6. Love letters.
¡Hola mis bonitos lectores! Este es un capítulo super meh, de verdad, como que no pasa mucho, pero de todas maneras, es de mis favoritos enfocados en Ash, don't know why. Muchas gracias a todas las personitas que me estan apoyando en esta dinamica e impiden que muera ignorada, son tan lindos, lloró.
¡Espero que les guste!
—¿Cómo has estado desde nuestra última sesión, Aslan?
Una mierda.
Una maldita mierda.
Ha sido tan mierda, que ni siquiera lo puede expresar.
Mierda.
Mierda.
Mierda.
—De maravilla. —Bufa, subiendo una de sus piernas hacia la otra, hundiéndose en ese ridículamente mullido sofá. Su terapeuta lanza un suspiro cansado, ella se presiona el arco de la nariz y deja las notas de lado. Me va a castigar, piensa Ash.
—Ya hemos hablado de esto. —Se queja—. Mostrarte sobreadaptado no nos ayuda a progresar. —Él se muerde la lengua, evitando arrojar algún comentario mordaz acerca de la poca introspección que tiene la gente normal sobre sus mecanismos de defensa—. ¿Cómo has estado de verdad?
En lugar de responder, enfoca su atención en la ventana del consultorio, Uptown se vislumbra a la perfección a través de cortinas de terciopelo, parecen incómodas y pesadas, la textura le desagrada a simple vista. Él odia visitar esta zona, tan pretenciosa y surreal, le recuerda a una burbuja apartada de la violencia, mientras no se mire lo que pasa en Downtown da igual, no vendría si esta pretenciosa doctora no lo obligara. Rueda los ojos para sí mismo. Bien, no lo está obligando, pero...
Es Jessica quien se la ha recomendado, ella insiste en demasía en la importancia de su recuperación, en que debe afinar sus traumas antes de alcanzar una supuesta sanidad mental, debería escucharla, ella también fue víctima de violencia sexual, pero Jessica está compuesta, Jessica es normal.
Aslan arroja la nuca hacia atrás, cansado. Sabe que tener un negativismo exacerbado es otro bendito síntoma del estrés post traumático, sin embargo, no es voluntario. Es como si se encontrase usando unos anteojos con un cristal de puro negativismo, le es imposible hilar un pensamiento meramente realista acerca del mundo, de sí mismo o de los demás. Porque todo se ve terrible y feo. Malo, tan malo que hablar de recuperación le da risa. Jodido una vez, jodido para siempre.
No.
Es el lente negativo haciéndolo hablar.
—Una mierda. —Libera.
—Eso está mejor, Aslan. —La doctora es una mujer mayor que se especializa en traumas, luce más aburrida que el pan blanco, es fácil de olvidar—. ¿Por qué ha sido una mierda? —El corazón le pellizca dentro del pecho, todavía no se ha dado el valor para confrontar a Eiji luego del incidente—. Cuéntame acerca de eso.
Porque la vida es una mierda, quiere responder.
—He estado teniendo síntomas. —Musita, realmente pequeño en ese gigantesco sofá. Él crispa sus puños hacia sus muslos, pasando por las rasgaduras de sus jeans, Eiji las ha tratado de arreglar con horrendos parches de Nori Nori, eso lo hace reír. Lindo, muy lindo.
—Es esperable que eso pase, lo hemos conversado.
—Es una mierda. —Ella lo detiene con un gesto de manos.
—Dije que era esperable, no que fuera rico ni agradable. —Y lo calma—. Solo esperable. —Hay algo en su voz que le es suave, le recuerda un poco a las canciones que Jennifer le solía cantar en el bar.
—Sé.
—Significa que de a poco estás procesando lo que te ha pasado.
—Lo sé. —Y Dios, lo hace.
Para Aslan es obvio su propio funcionamiento psíquico, sus defensas primordiales son la disociación, la racionalización y la intelectualización, sabe que pudo lidiar con los asesinatos y la violencia sexual porque fue una cosa tras otra, tras otra, sin descanso, aquello lo ha obligado a seguir andando con una inquebrantable voluntad. Esos mecanismos que tantas veces le salvaron el pellejo, han dejado de funcionar. Es normal, si aparecen tantos síntomas significa que ha avanzado.
Pero Eiji.
Su Eiji.
No es justo para él.
Anoche tuvo una pesadilla acerca de su infancia. Despertó de golpe con un arrebato de ira, le fue imposible aterrizar hacia la realidad hasta que el cuarto se hallaba medio destruido. Lo último que recuerda, es que Eiji se encontraba sosteniéndolo, con sus frentes presionadas con suavidad, como si le estuviese dando la posibilidad de escapar o de acercarse todavía más. Su novio siempre parece preocupado por no asustarlo, aunque es ridículo considerando su reputación de lince mordaz, le da la impresión de que no desea hacerlo sentir atrapado.
