería protegerlo del destino, el destino que intentaba alejarlo, llevándoselo a la deriva, cada vez más lejos de mí.
Ahí fue cuando pensé que creería en él, sin importar qué.
Pasase lo que pasase.
—¿Te estás divirtiendo, onii-chan? —La frustración en su voz me pareció adorable—. ¿Me veo lindo así?
—Mucho. —Le forjé orejas de gato con la espuma del jabón, su nariz se encontraba recubierta por las burbujas, sus piernas estaban encogidas en la bañera—. Te ves muy lindo. —Entonces él me jaló por la cintura para atraerme.
—¿Sí? Tú te ves delicioso. —Perdí el aliento, sus palmas se deslizaron desde mi pecho hacia mi vientre cual terciopelo, dejé que él me abrazase al apoyar mi espalda contra su pecho—. Eiji... —No tuve que mirarlo para entender el cambio de atmósfera—. He estado pensando en algo. —Pero alcé el mentón de todas maneras, las gotas que desprendió su flequillo delinearon mis mejillas.
—¿Algo? —Él me abrazó con fuerza, como sino me pudiese dejar ir.
—Quiero contarle a mi papá sobre nuestra relación. —Entrelacé nuestros dedos bajo el agua, anhelando que tan desmesurado amor se pudiese transmitir con tan insignificantes gestos—. Estoy cansado de esconderme, yo... —Su atención pendió a un punto vacío en el baño, su respiración se entreveró al vapor—. Estoy orgulloso de ser tu novio.
—No tienes que hacerlo por mí. —Oh, pero en el fondo era egoísta y lo anhelaba. Porque también quería gritarle a los cuatro vientos lo mucho que lo adoraba—. No quiero empujarte a nada que te incomode. —Pero él me sonrió, sí, con esa sonrisa especialmente creada para mí. Esa que me derretía el corazón con una impresionante facilidad.
—Lo hago por mí. —Esa que destrozaba barreras, desafiaba la libertad y rompía pesadillas—. Si el anciano no lo acepta está bien, no lo invitaré a nuestro matrimonio. —Reí, apoyando mi nuca contra su clavícula.
—¿Y si le agrada a nuestros hijos? —Contuve una risa ante tan fea mueca.
—Jamás dejaré que eso ocurra. —Curioso que nuestro destino se basase en dos aretes y una cabaña imaginaría—. Max será un mejor abuelo y Griffin un tío consentido.
—Apuesto que lo serán. —Presioné un beso contra su mentón, estaba rasposo, pronto se tendría que afeitar.
—No se los digas o se les subirá el humo a la cabeza. —Me encogí entre sus brazos, las gotas se perdieron en la infinidad de la bañera como lágrimas en altamar.
—Si tú haces eso, yo te presentaré a mi familia. —La tráquea se me cerró—. Pueden ser bastante duros pero confío en el encanto de mi novio. —Oh, claro que lo eran. Seguramente me llamarían antes de la competencia para que el mundo cayese sobre mis hombros porque yo era el hombre de la casa. Les frustraba que estuviese acá saltando y no haya asumido el rol que me correspondía, solo hui.
—¿Debo tomar eso como una confesión de amor, onii-chan? —Pero estaba bien, porque por primera vez en mi vida sentía que merecía ser feliz—. ¿Me estás coqueteando? —Y me pareció impresionante que este hombre tuviese dicho efecto en mí. Tonto ¿no? Dijo que yo lo salvé cuando ambos sabíamos quién era el niño perdido.
—¿Tienes que decir esas cosas mientras estamos tomando un baño? —Sus manos se pasearon por cada rincón de mi piel como si yo le perteneciese—. Arruina el ambiente.
—N-No puedo evitarlo. —Su sonrojo fue una disonancia estridente contra la espuma—. Estás suavecito y eres tan bonito que no sé qué hacer. —La vergüenza fue contagiosa—. Me gustas tanto que siento que voy a enloquecer.
—Qué curioso. —Lo musité despacio—. Yo también. —Entonces me di vueltas para besarlo.
