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30. First time.

¡Hola mis bonitos lectores! Nunca subo nada tan temprano, pero estare no disponible el resto de la tarde, así que es subirlo ahora o no hacerlo, muchas gracias a quienes se han tomado el cariño para acompañarme hasta acá, ojo con la advertencia, se los dije antes, para mí era fundamental tocar el tema en este fic considerando todo el proceso de recuperación y que es tema para Ash, pero sino se sienten comodos prefieran saltarlo antes que pasar un mal rato. ¡Espero que les guste!

✩ Advertencias: Contenido sexual explicito.

—Tengo miedo. —Jessica acaba de secar los platos, deja escurriendo los restantes en la rejilla para poderle prestar atención al joven americano que se encuentra en su cocina con una mirada que simplemente le quiebra el corazón—. Estoy muy asustado, Jess.

—Lo sé, cariño. —Usa el paño para limpiarse los restos, está viejo y es áspero, le irrita las manos con el detergente, lo deja encima de la barra y se encamina hacia la mesa, Max y Michael están jugando béisbol en el patio, le ofrecieron a Ash unírseles pero él insistió en ayudarla—. Está bien que estés asustado, es lo esperable en esta circunstancia.

—Pero... —Aslan tiene el mentón apoyado en los bordes de la silla, está sentado mirando al revés, su pecho se encuentra hacia el respaldo, sus piernas están abiertas, sus converse penden al soporte, aunque esas zapatillas son nuevas ya tienen mordeduras de perrito—. ¿Y si pasa lo mismo que la otra vez? —Jessica corre la butaca de al lado, quedan frente a frente.

—Es una posibilidad real. —La mueca de dolor que esboza le presiona el pecho—. El cuerpo y la mente tienen tiempos distintos de sanación, mejor que nadie deberías saberlo. —Lo hace, tardaba algunos días para que las cicatrices de contiendas se esfumasen y ha tardado una década en lidiar con las heridas de su alma, es duro.

—Pero he estado tomando los medicamentos que debo y yendo a terapia aunque sea una mierda. —Ya no es tan mierda, quiere decir—. He estado mejorando, debería mejorarme bien. —Jessica extiende una palma, acariciándole los cabellos con suma parsimonia, es un toque gentil y sedante, es casi como si fuese morfina, lo relaja. Se cuestiona si así será todo el tiempo una mamá y le alegra al menos ahora saberlo—. Quiero estar bien.

—¿No es demasiado apresurado? No ha pasado tanto tiempo desde tu última reexperimentación.

—No. —Sus dedos se crispan en los bordes de la silla—. Es el tiempo correcto.

—Eiji... —Que ese nombre brote de sus labios atrapa hasta la última fibra de su atención—. ¿Qué piensa de esto? ¿Lo sabe?

—Lo hemos discutido varias veces, también está dispuesto a intentarlo otra vez. —La preocupación no abandona los ojos azules de la mujer, ella frunce las cejas, mejor que nadie entiende lo duro que es retomar la vida sexual tras una transgresión de semejante magnitud, ha visto los avances de Aslan en primera fila, no quiere menospreciarlo, sin embargo...

—¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? —Musita—. ¿No es una excusa para probarte algo a ti mismo?

—Puede ser.

Y es la verdad, debe aceptar que una pequeña parte de sí mismo se encuentra expectante por hacer esto como si fuese la prueba faltante para gritarse que ha recuperado su cuerpo, pero la verdadera razón para hacer esto es su progreso con Eiji. Aslan jamás soñó con ser la clase de novio hambriento por contacto físico, sí claro, adora que su novio le pasee los dedos por los cabellos mientras leen en el sillón, que le presione besos al despertar y que se den caricias secretas bajo la complicidad de las sábanas, como si estuviesen cometiendo una travesura o tuviesen un amor prohibido.

Y justamente ese es el problema.

Le gusta que Eiji lo toque.

Le gusta tocar a Eiji.

