Capítulo 16.
¡Hola mis bonitos lectores! Ha pasado casi un mes desde la última actualización porque soy un desastre y realmente quería que este capítulo quedase bonito porque tiene hartas escenas importantes, bueno como ya sabrán cuando estoy estresada actualizo mucho, eso explica porque he subido algo casi todos los días, perdón.
Arts_baby_uwu, mi niña me has dado muchisimo cariño desde que empezaste a leer mis atrocidades, de verdad me haces una masita con todos tus comentarios, lamento si te dejo lloriqueos incoherentes de regreso, así que espero que este intento de capítulo te guste, esta hecho con mucho cariño para ti, se te quiere un montón.
¡Espero que les guste!
—¡Tu príncipe te está esperando! —Bastó que gritase aquello para que él se asomara por la ventana del dormitorio, el viento convirtió en un desastre esponjoso su flequillo, su sonrojo fue un estrago para mi corazón, su risita me derritió el alma. Diablos, él era tan bonito.
—¡Ash! —Era un día perdido sino escuchaba tan armoniosa tonada, no me molestaría cambiarme el nombre a «Ashu Lynxu» con tal de desplegarle una sonrisa—. ¡Bajo enseguida!
Tomé una bocanada de aire mientras dejaba que mi peso fuese sostenido por la motocicleta, hoy se cumplían seis meses desde que iniciamos nuestra relación, era cursi celebrar esta fecha, sin embargo, lo anhelaba. Porque habría hecho cualquier cosa para poderme mantener a su lado, el tiempo se escurría como polvo de estrellas cuando me sumergía dentro de esos grandes ojos cafés. Me encantaban, ansiaba contemplarlos durante lo efímero de mi eternidad si él me lo permitía. Me aflojé el cuello de la camisa antes de desabotonarla un poco más. Estaba bien, me veía guapo, Shorter fue quien me asesoró con la vestimenta, esta infame chaqueta de cuero acompañada de mis jeans rasgados me daba un aura de galán de película. Era todo un James Dean, podía hacerlo. Mi misión era conquistarlo.
—Lo siento, Yut me estaba dando los toques finales. —Pero quien babeó fui yo, porque él se veía ridículamente sensual con ese suéter de cuello alto y esos pantalones ajustados, ni siquiera pude tragar. Era un hombre afortunado—. ¿Ash?
—Eres lindo. —Mis 200 puntos de IQ entraban en cortocircuito apenas él me tocaba—. Te ves realmente bien. —Le acaricié la oreja, repasando aquel pendiente de obsidiana. Me gustaba tener aretes de juego, cada vez que contemplaba mi perforación lo recordaba a él y sacaba valor para continuar. Ni Dino Golzine ni el destino me arrebatarían esta mañana.
—¿Entonces, me vas a llevar a una flamante cita? —Tragué duro, tratando de enfocar mi atención en la poza de mugre bajo mis converse. La tela se le apegaba demasiado bien a sus curvas, esto sería un problema, mi novio no comprendía lo destructivos que eran sus encantos.
—Claro que sí. —Aunque intenté verme cool al apoyarme en la motocicleta, los lentes de sol me terminaron golpeando la nariz—. No pude arrendar un auto pero conseguí este corcel. —Luego le compraría un paquete de takis a Alex para agradecerle por el vehículo, fue su culpa por descuidar las llaves, estaban suplicando para ser robadas.
—¿Tienes licencia de conducir? —Me subí al vehículo.
—Claro que no. —Que inflase los mofletes fue un disparo a la razón, tuve que apretar el manillar para contener mis deseos por pellizcarlo—. Pero la policía nunca me ha detenido, mientras conduzca con confianza no levantaré sospechas.
—Le darás un pésimo ejemplo a nuestros hijos, ¿sabes?
—¿Ahora tenemos más de un hijo? Cielos onii-chan, no sabía que me deseabas tanto. —El rubor le coloreó hasta la nariz, mi placer pecaminoso era molestarlo.
—¡Ash! ¡Sabes a lo que me refiero!—Que él pensase un futuro a mi lado me hizo suspirar—. Es peligroso, ni siquiera tienes cascos. —El sudor me quemó la cordura, mis zapatillas se resbalaron del pedal.
—Tienes razón, pero nuestros futuros hijos no se tienen por qué enterar. —Esa sonrisa maliciosa me encandiló—. Tampoco Ibe o Max, ¿no quieres una probada de rebeldía?
—Supongo que tienes razón. —Él no se hizo de rogar para subirse a la motocicleta, que abrazase mi cintura con tanta fuerza nos hizo saltar, sus latidos se agolparon en mi espalda, su respiración se derritió en mi cuello—. Será un secreto entre nosotros dos. —El motor rugió apenas lo encendí.
—¿Listo para la mejor cita de tu vida? —No hizo falta mirarlo para saber que se había ruborizado, su agarre se convirtió en una oda para los nervios.
—Listo.