Todavía empapados por el shampoo me enredé a sus cabellos, él me abrazó con ternura mientras perecíamos en aquel tacto. Fue eléctrico y dulce, aún podía saborear la cafeína deslizándose por su lengua mientras él pedía permiso para devorarme. La sangre me hirvió, el corazón se me eclipsó, mi estómago fue un frasco de mariposas iridiscentes, me ahogué en él mientras la bañera se desbordaba y tomábamos aire entre risas nerviosas. Sus labios eran adictivos y suaves, tan cálidos. Mi madre decía que era imposible volverse a enamorar de una misma persona. Presioné los párpados, sabiendo que eso era mentira. Porque contra toda coherencia cada instante lo adoraba mucho más. Nos acariciamos hasta que terminamos arrugados por el agua. Luego de secarnos él se animó a enseñarme a tocar la guitarra para que bajase los nervios antes de la competencia, agradecía haberlo despertado temprano. Suspiré, me encantaba la pasión que chispeaba en sus pupilas cuando se trataba de la música, era implacable pero inspiradora. No era justo tener a tan sublime vitalidad de musa.
—Este es un E. —Su pecho estaba reposando contra mi espalda—. Este es un Am. —Tanto su guitarra como su ropa se quedaban en mi dormitorio de vez en cuando—. Este es un G7. —Él apoyó su mentón encima de mi hombro, su cabello me cosquilleó entre las mejillas. Me intoxiqué en la remembranza del shampoo.
—Eres bueno enseñando. —Sus muslos presionaron mi cadera, fue dulce y familiar. Que me enseñase acordes era enriquecedor, ¿a quién engañaba? Me encantaba escucharlo hablar de su vocación—. Con razón eres tan famoso.
—Lo dices como si fuese una super estrella. —Su aliento contra mi oreja me provocó un escalofrío.
—Pero todos te miran cuando estás sobre el escenario. —Él bajó la guitarra.
—Sí. —Él me acomodó un mechón—. Pero yo solo estoy mirando a una persona. —Enrojecí de pies a cabeza. Me aferré a esa vieja guitarra de madera como si fuese un ancla para la realidad, esta era su favorita, la que Griffin solía usar para cantarle cuando niño. Era tan preciada que me costaba creer que la hubiese dejado en mis manos.
—Ash... —De alguna manera nunca lo terminaba de comprender—. ¿Estás nervioso por la batalla de bandas? —Pero eso jamás le impedía tentarme. Él se levantó de la cama para acercarse hacia la ventana. Fue extraño, me embrujaba Nueva York por lo hosco del paisaje, rascacielos infinitos, escaleras de incendio que encajaban como rompecabezas y basura en la acera.
—No realmente, ya tengo compuesta la canción. —Era ajeno que luciese tan hermoso durante la mañana—. Te va a gustar. —Pero quizás se veía de esa manera porque Ash estaba mirando el horizonte, apoyado en el marco de la ventana mientras el cielo parecía una acuarela.
—¿Puedes quedarte así un poco más? —Y cómo sería un desperdicio no inmortalizarlo, tomé mi cámara.
—Me veré feo, ni siquiera me he peinado. —Me pareció absolutamente ridículo que un galán como Ash Lynx se preocupase de semejante banalidad.
—No tienes que mirar a la cámara sino quieres. —Sin embargo, deseaba ser egoísta y tomar este momento para mí.
—Bien. —El drama fue capturado en un flash—. ¿Salí guapo?
Ahí estaba él, con la cadera apoyaba sobre el marco de la lumbrera, con el rostro contra la rodilla, él parecía muy tranquilo, como si estuviese durmiendo o tal vez rezando, sus mejillas se encontraban suavemente iluminadas por el sol de la mañana. Él era hermoso. Presioné la cámara contra mi pecho, tratando de disimular aquella estúpida sonrisa. Porque esta era la primera mañana que pasábamos juntos luego de habernos entregado tanto el cuerpo como el alma.
—Muy guapo.
Esto era especial.
Girasoles para quién plantó jades en el prado de la alborada.
Lo único que recuerdo del trayecto hacia la competencia es su voz tarareando «love of my life» de Queen mientras Fish Bone se peleaba en la camioneta. Las canchas que se usaban para estos eventos eran impresionantes, el salado aroma de las bebidas energizantes me cosquilleó bajo la lengua, el primer grupo de competidores ya se hallaba sometido al calentamiento mientras terminaban de afinar los implementos deportivos. Traté de tomar aire, sin embargo, me profesé extasiado. Porque esto finalmente era real, había llegado hasta acá con mi propio esfuerzo, siendo más pequeño que los demás y subestimado. Podía hacerlo. Me giré en la punta de mis pies, sabiendo que nos tendríamos que despedir. No prestarle atención a esas horrendas camisetas me resultó imposible, mi fotografía se encontraba estampada encima de un amarillo fosforescente, Bones y Kong estaban sosteniendo un gigantesco cartel de Nori Nori mientras Ibe me daba una charla motivacional. Esto era un caos.
