3. Under the rain.
¡Hola mis bonitos lectores! Otra día más donde los molesto pero con amor siempre. Este es de mis capítulos favoritos, ya dije la referencia, pero a quien la mencione tiene mi corazón. Muchas gracias por todo el cariño al leer.
¡Espero que les guste!
—Ash...
Eiji detiene sus mimos en el cabello de su novio, la cabeza de Aslan se encuentra acomodada encima de sus muslos, le recuerda a un gato mimado, inclinándose un poco más hacia su mano en busca de caricias, le da ternura esta faceta tan suave. Disfruta más de lo que es capaz de expresar cepillar esos mechones, son delgados e increíblemente delicados, siente que puede mirarlos por siempre y que aun así no logrará definir el color, dorado o diente de león, girasol, amanecer, la melena de un león o las manchas de un lince. Aunque no lo sabe, se divierte pensándolo.
—Aslan, cariño. —No recuerda de dónde ha surgido el apodo, sin embargo, disfruta del rubor que se esconde detrás de sus orejas y colorea su nariz cuando lo musita—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Ya me estás preguntando algo, onii-chan. —Entonces, abre los ojos y Eiji siente que el mundo deja de girar. Se les ha vuelto natural mantener largas charlas sin romper el contacto visual—. ¿Vas a la universidad a calentar el asiento? ¿O realmente no piensas?
—¡Eres un...!
—¿Un qué? —Un gruñido de frustración es empujado al fondo de su garganta, necesita su ayuda, por eso debe calmarse. Le resulta insólito que pese a los insultos no le permita cortar con los mimos.
—¿Recuerdas mi proyecto final de semestre? —Sin borrar esa sonrisa jodidamente descarada, Ash asiente. Una de sus piernas se encuentra bamboleándose en el aire, usando su otra rodilla de soporte, al menos está descalzo, piensa.
—Lo recuerdo.
Eiji retoma las caricias, se ha vuelto demasiado consciente de la calidez de Aslan contra sus muslos, es agradable. Lo tiene cerca, pero teme que se vaya a algún lugar lejano. A veces, olvida que los eventos alrededor de Banana Fish cesaron, cree que no es el único, lo nota en lo sobreprotectores que son Bones y Kong, incluso en Ash, aunque lo niegue. Alardea su ingenio superior cuando sus barreras son delgadas, como un crisantemo, de apariencia más dura que el cristal y más frágil que una rosa. Hermoso y extraordinariamente impenetrable a primera vista. Se pregunta si él es una triste ramita podrida, a la espera del invierno, de desprenderse para perecer luego.
Niega, debe estar bien.
Debe ser fuerte.
Debe mantenerse firme.
—¿Por qué me lo preguntas? —Eiji parpadea, sin dejar de cepillar los mechones de su novio, intenta encontrar las palabras correctas.
—Dijiste que podía usar algunas fotografías tuyas. —Nota inmediatamente que se tensa, Ash odia las cámaras, no es necesario que le diga el motivo para que lo sospeche—. ¿La oferta sigue en pie? —No se lo preguntaría si su novio no lo hubiese propuesto.
—Claro que sí. —A pesar de la repulsión que profesa por los flashes, ni una sola vez se ha mostrado tenso cuando es Eiji, eso lo hace sentir especial—. Estoy bien con eso, son solo fotografías. —Algo en esas palabras le hiela la sangre.
—Si estás seguro de eso... —Él se muerde el labio, vacilante—. Me faltan algunas imágenes para completar mi concepto. —Aslan se levanta de sus muslos, tiene el cabello revuelto para todos lados, luce adormilado, la imagen le recuerda a un niño pequeño.
—¿Qué tipo de concepto? Dime, ¿en qué tipo de concepto me fantaseas? —Aunque sabe que no es su intención, el veneno escurre en su voz. Como la primera vez que le habló acerca del modelaje y le respondió que el porno no era igual, piensa—. ¿Qué clase de imágenes me quieres tomar?
—Estaba pensando en probar en un parque o algo así. —Eiji baja la mirada hacia sus jeans—. Creo que un ambiente más urbano te sentará bien, incluso puede ser cerca de la biblioteca. —Tan pronto como esos ojos verdes se congelan, se derriten con una expresión increíblemente tierna.
—¿Un concepto urbano? —Ash parece dolido por sus propios pensamientos—. Yo estaba...
—¿Qué estabas pensando? —Niega.
—No tiene importancia, ese es un buen concepto. —Y le sonríe de verdad, atreviéndose a entrelazar sus dedos y a sostener el contacto visual—. Me gustaría seguir siendo tu modelo si me lo permites.
Los cupones funcionan, aleluya.
—Solo si quieres, no me enfadaré si me dices que no.
—Quiero, realmente quiero.
La respiración se le corta, es difícil confrontar a tan implacable depredador, porque lo mira como si fuese lo más valioso en todo el universo y eso le duele mucho, tiene su propio historial de complejos sin resolver. Si bien, Eiji acostumbra a menospreciar su dolor en una especie de competencia, le es inevitable. Aslan ha sufrido tanto...¿Con qué derecho se lamenta por pequeñeces?
—El día está bonito, deberíamos ir ahora.
—Sí.
Pero últimamente, se ha encontrado a sí mismo disfrutando demasiado de la fotografía, lo que cree imposible, ha jurado que no se apasionaría por nada luego del salto de pértiga y lo duro que fue recuperarse de su lesión, no obstante, ama encontrar belleza en la hosquedad, Nueva York es una ciudad que despierta su curiosidad y lo inspira a darle otra mirada, lo único que adora enfocar más que la ciudad es a Ash. Sabe que hace un esfuerzo para apoyarlo en esto, por eso se ofrece de forma constante como su modelo. Mientras lo consienta y sepa que no le hará daño, Eiji lo acepta.
