Reencuentro
AU moderno
-¿Aioria?- escucho una voz que si bien no reconoció, se le hizo ligeramente familiar.
Giro la cabeza y de inmediato se arrepintió de haberlo hecho. Quien le hablo no era otro que Angelo, su ex de la preparatoria. Puede que hayan pasado 15 años, toda una vida, pero se veía prácticamente igual que cuando eran adolescentes, solo que mas alto y mas curtido.
Aioria entonces quiso darse la vuelta y fingir que no lo vio, pero ya era tarde. Este lo reconoció también y se acercó a hablarle.
-No puedo creerlo, de verdad eres tú- dijo en cuanto estuvieron frente a frente- no has cambiado nada, bueno, estas mas alto que yo ahora- le hablo con emoción.
Aioria, por su parte, no decía nada, solo lo miraba con tristeza ¿cómo es que podía hablarle como si nada luego de lo que le hizo? No lo entendía.
-¿Y cómo has estado? No he sabido nada de ti desde hace años- le preguntó sin notar (o ignorar activamente) la resiliencia del castaño para hablar con él.
-Esa era la idea- pensó Aioria tratando de ocultar el gran malestar que le causaba ese recuerdo.
-Ah ya sé, de seguro ya no me reconoces ¿verdad?- dijo al ver que Aioria seguía sin responderle- soy yo Ángelo, estuvimos juntos en la preparatoria- le dijo señalándose a si mismo con ambas manos.
-Yo- la voz de Aioria tembló ¿qué debía decirle? ¿Te recuerdo pero no puedo hablarte porque me siento culpable? ¿no tengo idea de quien eres? ¿perdona creo que me has confundido con alguien mas?
-Papá- se escucho la voz de un niño de 10 años. Nuevamente, Aioria volteó en dirección a donde lo llamaban.
Un niño de cabello castaño claro corto y ojos azules apareció corriendo en el campo visual de ambos adultos. El niño era como ver una versión pequeña de Aioria. No fue difícil para Angelo, conectar los puntos y saber que ese niño era el hijo de su ex.
-Si esta de oferta- le dijo el niño al castaño- ¿podemos llevarlo? Por favor- le pidió haciendo una cara de perrito mientras sostenía una caja de cereal achocolatado.
-Claro cariño- aceptó Aioria ignorando al peliazul que tenía frente a ellos- ponlo en el carrito- le indicó donde había dejado el carro de las compras.
-Es tu hijo- comentó Angelo mas para si mismo que para el castaño, pero en un tono lo suficientemente alto como para que Aioria también lo escuchara.
-Si, así es- habló el castaño finalmente al peliazul.
-Es un niño muy lindo- comentó Angelo en un tono tierno, no molestó o triste para sorpresa de Aioria- es igualito a ti-
-Espero que solo físicamente- susurro el castaño agachando la cabeza avergonzado.
-Aioria yo...-
-Ya volví- dijo el pequeño con mucho entusiasmo a lado de su papá- papá ¿qué tienes? ¿otra vez estas triste por mamá?- le pregunto cambiando por completo su lenguaje corporal- no llores, mami ahora esta en cielo, ya no le duele nada- le dijo tratando de que su padre ya no estuviera triste.
Él niño ya no quería ver a su papá así de triste. Realmente intentaba de todo para que su papá ya no llorara, pero ya no sabía que hacer. Estaba tan molesto por no poder hacer feliz a su papá. Las lagrimas se acumulaban en sus ojos ¿qué hizo mal? ¿acaso su papá estaba así por su culpa? ¿no había forma de hacer que su papá vuelva a ser feliz de verdad?
-Tienes razón cariño, perdona que te preocupe- le dijo Aioria bajando a la altura de su hijo para limpiar su cara y calmarlo. Su hijo era demasiado dulce y se preocupaba demasiado por él. No merecía un hijo tan bueno.
-Toma- le ofreció Angelo un pañuelo al pequeño. Este lo miro extrañado, para él, ese señor era un extraño y su papá le enseño en no hablar con los extraños.
-Esta bien, es un amigo mío- le dijo su papá para que no tuviera miedo.