Dejando que la adrenalina me consumiese me adentré en la autopista, me intoxiqué con el dulzor que su cabello desprendió bajo el gélido de la brisa, sus palmas fueron electricidad alrededor de mi vientre, la fricción entre nuestras caderas fue una adicción obscena, Nueva York se convirtió en una sinestesia de velocidad líquida, poder navegar un universo de rascacielos con el estrépito de su corazón acribillado contra mi espalda fue mágico, el día era agradable, su risa me caló la cordura mientras el aroma de la gasolina nubló mi razón. Llegamos al centro comercial en un santiamén, el éxtasis en su expresión fue absolutamente seductor luego de estacionarnos, no tuve que pedirle que me diese la palma para ingresar al distrito comercial. Odiaba las multitudes, una de las ventajas que tenía Cape Cod eran sus negocios precarios, lo más concurrido era el mugriento bar en el que mi padre se solía emborrachar, sin embargo, en la ciudad que nunca dormía la realidad trascurría en un plano diferente: más violento, colorido y ruidoso, era casi burdo. Me fascinaba. Terminé arrastrándolo a una de esas tiendas populares. Porque sí, amaba sentirme normal. Aunque fuésemos dos hombres tonteando acaramelados, esto se profesaba correcto para mí. Al carajo la homofobia familiar.
—Esto se te vería de maravilla, onii-chan. —¿Tenía miedo? Claro que sí, por muy valiente que me concibiese en el fondo anhelaba la aceptación paternal, era un deseo patético, probablemente fue el último alarido que el niño perdido arrojó antes de ser enterrado.
—¿Solo me trajiste aquí para molestarme? —Sin embargo, no tenía una madre en quien apoyarme, sabía que era estúpido clamar por incondicionalidad parental cuando nuestra relación era una mierda—. ¿Ash? —Pero para él esto era importante, también me preocupaba gustarle a mis suegros, los japoneses no parecían ser muy abiertos con respecto a la sexualidad.
—Lo siento, no estaba escuchando. —Y yo era un caos—. ¿Decías? —Aún sofocado por la confusión nada me apartaría de esos grandes ojos cafés.
—¿Estás bien? —Porque lo amaba más que a mi propia vida—. Pareces distraído.
—No te preocupes. —Apreté el delantal—. Solo te estaba imaginando con esto. —La molestia que me obsequió fue preciosa, los percheros se hallaban atiborrados con ofertas, la fila hacia el probador era una infinidad, la peste del aromatizante un fatídico desazón.
—Podemos comprarlo si tú eres quien lo usa. —Él ni siquiera se volteó tras musitar aquello—. ¿O siempre seré quien cocine entre nosotros dos? Es injusto. —Solo siguió hurgando entre los diferentes estantes, buscando algo que captase su atención. Dios, él estaba haciendo pucheros.
—Me encargaré de mimarte todos los días. —Dejé el delantal sobre un montículo de ropa, fue imposible resistirme a semejante tentación—. Aunque seguramente tendrás que comer natto quemado. —Terminé abrazándolo por la espalda para presionarle un beso encima de la nuca, él se estremeció.
—Lo sé. —Su risa me embriagó—. Aún recuerdo cuando me trataste de hacer el desayuno, fue lindo verte frustrado con panqueques en la cabeza. —La humillación me taladró el orgullo, intenté cambiar de manera desesperada el tema, no perdería.
—Te traje acá porque necesitamos empezar a ver vestuario para las finales. —Fish Bone obtuvo el primer lugar en la batalla de bandas, fue un escalón importante para hacerse renombre en la fama.
—¿Te pone nervioso ir a un concurso aún más grande? —Negué, permitiendo que él se diese vueltas—. Esta vez será contra los gigantes de Nueva York. —Su espalda terminó apoyada en una de las repisas, sus yemas juguetearon alrededor de mis cabellos para colorear lo ofusco de dorado.
—Sabía que ganaríamos, le tengo confianza a nuestro talento. —Él rodó los ojos, alcé mi mentón para encontrarme en un espejo, me veía ridículo con los lentes de Shorter Wong—. Pero necesitamos subir de nivel, ahora nos enfrentáremos a profesionales, ya no es un juego universitario.
—Podrían pedirle a Yut que los maquillara, es bastante habilidoso. —La imagen mental fue grotesca.
—No. —El veneno le sentaba de maravilla a una víbora traicionera, bosquejé su silueta al ritmo de los altoparlantes, la tonada era casi tan armoniosa como su respiración, estaba nervioso—. Seguramente los chicos le pedirán tonterías, no quiero verlos como payasos en el escenario.
—No te preocupes por eso, él es un profesional. —Sus caricias fueron inyecciones de endorfinas directo a mi columna vertebral, fue imposible mantenerme sobrio dentro de sus pupilas, lo diáfano de las luces le dio un aspecto aún más etéreo a su sonrisa—. Nos invitó a su presentación de baile, ¿sabes? —Nadie podía ser así de bonito.