Así que su codicia por tacto físico ha ido aumentando in crescendo, es raro, esta es la primera vez que siente que su cuerpo genuinamente le pertenece, que le permite escuchar lo que pide y le gusta, antes no podía, ¿cómo hacerlo? Lo más fácil para lidiar con los abusos y la prostitución era apagarse, le era insostenible el pensamiento de que un cliente lo hubiese hecho eyacular, a la fuerza o no, ver el semen en la sábana despertaba demasiadas emociones inconmensurables. Lo disfrutó, su cuerpo lo disfrutó, así que se lo merecía. Sí, probablemente era su culpa que lo transgrediesen una y otra, y otra, y otra vez, por eso Barba Azul le echó la culpa de su propia violación y sus profesores siempre lo acusaban a Dino por seducirlos, su cuerpo era una máquina para matar y un inodoro de esperma, no había más.

Ahora es diferente, racionalmente ha entendido que la culpa nunca es de la víctima, independiente de la montonera de mierda que digan los perpetradores, él no lo provocó. Ahora, su cuerpo no luce como un registro mugriento de quienes bebieron de él hasta dejarlo vacío, sino que es más...Limpio, incluso se atreve a decir inocente gracias a la conversación que tuvo con Eiji, sigue poseyendo pena, su novio le va a obsequiar su primera vez a alguien usado, se supone que es una experiencia valiosa, Ash no se profesa digno de aceptarlo, pero lo ama. Lo ama más que a su propia vida, lo ha convertido en su mundo entero y no en su razón para vivir, pero sí en la razón para vivir bien.

¿Eso no es todo lo que debería importar?

Lo ama.

Lo desea.

Le duele desearlo aún con este cuerpo.

Si pudiese se arrancaría la piel para iniciar otra vez, pero no puede y es duro aceptar que su pareja lo adora estando tan quebrado, aunque ya no tanto, cada día menos, mucho menos que al inicio. Y sí, puede tener otra jodida reexperimentación esta noche, el estrés post traumático es sumamente complejo de lidiar, solo...

—Quiero hacerlo, Jess. —Son muchas ambivalencias que acoger en paralelo—. Ha sido un proceso duro acostumbrarme a mi propio cuerpo. —Ash batalla por buscar las palabras correctas, sabe que para un tercero esto puede lucir como una idiotez, ha nacido con este cuerpo. ¿Qué tanto lo puede romper una serie de violaciones? Pero el politraumatismo es una perra descorazonada—. No lo sé.

—No te lo pregunté con mala intención. —Ella le retira el flequillo de la frente, captando su atención, cepilla esos rebeldes mechones dorados detrás de sus orejas—. Lo hice para asegurarme de que no te estés presionando, ese fue el mayor error que cometí durante mi recuperación, me presionaba constantemente para volverme a sentir...Normal. Y eso acabó lastimándome a mí y a Max.

—Lo entiendo. —Eso fue lo que pasó cuando reexperimentó ¿no? Ninguno estaba bien, pero en lugar de hablar decidieron esconder el sufrimiento bajo caricias mientras su cuerpo le gritaba que debía detenerse, que esto acabaría mal—. He estado ahí también.

Es duro haber muerto a los ocho años.

Es duro volver a vivir a los diecinueve.

—Es importante que vayas escuchando a tu cuerpo mientras lo haces, si te sientes mal detente, no te obligues a continuar o la crisis escalará más lejos, Eiji te ama, lo comprenderá. —Porque lo último que desea es hacerme daño, piensa, por eso es dulce y extraordinariamente paciente.

—Gracias por hablar de esto conmigo, Jess.

—Gracias por compartir esto conmigo, Ash. —Le da ternura que le agradezca por hablar de traumas, no le gusta ser una molestia a nivel emocional para los demás, porque es más fácil estar jodido si se está jodido en soledad, arrastrar a otra persona hacia su desdicha le es injusto, pero acá está ella—. Te amo. —Apretándole la mano por encima de la butaca, murmurándole las frases de cariño que su propia madre jamás le dio, se embarazó demasiado joven y era una adicta.

