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🌿 Día 0;29 Champagne

El metal chocaba uno con otro, sin dejar que la comida bien preparada –seguramente por un chef profesional– tocara una sola partícula del delicado mantel que cubría la mesa.

Esto era prácticamente un arte entre aquellos que comen en lugares de lujo y tan costosos como estos. Agarra bien el cuchillo, el indicado, corta suave y ligeramente el trozo del filete que posee la carne más jugosa y suave que en tu miserable vida podrías probar, y corta con delicadeza antes de llevar dicho trozo de edén a tu boca. Luego limpia tu boca, incluso si te aseguraste de no dejar que la carne y la piel se toquen, debes ser cortés con los acompañantes de esta cena.

Un mesero viaja por aquí llevando nuevos platillos a los comensales, y uno viaja por allá llevando bebidas para los que no quedaron satisfechos con la primera copa. Otros empleados atienden a las personas de la entrada, para que no se agiten esperando su turno para probar los deliciosos manjares que la casa ofrece.

El siguiente comensal entra en cuanto el anterior ha terminado su cena, de pagar, y de dar las gracias por lo vivido esa noche. Este joven va solo, el hombre porta elegancia y se nota en sus facciones refinadas que podría hacer suplicar a la más bella e inalcanzable dama. Pero por fortuna o desgracia, no es lo que él quiere.

Él no está prestando atención a lo que el empleado le dice acerca de las mesas y comensales, lo único que tiene en mente es poner a prueba este lugar, antes de su reunión con el dueño mañana por la mañana. Era bueno saber si quería gastar su fortuna en invertir en un lugar, debía calificarlo del uno al mil, o hasta el millón si es necesario. No podía rebajar su patrocinio a algo sin valor y fraudulento.

Evaluaba todo de principio a fin, como si el más mínimo detalle fuera merecedor de partir un contrato en dos mitades para jamás tener que volver a hacerlo. Este chico, Dazai Osamu, no es una persona que se tome el trabajo en serio, o no tan a menudo. Pero tiene una reputación de haber acabado con más de un local de esta clase solo por detalles minúsculos, a pesar de no querer su trabajo, lo hacía bien y se le daba criticar el esfuerzo de otros –cuando él mismo apenas hacía alguno– así que su vida era de bien.

La comida que pidió llegó en el tiempo que le dijeron que llegaría, exactamente quince minutos; recién salida, bien oliente y apetitosa. Sin duda esta era la mejor parte de su trabajo.

Pero ahí notó el detalle de oro. Su bebida no ha llegado a la mesa, y debe de acompañar su comida con algo, así que son diez puntos menos.

Dispuesto a quejarse, alzó la mano para llamar a un mesero cualquiera que lo estaba atendiendo en ese momento, pero por detrás de él llegó un alguien a quien no vio, y claro está, no predijo su llegada. Esto solo ocasionó un terrible derrame de champagne sobre su cabello, traje y demás.

No sabía si culpar su propia estupidez o al tonto muchacho que le llegó por atrás. De cualquier forma, era más que evidente que su bebida llegó con retraso, segundos y fracciones de ello, pero con retraso después de todo.

El chico detrás de él palmeó ambas manos antes de que pudiera siquiera articular una oración.

—¡Traigan una toalla para este hombre! —gritó el hombre de cabello cobrizo, logrando que desde la cocina llegara un tipo más bajo, evidente que era un estudiante aún ¿Trabajador parcial? Fuese como fuese, le comenzó a frotar el cabello para quitar los restos de bebida. —¿Le ha caído en los ojos? —preguntó cordial. Osamu negó. —¿Necesita un cambio de ropa? —Osamu asintió. —Bien, síganos por aquí.

El muchacho de cabello cobrizo y el trabajador a tiempo parcial lo condujeron por detrás de la cocina, no iban a llevarlo a los baños. Ahí, había varias personas moviéndose de un lado a otro, luciendo lo más impecables posible, era admirable que aunque no supieran que estaban ante un supervisor, tuvieran la integridad de hacerlo correctamente.

—Aquí hay ropa que puede usar, díganos si no encuentra de su talla o si necesita algo más. Se puede cambiar de este lado. —el chico le dijo, llevándolo a un lugar con puerta de madera cerrada, la abrió y su inspección fue un definitivo uno de diez.

¿Estas eran las instalaciones de los empleados? Lamentable que trabajaran tan arduo en estas condiciones. ¡El dueño debe ser un tacaño en potencia!

Una charola cayó antes de que pudiera dar paso a cambiar su ropa.

—¡Oye, ¿estás bien?! —el mismo mesero que lo atendió antes fue al rescate de una jovencita, la que vendría siendo culpable por tirar toda una comida para una cena como ninguna otra.

—Sí... Chuuya-san, no es nada, solo un poco de... mareos. —le sonrió la chica castaña de forma agradable mientras él la sostenía en brazos para que se pudiera apoyar mejor y no terminara de caer al piso por completo.

—¿Tu anemia, otra vez? —se miró preocupado. Ella asintió con pena. —No pasa nada, yo cubriré tu turno, por favor llama a alguien para que te venga a recoger y puedas ir al médico.

Esto se miró raro para Dazai, pues el establecimiento de por sí parecía escasear de personal, como para que permitiera que una persona, esencial en el trabajo, se ausente. Si bien, es horario nocturno y será hora de cerrar pronto, no debería de hacer semejante cosa. Porque también debía pedir al encargado del lugar que se encargue de ello.

Pero Dazai Osamu no es un hombre que se rebaje a solo juzgar a las persona. Así que dedujo, por toda la atención que recibe y recibió, que; o es el encargado del lugar, o tiene un puesto elevado para estar dando órdenes aquí y por allá. Y dado que se dedicó a decidir el horario de los trabajadores, se inclina más por las de ser un encargado.

—Oiga, usted. —le dirigió la mirada arrugada a su persona. —¿Tiene algún problema con la vestimenta?

—Por supuesto que no. —Dazai miró el conjunto que trae en manos. Era divino.

—Entonces puede comenzar ahora a cambiarse, no puede estar en la cocina por mucho tiempo. —fue descortés como para trabajar en un lugar tan fino y prestigioso, y pareciera que se dio cuenta de ello, porque de inmediato intentó componer lo que rasgo. —Usted debería estar listo para seguir deleitando su platillo antes de que se enfríe y pierda el sabor.

A Dazai no le pudo parecer más divina la forma y gracia con la que lo encontró trabajando.

—Bueni pero, mi nombre es Dazai Osamu —el chico alzó una de sus cejas cobrizas y arrugando la otra. Ese nombre lo había escuchado directo de la boca de alguien en alguna otra ocasión. —, soy el que patrocinará este restaurante a partir de mañana. Es un gusto.

El chico se quedó inmóvil, sin saber qué decir o hacer. Su mente solo procesaba que era un cliente mal atendido ayudándolo siendo servicial en todo lo que se pudiese para mantener una reputación en su estatus con esta gente.

Cuando salió de su estupor al igual que de su turno de trabajo, Dazai pudo corroborar que era el encargado, del restaurante.

Dazai ahora mismo estaba tendiendo una estrategia que le permitiera acercarse más a él. Porque sí, su encuentro pudo no ser casualidad –ya que se encontrarían al siguiente día–, pero sí fue el ideal.

Y todo se lo debe a una sola botella de champagne vertida encima de él en el momento justo, por la persona justa.

🌿 Día 29; completo ✓

El resultado me gustó la verdad. Aunque ya quiero terminar esto lo mates posible, yo diría que sí me tomé mi tiempo para hacer este capítulo.
Gracias por leer. →■■

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