Le da risa que todos a su alrededor digan que él es quien ha salvado a ese chico incontables veces del peligro, porque Aslan no lo siente de esa manera, al contrario...
Eiji es quien le salvó la vida al creer en él.
Ahora es su turno.
Su turno para ayudarse a sí mismo.
Mierda.
—Eiji me va a dejar. —La terapeuta juguetea con el lápiz, está usando un esmalte de uñas oscuro que hace que sus manos luzcan aún más pálidas, como pan blanco.
—¿Te ha dicho explícitamente que te quiere dejar? —Niega—. ¿Entonces? Cuéntame acerca de eso. —Y lo fuerza a hacer un chequeo de la realidad.
—Eiji es un ser humano. —Comienza a divagar—. Últimamente me he apoyado mucho en él, temo estarlo cargando con demasiado. —A veces, esto se le olvida.
Es normal que Eiji se sobrepase, no es su obligación recibir sus arranques de ira con sonrisas de oreja a oreja ni colocar la otra mejilla. Pero le duele que eso ocurra, que le responda con gritos o llore de frustración, que ninguno tenga la cabeza lo suficientemente fría para poner su mierda junta y se dañen un poco más. Es sumamente humano agotarse, sería patológico sino ocurriera.
Aun así, duele.
Duele mucho.
—Estábamos en una cita y tuve una reexperimentación auditiva. —Las palabras le arrastran con pesadumbre por la lengua—. Un petardo. —Lo recuerda en cámara lenta, escuchó el sonido de un arma, pensó que los iban a matar, proteger a su novio era su prioridad y....—. Ataqué al personal de la cafetería, no me quería levantar, creo que los amenacé con una navaja, pero no lo recuerdo.
—¿Luego qué pasó?
—Volvimos a casa en taxi, todavía estaba muy conmocionado para procesarlo. —La cabeza le punza con fuerza—. Los síntomas no han parado desde entonces. —La terapeuta asiente, con lentitud. Un mechón se le ha salido de la coleta, se ve gracioso y desordenado.
—Te voy a dejar una tarea para nuestra siguiente sesión. —Ash bufa, expresando su malestar—. Quiero que le escribas una carta a tu yo de ocho años. —Abre los ojos de golpe, sin poder creer la tontería que acaba de presenciar—. Es momento de desentrañar el corazón del trauma, si te parece.
—¿Qué diablos le puedo escribir a mi yo de ocho años? ¿Lo siento pero la vida es una mierda? —Ella se encoge de hombros.
—Esa es tu tarea. —Musita—. La dejo a tu libre interpretación, Aslan. —No logra moverse del sillón.
No sabe cómo ha pasado una hora tan rápido, todavía no ha recolectado el valor para volver a su hogar, tuvo una pequeña discusión antes de partir, porque ha amenazado a Eiji con desertar terapia. Qué novio más maravilloso ¿verdad? La mandíbula le tiembla y la sangre le hierve, iba tan bien con la ayuda de los cupones, realmente sentía que estaba progresando y ahora...
¿Por qué se ha caído al vacío otra vez?
—Probablemente ya sabes lo que te voy a decir, pero tu mayor problema no son los síntomas, sino de dónde surgen. —Es verdad, obviamente lo ha pensado. ¿Hola? 200 puntos de IQ—. Eres muy autodestructivo contigo mismo, Aslan. —Se lo dice sin permiso.
—No es verdad.
—Sé que no es fácil empezarte a querer con todo lo que has pasado, pero una vez des ese primer paso y realmente te permitas sanar... —Ni perdón—. Ahí es cuando notarás los verdaderos cambios.
¿Quererse?
¿Él mismo?
Ugh.
Que asco, no.
Aslan no sabe qué evitar. Por un lado, la disculpa con su novio parece ineludible, ni siquiera recuerda por qué se irritó y le arrojó veneno con semejantes palabras, sabe que es especialmente duro para Eiji la ligereza con la que se toma la muerte, le quedó claro desde que le contó acerca del leopardo en «las nieves del Kilimanjaro». Por otro lado, esa tarea es un dolor de culo, no quiere pensar en su infancia porque eso le recuerda a Griffin, recordar a Griffin desemboca demasiados sentimientos dentro de su corazón, si estuviese vivo no se sentiría orgulloso de quien se ha convertido. Sus dedos se crispan en el teclado, se le prende un foco. Tiene sentido que haya estado con más síntomas si la poesía y Cape Cod se han puesto en la mesa.
¡Es un genio! ¡Bingo!