—Si el viejo no te cuida bien le partiré las pelotas. —Ella se ríe en respuesta.

—Aprecio la oferta, pero puedo partirle las pelotas sola a Max. —Oh, lo sabe. Le fascina el carácter fuerte que tiene esta mujer.

—Deberíamos ir a jugar con los chicos, se van a preocupar si nos quedamos mucho tiempo. —Pero ella lo detiene con un toque gentil, le ha apretado ligeramente los dedos, manteniéndolo en la silla.

—Quiero que recuerdes una última cosa antes de que vayamos a jugar con ellos.

—¿Qué es?

—Pase lo que pase esta noche entre ustedes... —Aunque su voz denota una amabilidad desmedida, también esconde una determinación inclemente—. No es lo mismo tener una recaída que volver de cero al inicio, por mucho que una recaída nos haga retroceder eso nunca borra todo el proceso que hemos hecho hasta ahora. —De repente, se concibe sumamente vulnerable por escuchar esas palabras, las necesitaba.

—Pero...

—No es lo mismo retroceder dos pasos que volver al inicio ¿verdad? —Ella le presiona el entrecejo, afectuosa—. Se supone que eres un genio, incluso ganaste un premio la semana pasada, usa ese IQ para algo más que adorno. —Esa lengua mordaz lo ofende profundamente.

—Lo dice la rubia oxigenada. —Chasquea.

—¿Eh? Pero si heredaste el rubio de mí, es obvio. —Y ambos se ríen, relajados—. Te lo digo porque a mi edad sigo teniendo recaídas de vez en cuando, las violaciones son duras, no las minimices, pero así como están esos días malos, también hay días buenos. —Porque todo fluye, sería patológico que no lo hiciera.

—Gracias, mamá.

—¿Mamá? —La emoción que cristaliza a esos ojos azules le quita la respiración.

—Sí, yo... —Ash frunce la boca, vacilante por añadir algo, por retractarse porque quizás ha cruzado la línea, sin embargo, no lo hace, no se arrepiente de transmitirle esto—. Mamá.

—Hijo idiota. —Le responde, presionándole un beso en el cabello.

—¡Ash! ¡Mamá! —Michael gimotea desde el comedor—. Ya estoy aburrido de jugar solo con papá, es un tramposo.

—¡No es verdad! ¡No es trampa usar estrategias de guerra! —Ash se presiona el entrecejo, buscando paciencia para lidiar con el resto de la tarde, necesita ir a casa dentro de algunas horas o su flamante novio se preocupará, o peor, puede encontrarse en medio de otra reunión de vino con Yut-Lung.

Ugh, no.

—¡Ya vamos!

Juegan el resto de la tarde.

Llegar al apartamento lo pone sumamente nervioso, las piernas le tiemblan, un nudo le ha cerrado la garganta, el pecho le sube y baja erráticamente, es angustia, logra identificarla, está afligido por lo que pueda o no pueda pasar esta noche.

—Estoy en casa.

—Bienvenido, Ash.

Pero sus preocupaciones se esfuman apenas se encuentra a su adorable conejito envuelto en una delgada manta azul, con el cabello desparramado por doquier, con uno de esos apacibles suéteres de abuelo con un horrendo estampado de Nori Nori en medio, tiene unos lentes de montura gruesa que lo ayudan a leer los subtítulos en la pantalla, hay una película siendo proyectada. Él le obsequia la sonrisa más suave del mundo, sus ojos relumbran como si fuesen estrellas detrás del cristal, eso derrite su carcasa congelada con suma facilidad, Aslan haría lo que sea por embotellar esta felicidad, por atesorarla durante el resto de la eternidad. No duda en caminar hacia su amante y recostarse a su lado en el sillón, no le pide permiso ni perdón cuando descansa su cabeza en sus muslos, los jeans son ásperos, el suéter es suavecito, le envuelve la cintura y se hunde en Eiji.

—Me esperaste. —Musita, su aliento choca contra el vientre del moreno, generando una sensación de calidez en ambos—. Me esperaste despierto.

