9. Forehead kiss.
¡Hola mis bonitos lectores! Ando subiendo esto cuando debería estarle prestando atención a una clase, pero estoy segura de que me quedaré dormida en un rato, so acá estamos. Me equivoque, tenemos a Yut para mañana, pero de todas maneras este es un capíto que me gusta mucho, ya saben, es medio meh, pero lo amo.
¡Espero que les guste!
Ash tiene días buenos y días malos.
Días en los que es capaz de levantarse incluso antes que Eiji, preparar el desayuno, asistir a sus clases y asesorar a la pandilla. Días en donde siente que es el rey del mundo y que ha quedado en su pasado la idea de ser una carcasa congelada. Esos días son realmente buenos, ni siquiera debe preocuparse por pequeñeces como ser un novio ejemplar porque le brota natural, es sencillo darle la mano entre los cojines del sofá y simplemente dejarse ahogar por esos grandes ojos cafés. Pero también, existen los días malos, terriblemente malos. Días donde no quiere sacar su trasero de la cama y la muerte ronda por su cabeza como si fuese su casa, días donde su pasado luce insuperable.
Hoy es un día malo.
Un día realmente malo.
No porque lo quisiera o lo eligiera. Dios sabe que lo último que desea es darle problemas a su novio, sin embargo, ha despertado así. No porque haya tenido alguna pesadilla o ayer haya sido una tarde desagradable, solo...
No sabe por qué es así.
Solo sabe que es un día malo y no quiere nada.
—¿Pasó algo? —Y por supuesto, Eiji lo nota de inmediato—. Te ves distraído. —Aslan ensarta un par de camarones en el tenedor, no tiene apetito, sino náuseas.
No cree que sea por la anorexia en remisión, sino porque ha despertado sin las malditas ganas de vivir y ya. No, no tiene ideación suicida activa, mucho menos planificación, solo quiere que el mundo desaparezca un rato. Ojalá pudiese cerrar los ojos y despertar siendo alguien normal.
—No es nada. —Eiji alza una ceja, su boca tiembla detrás de los cubiertos, parece dudar acerca de su insistencia—. No te metas en mis asuntos. —Y retrocede.
—Lo siento. —¿Por qué se disculpa? Él fue el grosero—. Tienes razón, no me debí meter.
El corazón de Ash se aprieta con fuerza, como si una daga se hubiese instalado en medio de su pecho y estuviese pendiendo hacia abajo. No quiere lastimar a su novio con sus comentarios, no obstante, está hecho pedazos y cada vez que trata de recogerse acaba sangrando.
Sangra y sangra.
Sangra demasiado.
—Eiji... —Ash suspira, enfocando su mirada en el tazón de ensalada solo para volver a esos ojos de ciervo.
Lo siento por estar tan roto, quiere decirle, pero las palabras nunca le salen.
Él sabe que no debería mantenerlo a su lado, porque cualquiera que lo conociera podría ver lo enamorado que está de este chico. Eso es peligroso considerando que los fantasmas del pasado no permanecen completamente enterrados. La existencia de Eiji Okumura ha hecho sonar sus alarmas mentales desde el instante en que se conocieron, mientras más cerca lo tiene, más muerto está. Tanto en el sentido metafórico, como en el real. El recuerdo de la puñalada le hiela la sangre y lo hace tirar los servicios contra la mesa, le cuesta respirar, pensar y vivir en este momento.
Mientras más ama a Eiji Okumura, más muerto se encuentra Ash Lynx.
—Yo...
Y más vivo se profesa Aslan Jade Callenreese.
Eso es aterrador ¿no?
—No tengo ganas de ver a los chicos hoy. —Finalmente lo suelta, Eiji alza su mirada con timidez, procesando con lentitud esas palabras—. No estoy de humor para lidiar con ellos.
—Son nuestros amigos, es grosero retirar la invitación. —El moreno eleva una ceja, no es despectivo ni insensible con esta respuesta, solo no es capaz de entenderla del todo y eso está bien, no ha vivido las mismas circunstancias que Aslan y trata de sobrellevarlo de la mejor manera—. ¿Es por el cambio de mando? —La boca se le seca.
