Cartas de Amor
Pensaba dejar este libro donde lo dejé, perdí mis borradores y volver a comenzar era difícil, al ritmo que iba, terminaría para el próximo octubre, pero decidí buscar la imagen con los prompts y realizar un último escrito con la pareja predilecta de este libro, dedicado para jessy88g por darme todo su apoyo mientras exploro a esta pareja, gracias linda.
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Las lágrimas se negaban a salir de sus ojos. Aioria caminaba el templo del Gran Cangrejo luego de la Batalla de las Doce Casas. Tenía que odiarlo, quería odiarlo, pero no podía, no podía porque, aunque DeathMask era un ser despreciable, se había ganado su admiración y respeto, además de otra cosa que jamás pudo descifrar, pero que sabía que había comenzado desde que era un niño hasta que se convirtió en aduto y es que, DeathMask junto a Aphrodite, habían sido los únicos que se habían interesado por él cuando perdió a su hermano, por su puesto, cuando fueron adolescentes se alejaron, supuso por sus obligaciones, pero a pesar de eso, con todo y las burlas de las que era blanco, DeathMask siempre estaba presente. Ahora entendía por qué lo habían hecho, pero eso no demeritaba lo que en su momento significó aquellos acercamientos de parte de los mayores y nunca se engañó, aunque Aphrodite solía ser más "amable" con él, siempre tuvo una preferencia extraña por DeathMask, quizá por su ácido sentido del humor que lo hacía sentir parte de ellos o que al menos no era invisible
Avanzó por el templo en penumbras, se sentía un intruso a pesar de saber que DeathMask no estaba, que no estaría más, ese pensamiento hizo que volvieran las ganas de llorar, casi estuvo a punto de volverse e irse, pero se obligó a continuar cuando vislumbró frente a sí el acceso a la zona privada del templo. Caminó hacia ahí decidido. Si se lo preguntaban, ni el mismo sabía que estaba haciendo, solo sabía que luego de la tragedia de la batalla se vio en la necesidad de buscar respuestas, al principio había bajado de su templo con el corazón lleno de odio, pero apenas pisó el ahora abandonado templo, su furia se vio opacada por el dolor y los recuerdos. Una puerta que imaginó era la habitación de DeathMask. Se dirigió ahí y la abrió despacio, como temiendo que de pronto el dueño llegara y le diera una reprimenda por su atrevimiento, casi deseó que eso sucediera cuando terminó de abrir la puerta y nada pasó. Un suspiro de resignación salió de sus labios y terminó de entrar.
Vio todo con curiosidad, aunque en realidad no había mucho que ver, la habitación se componía de una sencilla cama, un escritorio con su silla, una mesita de noche, una lámpara y un ropero que se veía bastante antiguo, no había más, ni el más mínimo objeto de decoración que delatara la personalidad o los gustos del santo, casi sintió decepción. Se sentó en la única silla que había en la habitación. Al observar con detalle el escritorio se dio cuenta de que este tenía un pequeño cajón, sin pensarlo mucho, estiró la mano y lo abrió. Se sorprendió al ver que estaba lleno de cuadernos, hojas sueltas, sobres y objetos de escritura, tomó un cuaderno y le echó un vistazo, pronto se dio cuenta que era un diario y pronto lo dejó en su lugar, DeathMask estaba muerto, pero todavía merecía algo de privacidad.
— ¡Ja! Merece privacidad, pero aquí sigues, husmeando entre sus cosas, Aioria —se regañó.
Removió los cuadernos y encontró unos sobres sellados, tomó uno y al girarlo se dio cuenta que tenían su nombre escrito en una impecable caligrafía que casi lo hizo pensar que lo había escrito Aphrodite, ya que parecía más propio de él que del tosco Cáncer, pero de inmediato lo descartó al recordar que era la misma que ponía en el diario y dudada que Piscis hubiese dejado el suyo en un templo ajeno
—Aunque con los cercanos que eran... —pensó en voz alta.