—¡No abrumen a mi chico! —Yut-Lung Lee se había amarrado la polera al quedarle demasiado grande—. Están estorbando. —El veneno que desprendieron sus pupilas solo fue una fachada para la preocupación. Sing se colgó de mi hombro, estaba empapado de sudor, seguramente acababa de terminar su entrenamiento.
—Vas a aplastarlos a todos. —Ash elevó una ceja, sutilmente ofendido por nuestra cercanía—. Y cuando lo hagas me invitarás a cenar con el premio. —Contuve un jadeo, indignado.
—¿Eso es todo lo que te importa? —Sing se encogió de hombros, luciendo orgulloso esa penosa camiseta—. Lo consideraré si tú ganas la final de boxeo. —La sagacidad en su sonrisa me resultó revitalizante.
—Dalo por hecho. —No me encantaba que él practicase un deporte tan violento cuando éramos Yut-Lung Lee y yo quienes debíamos curarlo, sin embargo, le apasionaba. Así que estaba bien, lo conocimos medio metro más bajo y cinco tallas más pequeño. Los años se habían esfumado.
—Cariño. —Ash tomó con la punta de sus yemas la manga del chino para quitármela de encima—. ¿Este sujeto te está molestando?
—¡Oh, vamos! —Su puchero me dio risa—. Antes de que tú llegaras nosotros tres éramos inseparables ¿sabes? —Intercambié una mirada ofendida con Yut—. Pero estos dos se consiguieron novios y me dejaron abandonado. —Max estaba grabando un video mientras Alex era forzado a usar un disfraz de Nori Nori.
—Tú fuiste el primero en entrar a una relación, Sing. —Esa belleza fatídica ni siquiera disimuló su cólera—. Según recuerdo tú eras quien nos dejaba plantados en el cine. —Incluso cuando me acompañaba con el pretexto de querer aprender fotografía para ligarse a la sobrina de Ibe, suspiré, mucho más relajado.
—Detalles. —Entonces mi novio acomodó su brazo encima de mis hombros de la manera más obvia posible, él arrugó la nariz.
—¡Lo dejaste apestando a sudor! —No pude evitar carcajear ante tan aniñado berrinche—. Acabábamos de ducharnos.
—Si tanto te molesta aléjate de él. —Ash le sacó la lengua, pegándose aún más.
—Ya desearías. —Anunciaron por el altoparlante el inicio de la competencia—. Deberíamos acomodarnos en las gradas. —Él dijo eso pero fue el único en quedarse—. Eiji... —Sus palmas juguetearon con torpeza contra su vientre—. Cualquiera que sea el resultado me siento orgulloso de ti ¿sí?
—Ash...
—Solo diviértete, brillas allí arriba porque lo amas. —Esas eran las únicas palabras que necesitaba escuchar aunque ni siquiera lo sabía—. No lo olvides. —Indomable como un lince pero suave como un gatito, esa dualidad no me terminaba de encandilar.
—Gracias. —Él presionó un beso contra mi nariz.
—Puedes hacer esto. —Parpadeé, confundido—. Ahora te ves aún más bonito. —Me tomó una eternidad comprender que él había acomodado una flor encima de mi oreja, la suavidad de los pétalos me hizo cosquillas, apenas podía ver tan delicado rosa. El rubor se agolpó en mis mejillas—. Estaré gritando más fuerte que nadie como tu admirador número uno. —Me sentí tan afortunado que pensé que moriría.
—Pensé que ese era Sing. —Él frunció el entrecejo, genuinamente molesto—. Es una broma. —Y con la misma velocidad que la furia llegó, se esfumó cuando le besé el moflete—. Te amo, Aslan.
—Yo más, Eiji Okumura.