—A mí no me invitó. —Sin embargo, acá estaba él—. De hecho me amenazó con acusarme a Ibe si me aparecía. —Rompiendo las barreras de mi realidad, convirtiendo lo imposible en tangible—. No puedo arriesgarme, necesito conseguir mi suministro de fotografías de algún lado. —Bajando las estrellas con una escalera de marfil y atando la luna con una cuerda para dármela en un globo.
—¡Ash! ¡No digas esas cosas! —Me encogí de hombros, atontado—. Es vergonzoso que tengas tantas imágenes mías.
—Pero es la verdad. —Mis palmas se posaron en sus caderas para atraerlo—. No es mi culpa que mi novio sea tan fotogénico. —Él bufó, apenado. Su agarre se relajó alrededor de mis hombros, los adornos de metal en mi chaqueta chirriaron contra su brazalete.
—Lo dice quien tiene a millones de fanáticas detrás de él.
—¿Celoso?
—No. —Esta era una de las cualidades que más amaba de su beldad—. Solo preocupado. —Sus emociones yacían escritas con una transparencia violenta en su cara, era casi hilarante—. Ash...
—¿Sí? —El ambiente cambió—. ¿Te preocupa algo? —Él se mordió el labio, constipado, sus dedos se hundieron en mi espalda antes de soltarme. La amargura chispeó bajo mi lengua.
—Si te llegas a aburrir de mí dímelo. —Y en ese momento lo comprendí—. No quiero que te mantengas a mi lado por lástima, entiendo si tus sentimientos cambian con la fama, no me enfadaré. —Esta era la traba que estuvo presente antes de que lo inevitable se hundiese como un velero de papel—. Solo no juegues conmigo, por favor.
—¿Esa fue la razón por la que terminaste con Arthur? —Él se tensó, sus zapatillas crujieron contra el estante apenas trató de retroceder, las luces estaban calientes—. Puedes decírmelo. —No lo anhelaba presionar, sin embargo, le alcé el mentón. Porque estaba desesperado, ansiaba convertirme en su pilar.
—Algo así... —Se me quebró el corazón ante tan triste sonrisa—. Queríamos cosas diferentes. —La rabia me hirvió en las venas, la saña me manchó la razón—. Le daba un poco de vergüenza que nos viesen juntos.
—Pero Shorter lo sabía. —Ni siquiera conocía al petulante, no obstante, el odio me abrumó—. Todo Fish Bone chismeaba sobre eso.
—Porque estaban en la misma banda, era diferente con sus fanáticas. —Fue indignante, alguien tan maravilloso como Eiji Okumura solo merecía esplendor—. Sentía que le estorbaba. —Él no solo me enamoró con esa declaración inquebrantable por la libertad, él era mi alma gemela. ¿Qué no daría para preservar esa sonrisa?
—Ese sujeto es un idiota. —Y sí, tal vez estos solo eran los sentimientos de un niño tonto anhelando el romance por primera vez—. Lo aplastaré en la siguiente competencia, no puedo creer que haya clasificado. —Pero no eran menos por la inexperiencia.
—Sé que lo harás. —Fue su ternura la que me salvó cuando estaba perdido—. Mi novio es el guitarrista más genial del universo.
—Lamento que hayas tenido que pasar por eso. —Aunque yo le musité aquello él me acarició para consolarme. Él era esta clase de persona—. Yo... —Lo amaba.
—No pongas esa cara, ya no me afecta. —Lo abracé con fuerza, sabiendo que eso era mentira, sino le doliese no estaría a punto de llorar—. ¿Ash? —Me hundí en el hueco entre su cuello y su hombro, ese lugar especial al que yo había decidido llamar hogar.
—Yo jamás te trataré de esa manera, me has hecho la persona más feliz del mundo durante estos seis meses. —¿No eran curiosos los seres humanos? Hacían promesas como si fuesen irrevocables—. Incluso antes de ser pareja, tú me salvaste. —Se aferraban a un final cuando era imposible. Sus palmas terminaron de acunarme, mis lentes se estrellaron contra su clavícula, las ofertas quedaron en el suelo.
—Yo debería decirte eso. —Nos mantuvimos ajenos a la realidad—. Sino te hubiese conocido habría renunciado al salto de pértiga. —Él no me dejó reventar nuestra burbuja de romance—. Lo amo pero el cambio de entrenador me hizo sentir tan mal, yo solo... —Él no supo terminar esa confesión—. Gracias. —Pero lo hizo.
—Iré a verte a la final con un cartel aún más grande. —Que él se volviese a reír fue lo único que me importó—. Dibujaré el Nori Nori más horrendo que hayas visto, los demás competidores se espantarán, ganarás por default.
—¡Oye! —Él me golpeó antes de apartarse—. Nori Nori no es feo, tú me regalaste uno.
—¿Todavía tienes ese peluche? —La vergüenza no le permitió elevar el mentón.
