20. Beso indirecto
Ship: Aspros x Asmita
Universo de The Lost Canvas.// Pre-guerra santa.// Cambios en el canon.// Final alternativo.// Omegaverse.// Headcanon.
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Así que, finalmente, después de esperarlo por varios años, el Santo de Virgo de esa generación había llegado al Santuario.
Un Omega, como en cada generación desde la era del mito, cuando la diosa Astrea heredó su puesto como la primera portadora de Virgo a una Omega.
El tema de "el Omega de Athena" siempre le generó demasiada intriga, pero a la vez le parecía demasiado estúpido. ¿Para qué demonios pedía Athena un Omega, cuando a pesar de ser una Alpha, era una diosa virgen?, ¿por qué desperdiciar la oportunidad de obtener un guerrero más fuerte, manteniendolo virgen, en vez de plantar la semilla del Alpha más fuerte de cada generación en el vientre del que era siempre el Omega más fuerte?... Cosas de dioses al fin y al cabo.
Le generaba cierta curiosidad observar a ese Omega en particular. Desde que lo vió llegar, se dió cuenta de la máscara que portaba. Algo extraño en el Omega de Athena, el único que permanecía virgen sin necesidad de portar una máscara. ¿Acaso nadie le explicó eso?
Quizás era eso, o el deseo de averiguar qué tan fuerte era en realidad lo que lo llevó a entrar a ese templo y observarlo meditar a la distancia... No lo sabía.
— ¿Necesitas algo, Santo de Géminis?
Le sorprendió que se percatara tan rápido de su presencia, especialmente sabiendo que era ciego. Pero no retrocedió.
— No en realidad. Solo pasaba por aquí.
— ¿Acaso veniste a verme?
— No te creas tan importante.- Alegó con una sonrisa altanera.- Quizás seas "el Omega de Athena", pero no dejas de ser un novato, y todo mundo cree que tienes tu armadura por mero favoritismo de la diosa en vez de mérito propio.
La máscara le impedía ver sus expresiones, pero lo vió ponerse de pie y acercarse calmadamente hasta él. No era difícil adivinar que había una sonrisa igual a la suya bajo la máscara.
— Si realmente crees eso, ¿por qué no lo compruebas por tu cuenta?
— ¿Me estás desafiando a una pelea?
— Tómalo como un entrenamiento amistoso.- Canturreó ligeramente.- De todos modos no tenía mucho por hacer. Me aburro aquí solo.
— ¿Estás dispuesto a dañar tu linda máscara?- Intentó provocarlo, cruzándose de brazos.- ¿Por qué usas una en primer lugar?, ¿acaso nadie te dijo que solo las mujeres y Omegas que se hayan consagrado a Athena en vez de jurarle un hijo, están forzados a usarla? Tú eres su Omega, no estás sujeto a esas reglas.
— Ya lo sé.- Respondió con calma el Omega, haciéndolo romper su postura por la sorpresa.- Yo decidí usarla.
— ¿Por qué elegirías algo así?
— Porque no deseo pertenecerle a nadie. No puedo ir en contra de mi destino como Santo de Virgo, pero no voy a aceptar ser el Omega y trofeo de una Alpha a la que ni siquiera conozco aún y con la que probablemente ni siquiera empatice.- Explicó.- Por el momento, esta máscara es la única forma que tengo de revelarme contra ese destino. Es un símbolo de mi lucha y decisión, y lo defenderé hasta las últimas consecuencias.
La respuesta del Omega logró remover emociones en su interior y hacer flaquear su voluntad y sus propias creencias.
Era difícil encontrar personas con tal determinación para desafiar los designios divinos y al destino mismo, pero era hermoso observar tal destello, y ese Omega brillaba como no había visto a nadie más hacerlo.
Sin embargo, el hecho de ocultar su rostro le recordaba a alguien que representaba todo lo contrario a ese brillo...
Era demasiado contradictorio.
— Entonces, ¿aceptas una pelea amistosa, o también eres de los que "no golpea Omegas"?
La actitud altiva y confiada del rubio, lejos de molestarlo, provocó una sonrisa de satisfacción en sus labios, haciéndolo vibrar de emoción como hace tiempo no hacía.
— Lamento decepcionarte, pero esas estupideces no van conmigo.- Respondió, aceptando el desafío.- Un rival es un rival. No me importa si es un Alpha enorme o un delicado Omega.
