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5. Coffee shop.

¡Hola mis bonitos lectores! ¿Sin ganas de vivir aún? Yeah, pero tenemos una cita hoy, más especificamente, tenemos la cita del arte del cafe oficial, es un arte de mis favoritos de BF, por ende, no es la primera vez que ambiento un capítulo en esta escena, pero es demasiado lindo, la mirada de Ash lo es todo, los invito a verlo. Ahora, muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer.

¡Espero que les guste!

Eiji suspira, el montículo de prendas cae desde su cama hasta sus tobillos, no es consciente de toda la ropa que tiene hasta dejar su armario vacío. Él repasa el desastre, hay una exuberante cantidad de camisetas de Nori Nori, suéteres de lana, Ash le dice que parece un abuelo cuando los usa, pero son francamente cómodos y calentitos, por eso le gustan, algunos jeans se esconden debajo de la cama junto a abrigos que le quedan grandes. Una vez bromearon sobre comprarle ropa para niños, ahora se arrepiente de no haber aceptado.

—Es solo una cita. —Se repite en voz alta, arrastrando sus pantuflas hacia el espejo del baño—. Solo una cita.

Pero no sabe por qué todo se le ve tan mal, le está tomando demasiado tiempo.

Tal vez, la ropa no es el problema.

Quizás, él es el problema.

Un chillido de frustración es empujado hacia lo más profundo de su garganta al mirarse en el espejo, ha optado por probarse una sudadera beige junto a un jeans oscuro, lo ha doblado para disimular lo largo que le queda. Abre la llave del lavamanos para tratar de peinarse, sin embargo, las puntas de su cabello se retuercen para todas partes excepto para donde las arregla.

Es un desastre.

Se ve como un desastre.

Él se afirma de los bordes del lavamanos antes de lamentarse por su rostro de bebé. Si bien, Eiji no suele preocuparse por su apariencia al considerarse común, casi aburrido, hoy quiere verse bonito. Mentiría si dijera que los cupones no lo emocionan. Aunque la comodidad de Aslan es su prioridad, lo hace increíblemente feliz que quiera avanzar en la relación, tanto en lo físico como emocional. Es agotadora la barrera que hay entre ellos dos, lo hace sentir como si se hallase frente a una carcasa congelada que no puede atravesar. Por eso, esto debe ser perfecto. Debe estar a la altura, Yut-Lung solía decirle que era simple, que era dispensable y por eso no debe...

—Vaya, onii-chan. —Un chiflido le pone los nervios de punta—. No sabía que esta cita era tan importante.

—Claro que lo es.

Entonces, Eiji se da vueltas y la mandíbula se le cae.

Claro que Ash Lynx se vería jodidamente guapo.

Está usando un conjunto combinado, un pantalón oscuro con tenues líneas escarlatas, un pesado abrigo rojo junto a un suéter de cuello alto negro. Le gustan esos colores en Aslan porque resaltan a la perfección la palidez de su piel, tiene que acercarse para comprobar que no se encuentra tallado en mármol o en perla. Su flequillo pende sobre su frente, enredándose entre sus pestañas, incluso sus pestañas son rubias, piensa, es una pena que unos lentes de montura gruesa escondan el verde que chispea en sus ojos. Él traga, haciéndose pequeño. Porque su novio debe ser el ser humano más atractivo sobre la faz de la tierra con esas prendas y él...Mira su suéter crema otra vez.

Feo.

Simple

Común y corriente.

—¿Qué? ¿Tan guapo me veo que te he dejado sin aliento? —, quiere responderle, pero no lo hace.

—No te había visto esas ropas.

Eiji se encuentra acostumbrado a verlo en esas roñosas camisetas de a dólar que tanto ama comprar en Walmart. A veces, olvida la educación privilegiada que Golzine le proporcionó. Porque el Ash que conoce es un adolescente rebelde, lindo e increíblemente infantil. Él se encoge en el polerón, enfoca su atención en el desastre de prendas que tiene y se lamenta por no haberse preparado mejor para la cita. Aunque claro, esa clase de atuendos nunca se verían bien en alguien tan simple como él.

—¿Qué ocurre? —Ash se lo pregunta con una voz suave, extremadamente suave, como la crema que se derrite en su café matutino o las fundas de seda que tanto le gustan del sofá. Bones y Kong suelen molestarlo con esto, diciendo que el jefe incluso endulza su voz cuando le habla. Eiji nunca le ha tomado el peso o la importancia—. ¿Eiji?

—No es nada. —Hasta ahora—. Te ves bonito. —Aslan luce avergonzado con esas palabras, lo que es ridículo, probablemente le entregaron piropos mucho más ostentosos y significativos a lo largo de su historia, le quema el corazón que se apene por algo tan simple, igual que él—. Muy bonito. —Las repite de todas formas.

—Deja de molestarme.