—Igual que tu chaqueta y tu gorra. —Ahora era yo el apenado. Porque maldición, estar enamorado era como ser azotado por un constante huracán, me construía para ser piezas, era un mosaico pero el arte era abstracto.
—Eiji... —La música cambió, solo cuando volví a enfocar mi atención en el espejo entendí la clase de expresión que esbozaba cuando se trataba de este chico: de ojos grandes, mejillas sonrosadas y cejas temblorosas—. ¿Siempre has competido contra ese tal Mizuno? —Sus cabellos me cosquillearon debajo de la nariz.
—Desde que me convertí en el Fly boy. —Él se alzó en la punta de sus pies para llegar a mi altura—. A la gente le gusta hablar de nosotros como si fuésemos rivales pero ni siquiera hemos entablado una conversación, supongo que es tonto sentirse presionado por esto. —No lo logró.
—No lo es. —Grabé círculos en su espalda en una oda para la serenidad—. Amas el salto de pértiga, por eso te importa tanto. —Besé la inseguridad desde la punta de su nariz hasta el borde de sus pestañas—. Deja de menospreciarlo. —Atesoré sus retazos sabiendo que los míos eran un cataclismo.
—Te has vuelto sabio. —Él ahogó una risa contra mi cuello, la estática fue abrumadora—. ¿Ahora quién se comporta como anciano?
—Tú. —Le besé la frente—. Solo los viejos se abrigan tanto.
—¡Lo dice quien está usando una chaqueta de cuero! —Él me lo devolvió.
—Es por si te da frío en el cine, para que te la pueda prestar. —Ese rubor me concibió la victoria—. Es nuestro aniversario de seis meses, quiero ser tu galán. —Así supe que el legendario encanto del lince de Nueva York había superado los consejos amateurs de mi mejor amigo.
Amarlo fue tambalearse alrededor de un punto suspensivo.
Entramos a una película al azar, siguiendo las instrucciones de Shorter nos acomodamos en la última fila, las burbujas de la Coca-Cola entremezcladas con el dulzor de las palomitas me mantuvieron expectante, habían pocas personas en la función, las luces no tardaron en bajar para anunciar los infomerciales, aunque la butaca era compartida nuestra cercanía era abismal. El fulgor que desprendieron esos ojos de ciervo durante la trama fue una oda para la magia de Nueva York. Suspiré, hundiéndome en el respaldo de cuerina mientras me atragantaba con las botanas. La cólera me seguía hirviendo en las venas por culpa de Frederick Arthur, él tuvo la oportunidad de acunarlo durante las tormentas pero quebró su paraguas. Era frustrante. No me debería de afectar, sin embargo, él se apareció en la competencia mientras mi novio saltaba. ¿Para qué lo buscaba? Me atoré con refresco. Era indignante escuchar que el imbécil se avergonzase de tan maravilloso resplandor. Me froté el ceño con violencia. Tenía miedo de estar haciendo lo mismo con mi familia. Más que closet parecía encerrado en un ataúd. ¿Cuál era el punto? Estaba aterrorizado de estarme equivocando.
—¿Estás aburrido? —Pero apenas lo miré la confusión se evaporó en un memorándum—. No pareces estarle prestando mucha atención a la trama. —Sus labios se hallaban repletos de caramelo, su sonrojo era tentación, nuestros dedos se habían entrelazado encima de las palomitas, su perfume me tenía embriagado.
—Estaba pensando en otra cosa. —Sus pestañas proyectaron una sombra infinita en sus mofletes, la respiración me calcinó dentro de aquella solitaria habitación, el estrépito de mis latidos se me agolpó en las orejas, me incliné—. Tienes un poco de mantequilla aquí. —Lo repasé con mi pulgar, engatusado. Él perdió el aliento, la expectación fue implacable.
—¿Ya salió? —Me llevé el caramelo hacia la boca para lamerlo, el sabor fue obscenidad derretida.
—Sí. —Ninguno estaba viendo la película bajo semejante tensión, las luces danzaron en su rostro con una polifonía de matices, él era precioso—. ¿Ha sido una buena cita? —Mis zapatillas se removieron contra la alfombra cuando él me sonrió.
—El mejor aniversario que he tenido. —Él se encogió de hombros—. El único en realidad. —Le acaricié la nuca, los fuegos artificiales se reventaron en el aire.
—¿Me estás tratando de quitar crédito, onii-chan? —La tráquea se me llenó de rosas, me incliné, impaciente—. Es una terrible costumbre. —Fui tan vulnerable ante esa clase de mirada, esa que me decía lo mucho que yo le fascinaba.
—Ash... —Él tiritó cuando le acaricié el muslo, la consternación en sus pupilas me pareció adorable, toda adicción resultaba letal, lo sabía—. Estás demasiado cerca. —Sin embargo, estaba dispuesto a perecer en ella. Él me encantaba. Repasé su arete con suavidad.