—¿Por dónde parto? —Sus dedos se encogen, como si lo repeliese una especie de campo magnético alrededor del computador. La barra del Word parpadea con pereza, torturándolo. ¡Por favor! ¿Qué tan difícil puede ser?—. Querido Aslan... —Comienza.
Bien, le gusta el inicio, su nombre se ve lindo contra la hoja blanca en la pantalla, va bien.
—Lamento informarte que de ahora en adelante tu existencia será una mierda, deberías ahorrarte ese sufrimiento y predisponerte a la desgracia hasta tu muerte. —Se detiene—. ¡No!
Él deja caer su cara contra el teclado, su nariz presiona un par de letras al azar que arruinan aquella brillante carta. ¿Por qué le es tan difícil ser compasivo consigo mismo?
No pasa nada, otra vez.
—Querido Aslan Jade Callenreese. —Traga—. Tu vida de adulto ha sido toda una... —Debe mantenerlo neutro, simple y bonito—. Experiencia.
Se felicita mentalmente al ahorrarse los insultos.
—Pasarás por muchas cosas malas, conocerás a muchas personas malas, de hecho, tu vida será tan insostenible que perderás toda la oportunidad de ser una persona normal, en lugar de eso, te convertirás en un inadaptado social, marginado por la ley repleto de rencor.
¿Rencor? Recuerda que Shorter le mencionó aquello cuando lo conoció en la correccional. Dijo que le recordó a un asesino, que la frialdad en sus ojos denotaba una total inexpresividad, como si no le importara menos. Pensó que parecía una puta manipulando clientes en la correccional y tenía razón. Porque hubieron innumerables hombres que se sobrepasaron, ninguno creía que pudiese luchar en contra. Entonces, se enojaban mucho cuando lo hacía. ¿Cómo se atrevía a arruinar sus fantasías? Ni siquiera pensaban que fuese una persona real. En ese entonces, Ash odiaba, odiaba mucho, tanto a sí mismo como al resto del mundo, por eso se convencía de que era fácil matar con 14 años.
Shorter...
Hace mucho no piensa en él.
Probablemente, fue la primera persona que lo trató con desinterés y amabilidad, habría terminado mucho peor sino lo hubiese conocido, cuando se le acercó creyó que quería sexo y lo tomaría por la fuerza, igual que ocurrió con Max.
Max, también es otra persona gentil que se ha cruzado en su vida.
—El anciano. —Comienza a contar con los dedos—. Jessica, Michael, Nadia, Charlie, Skipper, Sing, Cain, Alex, Bones, Kong, Ibe, Jennifer, la señora Owens, mis compañeros de universidad, los profesores, incluso la terapeuta.
De pronto, le hacen falta dedos en las manos para contar a las buenas personas que ha conocido a lo largo de su vida. No todos son malos, se reprocha, se pregunta si ese es el mensaje que Eiji quiere plasmar en sus fotografías y se ríe al recordar la sesión que tuvieron en el parque.
Tanto el sonido como las luces de las cámaras fotográficas, eran los peores factores que gatillaban una reexperimentación, solían remontarlo a cuando lo forzaron a grabar pornografía infantil. Ahora, al escuchar o ver un flash, piensa en dulces risas en la almohada, en pijamas de tela, en mechones esponjados presionando su nariz, y en ojos increíblemente oscuros del otro lado del lente. Aunque son más profundos que una noche de Halloween, desprenden brasas de comodidad que lo invitan a permanecer por siempre.
Eiji Okumura.
El mezquino Eiji Okumura.
¿No pasaría por todo para conocerlo otra vez? Ash levanta la cara del ordenador, algunas teclas se le han marcado en las mejillas. A veces, es suficiente con no querer morirse todos los días, ese es un avance, ese es un mérito, paso a paso, crisis a crisis, carta a carta.
—Necesito agua. —Balbucea para sí mismo, pero es solo una excusa para mojarse la cara.
Al regresar a su oficina, el documento ya no se encuentra en blanco.
—¿Qué diablos?
Aslan parpadea, confundido, se acomoda los lentes en la montura de la nariz y comienza a leer.
«Querido Aslan:
Lamento informarte que crecerás para convertirte en un adolescente gruñón, quien desarrollará un temor irracional hacia las calabazas, será incapaz de apreciar la buena comida como el natto pero lo bañará todo en mostaza (lo que será malo para tu salud, por cierto). Serás tan terco que le sacarás canas a tu adorable novio, harás pucheros cuando no te parezca algo y pasarás la mayoría del día como un nerd en la biblioteca».
—No quería entrometerme, pero sentía que necesitabas un toque de realidad en tu carta. —Ash tensa el ceño, ofendido.
