
26 - Cultivar un jardín
Nota previa: Si me leen mucho, saben que mi headcanon es que normalmente este par de bobos viven en el apartamento de Matt. No lo sé, pero es que su apartamento me parece fresco pero también cómodo y a la vez siento que se adapta bien a las necesidades de ambos.
No sé, tal vez sea solo cosa mía pero siento que de todos modos Frank es de sueño pesado y que, de cierta manera, la luz led que entra por las ventanas lo reconforta las madrugadas en las que despierta entre pesadillas, entonces se permite respirar al ver a Murdock dormir a su lado, con su piel ligeramente iluminada en morado por aquellos anuncios.
Anyways, here we go.
Domestic Fratt + Healthy Grieving
A Frank le gustaba vivir en el apartamento de Murdock, no solo porque era un apartamento en esquina con precio descontado, sino porque este tenía escaleras directas a la azotea del edificio. Aquello resultaba útil para las actividades relacionadas al vigilantismo pero había un detalle más: les permitía usar una fracción de esa azotea.
Por otro lado, Matt no acostumbraba a hacer aquello hasta que el pelinegro se tropezó dentro de su vida. Lo cual era una larga cadena de sucesos que inconsecuentemente los llevaron a tener un jardín en la azotea del edificio. No era un jardín floral, sino más bien un pequeño plantío vegetal.
Habían cosas que el pelirrojo no entendía de ese hombre, y no luchaba por entenderlas... simplemente comprendía la complejidad de su ser y que, donde habían paredes que le impedían acercarse más a él, habían razones por las que Frank no quería verse vulnerable.
A Murdock no le fallaba su intuición, el arte de la agricultura en casa era un secreto de Castle... de la familia Castle.
Cada zanahoria que plantaba le recordaba a las veces en que Maria le obligaba a arrodillarse en la tierra y ayudarle a sembrarlas en el jardín trasero de su antigua casa, en el pequeño huerto casero que tenían.
Y los pimientos le causaban gracia porque, alguna vez, un travieso Frank Jr. que acostumbraba comerse los tomates del plantío intentó probar un jalapeño.
Las jaulas que tenía que poner sobre el huerto para que las ratas no se comieran los vegetales le recordaban a la vez en que Lisa encontró a un conejo robándose vegetales y cuánto la niña quiso quedarse con el animalito. Maria tuvo que decirle que ese conejo tenía una familia a la cuál volver.
Y habían veces en las que Castle se preguntaba si ese conejo realmente tenía una familia a la cuál volver, si no estaba en realidad perdido y solitario en un agujero de oscuridad. Pero, cuando se unió a Murdock y juntos construyeron ese huerto en aquella azotea, se dio cuenta que finalmente tenía a quién volver. Ya no era un animal divagando por el mundo, robando cultivos en la búsqueda de algo substancial.
Matt subio las escaleras al techo, sabía que el pelinegro estaba ordenando sus pensamientos conforme arreglaba el plantío. El pelirrojo subió con la excusa de que necesitaba hierbabuena pero no era así, solo había ido con la esperanza de que él le contara lo que pasaba dentro de su mente.
La mano del abogado se posó en el hombro del arrodillado Castle, quien cavó un poco de tierra. Los dedos terrosos del pelinegro tomaron la mano pulcra de Murdock y dirigieron su mano para que pudiera sostener lo que iba a darle.
—Ya es temporada —sonrió Frank, poniendo una patata sucia en las manos de Matt.
El pelirrojo sonrió. No había tenido suerte aquél día, pero no lo reprochaba. Sabía que Castle compartiría ese fragmento de su vida cuando estuviera listo, y él estaría esperando hasta entonces.
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