—¿Te molesta? —La oscuridad nos emborrachó, la película pasó a irrelevante—. ¿Quieres que me detenga? —El bote de palomitas terminó en el suelo, él enredó sus dedos entre mis cabellos antes de acercarse.
—No. —Él me acarició el cuello como si fuese inocente—. Me gusta. —Pero era este implacable conejito quien me había cazado.
—¿Me estás tratando de coquetear? —Los diálogos de los protagonistas se perdieron bajo nuestros suspiros—. ¿Qué diría Ibe si viese a su hija virgen de esta manera? —Él rodó los ojos antes de reírse contra mi pecho. Mis latidos se escucharon a través de la pantalla, no me importó, quería su atención.
—Cállate o te terminaré acusando a Max. —Él se mordió el labio, el cuadro fue un poema de impudicia—. ¿Está bien que hagamos esto acá? —Alcé mi mentón para poder contemplar las demás butacas, casi no había nadie despierto, daba igual.
—No creo que lo noten. —La cuerina chirrió, lo acomodé contra el soporte de plástico, las bebidas se derramaron hacia el otro asiento.
—Tienes razón. —Él me siguió el juego—. No creo que lo hagan. —Eso me fascinaba.
Nuestras lenguas se enredaron en un descarado vaivén, mis palmas se convirtieron en fuego encima de su piel, me colé debajo de su suéter, él ahogó un jadeo cuando me atreví a explorar desde su espalda hacia su pecho, esta era una adicción mortífera, él hundió sus yemas en mis cabellos, la estridencia de nuestros latidos fue desvergonzada, la pasión en nuestras caricias fue irreal. Solo cuando acabamos recostados en la corrida de asientos comprendí por qué me recomendaron las últimas butacas. Los roces fueron peligrosos e implacables, él delineó mis hombros mientras me dejaba hacer lo que quisiese con su cordura. La adrenalina me chispeó en el corazón, era extraño que tocar a otro hombre se sintiese tan bien, sin embargo, si él me miraba completamente ruborizado, con los ojos brillantes por el deseo y la boca hinchada por el placer, me era imposible de resistir. Aún lo trataba de comprender, tal vez la única persona que me podía gustar era Eiji Okumura. ¿Importaba? Con él debajo en la confidencialidad de una película no lo hizo.
—¿Deberíamos llegar más lejos? —Su suéter se encontraba alzado hasta su pecho, mi chaqueta se había caído encima de las palomitas mojadas por el refresco, mis rodillas estaban alrededor de sus caderas. Tan sensual.
—¿A-Acá? —Pero él estaba escondido gracias a los respaldos de las demás corridas, me incliné para poder delinear su cintura, la electricidad se deslizó bajo mis yemas como si fuese terciopelo, esto era peligroso—. Pero necesitamos preparativos para eso, Ash. —Amaba la manera en que se mordía los labios, era casi una invitación para pecar.
—¿Preparativos? —Él se cubrió con el antebrazo, apenado, sus muslos se crisparon entre mis caderas, un jadeo se ahogó en su garganta cuando le besé el cuello—. ¿Para qué?
—Yut me lo enseñó. —La excitación hizo que la cuerina chirriase, traté de apartarme, sin embargo, él estaba calentito, esto se sentía demasiado bien—. Necesitamos comprar algún enema o algo. —¿A quién engañaba? Me había vuelto la clase de hombre que aborrecía, no podía quitarle las manos de encima, no era capaz de dejarlo de anhelar. Enamorarse era peor que estar drogado.
—¿Qué? —Me tuve que aferrar al forro de tela para no caer—. ¿Para qué necesitas eso? No lo entiendo. —Me agaché antes de ser visto por los demás espectadores.
—Oh, lo siento. —Mi mano se deslizó sobre su pecho desnudo, un agitado palpitar fue la sinfonía que me recibió—. ¿Tú quieres ir abajo? Solo estaba asumiendo que yo sería el pasivo pero no tengo problemas con la versatilidad. —Y de repente dejé de funcionar.
—¿De qué estás hablando? —Él enrojeció hasta las orejas, éramos un desastre.
—¿No dijiste que querías ir más lejos? —Asentí, atontado—. ¿Entonces...? —Él trató de acomodarse el suéter, no obstante, estaba tiritando.
—Me refería a besos franceses. —Él se cubrió la cara con las palmas, anonadado—. Me he estado conteniendo durante estos meses porque no te quería asustar. —Haber estado leyendo hentai con Shorter antes de venir no ayudó, según las leyes de los mangas no era un beso delicioso sin un abundante hilo de saliva colgando—. ¿De qué estabas hablando tú?
—Bueno... —Solo en ese apenado mohín pude procesar lo que acababa de ocurrir—. Ya sabes, cuando una abejita y una florcita están enamoradas, descargan su amor en una intensa polinización. —Perdí el aliento, ¡él estaba hablando de sexo!, el calor no tuvo piedad.
—¿Tú quieres hacerlo...? —Me apunté, atontado—. ¿Conmigo? —Mi cerebro ya no estaba funcionando.