El niño tomo el pañuelo y se limpio los ojos y la nariz.
-¿Cómo se dice?- le señalo Aioria al niño.
-Muchas gracias señor- contestó el pequeño un poco congestionado.
-Me llamó Angelo- se presentó con una sonrisa suave y agachándose también a la altura del niño para que no se sienta intimidado.
-Yo soy Regulus- contestó el niño un poco apenado. Ese señor tenía una sonrisa linda.
-Mucho gusto Regulus- le ofreció la mano para darse un saludo apropiado. Regulus le correspondió y le dio la mejor sonrisa que pudo. Su mamá le enseño a ser cordial con la gente, como todo un caballerito- que saludo tan fuerte- le elogió para levantarle un poco los ánimos.
-Gracias- dijo Regulus con un pequeño sonrojo- ¿eres amigo de mi papá?- preguntó recordando ese detalle y tenía curiosidad.
-Algo así- le contestó con una sonrisa- hace mucho hice enojar a tu papá y desde entonces no me habla- contestó con una sonrisa. Sin embargo sus cejas reflejaban su dolor por esa horrible separación.
-Papá- le "regaño" su hijo inflando los cachetes.
-No te enojes con él, fue culpa mía- le dijo el peliazul abogando por Aioria. Por lo poco que escucho, Angelo imagino que Aioria no debió tener una vida fácil desde que se separaron y no quería hacérsela mas difícil causándole problema con su hijo.
-Pero lo sientes de corazón ¿verdad?- le preguntó el pequeño levantando sus manos en forma de puños, tal como lo vio en su caricatura favorita.
-Pues si, de hecho por eso estaba con tu papá cuando llegaste- le explico sobándose la nuca nervioso.
-Entonces te tiene que perdonar porque es una disculpa sincera- habló el niño asintiendo con la cabeza- ¿verdad que lo perdonas papá?- volteó a ver a Aioria.
-No tengo nada que perdonar- fueron las palabras que salieron del castaño mayor- él no hizo nada malo, soy yo quien debe pedir perdón...por todo- esa ultima parte la dijo mirando fijamente al peliazul. Estaba profundamente arrepentido desde hace años, sin embargo, no tuvo la fuerza para remediar su falla. Tuvo que ser su hijo quien lo impulsara a hacer lo correcto. Ciertamente ese niño era lo mejor que pudo pasarle en la vida.
-Entonces lo perdonare, porque es una disculpa sincera- repitió Angelo las palabras de Regulus con una sonrisa un poco chueca. Aioria no estaba seguro si solo le seguía el juego a Regulus o había algo mas detrás. No lo culpaba si no lo perdonaba en realidad. Fue muy cruel con él cuando eran jóvenes y esas heridas no son fáciles de curar.
-Siiii- exclamó Regulus levantando las manos- final feliz, final feliz- comenzó a gritar dando saltos de emoción- hay que celebrar-
-Regulus- le llamó la atención el castaño mayor.
-No Aioria, Regulus tiene razón- hablo Angelo para sorpresa de padre e hijo- esto hay que celebrarlo debidamente ¿me dejas invitarlos a comer algo?- le propuso con la esperanza de pasar mas tiempo con su querido Aioria y ese niño tan divertido.
-¿Podemos ir por hamburguesas?- preguntó el menor todo ilusionado.
-Solo si tu papá acepta-
-¿Podemos? Por fis, por fis, prometo que me portare bien- le dijo Regulus sacudiendo el brazo de Aioria de un lado a otro.
-Esta bien- aceptó Aioria finalmente- pero deja tu cereal, porque ya vas a comer hamburguesa.
-Awww- se quejó el pequeño.
-No te desanimes, yo te lo compro- le dijo Angelo al menor para alegría de este.
-Eres genial- le alabo el niño con un brillo en los ojos y abrazando sus piernas- muchas gracias-
-De nada- dijo el peliazul con una gota en la cabeza. Igual que su padre en todo sentido.
Por su parte, Aioria solo negó la cabeza con una sonrisa.
Esos dos eran un peligro. A ese paso no tendría oportunidad de negarles algo.
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