—Y gracias a eso tengo sueño.

—Porque eres un anciano. —Le da risa que Eiji patee el piso indignado y al mismo tiempo, le cepille los cabellos con una desmesurada gentileza, solo pasea sus dedos por mechones dorados, no tira, no demanda, no empuja, solo lo llena de mimos porque genuinamente lo disfruta y lo ama.

—¿Cómo te fue con Max?

—Bien. —Aslan se hace pequeño hacia Eiji—. Fue divertido celebrar el premio en familia. —Sus mejillas se han puesto rojas a causa de tan cursi comentario, pero su novio no se burla ni suelta una acotación mordaz, al contrario, lo acuna con una impresionante ternura—. Deberías haber ido.

—Quería ir. —Le asegura—. Pero finalmente me cerraron las calificaciones del semestre, debía ir por la retroalimentación. —Si no estuviese tan cómodo en los muslos de su novio, se levantaría, no obstante, la calidez es demasiado intoxicante para siquiera pensar.

—¿Cómo te fue?

—Las fotografías que te tomé en Central Park fueron un éxito. —Eso los hace sonreír con timidez—. Deberías ser mi musa más seguido. —Una musa, ¿cómo puede inspirar un arte de semejante prodigio? No lo dice sesgado por su obvio fanatismo, lo dice porque genuinamente las imágenes de Eiji Okumura son arrebatadoras, le da un enfoque repleto de afecto a la ciudad. Aunque son tristes y nostálgicas, expresan un sentimiento único a través de ellas.

—Deberías pagarme. —Eso lo hace inflar las mejillas y fruncir el ceño.

—Te puedo pagar con besitos.

—Es un trato justo. —Entonces, Eiji se ríe y se inclina para presionarle un beso, es un toque dulce, delicado e increíblemente adictivo, tiene reminiscencia a chocolate caliente, probablemente los chicos estuvieron aquí en la mañana y trajeron panecillos, ya los conoce, eso también justifica el desastre en la cocina—. Pero no es suficiente para cubrir mis servicios.

—¿Ah? —Su novio chasquea la lengua, indignado—. Le preguntaré a Yue, apuesto que me cobra menos.

—¡No! —La desesperación lo hace alzarse—. Él es feo, no arruines tu carrera de fotografía tan joven.

—Dijiste lo mismo de la pandilla.

—Todos son feos en comparación a tu atractivo novio —Eiji se ríe entre dientes, es un sonido salpicado y melodioso, a Aslan le encantaría poder escucharlo siempre.

—La humildad no es tu mejor atributo, ¿no es así?

—Claro que la humildad es mi mejor atributo. —Musita, con la angustia aun arremetiéndole contra el pecho, va subiendo desde sus entrañas hacia su tráquea, debe sacarla, sabe que es un tema incómodo en voz alta, sin embargo, se tienen confianza, por eso, necesitan dejar las cartas claras—. Eiji...

—¿Sí?

—Tengamos sexo. —Lo suelta de golpe, aunque lo hablaron varias veces antes, es la primera vez que se atreve a hacerlo realidad—. Ya compré los condones, también el lubricante, deberíamos estar cubiertos con eso. —Ash batalla para que los pensamientos intrusivos no lo inunden, ignora con toda su alma esa voz que le grita constantemente: «tú estás sucio, eres asqueroso y no tienes derecho a tocarlo».

—Aslan, cariño. —Pero entonces, Eiji le toma la mano, la tiene temblorosa y sudada, probablemente se encuentra tan o más nervioso que él—. ¿Estás seguro? Sé que hemos acordado intentarlo, pero no quiero que te sientas presionado, yo no necesito de esto en nuestra relación, no tienes que... —Y es turno de Ash de callarlo.

—Quiero intentarlo. —Las palabras se le atoran, le ha costado demasiado resignificarlas—. Porque te deseo. —Y aún quiere llorar al decirlo, no puede culparse, ha pasado por demasiado y recién sana—. Es la primera vez que deseo a alguien, estoy desesperado. —El rostro de su pareja ha sido cubierto por un rubor increíblemente brillante e ingenuo.

