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Jugando Con El Cabello

La paciencia no era una de sus más grandes virtudes, eso era algo que todos, en especial la persona que decía ser su pareja..., bueno la persona qué él decía era su pareja, se corrigió Manigoldo con una sonrisa mientras observaba a Shion trabajar en las armaduras. Se suponía que irían al pueblo a comer, pero había llegado El Cid con un desperfecto en su armadura y había pedido que se la repararan en la brevedad posible y el de Aries se había puesto manos a la obra ignorando al completo a él y todas sus protestas prometiéndole qué le compensaría el tiempo perdido, esa sola promesa fue suficiente para que guardara silencio.

Estaba sentado sobre una silla en posición de loto, sus codos descansaban sobre sus piernas y su cabeza en sus manos. Afortunadamente para él, el solo poder apreciar a Shion trabajar era lo suficientemente entretenido como para mantenerlo en silencio una cantidad de tiempo moderadamente aceptable y es que el suave sonrojo qué adornaba sus mejillas cada vez que levantaba la vista y lo atrapaba observándolo era simplemente encantador, así que, aunque hubiese tenido que retrasar sus planes, tampoco es que se fuera a quejar de su suerte. Sonrió cuando vio a Shion manotear para apartar un mechón de cabello qué le había caído en la cara.

Una idea cruzó su mente cuando el mechón rebelde volvió hacer acto de presencia. Bajó de la silla en la que estaba sentado y se colocó detrás de Shion tomó una porción de su cabello y lo ató con un listón. Shion sonrió ante tal acción.

—Gracias —dijo sin pausar su tarea.

Manigoldo hizo un sonido de reconocimiento y en lugar de volver a su silla, se sentó en el suelo a un lado de Shion y comenzó a jugar distraídamente con el cabello ajeno. Shion lo vio de reojo, pero no dijo nada. Empezó haciendo rizos en uno de sus mechones, lo enredaba en su dedo y luego lo soltaba solo para volver a enredarlo. El cabello de Shion era lo suficientemente largo como para que esta acción lo demorara algunos segundos, luego, paso hacer pequeñas trenzas qué dejaba sueltas y al momento se deshacían y él volvía hacer sin ninguna objeción. Shion dio un suspiro y se giró a verlo.

—¿Puedes dejar mi cabello en paz, por favor?

Manigoldo qué ya tenía a la mitad una trenza pausó su acción sin soltarla, parpadeó un par de veces y en el tono más serio que pudo expresó:

—No.

Y continuó con su tarea.

Shion soltó una risa baja, negó y volvió su vista a la armadura que estaba reparando.

—Lo vas a enredar —regañó.

—Sí, pero cuando estemos en la cama, por trenzarlo no le va a pasar nada —repitió en su mismo tono serio.

Shion tuvo que hacer acopio de su control para no reír sonoramente, tenía que admitir que, aunque a veces irritante, su descaro tenía su encanto.

—Terminé —declaró quince minutos después poniéndose de pie—, me aseo un poco y nos podemos ir —Manigoldo hizo un puchero y lo vio irse.

—Deberías reparar mi armadura —declaró cuando Shion regresó.

—Pero está en perfectas condiciones, la revisé ayer. Deja de decir tonterías y vamos, muero de hambre —otro gesto de disgusto pasó por el rostro del de Cáncer.

—Está bien, pero promete que me dejarás seguir jugando con tu cabello.

—¿Desde cuándo pides permiso para hacer las cosas?

—No te estaba pidiendo permiso, solo quiero hacerlo sin que me pidas que me detenga.

—Igual, lo sigues haciendo.

—Cierto, pero vamos que se nos hace tarde.

Mientras caminaban fuera del Santuario, Manigoldo pasó su brazo por los hombros de Shion para seguir jugando con su cabello algo que sin duda, se había convertido en su segundo pasatiempo favorito, porque claro, observar a Shion trabajar, siempre tendría el primer puesto.


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