—¿Qué parte de esto es verdad? La mostaza es superior y las bibliotecas son geniales. —Eiji rueda los ojos, entrando a la habitación, estira la silla del costado para sentarse frente al computador—. Ni siquiera escribiste algo bueno de mí.
—No me diste el tiempo para hacerlo, regresaste demasiado antes de la cocina. —Aunque la mirada del japonés se suaviza, grita preocupación—. Pero si quieres, sigo. —Aslan traga saliva, odiándose. Porque quiere escuchar la manera en que esos grandes ojos de ciervo lo contemplan, se siente como un hombre diferente cuando esto pasa, como si fuese el Ash de las fotografías y no el que despierta en medio de un ataque en la madrugada.
—Yo...
—¿Quieres? —Se lo vuelve a preguntar, con ojos oscuros y bonitos, con sonrisas dulces y pacientes.
—Sí. —Finalmente lo acepta.
—Querido Aslan. —Eiji le acuna la mano, despacio, como si temiese que pudiese escapar en cualquier instante—. Conocerás a gente muy mala y pasarás por muchas cosas malas. —Balbucea—. Cosas malas que quisiera evitar a toda costa, daría lo que fuera por poder hacerlo. —La impotencia pende en su voz, eso le quiebra el corazón. No sabe qué ha hecho para que alguien tan puro como su novio le confiera tan preciosa preocupación—. Pero eres un hombre fuerte, mucho más fuerte de lo que crees y podrás salir adelante con ello.
—Eiji...
—Es gracioso, me siento hipócrita hablando de autosuperación cuando tengo mis propios temas. —No sabe si sigue hablando acerca de la carta o no—. Sé que hay días donde el mero hecho de levantarse te parece imposible, porque el dolor es fuerte, tan fuerte que es paralizante, te he visto pasar por eso, varias veces, sin saber qué hacer. —Entonces, es Aslan quien se acerca.
—Lo siento. —Niega.
—Y aunque no puedo cambiar nada de tu pasado por más que quiera o me lamente, puedo estar de ahora en adelante para ti. —Sus miradas se encuentran con suavidad—. Puedo prometer ser tu refugio incondicional para las tormentas, prometerte que no tendrás que pasarlas solo otra vez. No porque no puedas, Dios sabe lo terco que eres. —Se ríe—. Sino porque te amo, porque tienes a muchas personas que te aman y porque tengo el presentimiento de que muy en el fondo, también te quieres amar.
Es así de simple.
Lo lee con una impresionante nitidez.
—Se te dan bien las cartas de amor.
—Supongo que sí. —Las mejillas le queman, el corazón le late con fuerza. Le parece increíble la infinidad de maneras que este chico encuentra para decirle lo mucho que lo ama—. Me encantaría poder arrancarte todo el dolor que has pasado, cambiarte de lugar si pudiera.
Palabras ligeras que usualmente despertarían una reacción agresiva de su parte, ¿qué diablos sabe un ignorante como tú?
—Pero lo único que puedo hacer es estar para ti y amarte mucho, amarte por los dos hasta que tú puedas. —Palabras ligeras que como las dice Eiji, adquieren un peso completamente diferente.
—Lamento haberte gritado en la mañana. —La barra del Word tintinea.
—Debimos hablarlo con más calma. —Asumen la culpa los dos—. Te preparé algo de comer para después de tu terapia, ¿lo quieres? —Acá hay otra manera en que le expresa lo mucho que lo ama, construyendo a su lado un verdadero hogar.
—Me encantaría, onii-chan.
—Bien. —Eiji deja la habitación.
Ash truena los dedos, sabiendo exactamente qué escribir en el ordenador.
«Querido Aslan:
¿Recuerdas cuando Griff te llevaba a nadar al lago de Cape Cod? Piensa la vida de esa manera. A veces, sentirás que estás en el fondo, cuando la corriente sea demasiado brusca y por más que patalees no rompas hacia la superficie, creerás que no hay nada mejor que eso y pensarás en rendirte, en dejar de nadar para caer al fondo. Otras veces, romperás a la superficie con una increíble facilidad. Lo único que debes recordar es que esto fluctúa, por muy ahogado que te encuentres sigue pataleando, porque puedes salir y si te rindes, te perderás de cosas maravillosas, de cosas que no has terminado de hacer.
Por eso, cuando pienses que la vida es una mierda, es verdad, pero no es una mierda tan mala».
Sigo sin saber por qué, pero es de los capítulos que más me pegan emocionalmente en la trama. Mañana posiblemente me vean doble, por acá con un Eiji enfermo y con un Eiji yakuza en bird cage que sale oficialmente de hiatus, sino será el viernes, pero de que sale, sale. Muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer.
¡Nos vemos mañana!
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