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Temprano En La Mañana

El café estaba servido y solo restaba colocar los platos con el pan y la fruta. Faltaban cinco minutos para las siete y Aioria no se decidía a terminar lo que había planeado para esa mañana, decir que estaba nervioso, era quedarse corto. Apretó la pequeña caja en su mano y observó su mano, en su muñeca, una pequeña esclava en plata con el símbolo de Leo y Cáncer entrelazados que Deathmask le había regalado un par de meses atrás luego de un viaje a Italia. No podía vacilar.

—Te levantaste temprano —la voz de Deathmask lo sobresaltó y dejó la cajita apresuradamente en el plato destinado a Deathmask—. Buenos días.

—Buenos días —se giró hacia él con una sonrisa—, quería sorprenderte con el desayuno.

—No tenías por qué, pero gracias —le devolvió la sonrisa y se sentó. Aioria terminó de servir el desayuno y lo llevó a la mesa tratando de mantener la calma.

Deathmask observó con curiosidad su plato, mientras que Aioria desviaba la mirada. Sentía su corazón bombear apresuradamente y la sangre comenzaba a zumbar en sus oídos. El tiempo le pareció eterno ante el silencio de su compañero quería ver su reacción ante el regalo pero no se animaba. El sonido de una cuchara chocando con la taza lo hizo reaccionar. Volvió su vista solo para a Deathmask dando un pequeño sorbo de manera despreocupada a su café. Aioria pudo ver que llevaba la cadena con dije que le acaba de regalar.

—Es muy bonita, gracias —dijo Deathmask bajando su taza y dándole una sonrisa amplia y sincera.

Aioria le devolvió la sonrisa sintiéndose aliviado. El dije era un engarce de las iniciales de sus nombres, algo que no se notaba a simple vista y la cadena era pequeña y delgada, sabía que a Deathmask no le gustaba lo ostentoso, por eso había dudado mucho en aquel regalo, pero sintió la necesidad de corresponder a la esclava qué había recibido como muestra de su compromiso.

—Me alegro que te haya gustado —respondió sincero—, temía que fuera mucho, no eres de gustos simples.

—Lo has hecho bien —alabó Deathmask.

Aioria solo sonrió. Quizá en un futuro le dijera que en realidad quien le ayudó a elegir la cadena y el dije había sido Afrodita, qué si por él hubiera sido le hubiese regalado algo más llamativo. Prefirió olvidar la sonrisa burlona de Piscis cuando le mostró el anillo qué había escogido, aunque había sido una fortuna encontrarlo ese día en el pueblo y que haya accedido a ayudarlo. Suspiró.

—¿Pasa algo? —preguntó Deathmask algo preocupado por el semblante de Aioria.

—No —negó con la cabeza —solo pensaba en lo feliz que me siento por estar contigo —Deathmask elevó una ceja.

—Pues muy feliz no te ves —respondió con burla.

—Pero lo estoy —hizo un ligero puchero—. Termina tu desayuno, se no hace tarde —apuró. Deathmask sonrió.

—Vale, tienes razón —dio una última mordida a su tostada y se levantó—, me iré a cambiar —caminó a la salida de la cocina, en el umbral de la puerta se detuvo—. Ah y Aioria...

—¿Sí? —lo miró con curiosidad.

—Te amo —dijo antes de perderse a velocidad dejando sorprendido a Aioria quién tardó en reaccionar.

Cuando finalmente pudo entender lo que había suce se dispuso a limpiar la mesa, pensando en qué responderle a Deathmask cuando volviera.

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