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Aprendiendo Un Oficio

—Esto apesta.

Deathmask gritó mientras sacudía las manos con total fastidio. Aioria levantó su vista y evitó reírse, lo último que necesitaba era enfadar más a su compañero. Paró su labor y lo miró seriamente.

—Eso es porque no lo estás haciendo correctamente —explicó con paciencia.

—Oh —cantó Deathmask —y yo que pensaba que lo estaba haciendo de maravilla y la arcilla solo trata de molestarme —la ironía pintaba su voz.

—Deja la ironía —reprendió frunciendo el ceño.

—Tú deja de resaltar lo obvio —escupió con Desdén.

Aioria tuvo que hacer un par de inhalaciones profundas en un intento por calmarse. Debió prever qué un trabajo que requeriría de precisión y paciencia como era el modelado de arcilla no era buen ejercicio para alguien que lo último que lo caracterizaba era justamente eso. Se lamentaba de haber convencido a Afrodita de que fuera con Shura a la herrería sin darle más opciones a Deathmask qué ir con él al modelado de arcilla como parte del programa que su diosa había impuesto para impulsarlos a aprender un oficio y acercarlos a la vida civil.

Ahora se sentía culpable con su compañero de Piscis qué seguro la estaba pasando tan mal en la armería como Deathmask con la arcilla. Suspiró. «bueno, tal vez mañana podamos cambiar», pensó con derrota, igual aquel era el primer día y estaban a tiempo, pero eso ya se hablaría más tarde, lo importante era cumplir con ese día, que era: aprender a preparar la arcilla para su moldeado y Deathmask todavía no lograba conseguir la consistencia perfecta para el amasado. Lo miró con el ceño fruncido y los brazos cruzados, tamborileo con sus dedos, luego se levantó para acercarse a él.

—No estás midiendo correctamente las cantidades —instruyó—, si te cuesta tanto utilizar la balanza ¿por qué no usas las tazas?

Deathmask que ya comenzaba a poner nuevamente la arcilla en una balanza levantó lentamente la cabeza y miró a Aioria de una manera que este no pudo descifrar. Miró la balanza, luego los ingredientes arenosos, luego hacia las tazas de medición y finalmente a Aioria de nuevo. Regresó la arcilla que ya había vertido sobre la balanza a la bolsa y luego con aire digno tomó los recipientes y miró hacía la balanza como si esta le hubiese causado una gran ofensa y con el mismo silencio continuó con su labor. Aioria tuvo a bien a morderse la lengua y seguir su trabajo.

No fue sorpresa para Aioria qué Deathmask tuviera la pasta lista para cuando el instructor volvió para observar su progreso, felicitándolos a ambos por su buena labor, para ser el primer día, sobre todo a Deathmask.

—¿Cómo consiguió hacerla tan perfecta si al principio le costó tanto? —preguntó el maestro con verdadera curiosidad.

—Solo usé utensilios con los que estoy más familiarizado —señaló las tazas medidoras.

—¿Cocina?

—Repostería —respondió con enfado y salió.

—Vaya, espero mañana seguirlos teniendo por aquí —dijo el hombre ignorando la actitud de Deathmask.

—Así será —respondió Aioria con amabilidad—, gracias por su tiempo —se despidió y abandonó la alfarería

Al salir se encontró con Deathmask, Shura y Afrodita. Estos últimos lo saludaron y luego se giraron de nuevo hacía Deathmask, señalaron el pueblo y luego se fueron dejándolos solos. Aioria se rascó el mentón y se acercó a él.

—¿Vendrás mañana o pedirás un cambio? —comenzaron a caminar rumbo al Santuario.

—Seguiré —se encogió de hombros mientras encendía un cigarrillo. Se mantuvieron en silencio por el resto del camino.

—Oye, Gato —llamó Deathmask cuando empezaba a subir las escaleras a su templo, se giró más sorprendido que molesto por el mote.

—¿Si?

—¿Por qué no vienes a cenar a mi casa? —Aioria abrió los ojos—, así me das algunos consejos para ese estúpido oficio —se apoyó en un pilar.

—¿Consejos? —arrugó la frente.

—Sí, consejos ¿crees que no me di cuenta que estás más que familiarizado con la alfarería? —Aioria abrió los ojos con sorpresa, pero luego asintió resignado—. Gato tramposo, se supone que debemos aprender un oficio nuevo, pero no diré nada ¿qué dices vienes a mi casa? Quizá pueda enseñarte algo en lo que yo soy experto —dijo de manera sugerente. Las mejillas de Aioria se tiñeron de un intenso carmín—. Repostería, Gato mal pensado —se burló.

—No pensé nada —se defendió débilmente apartando la mirada—. Está bien —volvió su vista a Deathmask—, ¿a qué hora?

—Te espero a las veinte horas.

—Seré puntual —afirmó y siguió subiendo.

Una sonrisa de triunfo adornó su rostro, aquel primer día había resultado mejor de lo esperado.

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