—No. —Cierto, hoy se despide definitivamente de su antigua vida—. Me alegra que Alex tome el mando. —Entonces, Eiji arrastra la mano hacia el otro lado de la mesa, tantea ligeramente la palma de Ash, como si estuviera pidiéndole permiso para tocarla. Le da ternura que le pida consentimiento en esto, tomaron tanto de él que a veces olvida que tiene derecho sobre su propio cuerpo.
—No te ves muy contento. —Aslan se lo da—. Debe ser duro para ti. —El japonés frunce la boca antes de negar, analizando mejor a dónde quiere llegar—. Debe ser angustiante.
Angustiante.
El corazón le golpetea con ferocidad, al parecer, este chico tiene un increíble talento para acunar las emociones que esconde y proporcionarles un hogar, para escucharlo mudo, para encontrar la mejor parte de él, aunque la jure perdida. Y Aslan solo lo sabe, sabe que silenciará cada vez que sea necesario esas alarmas mentales, porque adora a este chico más que a su propia vida, es egoísta, pero haría lo que fuera por él y por poder mantenerse a su lado.
—Hoy es uno de mis días malos. —Se lo intenta explicar, es duro comunicarse, más sino descifra lo que le ocurre—. No creo ser funcional durante un rato. —En lugar de molestarse o reprocharlo.
—Gracias por confiar en mí y contarme. —Eiji le regala una dulce sonrisa, una sonrisa perdidamente enamorada de la que no es merecedor, esa que le limpia el alma, esa que le arregla el corazón—. Quedémonos en casa solo los dos, podemos ver alguna película.
—Esa idea me gusta. —Ahora Aslan es feliz, porque sabe que por lo menos hay una persona que se preocupa por él y no espera nada a cambio, no puede creer la suerte que tiene—. Podemos terminar de ver nuestro maratón de plaza sésamo, onii-chan.
—¡Ash! —Es el sentimiento más feliz del mundo—. ¿De verdad me vas a seguir molestando con eso?
—Siempre. —El moreno infla los mofletes antes de sacarle la lengua, completamente indignado—. Te molestaré con esto hasta que puedas contar hasta diez en inglés o seas tan viejo como Max, lo que pase primero. —Es tan lindo que quiere llorar.
—Solo por eso tendrás que lavar los trastes hoy. —Eiji contiene una estampa contra la mesa. Los conejitos igual patean cuando se enfadan, piensa. Le dan risa esas similitudes con su pareja.
—Serás una terrible esposa. —¿Un lince y un conejo? Quiere averiguar hasta dónde pueden llegar.
—Mira quien habla.
Quiere confirmarse que es más que un leopardo congelado.
—Boss! —Aunque claro, su pandilla no le facilita la tarea.
—¿Qué hacen acá? ¿Acaso no recibieron mi mensaje? —Sin pedirles permiso ni perdón, los chicos entran al apartamento cargados de bolsas de supermercado, el sonido de las latas acribilladas le pone los nervios de punta, la peste de la pizza le retuerce las entrañas, no se encuentra de humor—. Les dije que no vinieran. —Su voz escapa gélida, espera intimidarlos.
—No sea aguafiestas, jefe. —Pero claro, no debe verse muy intimidante acurrucado con Eiji en el sillón—. ¿Eso es plaza sésamo?
—¿Tienes algún problema con plaza sésamo? —Kong alza una ceja, dejando las bolsas en el piso.
—Ustedes tienen fetiches extraños.
—¡No es verdad! —Eiji se hace pequeño hacia él, eso le agita el corazón, porque verlo encogerse contra su hombro, verlo escogerlo, de todas las personas que pudo haber elegido, lo hace creer que es su zona de seguridad. Bones rompe la atmósfera romántica al arrojarse a la mesita.
—Vinimos a celebrar a Alex, no a verlos coquetear. —Aslan bufa, amurrado.
Día de mierda.
Maldito día de mierda.