Pero de repente estuve solo en las competencias menores, no fue terrible, me desempeñé bastante bien, sin embargo, la tormenta reventó mi burbuja de felicidad. Porque mi teléfono estaba atiborrado con los mensajes de mi mamá, aunque fuese incapaz de leerlos podía escucharla gritándome por mi mediocridad. Me encogí encima de la banca, mis huesos eran vidrio quebrado y mis músculos papel usado. Presioné los párpados, el nombre de mi rival retumbó por los altavoces anunciando un nuevo récord. Alcé el mentón, mareado. Necesitaba ser el primero, demostrarme que podía hacerlo. Contraje mis puños hacia mis muslos, era exasperante entrenar hasta la agonía para compensar los centímetros que me faltaban. Tal vez esta era la brecha entre los pródigos y los normales. ¿No era caprichosa esta tragedia que llamábamos vida? Anoche estaba derritiéndome bajo sus besos y ahora no era nada. Porque si no volaba...
—Todos tus compañeros vinieron a apoyarte, Okumura. —Salté cuando el entrenador Fox me golpeó la espalda, el tacto fue tosco e incómodo—. Te has convertido en el orgullo de la facultad. —Una densa bruma de angustia no me dejó escuchar. Estaba afiebrado, crispé mis dedos alrededor de mi botella, buscando con desesperación un cable a tierra.
—Gracias... —Me odié por sentirme celoso de Mizuno Kazuhiko—. Ha sido bastante duro. —Me pregunté si su familia lo estaría apoyando entre las gradas en lugar de tirarlo para abajo con llamadas. Sino llegaba a las olimpiadas sería una vergüenza, papá moriría decepcionado. Negué, no debía ser tan pesimista.
—Pronto será tu turno. —La mueca que el entrenador me regaló escondió una pizca de preocupación genuina—. Deberías ir a tomar agua, estás pálido.
—Tengo acá. —Pero cuando miré la botella me di cuenta de que estaba vacía, la estaba sosteniendo al revés y la había dejado abierta, mis zapatillas se hallaban empapadas—. Oh...
—¿Te sientes bien? —Me limité a asentir, ido—. No te presiones, hiciste más que suficiente llegando hasta acá. —Esas fueron las primeras palabras amables que me obsequió desde que nos conocimos—. Si pierdes puedes compensarlo el siguiente año, Fly boy. —Él no supo lo significativo que fue ese discurso.
—Tiene razón. —Pero se lo agradecía, me levanté—. Voy por agua y regresó.
Me arrastré hacia el baño del estadio. El entrenador tenía razón, debía dejar de actuar como si esto fuese el fin del mundo, mientras tuviese alas aún podía volar, sin importar que tan quebradas se profesasen o lo marchitas que cayesen sus plumas necesitaba seguir intentando. Contuve una arcada antes de mojarme la cara, traté de enfocar mi atención en mi reflejo frente al lavamanos, sin embargo, estaba pálido. Apreté el arete, temiendo que estos nervios fuesen porque anhelase impresionarlo. Eso era ¿no? En el fondo no quería que él me dejase atrás, porque Ash Lynx era una desmesurada fuerza vital, su pasión era tan inspiradora como destructiva, lo amaba, no obstante, también quería encontrar mi libertad. Observé a las gotas delinear mi cuello. Y de repente fue triste.
Porque sin el salto de pértiga no era especial.
—Eiji. —Y como si la vida se estuviese empeñando en hacerme aún más miserable—. Hola. —Él me encontró.
—Arthur. —Él me regaló una sonrisa incómoda—. No esperaba verte aquí. —Traté de retroceder, sin embargo, acabé golpeando el lavamanos. Las gotas me escurrieron hacia los hombros, me estaba hiperventilando.
—¿Por qué no? —Debía detenernos ahora, esta era una ruleta rusa con un resultado predeterminado—. Estuve esperando tu competencia con muchas ansias. —Me dolía la cabeza, quería vomitar.
—No lo entiendo. —Sus ojos fueron las ventanas hacia lo más recóndito de su alma—. ¿Qué haces aquí? —Ya no quedaba nada. Él estaba sosteniendo una bebida energizante.
—Es tu favorita ¿no? —Me encogí, desconfiado—. La solías tomar antes de cada competencia. —Vaya, el menos recordaba eso. Pero en lugar de recibirla me aferré al borde de esa delicada flor descansando sobre mi oreja. Sí, era tonto contar estrellas en pozos infinitos. Sí, era ingenuo anhelar la libertad cuando éramos una cadena.