—¡Claro que sí! —No nos pudimos mirar por culpa de la vergüenza—. Eres mi novio, es normal que lo haya pensado. —Me caí de la butaca para quedar embarrado por el refresco, las palomitas se me pegaron hasta en los calzoncillos, las quejas de los demás espectadores fueron molestas.
—Supongo que tienes razón. —Mi risa desquiciada no ayudó a disimular. Esto era terrible, debía mantenerme cool, yo era un rompecorazones, no un virgen tartamudo. Había estudiado bastante hentai—. Pero quiero que nuestra primera vez sea especial. —¡Grandioso! No pude sonar más cursi que eso. Adiós a la fachada de James Dean.
—Lamento el malentendido, Yut me ha estado hablando de cosas extrañas. —Ambos carcajeamos al ver lo patéticos que lucíamos, él no tardó en acomodarse la ropa antes de ayudarme para que me pudiese limpiar. Su sonrisa fue mortificante, el escalofrío inefable.
—¿Me deseas, onii-chan? —Él infló sus mofletes antes de tensar el ceño, volver a mi asiento se profesó irreal—. ¿Has tenido pensamientos sucios conmigo? —Él se cubrió la oreja luego de ese susurro, su aliento se impregnó a cada poro de mi piel. Fue embriagador y adictivo.
—¿No deberías concentrarte en cosas más importantes? Como la batalla de bandas por ejemplo. —Aunque se escudó detrás de la indignación nuestras manos seguían entrelazadas. Quería acunarlo por siempre. El ambiente se tornó ligero, la codicia me poseyó.
—De hecho he estado pensando en lo que me dijiste sobre la universidad. —Él me quitó una palomita de la cabeza, divertido. El caramelo se le derritió en la boca, él tenía sabor a azúcar.
—¿Y?
—Creo que me cambiaré de carrera, siento que la música es lo mío, me gusta el béisbol pero no es lo mismo. —Aunque aborrecía que los demás vislumbrasen a través de mi fachada, mi alma era de una hilarante claridad cuando se trataba de él. Porque mientras esos grandes ojos cafés me contemplasen con esta desmesurada ternura y él me sonriese en una vanagloria para la incondicionalidad—. ¿Es tonto?
—No lo es. —No me importaba exponerme—. Creo que es una maravillosa idea, Ash. —Él coloreó una galaxia de besitos desde mi nariz hacia mis mejillas—. Me siento orgulloso de que hayas tomado esa decisión. —Fue extraño recibir esa clase de palabras, fue la primera vez.
—G-Gracias... —Era imprudente anhelar la libertad con las alas cortadas, no obstante, estaba tratando de reconstruirlas con plumas marchitas. Y era aterrador, el menosprecio me había dejado convaleciente pero acá estaba, dispuesto a saltar con los ojos cerrados y los brazos abiertos solo por él—. La película no era tan aburrida. —Él presionó sus párpados antes de que su nuca descansase encima de mi hombro.
—No lo era. —Yo lo rodeé tras un bostezo fingido—. Te amo, Ash. —Él me hizo sentir como si fuese el hombre más genial en la faz de la tierra.
—Y yo a ti. —Y yo le creí.
Anhelarlo fue el apogeo donde una rosa desvigoriza clamó por el sol.
El resto de la cita se perdió entre risas, comida chatarra y tonterías. Nos tomamos fotografías como si pudiésemos inmortalizar la felicidad, derrochamos dinero olvidando la precariedad estudiantil y nos permitimos soñar con un final destinado. Cuando las luces del centro comercial se empezaron a apagar decidí llevarlo de regreso a los dormitorios, él apoyó su cabeza encima de mi hombro durante el viaje en motocicleta, la salada brisa invernal se perdió bajo tan exquisita esencia. Su risa fue estridente pero melancólica, era la melodía que se había convertido en mi realidad. Permití que la electricidad me acunase en aquel viaje, lo protegí del gélido con esa chaqueta manchada de refresco y repleta de palomitas. Hubo una extraña exaltación atrapada en mi alma.
—Ash... —Nuestra cercanía frente al complejo universitario redujo al frío a cuatro palabras—. ¿Te gusta Nueva York? —Él se había enredado a mi brazo, era tan pequeño que me cabía en el corazón.
—Claro que sí. —La incredulidad fue curiosa—. ¿Por qué lo preguntas? —Los primeros postes de luz ya estaban alumbrando los dormitorios, pronto pasaría el asesor, él debía marcharse.
—Porque nunca te había escuchado decirlo directamente. —Sus manos juguetearon en los bordes de mi chaqueta, las mangas le quedaban largas, la Coca-Cola había dejado un aroma insoportable, aún así la imagen fue perfecta—. ¿Eres feliz con esto? Sé que no querías salir de Cape Cod ni aceptar la beca, entonces me lo he estado preguntando. —Y me pareció ridícula aquella inseguridad.