—Yo igual. —Confiesa—. No porque solo seas eso para mí, te amo y eres la persona más maravillosa que he... —Ash lo enmudece con un beso antes de que se desate el caos.

—Lo sé. —Murmura—. También te amo.

E inician el primer paso.

Se asean por separado, Ash se siente desconectado durante su ducha, Jessica le ha explicado acerca de lo imprescindible que es escuchar a su propio cuerpo, sin embargo, el pensamiento no lo digiere por completo. Su cuerpo ha sido tan maltratado, lo usaron como esos cerdos quisieron y él mismo lo usó para matar y manipular. La parte más cruda de la terapia ha sido esta, la sanación implica una aceptación radical de que este es el único cuerpo que tendrá, y a pesar de las violaciones crónicas y de esas memorias que tanto lo atormentan, es suyo, solo suyo, de nadie más. Pretender compartirlo por primera vez con alguien, de manera consensuada es...

Intimidante.

Muy intimidante.

Tiene miedo.

Dejan la lámpara encendida para que se puedan ver en todo momento, el moreno lo está esperando sentado sobre la cama, tiene los puños tensos y la respiración agitada, se mira ansioso, ambos visten únicamente ropa interior. Ash se acomoda frente a su pareja, atrapando a esos ojos de ciervo como si fuesen estrellas.

—¿Estás listo? —El japonés asiente, presionando con fuerza los párpados. Ash no sabe cómo tratar a un virgen, nunca ha lidiado con uno—. Ven acá, onii-chan. —Pero sabe tratar a Eiji, eso es lo único que importa.

Aslan acaricia la mandíbula de su novio ligeramente, consiguiendo que se acerque para besarlo, no parte con un beso suave, lo intenta, se contiene pero no del todo. Porque Eiji ha envuelto sus brazos alrededor de su cuello y parece aún más ansioso que él, mitigando jadeos en lo más profundo de su garganta, bebe desesperado, delinea esos labios con un hambre voraz, son dulces y cálidos, tienen un sabor nuevo durante esta noche, un sabor adictivo que se ve intensificado ante la grácil tibieza que desprenden sus pechos desnudos, se funden con timidez en ese abrazo, se dedican a explorar como si fuese la primera vez y es una tontería, pero se siente como tal.

Ash lo acaricia levemente con la lengua, pidiéndole permiso para profundizar, su novio no duda en concebirle el capricho, es una mezcla de deseos y nervios que lo excita de sobremanera, ambos se hallan temblando contra el otro, y aún así, se arreglan para sostenerse. Es lindo, nunca antes nadie lo había sostenido. Los besos se tornan húmedos, invasivos e impacientes. Relaja los párpados, aún abrumado por esta sensación, se permite empaparse de la esencia de Eiji, le encantan esos sonidos descarados que chocan entre sus lenguas, es dulce y melodioso, quiere escucharlo gemir más.

—A-Ash... —Se separan, se acaba el aire en la habitación, todo está demasiado caliente, hirviendo a fuego vivo en su piel, no solo en el fogoso rubor en sus mejillas, sino en todas partes—. ¿Está bien si te toco? —¿Ceder el control? Eso es aterrador, porque está oscuro y los toques en sus zonas íntimas no le traen buenos recuerdos, no quiere verlo convertirse en todos sus perpetradores otra vez.

—Llámame por mi verdadero nombre. —Suplica, es un intento desesperado para no desconectarse, no quiere irse, se siente cómodo y feliz acá.

—Mi dulce Aslan. —Entonces, él lo llama con ese apodo—. Te amo. —Y eso lo quiebra.