—¿Eh? —Y de repente, lo recuerda—. ¿Te avergüenzas por un cumplido como ese? —Su novio está vivo, acá, tratando de dar lo mejor de sí mismo porque lo ama y ya.

—No es eso. —Ash intenta disimular un sonrojo en vano—. Es solo que me lo has dicho tú, por eso es diferente. —Eiji se alza en la punta de sus pies para juguetear con la montura de los anteojos. Sí, tiene un novio con una belleza tan sublime que se funde en la definición de angelical.

—Entonces, te lo diré mucho más para que te acostumbres.

Pero lo que más ama de Aslan, aquello que lo maravilla y destella en paralelo, es lo que reside dentro de su alma. Ahora lo sabe, su fría manera de liderar y su imparable fuerza de voluntad, es todo para cubrir su alma tan frágil, le parece cruel. Él es consciente de que no puede sanar o arreglar lo que ha pasado su novio, sin embargo, puede refugiarlo de la tormenta, es un pensamiento cursi.

Igual que su carta.

—Te falta algo para que podamos ir. —Ash se agacha hacia la pila de ropa, excava un poco antes de tomar una bufanda extraordinariamente mullida de color caramelo—. Ahora sí, estamos listos. —No tarda en envolverle el cuello con la prenda. Suave, muy suave.

—¿Era necesaria?

—Claro que sí, hace frío afuera y la cafetería queda a la intemperie. —Como el apartamento tiene calefacción le cuesta precisarlo. Vuelve a pasear su mirada por su propio reflejo, se ve tan aburrido en comparación. Parece el extra de una película mientras su pareja encarna al protagonista—. ¿No te gusta? Creo que te ves adorable con la bufanda.

—¿A-Adorable? —El calor le golpea las orejas—. ¡Soy un hombre adulto! No debería verme adorable. —Un puchero se le escapa, lo que es contraproducente para su punto, lo sabe.

—No te lo tomes como un insulto.

—¡Pero...! —Ash le presiona un beso contra el cabello, sus puntas siguen dándose vueltas para donde quieren, lo que le da un aspecto aún más desordenado y esponjado al que acostumbra.

—Eres adorable. —Repite.

Y Eiji se pregunta cómo lucirá ante los ojos de Ash.

La nueva cafetería de la Gran Avenida es todo lo que imaginó y mucho más.

Aunque es pequeña, se encuentra generosamente decorada con diferentes plantas, Eiji se dedica a contemplar las flores antes de sentarse, son rosadas y delicadas, le recuerdan a las flores de cerezo que crecían camino a la escuela en Japón, le dan mucha nostalgia. La suavidad del amanecer empapa los muebles, regalándoles un toque rústico y hogareño. Optan por sentarse al exterior a pesar de la falta de estufa, les entregan un menú igual al que se halla escrito en la puerta, en una pizarra con tiza blanca y algunos dibujos. La carta consta de cafés con nombres graciosos y una gran cantidad de dulces, sonríe, pidiendo un chocolate caliente con crepes mientras Ash ordena una bebida que no puede pronunciar.

—¿Es amargo? —Pregunta, dejando en el piso su bolsa de tela. Aslan lo ha obligado a traer un abrigo, pero no lo ha querido cargar—. ¿Tu bebida?

—Lo más amargo del menú.

—Debí suponerlo. —Bufa—. Me tomó por sorpresa que me invitaras a comer, ¿sabes? —Eiji batalla para ordenar sus pensamientos. Si bien, no quiere herirlo, tampoco quiere ignorar el tema—. No te ves muy entusiasta por la comida. —Aslan le regala una mueca blanca.

—Últimamente me siento mejor con eso. —Lo ha notado, lo ve comer con más energías a la hora del desayuno y tragar más rebanadas cuando ordenan pizza—. Quizás estás mejorando tu cocina, onii-chan. —El aludido chasquea la lengua, indignado.

—¿Qué te dije? Tu salud está a salvo conmigo, no deberías preocuparte por esas cosas. —Esta es su manera de suplicarle que se cuide. Casi lo pierde una vez, le aterra pasar por lo mismo.

—Lo sé. —Musita, presionando su mano. Sus pies chocan por debajo de la mesa, porque es pequeña y casi no guarda la distancia—. Serás una buena esposa. —Una declaración que antes hubiese rebatido e incluso peleado, ahora le saca una sonrisa.

—Veremos.

Sus pedidos no tardan en llegar, los vasos que caracterizan a la cafetería son verdes, altos y de plástico, vienen envueltos por un cartón para evitar que los comensales se quemen las manos, la idea le resulta estúpida hasta que da el primer sorbo y se quema la boca, por más que sople el hormigueo no cesa, Eiji saca la lengua, apretando los párpados, con la bufanda cosquilleándole entre las mejillas, haciéndolas sentir aún más caliente de lo que están.