—Eiji Okumura. —Porque solo empecé a vivir cuando él me despertó—. Nunca he sido tan feliz como ahora. —Él me conquistó con una sola sonrisa.
—Me alegra. —Él se alzó en la punta de sus pies para robarme la respiración con un simple beso en la mejilla—. Eso es lo único que me importa. —Por muy transparente que él fuese a veces era un enigma. Eso me encantaba. Me tuve que apoyar contra la motocicleta para no caer—. Descansa.
—¡Trata de no tener sueños sucios conmigo, onii-chan!
—¡Ash! ¡Tú compraste el delantal! —Él no tuvo que voltearse para manifestarme su enfado, sus puños tensos fueron suficientes para concederme la victoria—. ¡Eres malo!
—Pero de todas maneras me has soportado por seis meses— Y esa verdad era maravillosa.
Alcanzarlo fue el alba para colorear el dolor.
Regresé completamente borracho de amor. Me dirigí directamente al suelo, era como si el alcohol hubiese servido su recorrido para dirigirse hacia mi piel, dejándome tonto y a oscuras. Tenía un temblor en mis piernas sacudiendo los pensamientos en mi cabeza. ¿Pero quién había puesto estas olas en la puerta? Me rompí y me derramé apenas entré al apartamento. Pero era el señor amante y extrañaba a mi amante, hombre. Era patético pensar que nos habíamos separado hace unos minutos. Las luces seguían encendidas, Max tenía un desastre de folios repartido desde la mesa hasta el piso, él estaba dormitando en el sillón con una manta encima de los hombros, rodé los ojos, era todo un vejestorio, no debería esperarme despierto sino tenía la capacidad para hacerlo. Esto era extraño. Por mucho que me ausentase mi papá jamás me había conferido esta clase de preocupación. ¿Qué quería este sujeto? ¿Me cuidaba por lástima?
No la necesitaba.
—Oye anciano, te vas a resfriar si te duermes aquí. —Los lentes se le deslizaron hacia la nariz tras un lento parpadeo, un bostezo perezoso retumbó por el apartamento bajo el goteo del lavaplatos.
—¿Cómo estuvo tu cita con Eiji? —Los huesos le tronaron cuando se estiró, me acomodé a su lado por mero cansancio.
—Bien. —El sabor de sus besos seguía impregnado a mi cordura—. Hoy cumplimos seis meses de novios. —La ternura en su expresión me sofocó, quise retroceder, sin embargo, ya estaba contra la orilla. El tenue bamboleo de la lámpara me mareó, era una noche fantasiosa. Tuve una salida bonita.
—Solo por eso esperaré hasta mañana para regañarte por salir en motocicleta. —Chasqueé la lengua, hundiéndome en los cojines con una rigidez violenta—. No me mires así, tienes suerte de que no te haya acusado con tu hermano. —Era verdad, al exagerado le daría un ataque de pánico si se enteraba.
—Te debo una.
—Claro que lo haces. —Él se quitó las gafas para frotarse el entrecejo—. Por cierto, llamó tu director mientras estabas afuera. —La realidad me alcanzó—. Dijo que no se había podido comunicar contigo. —Los puños se me contrajeron hacia los muslos, tirité. Fue estúpido pensar que bloquearlo sería una solución efectiva, yo era de su propiedad.
—¿Qué quería? —Contuve una arcada, todo apestaba a Old Spice.
—Avisarte que habrá otra reunión para los becados durante la siguiente semana, felicidades. —De repente quise llorar, porque esto era más doloroso que desagradable—. Y que ya te había pagado por tu trabajo, no sabía que eras tan proactivo. —Sonreí pero estaba quebrado. No me debería importar, no había pasado nada. Solo me tocó un poco, no era una chica para sentirme violentada.
—Oye... —Estaba bien, solo me pediría que lo tocase en la siguiente reunión, ya me lo advirtió, masturbar a otro hombre sería pan comido. Temblé, enfermo—. ¿Tú amas a Michael? —Estaba pálido, la cabeza me punzaba, no estaba pensando.
—¿Qué? —Me golpeé la frente. ¡Claro que lo adoraba! El sujeto pasaba balbuceando sobre su preciada familia.
—No es nada. — No todos los papás eran una mierda, lo había olvidado.
Sonreí, ido. Dino Golzine me había pagado, lo correcto sería venderme durante una noche para asegurarme de que mi novio estuviese bien, los chicos contaban con ese dinero para la banda. Era un hombre, ¡maldición! No me podía afectar. Pero lo recordaba a la perfección amoldándose en mi cintura y me sentía enfermo. Tan sucio. Jim Callenreese tenía razón, mi cara de puta seducía a los demás.
Era mi culpa.
—¿Ash? —Le daría asco a mi hermano si se enteraba de esto—. Chico, te ves pálido. —Mi Eiji...
Él jamás podía saber que su novio era una especie de prostituto.
Me odiaría.
¡Claro que lo haría!
—¿Ash? —Me abracé a mí mismo, pequeño, herido.
