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🌿 Día 0;02 Agarrados de las manos

Los niños reían, unos en grupo y otros con sus padres; pero ese pequeño parque rebosaba de una alegría enorme.

Con un brillo inigualable, un niño castaño veía a los demás de su edad divertirse, se preguntaba si él también podría hacerlo.

—Hirotsu-san— llamó el niño a su tutor, el hombre aue lo había estado cuidando desde que tiene memoria, a pesar de ser un hombre de edad avanzada, siempre accedía a estar con él. —¿Yo también me puedo divertir así?— dijo señalando a los otros niños jugando.

—¿Quieres intentarlo, Dazai-kun?— el hombre lo miró desde arriba, mientras dejaba sus manos detrás de su espalda baja.

El niño simplemente asintió energético.

Hirotsu, por su parte nunca fue alguien que le impidiera divertirse como un niño de su edad al pequeño de siete años. Heredero de los grandes cargos de su padre en una empresa importante, esto lo veían como una pérdida de tiempo, preferían que estudiara y se adaptara a la vida de ricos que llevaban.

Pero aún así se lo permita, nadie lo reprendería por ello de todos modos. Así que con total seguridad lo dejó ir, Dazai era un niño que se sabía cuidar solo.

El pequeño niño castaño miró a su alrededor una vez que llegó a los juegos del parque. La cosa que siempre quiso probar fueron los columpios, de alguna forma siempre le llamaron la atención. El problema fue cuando se dio cuenta de que todos ellos estaban ocupados.

Algunos niños se iban y los dejaban, pero eran vueltos a ocupar por otros. Dazai por su parte no se animaba a estar cerca de ellos, temía que le patearan la cara o lo tiraran los niños que corrían distraídos.

—Niños estúpidos— susurró dirigiendo su mirada a sus pies, listo para darse media vuelta e irse.

Ésto llamó la atención de un niño, que jugaba en los mismos columpios que el castaño anhelaba. Repentinamente se acercó a él, dejando una roca en su columpio antes usado.

—Oye niño, ¿qué tienes?— preguntó preocupado intentando mirar a los ojos del contrario.

—¿A quién le dices niño?— preguntó él esta vez. La verdad es que era un niño muy bonito, alguien tan único, con un aura única. —Encima eres más bajo que yo.— replicó con un puchero juntando sus cejas.

El otro chico de cabello cobrizo lo miró atonito, una cara que variaba entre la confusión y la ofensa, sumando una gran cantidad de vergüenza.

—E-estoy en crecimiento. Y bebo leche a diario, realmente creceré cuando sea mayor, ¡ya verás!— quejó seguro de su palabra. —Eso no importa— dijo agitando su cabeza tratando de que la razón del porqué se había acercado no se esfumara. —¡Quieres jugar o no? Has estado ahí solo desde hace una eternidad.

Dazai lo miró dubitativo.

—Si quiero...— respondió tragándose su orgullo de crío.

Ésta reacción de su parte creó una nueva aún más maravillosa en el contrario, puesto que el cobrizo iluminó inconsistemente su mirada, dejando ver sus ojos azules como el mismo mar que es iluminado por el sol en verano. Tan lleno de vida y alegría.

—Ven, entonces juega conmigo.— dijo, acto seguido tomó su mano para llevarlo a los columpios.

Una mano que a la vista podría parecer fría y tan frágil, pero era todo lo contrario, eran unas manos que poseían una fuerza sutil y una calidez gigante, sus manos realmente describían al cobrizo perfectamente.

Dazai era alguien a quien nunca le gustó el contacto físico, por lo tanto nunca le dio la mano a nadie, ni a sus padres, ni a sus abuelos, y ni siquiera a Hirotsu.

Pero aún siendo un niño pudo comprender que no quería soltar esta mano nunca, inclusive le gustaría agarrar ambas y dejar que lo guíe por el parque o por el mundo si era posible. No quería que el tacto de acabara nunca.

Pero su hechizo se rompió al momento de sentir fría su mano, bajó su vista a la misma y en efecto, estaba sola.

—¡Hey niñ-!— llamó pero se detuvo al recordar la ofenza que le había dicho anteriormente por llamarle así. —¿Cuál es tu nombre?

El castaño recobró el hilo de la plática.

—Dazai Osamu— dijo —¿Y tú?

—Entonces Dazai, juguemos en los columpios.— sonrió de lado a lado volviendo a tomar, esta vez, ambas manos. —Mi nombre es Nakahara Chuuya.

Dazai pudo sentir que le brillaron los ojos.

La sonrisa del cobrizo se borró cuando notó que la roca que había dejado en el columpio y ano estaba, y por ende, el mismo columpio estaba siendo ocupado por otro chico tal vez mayor que ellos.

Eso definitivamente había arruinado su momento.

—Oye, amigo, ese sitio estaba apartado.— dijo casi gritando, pero sin hacerlo completamente.

El otro chico lo miró por encima del hombro y lo ignoró.