—No la necesito. —No obstante, lo hacía. Porque me di ese permiso para soñar—. Yo acabo de tomar agua, estoy bien. —A pesar de la presión familiar y los abucheos del equipo, quería cargar el título de Fly boy con orgullo porque amaba saltar. Con una pasión pura e inquebrantable. Lo hacía porque me divertía y ya.
Mentira.
—Ya veo. —Él bajó el mentón, decepcionado—. Pronto va a ser tu turno.
—Lo será. —Esto era tan incómodo que quería llorar, las piernas me temblaban y no podía enfocar mi vista a causa de la ansiedad—. ¿Por qué viniste a ver la competencia? —No me concebía en mi sano juicio para alabar a la fragilidad—. Nunca antes te interesó. —Entonces él se acercó dos pasos y yo no pude retroceder ninguno. Pero siempre fue así en nuestra relación.
—Prometí venirte a apoyar. —Él dijo que me amaba, no obstante, me escondió. La brecha entre nosotros dos era demasiado grande para disimular ¿verdad? Me mordí la boca, aferrándome a los bordes del lavamanos. Ash no era igual, racionalmente lo entendía—. Acá estoy. —Pero tenía tanto miedo de que me desechase cuando contemplase mis grietas. Lo que era ridículo, por supuesto, le extendí hasta el último de mis retazos.
—Arthur... —Solo no quería ser un fracaso. Él insistió con la bebida cuando no había nada que salvaguardar si estaba a punto de desmayarme—. No necesito que estés aquí. —Él tomó la flor, era una margarita rosada—. No quiero que estés aquí.
—Tu novio está armando todo un espectáculo allá arriba ¿sabes? —Aquella beldad no tardó en perecer bajo la aspereza de sus dedos, solo se pudrió como mi corazón entre sus manos—. Parece sentirse bastante orgulloso de ti.
—Lo está. —Apoyé mi palma contra su pecho para entablar distancia, la reminiscencia del tabaco me gatilló una arcada, los viejos hábitos no morían con facilidad—. Me gusta que sea así. —La inseguridad tampoco perecía.
—El director también te vino a ver. —El mundo dejó de girar.
—¿Qué?
—Me escuchaste. —Él dejó caer la flor hacia el piso del baño—. El mismo Dino Golzine vino a ver tu competencia. —Pero no tenía sentido, ese hombre jamás había presenciado un evento deportivo porque la banalidad no ameritaba su ostento. Me tensé, sus caricias se sintieron como vidrio molido contra mi piel, estaba respirando demasiado rápido. La presión me escurrió hacia los tobillos para tragarme al infierno.
—El entrenador no me dijo nada. —Él carcajeó con histeria.
—¿Qué tan ingenuo puedes ser, Eiji? —Mi nombre se profesó ajeno, mis alas se cayeron marchitas. Si no volaba...—. El viejo vino para castigar a tu novio, los rumores no han dejado de correr desde que follaron. —Me abracé a mí mismo, pequeño. Si no sentía...
—Es mentira.
—Sabes que no lo es. —De repente los ojos me quemaron y quise llorar—. No te lo ha contado, ¿verdad? —Porque mi corazón me gritó que había algo muy malo en nuestra relación. Esas veces que llegaba destrozado hasta mis brazos o me impedía tocarlo rehuyendo de la suciedad, esas tardes donde nuestro pendiente de pareja era reemplazado por jades costosos y él apestaba a Old Spice.
—Cállate. —Ensimismarme en mi dolor me impidió contemplar lo evidente—. Ni siquiera es asunto tuyo. —Pero él no me dejó moverme. Mi carrera estaba sepultada junto a una pértiga quebrada. Creía en Ash Lynx, le confiaría mi vida a esa persona. Lo amaba tanto que estaba vacío, su amor me lo había quitado. Si no volaba...
—¿Realmente no te lo imaginabas? —La sangre se me heló, la boca se me llenó de ansiedad—. ¿Qué se siente saber que tu novio se folla a otro hombre? —Temblé, humillado—. ¿Al menos te la chupa bien?
—¡Cállate! —Sin embargo, no me dejó escapar—. Por favor, detente. —Me costó sostener una mirada con él—. Estoy a punto de competir. —Estaba afiebrado, vivir fue imposible—. Solo detente. —Mi papá seguía internado en el hospital. ¿Cómo reaccionaría mamá si fracasaba? Probablemente me arrastraría a Japón.
