—¡Atchu! —el estornudo resonó por todo el vagón del metro, ganando miradas no tan agradables.

Pero la culpa no era suya, sino de la persona que estaba sentada a su lado, quien valga las coincidencias de la vida, fue el único que no le miró asqueado.

—Salud. —incluso dijo.

Lo quería mirar mal, tenía tantas ganas de matarlo con la mirada para que entendiera que era su culpa por llevar un excesivo rastro de perfume sobre él.

—Gracias. —se limitó a decir por mera cortesía, era obvio que no estaba agradecido por sus palabras que bien podrían ser falsas.

El chico sentado a Chuuya estaba atentando contra su nariz, la sentía congestionada por el fuerte olor y su cabeza iba en un creciente dolor por el excesivo de alcohol que esos productos ocupan.

Su mano tamborileaba sobre su pierna ansiosa. Se movía de abajo para arriba esperando algo, un chance para moverse de lugar por uno desocupado. Pero gracias a que era la hora donde todos se empiezan a mover, incluso en un fin de semana como este, el tren en el que viajaba estaba atascado de gente.

—¡Atchu! —volvió a estornudar con la misma potencia de hace unos momentos. Y la misma persona le dijo otra vez:

—Salud.

Esto parecía ser una broma de mal gusto, porque de entre toda la gente que rodeaba al chico de gargantuesca fragancia, él era el único estornudando.

—¿Es por la fragancia? —preguntó de repente el chico sentado a su lado.

Cabello castaño, y larguirucho, no era alto. Era más bien como un espaguetti con patas, era muy largo en especial de los brazos y las piernas. Tal vez incluso su tronco fuera largo.

—¿Eh? —atinó a decir por la inquietud de que el tipo le hablara primero. —Ah, sí, es mucho el perfume que traes puesto.

—Ah... —suspiró. —Eso es porque la hermana de un amigo se enfadó conmigo y me arrojó todo su envase de perfume. —una sonrisa avergonzada se dibujó en su rostro. —Eso fue hace dos días.

Chuuya lo miró impresionado por lo gracioso que llegaba a resultar su situación. Y empezó a reír sin tapujos.

—¿Qué hiciste para que alguien se enojara así contigo? —siguió riendo. —Dices que fue hace dos días pero sigues oliendo tan fuerte como si fuera el primero.

—Eso es porque era mucho perfume. —alzó su índice para indicar énfasis en sus palabras y que no se le olvidara. —Era seminuevo el envase y estaba casi lleno.

—¡Atchu! —estornudó una vez más.

—Sí, así que lamento que sea el motivo por el que sigas estornudado incluso ahora. —el castaño se encogió de hombros ante.

—Te diría que no es nada, por tu historia lamentable, pero sí es algo molesto. —dijo con una mano tapando su nariz con discreción, a pesar de que no era necesaria.

—Bien, entonces. Esta es mi parada. —mostró indicios de querer pararse.

—Ah, espera. —lo jaló de su hombro antes de que se parara por completo. —Esta es mi parada también.

Chuuy se empujó de su hombro, aprovechando que era un buen soporte y casi no había de dónde sujetarse.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó él.

—Nakahara Chuuya. —dijo. —¿Y el tuyo?

—Dazai Osamu.

El tren se detuvo y ambos bajaron, Chuuya sintiendo el alivio para su nariz y Dazai con la gratificante sensación de haberse hecho amigo de alguien en el tren.

🌿 Día 26; completo ✓
Esto fue lo único que se me ocurrió para este día. Pero creo está bien hecho. No tenía ganas de escribir mucho así que les dejo un tipo drabble.
Muchas gracias por leer. →■■