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Causa de muerte: Varios disparos a quema ropa. No se han encontrado familiares del fallecido, más allá del hijo que dejó huérfano. Se espera la reclamación del menor.
— Megumi… — Su alma en pena, encadenada a la tierra por cada pecado que cometió no hacía más que sufrir en silencio, sentado en su tumba. Espero la muerte como la conocía, la pérdida de toda conciencia de la existencia al dejar de respirar, pero no fue así, sintió un fuerte entumecimiento y al abrir los ojos sentía algo similar cuando tú corazón salta de un fuerte susto, viéndose a él en una camilla y a los cercanos hablando de Megumi.
Lamentándose por eso, su hijo, lo único que podía llamar una bendición en su vida miserable. Solo le alcanzó la fuerza para buscarlo, seguirlo hasta que fue llevado a un orfanato y allí, lamentarse.
— Tal vez fue lo mejor ¿No? — De noche, se acercó a la cama donde su hijo descansaba, arrodillándose frente a él. — No soy un buen padre, tengo mi pasado lleno de manchas, y todo intento de reivindicar mi vida no funciono. — Sollozó. — Por favor, sé buen chico. Que la familia que te adopte, te ofrezca lo que yo no pude…
Su hijo, solo, sin madre y sin padre ahora, y él, muerto, sin el descansó eterno que tanto se le inculcó de pequeño, solo allí, sufriendo en lo que parecía una eternidad. Un alma sin cuerpo, un alma muerta por fuera y por dentro, sin ganas de moverse. Melancólica en su tumba.
Cada recuerdo de su infancia, o mejor dicho de su vida, pasaba por su mente de forma bastante lenta. Sonriendo de forma dura, hasta que suspiro.
Y ella… Ni en el más allá podría verla por lo que entendía. Su esposa debería estar ya en el cielo si no es que en otra vida, ni la muerte podía ser piadosa con él, dejándolo en la tierra mientras su alma sufría el dolor de sus últimos recuerdos de vida.
Una vez pudo asegurar la seguridad de su hijo. Toji camino sin rumbo, terminando por volver al cementerio donde estaba clavada su su tumba, y sin opciones, simplemente se sentó allí. Tardó al cabo de unas horas en base cuánta de algo que rápidamente pasó completamente por alto, los que eran capaces de verlo y estaban en su mismo estado, muchos más muertos que se quedaban en la tierra como él, sus almas terminaban vagando sin rumbo o se encontraban con conocidos. ¿Que les alentaba a moverse fuera de sus tumbas hacia el exterior? Él solo quería saber qué habrá hecho en alguna vida pasada para sufrir tanto en esta.
Suspiro nuevamente. Cómo estatua quieta en su tumba, deseando por su hijo en sus últimas esperanzas. Hasta que perdió la noción del tiempo. Hundido en su melancolía.
— Mira. — Una voz bastante fuerte lo sacó de su ensoñación, notando como un mapache a fuerzas se acomodaba bajo sus ojos, empezando a moverse de forma errática, bailando prácticamente.
— ¿Qué mierda? — Exclamó. Al levantar su mirada un hombre de cabello blanco parecía cosas de verlo, notando que claramente era un muerto como el.
Allí cayó en cuenta, que él tomó un mapache que estaba sobre un árbol, lo siguiente que pasó fue para sorpresa de Toji, haciéndolo bailar sin la necesidad de tocarlo. Hasta soltarlo, el pobre animal miró a cada lado como si estuviera contando la razón de su comportamiento hasta que el hambre fue su instinto principal.
— ¿Te gusta? Un alma más veterana en el arte de ser un espíritu me enseñó esto. — Un gusto. — Toji arqueo las cejas, debía estar este hombre muerto también o si no, no sabía cómo lo podía ver. — Gojo Satoru, ¿Cuánto llevas muerto? Te llevo viendo días aquí sentando sufriendo en silencio.
— Ah, no lo sé la verdad. Preferiría que tampoco me molestes. — Declaró. Volviendo a su pose.
— Enserio eres un alma en pena. — El contrario quiso reír, solo curvando los labios en media sonrisa. — Si está en tu tumba, te llamas Toji Zennit.
— Desgraciadamente.
— ¿Muy mala vida? — Asintió con desgano. — No me puedo quejar tanto de la mía, más allá de las malas decisiones que me hicieron morir joven. Al menos, es algo divertido estar así.
— ¿Divertido en que? No puedo hacer nada más haya de ser un espectador, atado acá hasta saber cómo ir a ese cielo prometido o bajar al infierno. — Alzando el rostro se inclinó sobre la lápida, mirando fijamente al albino. — Solo estoy esperando a ir a uno o el otro.
— Ya veo… — Sus ojos concentrados en el animal, moviéndose fuera de su control, pero no sabía si lo disfrutaba o no.
— ¿Podrías lárgate y dejarme solo?
— ¿Seguro que no quieres hablar? Me llamas la atención, solamente.
— No estoy de humor para hablar. — Satoru no parecía complacido, en sus circunstancias solo lo acepto.