Pudo vencer ese intrínseco negativismo cubierto por una manta esponjada, con Eiji a su lado, con sus hombros rozándose por accidente mientras entrelazan sus manos debajo de la tela, ni siquiera le estaba prestando atención a la película, se hallaba demasiado ocupado vislumbrando la belleza que su novio desprendía, porque él era sublime, incluso con un suéter color crema que escondía un pequeño Nori Nori en su bolsillo, con unos jeans más o menos holgados y el cabello apenas peinado, él era todo lo que podría desear y más. Ash cree que podría haberle salido humo por las orejas por lo encandilado que se profesaba y que seguramente pasó. Sí, pudo ser un día donde vencía a esos malditos síntomas, sin embargo, estos entrometidos lo jodieron.
Pandilla de mierda.
Amigos de mierda.
—Anda jefe, agarra un poco de pizza.
De mala gana, se les une para celebrar el cambio de mando en la pandilla.
Es una ambivalencia agridulce la que enfrenta. Por un lado, le genera una nostalgia inconmensurable renunciar a su título de liderazgo, apartándose del mundo de la mafia, gracias a Sing y su maravillosa capacidad para lidiar con el más joven de los Lee, Nueva York coexiste en armonía, Shorter estaría orgulloso de su pupilo, no lo duda, es duro renunciar a su identidad. Por otro lado, existe una tímida expectación que se asoma de a poco, una que aparece al asistir a clases y que le permite descubrir lo que realmente le gusta, no lo que necesita hacer para sobrevivir, es agradable tener esa clase de libertad. ¿Quién lo diría? Antes no tenía libre albedrío. Así que es...Raro.
Quiere saber qué tan lejos puede llegar, explorar ese lado novelesco que Griffin le inculcó y enterró después de encontrarlo convertido en un cadáver viviente en ese mugriento hospital de veteranos, nunca lo olvidaría, porque era apenas un niño cuando se vendió. Incluso ahora, usar su nombre real es extraño, le gusta el significado que Eiji le da. Aunque su madre lo eligió, solo se empezó a sentir verdaderamente propio luego de que ese infame acento lo envolviera. Permitirse ser Aslan es bonito. Claro, omitiendo que es un día de mierda.
—¡Fondo! ¡Fondo! ¡Fondo! —Alex se traga una lata de cerveza de golpe, todos parecen demasiado borrachos, excepto él. Gracias a la medicación no puede tomar alcohol, es un arma de doble filo, una maldición en estos momentos—. ¡Eres grande!
—Deberíamos jugar a algo. —Bones gimotea, golpeando sus zapatillas contra el borde de la mesa—. Algo divertido. —Un sentimiento de extrañeza le retuerce las entrañas, a veces olvida que también son chicos, no solo asesinos. ¿Alguna vez se dio el trabajo de conocerlos?
—¿Qué puede ser? —El japonés se restriega contra su hombro, luce cansado. A Aslan le sorprende que aguantara dos latas siendo un peso tan ligero—. ¡Lo tengo! ¡Tengo una buena idea! —El grito de Kong lo hace saltar contra el respaldo.
—¿Qué?
—¡Los cupones! —Antes de que Ash pueda maldecirlos, se paran a buscarlos—. ¡Juguemos a canjear cupones! —El párpado le pesa en un tic nervioso, ni siquiera les importa su privacidad ¿no?
—Solo Eiji los puede cumplir. —Se queja, intentando quitárselos.
—No seas aguafiestas. —Esa palabra lo empieza a molestar—. Es el día de Alex.
—Es la verdad. —El nombrado sonríe, medio ebrio, medio orgulloso—. Puedes empezar canjeando uno tú si tanto quieres. —Aslan les arrebata el mazo de cupones.
—Son todos míos. —Resalta—. Y no quiero canjear ninguno frente a ustedes.
—¿Qué tal este? —Bones alza un papel rosado al cielo—. Pensé que ya lo habrías canjeado. —Las orejas le queman, las rodillas le fallan y las manos le sudan, tendrá un ataque de pánico.
—No canjearé ese cupón delante de ustedes. —De pronto, no puede respirar. Porque si no lo hace todo el mundo sabrá que no es una persona normal—. Es demasiado privado. —Eiji se ruboriza de pies a cabeza al leer la consigna escrita en el papel.