—Eres un bebé. —Antes de que logre rebatir, pierde el aliento.

Porque Ash ha acomodado su mentón encima de su palma mientras le obsequia una mirada de puro amor, esa que siempre lo ha hecho sentir el ser humano más importante sobre la faz de la tierra, esa que le ha dado desde el primer día. Eiji puede quedarse así para siempre, desea que sea de esa manera sin importar las veces que se tenga que quemar la lengua.

—Deberían poner una advertencia. —Ash carcajea contra su bebida, el sonido le agita demasiado el corazón—. ¿Cómo van tus clases?

—Sencillas. —No ha debido esperar otra respuesta—. Son pan comido, nada que el viejo no me haya enseñado antes.

—Deberías contarle esas cosas a Max. —Los dedos de Ash se hunden en el cartón, delatando sus nervios, le recuerda a un gato arisco reticente al afecto.

—No le inflaré el ego. —Gruñe, tomando un profundo sorbo de su propio café, sus labios quedan bañados con gotas aromáticas, así sabe que realmente debe ser amargo, no como su chocolate azucarado—. Aunque me gusta el periodismo y su enfoque en la literatura, últimamente he estado pensando en algo. —Eiji alza su vaso, soplándolo antes de darle otro trago.

—¿En qué has estado pensando?

—En Griff. —Guarda silencio, son escasas las veces que le habla de su hermano mayor—. He estado recordando los poemas que él escribía, era demasiado joven para entenderlos, así que... —Un traqueteo nervioso se estrella contra la mesa—. He estado pensando en eso. —Denso, tan denso.

—¿Quieres ir a Cape Cod?

—¿Qué dijiste?

—¿Quieres ir a Cape Cod a buscar sus poemas? —Eiji sonríe, acomodando un mechón detrás de su oreja, sintiendo la suavidad de la bufanda por debajo. Y le es así de fácil poner en palabras los pensamientos de Ash, no sabe si ha desarrollado esa habilidad o ha nacido con esta, ni le importa—. Puedo acompañarte, ya casi termino con mis clases.

—¿De verdad? —Esa timidez, lo paraliza—. Ver al amargado de Jim no es un panorama divertido, ¿acaso los japoneses son masoquistas? —Eiji se encoge en la chalina.

—Todavía debo trabajar en ganarme a mi suegro. —Hay algo increíblemente reconfortante en esas palabras, algo cotidiano y doméstico que jamás se permitieron anhelar—. Soy bueno gustándole a la gente mayor.

—Porque tienes alma de anciano.

—¡Ash! —Los cafés tiemblan por el ajetreo—. Eres malo. —Se queja. Sus dedos se entrelazan por accidente en la mesa, es acá cuando agradece que sea tan pequeña.

—No digas eso, te estoy comprando un crepe. —La bolsa cae contra la maceta de las flores—. Se ve dulce. —Ni siquiera lo ha probado, el manjar escurre afuera del panqueque, empapando las fresas.

—¿Quieres probarlo? —Parece vacilar, así que Eiji parte un pequeño trozo, el que le resulta más sobrio, no quiere espantarlo con diabetes o algo—. Abre la boca, cariño. —Se ruboriza hasta la nariz, disfruta molestarlo, le encanta ponerlo en su lugar de la manera más cursi que puede.

Porque sí, desea hacerlo sentir amado cada segundo que se lo permita, no cree que Ash dimensione lo amado que realmente es.

—Eres insoportable. —A pesar de las quejas, termina aceptando el trozo de crepe, masticándolo sin protestar—. Pero está bueno. —Su novio se ve nervioso cuando entablan contacto visual, así sabe que está poniendo esa mirada bobamente enamorada que solo es capaz de dirigirle a esos jades—. ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras tanto?

—Porque te amo. —Deja escapar sus sentimientos, le es simple, le es fácil, le es natural—. Gracias por traerme a esta cita. —Ash se encoge dentro de su abrigo. Sí, su relación puede no estar tomando el curso más tradicional, ¿acaso importa? Lo tiene acá y ahora—. Ha sido una de las mejores.

—¿Una de las mejores? —De repente, se ve irritado—. ¿Cuál fue la mejor?

—La primera vez que fuimos a la biblioteca, por supuesto. —Cuando se sentó tres horas a verlo leer manuales con símbolos imposibles de descifrar y balbucear palabras intelectuales—. Nada supera el romance de esa cita. —Su pareja arruga el ceño e infla las mejillas, está indignado, piensa.

—Te compré un manga y un diccionario de plaza sésamo.

—Tienes maneras horribles de coquetear, ¿sabes? —Ambos se ríen. Porque las etiquetas se quedan cortas cuando se trata de resumir la conexión que se profesan. Es física, claro que sí, pero va mucho más allá. Aprietan sus palmas contra los vasos—. Y aun así te amo.