—Poner una roca ahí no es aparatarlo.— respondió desinteresado. —Y como esto es un sitio público no puedes hacer eso.

—¡Claro que puedo hacer eso, porque es para mi amigo!— dijo todavía más enojado.

El chico del columpio se levantó, fácil podría sacarle veinte centímetros más a Chuuya, pero éste no se hizo para atrás. En cambio se acercó como si quisiese empezar una pelea.

Y Dazai, quien se había mantenido como espectador de todo el asunto, se espantó. Una pelea era innecesaria por un simple columpio, no era necesario hacer eso. Pero toda la cordura se desvaneció cuando recordó la forma en que Chuuya lo llamó.

"Mi amigo."

—Iré por mi tutor, Chuuya no hagas nada malo.— dijo Dazai mientras se empezaba a ir sin sacar la vista del cobrizo.

Buscó con la vista a Hirotsu, a quien pudo apreciar hablando con una mujer agraciada de cabello rojizo, porte fino y cara traviesa.

—Hirotsu-san, Hirotsu-san. Hay un chico que empezó a pelear con otro pir un columpio.— en cuanto dijo esto, ambos adultos se habían puesto alertas, uno por razones desconocidas para Dazai y el otro para proteger a quien tenía a cargo. —Necesito tu ayuda.

La mujer fue quien dio el primer paso para correr a la multitud de niños y padres que se empezaba a crear.

Hirotsu dudó, mas ser jalado de las ropas por Dazai, el mismo chico que siempre decía que ninguna pelea le podría importar menos, le hizo tomar acción. Debía tener un buen motivo para verse tan preocupado.

Para cuando llegaron ambos chicos ya estaban separados, gracias a que la mujer de cabellos rojizos sujetaba a Chuuya, y el otro chico era retenido por un hombre de pelo y bigote blancos.

Dazai se acercó rápido al cobrizo sorprendiendo a la mujer y a Hirotsu por igual.

—Chuuya, ya te había dicho que no quería verte metido en más peleas.— le regañó mientras le daba un golpe en su frente con sus dedos índice y pulgar.

—¡Duele!— dijo aún sabiendo a lo que su herman mayor se refería. Si su mamá se enteraba, le iría mal.

—Chuuya, ¿qué fue eso?— llegó un Dazai, nada atlético, agitado. Pero de igual forma preocupado. —Te lastimaron por ser tan impulsivo. Ya ves.

Dijo apenado tratando de no mostrar su clara preocupación por el cobrizo.

—¡Esto no es nada!— respondió orgulloso, por lo que fue golpeado levemente en la nuca por la mujer. —¡Anee-san! ¡Duele!

Y cuando volteó, fue prácticamente asesinado por la mirada de su hermana. Tembló por un instante para mirar de nuevo a su amigo.

—De todas maneras, los columpios están libres ahora.— dijo emocionado por haber conseguido su objetivo. —¡Ya podemos jugar!

—Ah, claro que no.— intervino la mujer. —¿Crees que después de pelear puedes seguir jugando?

—¿Si?

Su hermana le dio un nuevo golpe con la palma en la cabeza.

—¡Duele!— se quejó de nuevo, retándola con la mirada mientras se sobaba el lugar afectado.

—Si quieres seguir jugando, al menos te llevaré a curar tus heridas. Podrás venir mañana o si mamá lo quiere la siguiente semana.— reprimió siguiendo con la batalla de miradas.

Dazai sonrió por aquello. Tal parecía que a él no era al único que le encantó la presencia de Chuuya en su vida.

—Yo se las puedo curar.— habló alguien de repente, interrumpiendo lo que sea que los hermanos intentaban hacer con sus miradas y la curiosa de Dazai.

Los tres presentes voltearon a ver a Hirotsu.

—Oh, no hace falta en verdad.

—Insisto, tenemos lo necesario en el auto.— dijo Hirotsu mientras se acercaba más a ellos. — Sería una ida y vuelta rápida.

Chuuya veía su salvación de volver a casa tan temprano, por lo que con ayuda de Dazai le suplicó a su hermana aceptar, quien ya no podía hacer nada contra dos niños pequeños.

—De acuerdo.— suspiró cansada.

Hirotsu asintió cerrando levemente sus párpados e inclinando un poco su cabeza al mismo tiempo.

Veinte minutos después Dazai y Chuuya se encontraban sentados en los columpios del parque ahora vacío, dado que ya empezaba a oscurecer.

El ocaso se veía calmo, y aunque era un atardecer como todos los demás, era un sentimiento nuevo.

Y estaba seguro, Dazai jamás podría olvidar ese momento; el atardecer, él en un columpio moviéndose tenue, la sonrisa que Chuuya le regalaba y sus manos entrelazadas.

🌿Día 2; completo ✓
Este me gustó más.

Quién diría que podría hacer esto dos días seguidos.
⊙⊙←Muchas gracias por leer, votar y comentar, se agradece mucho.

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