—Entonces, yo lo canjearé por ti. —Ash extiende un puño, amenazando con tumbarle el otro colmillo. Traga duro, alternando su atención entre el cupón y su novio.
Ha tenido grandes avances desde que inició su terapia, se está tomando su medicación de manera responsable y rigurosa, se está volviendo más humano, ya no es el mismo asesino de antes ¿verdad? Se encuentra limpio. Pero su alma sangra y sangra, sangra un poco más. Es un mal día para existir o forzarse a funcionar, se siente demasiado mal, desde que despertó ha estado así. La tarde pudo haber ido bien si ellos nunca hubiesen llegado, sin embargo, no pasó. Porque al mundo le importa un carajo su consentimiento o su opinión.
No. No. No.
Puede hacerlo.
Ha cambiado.
No es un leopardo.
—¿Ash? —La voz de su pareja lo trae de regreso a la realidad—. ¿Quieres besarme? No tienes que hacerlo sino quieres, no te sientas obligado. —Esas palabras le remueven el mundo entero, porque son dichas con inocencia, sin las manchas impregnadas a su grotesco pasado, son puras, limpias.
—Eiji... —Musita su nombre, despacio. Sus yemas le delinean las mejillas, puede sentir la calidez del rosa que las tiñe calentarle la piel levemente, él le acomoda un cabello detrás de la oreja, es suave y esponjado—. ¿Puedo besarte? —Le da risa preguntar a estas alturas.
—Puedes. —Tomó su primer beso en prisión, porque acostumbra a usar su cuerpo como una mera transacción, nunca se le ocurrió que pudiese ser valioso—. Puedes besarme. —La sangre le hierve por todas las venas, la estridencia de los latidos le retumba en los tímpanos, la reminiscencia del alcohol chispea en su propia lengua.
—Bien.
Eiji aprieta los párpados con fuerza, Aslan se niega a hacer lo mismo, porque anhela memorizar este momento, tomarlo entre sus manos para congelarlo en lo más profundo de su ser. Él se desliza como seda contra la barbilla de su novio, es bronceada y tersa, asciende hasta las primeras onditas en su nuca, se acerca, la tenue fragancia a girasoles del jabón le cosquillea bajo la nariz hasta embriagarlo, es dulce y extraordinariamente familiar. Él se inclina lentamente, se encuentra nervioso. Fuegos artificiales explotan en su interior al mirar sus labios, solo ahora es capaz de dimensionar lo mucho que lo adora, lo mucho que lo ama, lo mucho que lo necesita, lo complementa, y todo lo que va más allá. Él es su alma entera y lo quiere besar.
—Perdón. —Pero no lo hace.
—¿Ash?
—¿Jefe?
Así que se aparta, apoyando su palma en ese bolsillo de Nori Nori y huye.
Porque si lo besa, Eiji sabrá dónde sus labios han estado, saboreará sus pecados y le dará asco.
Irónico, le ha dado mamadas incontables a viejos grotescos en cuartos de hoteles, pero le da pánico besar a la única persona en el mundo a quien genuinamente quiere besar. Hoy es un día infernal, que va de mal en peor. Se encierra en su cuarto y se encoge en la cama, debió saber que esto pasaría, que su pasado lo terminaría alcanzando y que él no cambiaría.
Ash tiene días buenos y días malos.
Días en los que reescribe su historia, días en los que se quiere morir, días en los que se aprende a amar, días en los que se odia tanto que se quiere arrancar la piel, días en los que se siente tan audaz que se atreve a anhelar una vida sexual, días en los que es incapaz de darle un beso a su novio. Hay días buenos y días malos.
Días en los que llora y llora, porque quiere ser normal.
—¿Ash? —No quiere mirar hacia la puerta, se siente demasiado avergonzado por haber armado un espectáculo—. ¿Cariño? —Ese apodo lo quiebra un poco más.
—Largo. —Casi puede ver sus pedazos repartidos debajo de la cama, hundidos en un mar de sangre infinito cuyo dolor aumenta cada vez que se intenta arreglar—. Quiero estar solo.
—No es verdad. —Y podría haberse enojado por esa reacción, es un día de mierda y no quiere lidiar con nadie—. Estás escondido, te conozco. —Pero en las intenciones de su novio no hay maldad y...