— Empecemos entonces.
Aún recordaba cómo ese día, Asmita le dio una de las peores palizas de su vida.
Ese Omega flacucho resultó más fuerte y más inteligente de lo que pensaba. Al final terminó rendido por el agotamiento.
Ese día, Asmita se ganó su respeto, pero también comenzó una apuesta que marcaría las vidas de ambos por siempre.
— Si logras vencerme, te mostraré mi rostro.
— ¿Qué no sabes?, según la ley de la máscara, si un hombre no Omega ve el rostro de un Omega consagrado, este solo tiene dos opciones: amarlo y renunciar a su cargo como guerrero con la peor de las vergüenzas sobre sus hombros, o matarlo.
— Yo soy libre de elegir cuál de las dos tomar, ¿no?- Inquirió.- ¿O acaso temes que pueda matarte?
Solo pudo reír satisfecho ante las palabras del rubio. Vaya que era un Omega atrevido.
— En absoluto.- Negó.- Bien. Acepto tu reto.
Así comenzó la que, sin saberlo en ese momento, sería una amistad enorme y que cambiaría el curso de sus vidas para siempre.
Asmita, de algún modo, descubrió la existencia de Defteros y lo acorraló, hasta sacarle toda la verdad.
Contra todo pronóstico, el Omega no lo tachó como la peor escoria, pero expresó abiertamente su repudio por sus acciones y le exigió arreglar ese asunto.
De tratarse de cualquier otro Omega, probablemente lo habría mandado al demonio, pero con Asmita fue incapaz de negarse.
Quizás era el ligero temor que sentía ante el poder del portador de la virgen, o quizás los sentimientos que se negaba a admitir... No lo sabía. Solo terminó revelando todo lo relacionado con Defteros y pidiendo ayuda al Patriarca y a la joven Athena recién llegada al Santuario.
Así continuó el inclemente paso de los años, dejándolos cada vez más cerca de la guerra que se cobraría sus vidas.
Defteros había terminado por marcharse a la isla Kanon, entrenando por su propia cuenta, esperando el momento de relevarlo si caía en batalla. Prácticamente todos habían aceptado a Sasha como Athena y jurado lealtad como debían... Excepto por Asmita.
Ese Omega se mantenía firme en su decisión de ocultar su rostro. Ya había expresado abiertamente no creer en la fuerza de Athena y no estar dispuesto a ser el trofeo de una Alpha.
Como era de esperarse, tal postura le trajo demasiadas críticas y desconfianza por parte de todos sus compañeras. Pero el terco Omega no mostraba el menor rastro de siquiera ir a reconsiderarlo.
— ¿Por qué haces esto?- Cuestionó, sentado frente al rubio.- La guerra santa está a la vuelta de la esquina. ¿No crees que lo mejor sería dejar esta locura de lado, al menos para darle tranquilidad a todos?
— Tú lo dijiste hace años, Aspros.- Respondió Asmita.- El destino puede ser cambiado por quienes tengan el valor suficiente para desafiarlo y tomar las riendas de su destino en sus manos. Es lo que estoy haciendo.
— Sé lo que dije...- Suspiró.- Pero... No soporto escuchar cómo te llaman traidor y cómo te miran.
— No me importa cómo me miran los demás.- Repuso tranquilamente.- Pero, me interesa saber cómo me miras tú.
— ¿Qué...?
— ¿Soy solo "el Omega de Athena" para tí?- Cuestionó.- ¿O es que realmente me ves de otra forma, que no deberías?
Aspros fue incapaz de refutar las palabras de Asmita. Su voz se apagó, su garganta enmudeció y su cuerpo se petrificó al sentirse expuesto ante los invidentes ojos de Virgo.
— Aún mantengo en pie mi promesa.- Añadió con una pequeña risa.- Si logras ganarme en un combate, me quitaré la máscara.
No entendía porqué Asmita tenía ese tipo de efectos sobre él, porqué su simple voz lo hacía temblar, y que su estómago revoloteara al tenerlo cerca...
Pero en un pequeño impulso de valor, sujetó las mejillas cubiertas por la máscara, y acercó sus labios a ese par de protuberancias, dejando un suave contacto sobre ellas.
— Creo que no es necesario.- Respondió, levantándose.- Nos vemos.
