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🌿 Día 0;22 Mirando el atardecer

—Estoy aquí. —dijo un chico de cabello castaño que apenas había llegado. —¿Ya me puedo ir?

Eran cerca de las cinco de la tarde y Dazai Osamu no quería estar ahí. A esa hora el sol se ponía insoportable, más aún siendo verano.

Prefería estar en su casa leyendo manga, con ropa hogareña que para nada usaría fuera de su casa, con aire acondicionado y tal vez comiendo una rica paleta helada. Pero no, porque el señorito, o bien como se llama, Chuuya Nakahara lo había citado para encontrarse en un puente que quedaba cerca de ambas casas.

Lo que en un principio pareció ser un tema importante para Chuuya, Osamu no lo podía asimilar como un tema urgente para tratar. Desde que había llegado tras el mensaje que solo lo apuraba a venir, su amigo solo estaba en silencio.

Estaba desperdiciando tiempo valioso de sus vacaciones de verano, que por cosas de su escuela solo eran cerca de tres a dos semanas, aleluya para ellos que este año el director había decidido que fueran tres. Así que le parecía una blasfemia que lo tuviera esperando de ese modo.

—¡No idiota! —gritó alarmado el de cabello cobrizo, Chuuya, quien con su hermosa cabellera remarcaba los hermosos colores de la tarde. —Te cité aquí por algo, solo... toma asiento o algo.

—Pues yo diría que o algo. —bufó Osamu con sarcasmo.

Chuuya palmeó a un lado de la barandilla dónde había estado sentado todo el tiempo. Para el castaño, esto era lo peor. Lo último que quería era sentarse en un lugar incómodo solo por verse bien y cool ante los niños que pasaban, porque suponía, era lo que su amigo pensaba.

Analizaba las situaciones posibles, ¿qué era lo peor?

¿Que sin preverlo cayera del otro lado de la barandilla y terminara en el río pidiéndo auxilio por su vida porque no sabía nadar?

La idea sonaba tentadora si pensaba solo en ahogarse sin pedir ayuda. En su cabeza, morir ahogado es más honorable que decir que no sabe nadar a la edad de dieciocho. Sería todavía peor al tener a Chuuya presente.

—¿Puedes solo sentarte? En serio quiero hablar contigo... de algo. —Chuuya comenzó su oración gritando, de nuevo; pero su tono de voz se escuchaba a una frecuencia cada vez más baja. Y como Osamu lo conoce muy bien, sabe que está avergonzado sobre algo.

No le sentaba muy bien ver a su sol de esa forma.

Chuuya fue peculiar desde que ellos se conocieron. Porque Chuuya siempre le pareció tan maduro, haciendo cosas con valentía y sin ser cobarde —muy contrario del propio Osamu—, tirando de los demás para que lo siguieran aún manteniendo su espacio y un respeto a quien no quisiera. Pero era imposible no seguir a Chuuya con esa vitalidad que lo había visto manejar a lo largo de su adolescencia.

Misma vitalidad que se iba cuando se recordaba que Chuuya también es un humano capaz de sentir miedos y verse intranquilo por algo.

—¿Es por los zapatos que te manché de pintura? —Osamu inició otra vez con un intento de broma. Se iba sentando a la par que decía esto. —Eso fue hace un mes en clase arte,  puedes superarlo.

Chuuya quiso reír. Pero su boca temblaba por otra cosa que no era de gracia, al menos no para él, y al menos no en este momento.

—Dazai... —el castaño chistó bajo ante la pronunciación de su apellido. Chuuya jamás aprendió a decirle por su nombre de pila. —Puede que, lo que diré, cambie las cosas de como son ahora.

Ninguno de los dos dijo nada. Chuuya quizá por la vergüenza que se avecinaba. Y Osamu porque al principio pensó que se trataba de una broma, pero los segundos de silencio se volvieron minutos, largos minutos de espera.

—De acuerdo, ya me estás asustando.

—Dazai, me gustas. —el tono no fue tan bajo como antes, pues el chico no lo quería repetir suficiente tuvo con armarse de valor para decirlo. Pero obvio se quedaba corto con el tono de voz que siempre se caracterizaba por usar, porque Chuuya solía gritar más de lo que hablaba.

Algo en Osamu se desconectó, miró a Chuuya mirar el atardecer y él hizo lo mismo.

El silencio volvió a reinar una vez más. Chuuya sintiendo je el aire no existía y Osamu no pensando más en aue fuera una broma de mal gusto.

Luego, el castaño suspiró profundo.

—Diablos, Chuuya, pensé que me dirías algo malo. —Osamu respiraba a un ritmo acelerado, como si hubiera terminado de correr un maratón de diez horas.

Chuuya lo miró con asco.

—Tú. Maldito imbécil insensible.

Chuuya jura que su intención solo era alejar un poco a su amigo. No tirarlo hacia el río.

De todas formas, Chuuya se sintió satisfecho un rato, luego de que pasaran segundos y Osamu no saliera por aire ni se acercara a la orilla, Chuuya sintió culpa.

Casi mata a la persona que le gusta.

¿Eso era normal tan quisiera?

—¡Tu maldita culpa! —exclamó una vez más Chuuya.

Ambos mojados, uno en el piso y el otro tratando de erguirse para no sentir el peso de estar todo empapado.

—Dos cosas. —dijo Dazai desde el piso. Tal vez se estaba llenando de tierra, que provocaría un lodazal en poco o nada de tiempo, pero eso no era lo importante. Lo importante dra que estaba en tierra, dulce y firme tierra que no lo intenta comer. —Yo no te tiré al río.

—Ajá, ¿y la segunda? —Chuuya en estos momentos estaba sentado, un poco más tranquila su respiración. Solo cortaba unos trozos de césped y los ponía en la cara de Osamu con desinterés.

—No espera, tres cosas. —corrigió después de pensarlo bien.

—¡Ajá!, ¿¡La segunda!?

—Tú también me gustas, Chuuya.

La cara de Chuuya competía con los tonos que el sol escondiéndose podría regalar, claro que, los de Chuuya eran más bonitos. Desde su cabello cobrizo hasta sus orejas sonrojadas. Un deleite para Osamu —y cualquier otro que pasara para verlos—.

—Y... ¿la tercera?

—¿El único insulto que sabes es "maldita" y "maldito"?

Por obras del destino, Dazai Osamu no murió hoy aquí.

🌿 Día 22; completo ✓
Seguiré intentando actualizar lo que falta. 👍

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