Lindo Encuentro
Odiaba hacer mandado.
Aioria se quejó por vigésima vez en la media hora que llevaba en el mercado, pero su hermano había salido de misión hacia dos semanas y él se quedó sin despensa, así que no tuvo de otra que bajar al pueblo y comprar las cosas por él mismo. Era eso o quedarse sin dinero por comprar comida hecha en lo que Aioros volvía y, desafortunadamente para él, eso estaba fuera de su presupuesto, así que no le quedaba más remedio qué hacer la despensa. Se detuvo frente a un local de frutas y su vista se fijó en los melones, pensó en comprar uno. El problema es que no sabía cuál escoger. Se mordió el labio.
-Yo tengo que comprar fruta -una voz familiar se dejó oír a su espalda -ustedes vayan a donde tengan que ir.
-¿Volverás solo? -escuchó otra voz igualmente familiar responderle.
-Sí, los veo después.
Aioria se tensó un poco al sentir a Deathmask acercarse. No es que el de Cáncer le cayera mal, pero luego de Asgard y su posterior resurrección, la relación entre ambos era un poco tensa y prefería evitarlo en la medida de lo posible, aunque no sabía muy bien a ciencia cierta el por qué, pero no se detendría a meditarlo, tomó el primer melón qué estaba a su alcance y ya se disponía a preguntar su precio cuando sintió la presencia de Deathmask a su lado.
-Ese ya está pasado -dijo muy cerca de él.
-¿Disculpa? -preguntó girándose y lo observó ligeramente encorvado mirando algunas manzanas. Deathmask lo miró.
-El melón qué llevas, ya está pasado, no es una buena elección.
-¿Cómo sabes? -miró el melón en su mano con curiosidad.
-Porque está amarillo, los melones deben ser verdes con tonos amarillos para decir que están maduros -se incorporó de su inspección y le quitó la fruta dejándola en su sitio y tras una rápida mirada, tomó otra y la entregó a Aioria-, este está bien.
-Oh uh, gracias -respondió sin saber qué decir. Se sentía un tonto. Deathmask lo miró un segundo antes de darse la vuelta y seguir escogiendo manzanas sin decirle más.
Aioria pagó por el melón y salió del lugar. Se quedó de pie afuera sin saber muy bien qué hacer. Su estómago gruñó y el miró a su alrededor esperando que nadie lo haya escuchado. Agradeció internamente que nadie le hubiese prestado atención y decidió que era momento de volver al Santuario, tenía hambre, pero ya no llevaba dinero, así que debía esperar hasta estar en su templo, «quizá una manzana ayude mientras vuelvo, seguro me alcanza», pensó. Se dio vuelta dispuesto a volver a entrar al local cuando se topó de frente con Deathmask. No tuvo tiempo a disculparse, su estómago volvió a gruñir. Él se sonrojó y desvió la mirada, Deathmask alzó una ceja.
-Te invito a comer -dijo de pronto Deathmask de forma seria. Aioria lo miró como si se hubiera vuelto loco-. Yo invito.
Aioria pensó que él era consciente de su escaso presupuesto y la vergüenza lo invadió.
-No, gracias, estoy bien-se apresuró a declinar su oferta.
-¿Seguro? -preguntó cuando su estómago volvió a gruñir. Asintió con la cabeza, resistiendo la vergüenza. Deathmask se encogió de hombros-. Cómo quieras.
Aioria lo vio alejarse y miró en dirección al local. Su estómago seguía gruñendo. La idea de la manzana ya no le parecía buena. Miró en dirección a Deathmask qué no se había alejado mucho. Bajó los hombros con derrota y se apresuró a alcanzarlo.
-Si no te importa, te acompaño -dijo a su lado sin voltear a verlo.
-No pasa nada.
Llegaron a un puesto de comida rápida, qué por la hora, estaba casi vacío así que su orden de hamburguesas no tardó mucho en llegar. Se sentaron uno frente al otro en un silencio qué a Aioria se le antojó incómodo y sentía la necesidad de decir algo, aunque no se le ocurría absolutamente nada. Miró a Deathmask quien comía aparentemente ajeno a su presencia y sintió un pinchazo de algo que no supo identificar. Tan inmerso en sus pensamientos estaba, qué no se dio cuenta que lo miraba fijamente hasta que Deathmask levantó la mirada y lo vio con curiosidad.
-¿Qué? -preguntó con un deje de incomodidad en la voz al sentirse observado. Aioria reaccionó, carraspeó un poco y desvió la mirada con vergüenza.
-Nada, lo siento -se acomodó en su silla y comenzó a comer sin levantar la mirada.
Se sentía un tonto y seguro de que Deathmask se estaría burlando de él internamente, quería que se lo tragara la tierra. Cuando terminaron de comer, el de Cáncer pagó la comida y ambos caminaron en dirección al Santuario en silencio. Aioria miró a su compañero de reojo y Deathmask lo descubrió, alzó una ceja. Aioria volvió a sonrojarse.
-¿Vas al Santuario? -preguntó de forma torpe.
-Eso es obvio -la seriedad con la que se pronunció la respuesta no dejaba entrever la burla que llevaba impresa.
-¿No esperarás a tus amigos?
-¿Te quieres deshacer de mí, Leoncito?
-NO -respondió de inmediato alzando la voz. Respiró hondo y agregó-: solo que pensé que venías con ellos.
-Ah, no no, suelen demorar todo el día en el pueblo y yo no tengo paciencia.
-Ya veo -fue todo lo que dijo y siguieron caminando en silencio.
Cuando llegaron a Cáncer, Aioria se volvió hacia su compañero.
-Gracias por la comida, de verdad -dijo de forma seria.
-Cuando quieras Leoncito, incluso eres bienvenido a comer a mi templo -Deathmask sonrió de forma sugerente y le guiñó un ojo antes de perderse en los pasillos de su templo.
Aioria lo observó irse con las mejillas encendidas y los ojos muy abiertos, preguntándose si las palabras de Deathmask estaban cargadas de doble sentido o solo era su mente jugándole una mala pasada. Cuando se recuperó de la impresión, continuó con su camino.
-Bueno, ya habrá tiempo de descubrirlo -dijo para sí mismo con una sonrisa cuando llegó a su templo.
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