Pasaron otros días para que el albino nuevamente se parará junto a Toji, sentándose a su lado.
— ¿Cómo te sientes? — Intento ser casual. Sonriendo sutil, pero su contrario seguía en su nube personal.
— Horrible. — Con desdén simplemente le dijo.
— ¿Muy solo? — No quiso contestar. — Me gustaría saber de tí un poco. ¿Es posible? — Suspirando Toji miro al albino, dudando un poco si era buena idea, pero aceptando a la final.
— Empieza diciéndome que edad tienes, pareces de buena presencia con esa ropa.
— Tenía unos 24, y la verdad no sé cómo morí.
— Parece que te atacaron por la espalda entonces ¿Un enemigo?
— Bueno, soy del tipo de persona que ama divertirse, a lo mucho dejo un par de egos pisoteados pero no espere que para tanto. — Río. — Genuinamente no recuerdo nada.
— ¿No tendrás un familiar malvado entonces? — Bromeo, el típico chiste de drama familiar digno de un Doroma.
— Desgraciadamente no, no que yo conozca al menos.
— ¿Huérfano?
— De cierta forma. Pero plata y una buena vida nunca me faltaron, heredé ciertas cualidades.
— Entonces si es una pena que murieras. Yo por mi parte recuerdo todo el día, fue pesado y su final fue la cereza del pastel. Y ahora, tengo un hijo huérfano.
— Eres padre entonces.
— Y uno bastante complicado. Mi vida nunca fue fácil.
— ¿Cómo así?
— De manera súper resumida ya que prefiero no darte tantos detalles. Mi familia siempre fue complicada, era su "basura favorita" en la adolescencia tuve un historial delictivo con tal de salir de allí y hacer mi propia vida. Y cuando conocí a alguien que me dió esa felicidad pues… murió poco después de que nuestro hijo nació, y ahora, él está solo.
— Que asco. La verdad lo lamento, diría que la vida sigue pero, estamos muertos.
— Tal vez para mí hijo fue lo mejor. — Apoyó el rostro en su mano.
Ninguno de los 2 sabía porque estaban como estaban, nadie lo sabía a decir verdad. Era un misterio que llevaba un alma a estar en la tierra antes de ser llevada "al camino correcto" Pero con el tiempo Toji se abrió a su modo con Gojo, empezando a conversar más y más cada que podían.
— Recuérdame porque acepté esto. — Caminando por las calles en la noche, Toji había aceptando salir de su tumba acompañando a Gojo. — No podemos comer, no podemos beber, no podemos hacer nada que normalmente haríamos. — Sentenció viendo el camino que tomaban. Le parecía hasta molesta la idea.
— Hay bastante que podemos observar y apreciar, también te viene bien dejar esa tumba por un rato. — Toji pensaba lo empalagoso que era por momentos, pero no le terminaba de desagradar eso. Perdiéndose en sus pensamientos mientras miraba al contrario caminar frente a él, dejándose detallarlo como antes no había hecho.
— "Es lindo a su forma. Se me olvidaba lo atractivo de los hombres" — La última vez que se dejó llevar por el encanto de uno fue cuando tenía 16, pero no duró bastante.
Ese fue el inicio del final, dónde se dejó guiar por la mano de Gojo cada que este lo quisiera. Hasta que cuando se dió cuenta estaba siempre con él. El tiempo casi que perdió su significado porque dejó de sentirlo como cuando estaba vivo, solo sabía que pasaba al ver el día y la noche.
— Sabes Satoru, si aún estuviéramos vivos. Creo que te pediría una noche juntos. — Como si no fuera la gran cosa, comentó, sentado en su lugar con su compañero al lado.
— ¿Solo una noche? No hubiera sonado mal. Me gusta la carne madura. — Río. Toji le imitó.
Cerrando los ojos ambos tomaron sus manos. Envolviendo sus dedos con los del otro. Antes de seguir su camino.
— ¿Podemos ir a bailar está noche? No será lo mismo como vivos pero, me parece mejor que quedarnos con las ganas.
— Me encantaría. Pero, no sé si encontraremos un lugar donde haya música.
— No me importa a decir verdad.
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De pequeño había tenido el sueño donde él y otro hombre, estaban bailando tranquilamente bajo la lluvia, sin importar nada ni nadie, no parecía haber gente a su alrededor ni nada parecido a una molestia, solo recordaba a ese hombre, la lluvia, el viento y las hojas a su alrededor, un recuerdo curioso que nunca le encontró significado pero que para él lo que le traía un sentimiento que sentía como valioso.
Lamentablemente como pasa siempre con los recuerdos de la infancia a medida que uno crece se van perdiendo hasta no quedar rastro alguno, pero en esta ocasión era un sueño que unía 2 personas y la vida fue más generosa que la anterior.
En ese momento los 2 hombres dormían plácidamente juntos, abrazados y a medio vestir. Inconscientes de cómo se conocieron en realidad, pero felices de tenerse el uno al otro.
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