—Solo estoy cansado, viejo. —Ni siquiera lo pude mirar, las lágrimas se agolparon en mis mejillas para caer por mi mentón—. La película estuvo muy triste. —No pude reaccionar antes de que él me acercase para abrazarme. Pero no lo merecía, me iba a vender la otra semana, lo contaminaría, no podía. Su aliento contra mi cuello, ese asqueroso aroma a desodorante, sus palmas en mis caderas. Alto, por favor. No quería. Era un hombre, no me debería importar.
—¿Me quieres contar? —Negué, escondiéndome contra su pecho, sediento por una mísera muestra de afecto paternal. El sollozo fue descorazonado, lo dejaría lleno de mocos, él me mandaría de regreso a Cape Cod si lo molestaba, ¡que tonto era!
—Lo siento. —Pero él no me apartó, me estaba hiperventilando, respirar fue violento.
—Trata de calmarte conmigo. —Él me acarició el cabello con una gentileza cruda—. Pareces estar sufriendo de un ataque de pánico. —Las piernas se me contrajeron hacia el sillón, el llanto me escurrió por la boca. Esta era la vida real, esto pasaría, ninguna súplica lo detendría. ¿Para qué seguirme haciendo el idiota?
—Lo lamento. —Me tendría que acostar con Dino Golzine, eso era lo que quería, ¿no? Esa era la manera de mantenerlos a salvo. Las lágrimas corrieron pero estaba vacío. Le debía abrir las piernas si me pagaba, esas fueron las cariñosas enseñanzas de papá, era apenas un niño cuando él trató...Me aferré a la camisa de Max. Tenía miedo, mucho miedo.
—No te sientas presionado con tu beca, tu hermano tiene para pagarte el semestre, ha estado ahorrando. —Estoy aterrado, por favor ayuda. Sin embargo, mi voz no salió, porque si lo decía mi suegro peligraría y el sueño de Fish Bone se apagaría. No podía. Me arañé la tráquea, asfixiado—. Yo también tengo algo de dinero extra.
—¿Por qué me darías eso? Solo soy un desconocido. —Él pareció genuinamente desconcertado por mi reacción. Me estaba hundiendo, extendí la palma hacia la superficie. ¿Dónde estaba mi orilla? Estabilizarme fue imposible, él me tocaría, él me encontraría. A los hombres esto no les pasaba. Maricón, cobarde, puta. Lloré más fuerte. Mierda, era débil. No quería.
—Ash... —Él me apartó, me aferré con fuerza, que por favor no me abandonase—. No somos desconocidos, eres valioso para mí. —No pude entender esas palabras cuando ni siquiera mi papá me amaba. El llanto no tuvo perdón.
—¿Tú...? —¿Por qué personas tan buenas se fijaban en un problemático?—. No puedes creer eso. —No era la gran cosa, solo sería un acostón y ya. Quise vomitar.
—Claro que sí, soy un papá orgulloso de su hijo sabelotodo, hasta fui a tu reunión en la universidad, ¿verdad? —No lo merecía. Esto era jodidamente humillante, perder la cabeza por algo tan infantil, era un adulto—. Michael te considera su hermano mayor. —Debía juntar mi mierda. Me sacrificaba porque los amaba. Ja. No era la gran cosa, ¡podía hacerlo!
—Supongo que sí. —Sus palmas se paralizaron encima de mis hombros.
—¿Me vas a decir lo que está mal?
—No puedo. —No quise leer la expresión que me devolvió—. Estoy asustado. —Bajé el mentón, sabiendo que era patético—. Debe ser asqueroso escuchar esto de un hombre, soy un cobarde.
—¿Quién te dijo que los hombres no estaban asustados? —No quise responder aquello, me limité a presionar los párpados para contener la pena—. Ash...
—Es una tontería, perdón. —Pero él me volvió a acunar contra su pecho antes de acariciarme la espalda, fue agradable, casi dulce.
—No lo es, si estás asustado deberías pedir ayuda para confrontarlo. —Ni siquiera había imaginado esa posibilidad, salté ante tan paternales caricias, no fui capaz de elevar mi mentón, esto era degradante—. Todavía eres un niño, no lo olvides. —Aun así dejé que él me consolara como si le pudiese poner un alto a la realidad.
Enamorarse fue perder el corazón en una tormenta de flores ciegas.
Algunas cosas chiquititas que aclarar, por muy obvio que nos parezcan ciertas situaciones para alguien que creció en un entorno tan diferente y rigido, no lo son. Y por muy adulto que uno sea, a fin de cuentas la base de tanto los mecanismos de funcionamiento como la manera en que se entienden las relaciones interpersonales se da en la infancia, así no es tan sencillo de cambiar. Otro punto, no existe abuso explicito en este fic, no se preocupen por eso, soy una masita que quiere verlos felices, no se me angustien.
Muchas gracias a quien se tomó el tiempo para leer. ¡Cuidense!
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