Porque Eiji acaricia con sus manos cada una de sus cicatrices, desde esas grotescas que le hicieron durante una cruel infancia, hasta las más recientes, esas que conoce, porque se las hizo Fox en una bodega o Marvin con el cinturón, él acaricia cada rincón de su cuerpo, haciendo sentir cada herida amada y bienvenida en lugar de avergonzada, nunca deja de vislumbrarlo con ternura, no con lujuria ni pena, solo una ternura incondicional que lo hace querer llorar. Aslan se siente como un primerizo en esto del amor y lo es, es su primera vez consensuada, por eso duele tanto.

—Eres precioso, Aslan.

Otra vez, ha escuchado cientos de veces esas palabras en el dormitorio, mientras le tiraban el cabello o lo forzaban a guardar silencio empujando su rostro contra la almohada, la gente solía ser amable con él solo porque lo codiciaban poseer, pero Eiji, su dulce Eiji le está musitando estas palabras con tanto amor mientras besa cada parte de él, va desde su clavícula hacia su estómago, siguen sentados frente al otro, sus manos se hallan entrelazadas, como si quisiese transmitirle con todas sus fuerzas que está a salvo.

—Tienes más pancita que la última vez. —Se ríe, haciéndolo ruborizarse mil veces más—. Me alegra verte sano.

E incluso en su momento de pura enfermedad lo amó, es un bastardo afortunado.

—¿Qué he hecho para merecerte? —Batalla para no romper en llanto, acunando las mejillas de Eiji entre sus manos, memoriza el momento dentro de esos ojos brillantemente negros, enmarcados por pestañas más densas que el hollín, con su piel bañada por el dorado de la lámpara, dándole un aura etérea, casi angelical—. ¿Puedo tocarte también?

—Tanto como quieras.

Entonces, es Ash quien se atreve a explorar el cuerpo de su amante, las cicatrices del disparo siguen ahí, igual que las heridas que le dejó la muerte de Shorter en batalla, hay una infinidad de cicatrices en la piel de Eiji que han aparecido desde que lo mantiene a su lado, aunque debería ser motivo de culpa, no lo cambiará. Así que él besa cada una de esas cicatrices con una increíble ternura, lo adora absolutamente todo de este terco y planea transmitirlo con cada fibra de su alma, le besa desde los nudillos hasta los bordes de las caderas, es perfecto, cada parte de él es simplemente perfecta. Y su novio, Dios, él solo le está sonriendo tan amorosamente, tan enamorado que ya no puede más.

Lo desea.

Mierda, genuinamente está excitado luego de todo lo que ha pasado.

—¿Puedo? —Solo cuando Eiji le acaricia el boxer se da cuenta de su erección—. ¿Puedo tocarte más aquí?

—Por favor, —Se lo suplica, está desesperado por estos gentiles toques, quiere que repasen su cuerpo entero, ni lo limpiará ni sanará, lo sabe, pero sí lo hace sentir extraordinariamente renovado.

Ash se recuesta en la cama, anonadado, las manos temblorosas de Eiji juguetean con timidez por el elástico de su ropa interior hasta liberar su erección, esos ojitos cafés desbordan una curiosidad que francamente le parece penosa.

—Eres rubio ahí abajo.

Y claro que la única persona en el mundo que soltaría este comentario sería él, lo hace reír, lo hace sentirse bien.

Es cómodo.

Es seguro.

Es su hogar.

Es Eiji.

—Eres un tonto, onii-chan.

La risita de Eiji le quema entre los muslos, se ha inclinado entre sus piernas, presionando pequeños besos desde sus caderas hasta su intimidad, un agradable escalofrío le congela el cuerpo, forzándolo a apretar las sábanas, está tiritando, porque jamás nadie se preocupó de hacerlo sentir bien, nunca nadie...Y aún así, su inexperto novio se ha dado el coraje para besar la punta de su pene, como sino estuviese sucio, como si él fuese valioso.

No puede con los pensamientos, no puede con la desbordante conmoción que esto le despierta. Entonces, presiona sus párpados con el antebrazo y contiene un jadeo, Eiji se ha metido su erección en la boca. Todo es terriblemente vergonzoso y todavía así, se da el derecho de querer más, solo cedé a su corazón, abrumado por la felicidad.