Revolvió un poco más y encontró un total de diez sobres con su nombre, todos con diferentes fechas y escritos con la misma pulcritud. Dudó un momento, pero luego de meditarlo por largos diez minutos decidió que no estaba mal si se los llevaba, tal vez nunca se los hubiera entregado, pero seguían siendo para él, así que estaba en su derecho de tomarlos se convenció y con ello, abandonó el templo del Gran Cangrejo para volver al propio.
Casi era media noche y él todavía no se decidía a leer nada de lo que había dentro de los sobres. Los había ordenado cronológicamente y tenía el primero de ellos en sus manos con fecha de su decimosexto cumpleaños. Después de mucho, finalmente se armó de valor para abrirlos. Luego de la primera carta, en la que DeathMask además de las consabidas felicitaciones, le hablaba de forma vaga con respecto a él y sus sentimientos, aquel primer acercamiento hizo que Aioria se apresurara a leer las demás. Con manos trémulas y con lágrimas en los ojos leía la última, que estaba fechada un día antes de la Batalla de los Doce Templos en la que se despedía de él, le contaba su historia y finalmente ponía en palabras los sentiminetos que quedaban apenas descrritos en todas las anteriores.
«Te amo Aioria y no espero que me perdones, no lo merezco, ni siquiera merecía esas miradas de admiración que de vez en cuando me dirigías y que atesoro en lo más profundo de mi corazón»
Terminaba aquella carta. Se dejó caer sobre su cama sin soltar aquella hoja sujetándola contra su pecho. Sonrió con amargura.
—Estúpido cangrejo —dijo limpiándose las lágrimas—, también te amo —aceptó.
Aioria entró a lo que quedaba del Templo del Gran Cangrejo y encontró a su dueño refunfuñando maldiciones mientras intentaba encontrar lo que haya sobrevivido a la Guerra. La mayoría de los templos habían quedado casi en ruinas y ahora que Athena les había concedido la gracia de volver a la vida, tenían que darse a la tarea de reconstruirlos. El suyo era de los que estaban relativamente intactos, pero había otros, como el de DeathMask, que era un milagro que todavía hubiese algo en pie. Afortunadamente para él algo de eso era su habitación, donde lo encontró hurgando en su escritorio, lo que lo hizo querer darse la vuelta para no delatarse y aprovechando que parecía que el de Cáncer no lo había viso ocupado como estaba. Esta idea solo duró un segundo, recordándose así mismo que había algo pendiente entre ambos y que no debía perder más tiempo. Decidió arriesgarse.
—¿Se te perdió algo? —preguntó asomándose por encima de su hombro.
—Nada que te... —se interrumpió al percatarse que era él-. ¿Qué haces aquí?
—Solo pasaba por aquí y...
—No juegues conmigo, niño —cortó de forma brusca.
—Bueno, tenemos algo pendiente —comentó con aire distraído.
—Vienes a golpearme —afirmó.
—Te lo mereces —le siguió el juego.
—Posiblemente. Adelante no me opondré —se oía el cansancio en su voz. Aioria lo miró sorprendido.
—¿En serio? —lo vio asentir—. Bueno.
Lo tomó de la camisa, lo apegó a él y lo besó. Cuando se separó de él sonrió ante su expresión confundida.
—Ese no fue un golpe —su voz sonaba aturdida.
—Claro que sí -se defendió—, golpeé tus labios con los míos —sonrió divertido, no era fácil dejar al cangrejo sin palabras—. Te invito a cenar.
—¿Por qué haces esto? —dijo finalmente reaccionando y mirándolo con sospecha.
—Porque creo que hemos perdido demasiado tiempo.
Se encogió de hombros y lo tomó de la mano instándolo a caminar. No sabía que pasaba con DeathMask para haberlo encontrado con la guardia baja, pero seguro más tarde tendría muchas preguntas que responder, pero lo haría mientras disfrutaban de una agradable cena.
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¡Gracias por leer!
Espero que si vuelvo hacer algún otro reto o algo así no me tome la vida. :P
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