Sin más, se marchó a toda prisa del templo, con su corazón latiendo como si buscara huir de su pecho, y sus mejillas tan rojas y calientes como la lava del volcán que Defteros custodiaba. No podía creer que había hecho tal cosa...
Asmita solo permaneció quieto por unos segundos, antes de retirarse la máscara, cobijado por la soledad, y llevar sus labios hasta donde los de Aspros se posaron momentos atrás.
Quizás era patético, pero era la única forma de probar los labios de ese Delta al que llevaba años deseando de una forma que, sabía de sobra, no debería.
Días después, el guardián de Géminis volvió al templo de la virgen, aceptando el desafío pendiente desde hace años.
Un combate amistoso, en el que Asmita parecía no poner demasiado empeño. Y finalmente, Aspros se alzó con la victoria tras acorralar a Asmita contra un pilar.
— Ganaste.- Pronunció Asmita, aceptando su derrota, después de que Aspros lo soltara.- Una promesa es una promesa.
El tercer custodio tragó con dificultad, sintiendo sus nervios aumentar al observar a Asmita llevar sus manos hasta su máscara y comenzar a retirar la pieza lentamente, hasta finalmente permitirle observar su rostro por primera vez.
Era mucho más hermoso de lo que había imaginado; largas y frondosas pestañas rubias como su cabello, cejas delgadas pero que enmarcaban bien sus cuencas, mejillas naturalmente sonrojadas, una nariz delgada, pequeña y respingada, un peculiar lunar en el centro de su frente, y unos encantadores labios con los que fantaseaba desde hace años.
— ¿Y bien?- Lo vió sonreír por primera vez.- ¿Te comió la lengua el ratón?
Era imposible dejar de mirar los movimientos de sus labios. Cómo eran asimétricos, siendo el inferior más grueso que el superior, y el marcado arco de Cupido le daba un toque más atractivo.
— ¿Qué tendría que decir?- Devolvió la pregunta.- Eres tú quién tiene que tomar una decisión ahora... Y sé bien que Athena te necesita en esta guerra.
Asmita no dijo nada, manteniéndose frente a él, antes de acercar su máscara y dejar un pequeño beso en los labios de la pieza, y después acercarla a los de Aspros, sorprendiendo al Delta.
— Creo que eso responde a tu pregunta, ¿no?- Inquirió con una sonrisa.- Decido amarte... Lo decidí desde hace años.
— Asmita...
— No hay ningún testigo aquí, ¿o sí? Nadie sabe que me quité la máscara ante tí.
Aspros no respondió con palabras, solo apartó la máscara, importandole poco que la pieza terminara en el suelo, probando los labios que por tanto tiempo habían sido fuente de sus fantasías y causa de sus desvelos.
Por esos minutos no le importó nada más que abrazar con fuerza la cintura de ese Omega y besarlo hasta perder el aliento, ni siquiera fue consciente de en qué momento terminó en su habitación, besándolo encima de la mullida cama.
— No...- Murmuró con su última pizca de cordura, intentando apartarse.- No puedo... No puedes... No...
— No nos queda mucho tiempo de todos modos.- Interrumpió el rubio debajo de él, acariciando su mejilla.- Ámame y déjame amarte, antes de morir.
De nuevo, como parecía ser usual en su vida, todo su ser entró en contradicción.
Era el Santo de Géminis, el más fuerte de su generación, en quién confiaban todos. Asmita era el Santo de Virgo, el Omega de Athena, quién debía entregar su amor, su lealtad, su pureza y su vida a su diosa.
Quizás era egoísta y blasfemo de su parte, pero amaba a ese Omega, lo deseaba, quería tenerlo de todas las formas posibles antes de encarar a Hades...
Al final, su egoísmo ganó la batalla y terminó tomando la pureza de Asmita en esa cama, haciéndolo probar el dolor y el placer de la primera vez entre las sábanas, besando su piel como tantas veces lo anheló, acariciando su cuerpo hasta sacarse.
Los dos sabían que estaba mal, que habían cometido un pecado enorme, prácticamente traicionado a Athena, pero no les importaba.
Solo cobijados por el oscuro manto de la noche podían amarse a plenitud, sin temor de ser descubiertos. Durante el día, estaban forzados a conformarse con sutiles gestos y besos indirectos, impedidos por esa máscara, que representaba una barrera entre ambos en más de un sentido.
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