Un placer intenso lo golpea con violencia cuando su novio se empieza a mover, ha envuelto su pene con cuidado, evitando rasparlo con los dientes, paseando su lengua de arriba abajo con una torpeza que le resulta jodidamente caliente. La temperatura hierve por su cuerpo, Ash libera un jadeo, rojo. Se sienta cuando la mamada aumenta de intensidad, siendo recibido por la imagen más erótica que ha contemplado en toda su existencia: Eiji Okumura, con la cara completamente ruborizada, con una mirada quemando de la excitación, saboreando su polla mientras le estimula los testículos con la mano, es demasiado.

Él se creía incapaz de sentir semejante libido hasta que ve esto, se corre al instante.

—Eiji, yo... —Pero su novio se traga el semen y él ya no está funcionando.

—Tiene un sabor extraño. —Musita—. ¿Fue desagradable?

—Joder. —Aslan no sabe de dónde ha surgido tan desesperada necesidad por tomarlo—. Mierda Eiji, fue increíble.

—¡Espera! —Su novio lo detiene antes de que lo devore—. Debería ponerme un condón, la última vez fue eso lo que despertó los malos recuerdos ¿no? —Y a Ash le importa un carajo a estas alturas, pero lo acepta.

Recuesta a Eiji sobre la cama, bebe de sus labios otra vez mientras su mano explora la excitación cubierta por el condón, se dedica a estimularla, sube de arriba hacia abajo, sí, sabe que es el cuerpo de un hombre, pero Dios, es una belleza mortífera, lo ama, ama cada rincón de él. Escuchar el primer gemido incita a ese instinto depredador, es embriagador, es euforia absoluta. No tarda en encontrar el ritmo de masturbación idóneo, lleva al borde de la locura a su amante, provocando que eyacule dentro del condón y libere un jadeo contra su boca.

Esta calidez lo ha atravesado entero.

—¿Estás bien? —Se lo pregunta, presionándole un beso en el mentón.

—Lo estoy. —Se entrelazan las manos—. Puedes seguir adelante, Aslan.

No se hace de rogar, se ponen condones mientras vierte el lubricante entre sus dedos, la textura es pegajosa y desprende un aroma dulce, en ningún momento le quita la vista encima a su novio, él es precioso. Porque Eiji Okumura, el chico que puso su mundo de cabeza desde su primera interacción, se halla mirándolo con una mezcla arrebatadora de deseo y amor, con el torso perlado por el sudor, bañado de dorado gracias a la luz de la lámpara, con una sonrisa de confianza ciega y absoluta, con las piernas temblorosas y abiertas, invitándolo a tomarlo absolutamente todo de él, incluyendo su alma entera, con pupilas que tienen dentro constelaciones, que le gritan con vehemencia: «te amo, americano idiota».

Es una primera vez linda.

—Te amo. —Musita, presionándole un beso contra los muslos—. Si te duele, dime.

—Lo haré.

La excitación arde en la polla de Ash cuando Eiji arroja el cuello hacia atrás mientras se acostumbra al primer dedo, es un sonido pecaminosamente sensual y tierno, una mezcla imposible que se hace presente solo con este chico, la sangre bombea salvajemente por doquier, como si fuese magma, él intenta ser lo más cuidadoso que puede con la intromisión, lo cuida como nunca nadie lo cuidó a él. Pero su novio se inclina para apretarle la palma, como sino pudiese soltarlo o vivir sin él, se halla disimulando un puchero apenado, es un puchero tan adorable que lo hace desear que el tiempo se detenga aquí mismo. Mete un segundo dedo y un tercero apenas se acostumbra. Cuando su amante crispa los pies mientras contiene un gemido gutural sabe que está listo para más.

Ash lo vuelve a besar mientras ingresa en el ano de su novio, es endemoniadamente caliente, la presión que Eiji ejerce contra su polla necesitada es exquisita, lo arrastra hacia la locura sin que deje de besar esos adictivos labios. Nunca antes se ha sentido tan bien, es violento y extraño, este es el placer genuino de conectarse con otra persona, así se siente cuando se hace con amor, así se siente cuando es consensuado y...

