10
Indiferente a su entorno Toji parecía agradecer que pará los ojos del público ambos pasaban totalmente desapercibidos, como si fueran solo 2 hormigas en toda una multitud de personas moviéndose en busca de objetivo. Ocultando en el proceso que básicamente era un inexperto en el área: Una feria debido a la festividad que se celebra y cuyo nombre ya olvidó.
Ladeando la cabeza quiso ignorar el tema, mirando en dirección a dónde su hijo juntos sus 2 compañeros estaban presentes, bandole el primer mordisco al dulce de fruta bañado en almíbar que había estado ignorando desde que Satoru se lo entregó. Haciendo sonar el crujido del azúcar al primer mordisco.
— Ya te habías tardado en probarlo. ¿Está rico? Porque vaya que has estado callado. — De manera lenta miró al albino. Los 2 al igual que todos allí llevaban kimonos y obis parecidos. Para esta ocasión Satoru dejó la venda en su cuello y no en sus ojos.
— Sólo estoy esperando a ver una maldición cerca. — Se excuso. Aunque Gojo no se su vista. Lo cual no le molestaba.
— ¿Y que le ves de divertido a apostar en carreras de caballos? Porque siento que si hubiera una aquí estarías interesado. — Entre dientes Toji río por lo bajo, Satoru mantenía una expresión empalagosamente inocente para sus claras intenciones de molestarme la existencia un rato.
— Eso no lo hago hace bastante. Aunque apostar no suena mala idea, siempre hay adrenalina en el azar. ¿Habrá una atracción así por acá? — Manteniendo su sonrisa orgullosa, miro por todo el lugar terminando de masticar el dulce que tenía.
Cuando se dió cuenta Satoru tomó su mano. Acariciando el dorso mientras se dejaba guiar por él.
— Creo que es correcto asumir que nunca has venido por ninguna festividad.
— No tenía tiempo para eso. Y asumo que tú tampoco.
— En la infancia no, en la adolescencia si. A pesar de qué nuestras crianzas fueron totalmente diferentes, parece que ambas coincidieron en habernos privado de cualquier cosa más común. — Uno por decisión propia y el otro más una obligación que aceptó de todas maneras.
— El pecado de hacer en los grandes clanes supongo. Al menos contigo no tengo el miedo de que mueras por mí cuenta. — Sin pensarlo lo dijo. En toda la caminata no había dejado de acariciar la mano de Satoru. Alertando a este. — Irónico que el mocoso tan arrogante, prepotente, orgulloso, insoportable y puedo seguir. Me hubiera terminado amarrando como lo hizo. — Rio, no una risa enérgica. Más bien, un quejido que parecía guardar un sentimiento desolador.
— Que lindo amor me tienes… — Por unos segundos guardó silencio mirando fijamente al contrario. — ¿Te afectó algo la comida? Estás algo raro.
— Digamos que es melancolía. Las únicas veces que estuve en estás cosas fue con la madre de Megumi.
— Aún existen cosas que sanar. Y no creo que yo pueda darte mejores recuerdos que los de ella. — Dijo como si no le importará. Siendo hasta pesimista.
— Si lo has hecho, demonio blanco.
— Vaya que es fuerte ese golpe de melancolía. Son pocas las veces que eres tan dulce con tus sentimientos.
— ¿Y por qué no puedo serlo? No conseguiste a muchas solo con este monumento muscular. — Se jacto. Mirándose a los ojos se acercaron para darse un corto beso.
— Suerte que la tela cubre mucho de ese "monumento" o yo te hubiera dado unos buenos mordiscos— Bromeo cerca de sus labios. No le tomó mucho convencer a Toji de seguirlo a unas atracciones, aprovechando bastante de su fuerza y la vista que él poseía para algunos. O mejor dicho, la gran mayoría.
— Cuida no desgastar esos hermosos ojos tuyos. — Coqueteando tomó uno de los premios y se lo puso en el cuello a Satoru.
— No te preocupes por eso Papiguro. — Socorronamente digo. — Y ya que nos divertimos. Sígueme.
Aunque arqueo las cejas confundido aceptó. El peli blanco de ojos azules camino hasta una florería, comprando 2 coronas hechas con diferentes flores, una roja y una blanca.
— Dicen que en esta época del año es normal sentir almas, y las coronas de flores son un regalo muy común para los amados fallecidos. ¿Buscamos a Megumi y vamos a verla?
— Creo que Megumi nada recuerda de ella. Tal vez no sería tan mala idea. — Tomó la corona hecha con flores blancas mientras Satoru ponía la que tenía flores rojas sobre su cabeza.
— Lo buscaré entonces.
— No. Mejor déjalo seguir con sus amigos, vamos nosotros primero y cuando toque volver a casa vamos otra vez al cementerio, creó que recuerdo bien dónde estaba.
Y así hicieron. En el regreso se les fue vendido un pequeño altar decorativo con él fin de recordar a los fallecidos, necesitando sólo de una foto. Toji dudo mucho, bastante era decir poco sobre si comprarlo pero Gojo se le adelantó. Entregándoloselo para el claro usó que tenía en mente.
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