Ash...
Mi dulce Aslan.
—No quieres confrontarlo porque es la verdad. —Él aplastó la flor antes de apartarse—. Porque me importas no puedo dejar que hagas el ridículo, toda la universidad se burla de ti a tus espaldas. —Volví a enfocar mi atención en el reflejo, me toqué las mejillas, confundido—. El lince de Nueva York es una prostituta. —Estaba llorando.
—Dijiste que me viniste a apoyar pero solo querías distraerme antes de la competencia. —La sinceridad era un arma dolorosa, esas alas de iridiscencia se convirtieron en anclas de realidad—. Si me quisieras, aunque sea un poquito, no habrías hecho esto. —Él se mordió el labio, afligido.
—No soporto verte con él sabiendo lo que hace. —Pero no, ese no era el motor intrínseco del egoísmo—. Lo hago porque te estoy cuidando, quiero volver a ser tu amigo.
—Vaya amigo. —Me encaminé hacia la puerta, vacío. Lo único que tenía era este talento empolvado, sin esto...Me dejé unas horrendas cicatrices al herirme tan fuerte. Tenía todo el peso del mundo encima de mis hombros pero me hallaba molido—. Por favor no vuelvas a venir a mis competencias, no lo hiciste cuando éramos novios. —Me apreté el corazón—. No quiero que lo hagas ahora.
—¡Pero!
—Gracias por la bebida de todas maneras. —Solo me esfumé.
Escuché que el presentador me anunció, de alguna manera me las arreglé para arrastrarme hacia la línea de partida, mis párpados se profesaron como plomo podrido, mi boca estaba seca, me apreté el pecho, tratando de no romper en llanto frente a la multitud. Alcé el mentón mientras me colocaba en la posición inicial, Fish Bone se hallaba gritando desde las gradas con un fulgor propio de la juventud, Ibe estaba lloriqueando mientras sacaba fotografías, Yut-Lung Lee era consolado por su novio al borde de la irrealidad. Mi sonrisa cesó, porque en un palco privado Ash Lynx estaba charlando con el director, él le acomodó un brazo detrás de la espalda y le susurró algo en el oído. Y de repente fue tan obvio que no pude más. Solo...Rocé la punta de mis zapatillas y contuve mis entrañas.
—Ash... —Las lágrimas se evaporaron bajo el calor de la pista.
—A continuación va a saltar Eiji Okumura. A pesar de ser el atleta más pequeño ha demostrado un talento impresionante en otras competencias, necesita alcanzar la altura de Mizuno Kazuhiko si quiere llevarse el primer lugar.
Mi tiempo empezó y yo solo corrí con esa maldita pértiga, la cabeza me punzó, la tráquea se me desgarró repleta de espinas, podía sentir cómo mi corazón se quebraba con cada paso que daba, clavé la garrocha contra el suelo y me elevé, iracundo, dolido, profesándome estúpido por no haberlo visto. Este era mi límite, ya no podía, ya no quería más. Me estaba desmoronando pero tenía que volar más alto. Pasé la varilla sin esfuerzo alguno, en la cúspide del éxtasis él ni siquiera me miró, no tuvo el coraje para hacerlo. De ahí solo caí. Pero así era el amor ¿no? Al final las promesas no significaban nada.
—¡Okumura! —Me tomó una infinidad de tiempo comprenderlo—. ¡Llamen a una ambulancia!
—¡Eiji!
—¡¿Quién movió la colchoneta?! —Solo cuando vi a mi tobillo descompuesto supe que había sobreestimado la fortaleza de mis propias alas.
Girasoles para quien se enamoró de un amanecer descolorido.
Explicaciones redundantes no tan redundantes, es obvio que Eiji no recibirá así las cosas con la cabeza más fría, porque esta en una competencia y se siente muy ahogado por todas partes, así que es normal que se haya sentido así, las emociones tiñen mucho y es inevitable, por eso antes de tomar decisiones impulsivas lo ideal es dejar que las cosas se enfríen, so relax. Estos dos tienen una buena relación y pueden hablar las cosas. Igual, llegamos al arco final del fic, me da penita porque me gusta escribir Fly boy pero todo se tiene que acabar. Muchas gracias a quien leyó.
¡Cuídense!
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