—Supongo que es inevitable. —Ash alza una ceja con picardía—. Soy encantador. —Sabe que se ha puesto en su fachada galante para avergonzarlo.

—Es verdad. —Pero el tiro le sale por la culata.

Porque a Eiji le es realmente fácil expresar lo que siente con Aslan.

No está seguro si fue por aquella cercanía a la muerte o es por el ambiente de oportunidad que los cupones generan, cualquiera que sea la razón, Eiji deja sus miedos atrás y le grita a los cuatro vientos que lo ama, sin pedir permiso ni perdón. Ha sido una cita agradable, comen crepes y toman café hasta que atardece, todo indica que caminarán tomados de las manos de regreso a casa, pero...

—¡Cuidado!

La vida no es tan fácil ¿no?

—¡Ash! ¡Ash! ¡Es solo un petardo!

Muy tarde, su novio se ha arrojado encima de él, protegiéndolo con su propio cuerpo como si fuese un escudo humano, cubriéndole la cabeza con suma gentileza, igual que cuando Blanca le disparó por primera vez. Siente la ferocidad del palpitar de Ash por arriba de su sudadera, el pecho le está subiendo y bajando demasiado rápido, no sabe si es un ataque de pánico o de taquicardia, teme de cualquier manera. Sus ojos se encuentran muy abiertos, hay un brillo salvaje empañándolos, tanto la mesa como los platos han quedado en el suelo.

—¡Un arma! ¡Mierda! —Aslan se reprocha para sí mismo, tanteando detrás de sus jeans para sacar una navaja.

Es una reexperimentación.

Eiji ha leído acerca del tema, es un síntoma común del estrés post traumático, aunque acostumbra a lidiar con las pesadillas de intrusión, esta es la primera vez que...

—¡Apártate!

Azota la mano de la mesera cuando los trata de ayudar, se niega a pararse del piso, se niega a soltar a Eiji, luce como un animal furioso protegiendo a su presa, ¿furioso? Más bien, herido. Su respiración le corta el cuello como un cuchillo, está sudando, el abrigo se encuentra empapado, las rodillas le tiemblan. Aslan apunta la navaja de manera errática contra los transeúntes curiosos, como si no estuviese acá, como si estuviese en otro lugar.

—Ash. —Entonces, Eiji se separa lentamente, acunando sus mejillas con ternura, con suavidad—. Fue solo un petardo. —Parpadea otra vez, sin procesar las palabras. Aunque está oscuro, sus ojos se adaptan rápidamente para que solo exista su novio—. Estamos a salvo.

—¿A salvo? —Y de repente, quiere llorar.

—A salvo. —Repite, la respiración de Ash todavía se halla entrecortada, la navaja hace un eco metálico contra el pavimento cuando cae, sus yemas se crispan alrededor de la espalda de Eiji, vacilantes.

—Fue un petardo, no un disparo de verdad. —Esa afirmación lo parece traer de nuevo a la realidad—. No hay nadie persiguiéndonos.

Incluso Eiji ha experimentado síntomas de hiperalerta, a veces, cuando Bones o Kong dejan caer los platos con demasiada fuerza en la cocina él termina saltando, con la respiración más agitada de lo usual y el corazón en la garganta. Las pesadillas acerca de la muerte de Shorter o de Skip también lo suelen atormentar.

Sabe que es lo esperable luego de un año luchando contra la mafia, un año donde estuvieron corriendo y no tuvieron tiempo para procesar lo qué les sucedía, un año entero de disociación. Por eso, ahora que han dejado de correr, las experiencias los alcanzan de golpe.

—Eiji... —Pronuncia su nombre pequeño, como cuando tiene pesadillas y suplica por su mamá.

—Todo está bien. —Musita—. Estás a salvo.

El moreno le acaricia suavemente los cabellos, los cepilla una y otra vez, sin jamás ser brusco, sin jamás tirar. Aslan lo mira, con los anteojos resbalando hacia el arco de la nariz, con una infinidad de matices verdes arremolinados como tinta en agua, intentando transmitirle un sentimiento, que si bien, Eiji no entiende del todo al no haber vivido esos traumas, es capaz de validar y de acunar. Le hiere no poder regresar en el tiempo para protegerlo, ni poder trabajar por Ash para que sane.

Lo único que puede hacer es permanecer a su lado.

Y eso es suficiente. 

Vamos a pasar por toda la gana sintomatica del PTSD, esta fue una reexperimentación, pueden ocurrir por muchas cosas, las más comunes son las visuales y auditivas, pero pueden ser tactiles por ejemplo, olfativas, así que, mañana tenemos cita con el psicologo, literalmente. Pero ya sabes, este fic es un proceso, es lento pero juro que vale la pena, al menos a mi me ha hecho feliz.

¡Nos vemos mañana!

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