—¿Aslan? —Está llorando—. ¿Quieres que nos detengamos? —Sus lágrimas caen hacia las mejillas de su adoración, por eso lo ha asustado.

—No es eso. —Musita, haciéndose pequeño contra el pecho del moreno—. Es que estoy feliz, estoy muy feliz de hacer esto contigo Eiji. —Y esas simples palabras parecen romper a su amante también, esos ojos cafés se cristalizan con sutileza, una sonrisa temblorosa nace entre sus labios.

—Yo igual. —Eiji le acuna las mejillas, presionándole un beso en el arco de cupido—. Estoy feliz de hacer esto juntos, Aslan.

Y es como desprenderse de todas esas etiquetas y prejuicios, no solo puede tener una vida sexual, sino que la está disfrutando, es como renacer de nuevo. Su cuerpo, este mismo cuerpo que usaron para placer sexual ajeno y forzado, finalmente se siente suyo de nuevo. Es lindo, es tan lindo que no puede dejar de besar a Eiji y arremeter dentro de él, es una experiencia mágica, casi extracorpórea. Es una excitación indescriptible y deliciosa, pero mucho más que eso.

—¡Ah! ¡A-Aslan! —Ha vuelto a estimular la erección de Eiji por encima del condón, no detiene ni los besos ni las estocadas, los está arrastrando hacia un erotismo delirante.

—E-Eiji. —Jadea su nombre, desesperado—. Me voy a correr pronto.

—Yo también.

Estampan sus labios con desesperación, mientras una oleada de placer los ahoga, la entrada de Eiji es increíblemente estrecha y caliente, él le separa las nalgas para profundizar todavía más en sus entrañas, le gusta el trasero de Eiji, le gustan las piernas de Eiji, le gusta la boca de Eiji, le gustan sus miradas, le gustan sus cicatrices, le gusta absolutamente todo de él. ¿Gustar? No, lo adora.

El corazón le bombardea con fuerza, está arremetiendo con estocadas implacables contra su novio, sus bocas no se despegan un solo centímetro, va mucho más adentro y profundo, que Eiji enrede las piernas en su cadera solo lo incita más, el apremio es insoportable, el goce los destroza, la cama chirría con fuerza, el japonés se aferra a su espalda mientras una agobiante tensión los inunda.

Ambos llegan al orgasmo.

Están sudorosos y agotados, siguen temblando, Ash solo cae encima del pecho de Eiji quien no duda en proporcionarle mimos en el cabello, ha sido demasiado electrizante, placentero y primerizo, él se siente extraordinariamente conmovido por el encuentro, no solo no reexperimentó, sino que le gustó, le gustó mucho y se ha permitido disfrutarlo.

El sexo no es malo.

—Eiji. —Él se levanta solo un par de centímetros para contemplarlo—. Te amo. —Y le ha dicho esas palabras una infinidad de veces desde la cita en la biblioteca pública, no obstante, de alguna manera impresionan adquirir más peso en este contexto.

—Aslan Jade Callenreese. —Él le sonríe, como si hubiese sido la primera vez perfecta—. También te amo, americano idiota.

Como si hubiese sido la primera vez de los dos.

No sé cómo pude escribir un fic tan largo sin quedarme sin ideas y haciendolo tan coherente, no me tenía mucha fe siendo sincera, nunca me tengo, estoy orgullosa de este fic, logré plasmar todo lo que quería, las recuperaciones no siempre son faciles (casi nunca, de hecho), pero es un proceso, y así como hemos pasado de días duros, tambien hemos pasado por días bonitos. No sé cuánto tiempo más escribiré para este fandom o si seguiré escribiendo no más, pero gracias por lo mucho que me han hecho crecer a mí tambien como autora, con todo el apoyo y el cariño, me siento muy afortunada de tener a lectores tan bonitos acá, los amo.

Esta es la última vez que lo dire, ¡nos vemos mañana!

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