—Quería besarte. —No tiene energías suficientes para batallar contra sí mismo—. Realmente quería besarte. —Así que se levanta con debilidad de la cama, se las arregla para arrastrarse fuera de la frazada y mirarlo.
—Lo sé. —Dino Golzine solía alabar sus ojos por lo extravagante de su color, a Aslan le gustan mucho más los de Eiji, no por esa cobriza tonalidad, sino por la eternidad de emociones que son capaces de transmitir—. No era el momento correcto, habría sido poco romántico con ellos al frente. —Se ríe, claro que se ríe, si alguien tiene la habilidad para tomar lo malo y reescribirlo es él. Lo hizo con la lesión, lo hizo con un asesino, lo hizo con un trauma en Nueva York.
—Eiji... —Ash tiene días buenos y días malos.
—¿Sí? —Hoy ha sido un día malo, terriblemente malo.
—¿Todavía puedo canjear el cupón? —Pero no significa que el otro será igual.
—Eso también es poco romántico, americano tonto.
—¿Quieres que me arrodille para pedírtelo, onii-chan?
—Tal vez. —De repente, deja de sentirse adolorido por el intercalado anterior—. De todas maneras, no veo que el cupón tenga fecha de expiración. —Porque hay días buenos y días malos.
—Tienes razón.
Eiji vuelve a presionar los párpados, una tímida sonrisa adorna sus labios junto a un sonrojo, Aslan se atreve a acunar sus mejillas, a repasarlas una y otra vez hasta grabarlas en su memoria, toma una profunda bocanada de aire y se inclina, la cama rechina bajo sus rodillas. Él se alza con lentitud, ese flequillo entintado le hace cosquillas contra la nariz, lo retira lentamente, dejando libre la frente de su amado y finalmente se atreve a presionarle un beso, es largo y cálido, ambos parecen disfrutarlo.
Un beso en la frente.
Sí, para cualquier otra persona esta podría ser una cursilería, pero Ash jamás besó ni fue besado en la frente porque bueno, no tiene nada sexual hacerlo. Así que se toma su tiempo, deja un besito tras otro entre sus cejas, lo escucha reír, eso lo incita a repetir la acción hasta sentirse satisfecho. Cuando se aparta, Dios, la imagen más hermosa del universo se encuentra esperándolo. Un Eiji cabizbajo, completamente ruborizado y sorprendido por la dulzura del gesto.
—¿No te cansas de mí? —Se lo pregunta de golpe—. ¿De tener que lidiar con estos constantes ataques? —Porque a veces, se cuestiona si le gustaba más antes. Cuando la vida era simple porque vivía disociado, corriendo y corriendo, sin ser alcanzado.
—Algunos días es agotador. —Musita, sin dejar de mirarlo—. Algunos días yo también soy agotador, Ash. Deja de actuar como si fueras un problema, no soy un ángel que debe lidiar con todo, tampoco lo hago. Al contrario, soy un hipócrita que se la pasa hablando de autosuperación cuando sigue estancado, soy un humano y me canso, me quemo rápido.
—Eiji. —Su novio tiene sus propios fantasmas que lo persiguen del pasado.
—Pero... —Él alza la mano de Aslan para presionarle un besito en los nudillos, acá está, otro lugar que ni siquiera soñó con ser besado—. Te amo y lo estamos superando de a poco, incluso si algunos días es agotador, esto vale la pena.
—Supongo que sí. —Se relaja, dejando descansar su frente contra el hombro del moreno—. Gracias por hacer de un día terrible algo lindo. —No tiene que pedirlo para que lo abrace, es un toque suave y delicado, más de lo que merece, más de lo que soñará.
—Tenemos días buenos y días malos. —Se lo susurra.
—Días buenos y días malos.
Ash lo abraza, deseando que mañana sea un día un poco mejor que hoy.
Ahora sí, mañana nos prendemos con todo si es que llego XD como que se me vino encima y ahora somos 1% de posibilidad pero 99% de esperanza de terminar el flufftober, si la vida me sonríe nos veremos doble con un Eiji yakuza.
¡Nos vemos mañana!
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