Nunca haría algo que lastimara a Ash.
Eiji agarra su equipo de fotografía en una maleta y parten a Central Park, aunque le encanta el aire intelectual que su novio desprende con sus lentes de montura gruesa y sus libros insoportablemente densos bajo los focos de la biblioteca, tiene demasiadas imágenes de ese estilo, las toma cuando no puede soportar el aburrimiento o los mangas se acaban. Sí, no le fascina frecuentar esos lugares, es un pajarito, quiere aire, paisajes, vida y color. Sin embargo, Aslan se ve contento y eso es suficiente para que también se profese satisfecho.
—¿Cómo debo posar?
—¿Cómo debes posar? No lo sé, tú eres el modelo. —Ni siquiera lo ha pensado, porque las imágenes que le toma suelen ser espontáneas.
—Es tu concepto, necesito que me guíes. —¿Guiarlo? Central Park es gigantesco, hay muchos focos con matices cándidos encendidos a esta hora, bancas apoyadas contra verjas rústicas y bricolajes primaverales. ¿Hola? ¿No se supone que tiene inteligencia superior? Pues que la use.
—Podrías solo sentarte. —Eiji aprieta la correa contra su pecho—. Por ahora, al menos.
—Dijiste que querías algo más urbano. —Ash alza una ceja, indignado—. Eso no se escucha muy genial, reprobarás el semestre, onii-chan.
—¡Pues entonces tú posa! —Y maldición, se arroja esa melena rubia para atrás antes de sonreírle. Esa sonrisa siempre lo ha derretido con una impresionante facilidad, no porque sea increíblemente galante, sino porque es suya.
—Vaya. —Él le eleva el cuello a su chaqueta—. No sabía que eras tan tirano al momento de trabajar. —Pero empieza a practicar algunas poses y la inspiración llega de golpe.
Ash Lynx es su musa.
Más allá del deleite visual que forja el paisaje contra esa belleza angelical, las fotografías que atrapa son bonitas porque Ash está siendo Ash frente a la cámara. Le parece divertido, trató de amarlo en silencio durante tanto tiempo, no quería importunarlo ni mucho menos mancharlo, se esforzó para contenerse mientras las emociones hervían en su corazón. Al ver la secuencia de imágenes, supo que nunca lo escondió de verdad. Supone que le es inevitable amarlo en voz alta, porque claro, es un bocón, por eso la pandilla lo respeta, no teme decirle sus verdades, que no lo quiera herir no significa que tolere toda su mierda o sea una especie de santo.
Y así como él es capaz de plasmar ese lente de enamoramiento con el que vislumbra a Aslan, este le devuelve el sentimiento en la mirada que plasma en sus fotografías.
Esa que le grita «estoy enamorado de ti, Eiji Okumura».
—Tonto. —Balbucea, acunando la cámara contra su pecho—. Americano tonto.
Se sientan en una banca para revisar juntos el resultado. Aunque Ash aborrece esta ciudad, él adora su vitalidad sucia. Le fascina que sin importar que tan tarde sea, los transeúntes paseen por estos caminos repletos de hojas secas o se relajen bajo árboles eternamente coloridos.
Tiene un efecto curativo visitar Central Park y reescribir sobre los traumas, es un proceso lento, feo y muchas veces desagradable, como tomar una pértiga con el tobillo herido, pero puede avanzar, o no necesariamente avanzar. Algunas veces, es más que suficiente solo recostarse a su lado. Algunas veces, es más que suficiente mostrarle que no está solo y ya.
—No es por alardear, pero me veo guapo. —Eiji rueda los ojos y se ríe entre dientes, Ash se halla usando el borde del respaldo como asiento y la base de madera como soporte para pies—. Sino te pasan el semestre con estas imágenes, no lo harán con nada.
—Te ves muy seguro de ti mismo. —Alza una ceja, divertido.
—Claro que sí. —Un tenue sonrojo se esconde detrás de su oreja—. La señora Owens dice que soy guapo. —Desde ese incidente en el supermercado, a Ash se le ha vuelto mucho más sencillo tomarlo de la mano, eso lo hace feliz, tan feliz que cree que morirá. Pero no, es apenas el comienzo.
—Debe tener razón si lo dice ella. —De un salto, Aslan baja a su lado.
—¿Por qué no me contaste sobre tus amigas amas de casa? —Espera ese comentario, le parece raro que recién ahora lo haya mencionado—. ¿Puedo ir a sus reuniones de té?
—Más que té toman vino. —Se le sale un pensamiento.
—Eres malo para el alcohol. —Lo sabe, Dios, lo sabe—. ¿Qué clase de cosas balbuceas ahí? —Las mejillas le queman al instante, no va a admitir lo mucho que adora hablar sobre su novio o lo mucho que lo ama. No. No. No. Tiene una dignidad que salvar.
—N-Nada. —El bamboleo de los árboles es un contraste gracioso contra la parsimonia de la ciudad. Sus yemas se enredan en la correa de la cámara, la banca cruje—. ¿Cómo vas con tu semestre?
—Me quedan algunos exámenes, pero son pan comido. —Humildad debería ser su segundo nombre, bufa—. Aunque las clases sí me han ayudado a comprender un poco más el trabajo del anciano.
—¿Te gustaría trabajar con Max? —Ash arroja su nuca hacia atrás—. ¿A largo plazo?
—No lo sé. —Sus suelas resuenan contra un charco—. También estoy considerando ser profesor de literatura, he escuchado tanta mierda de los míos, yo lo haría mucho mejor. —El comentario le saca una sonrisa.
—Te imagino a la perfección. —El instante es idóneo para una fotografía, con esos mechones dorados balanceándose contra la brisa y un despreocupado mohín coloreándolo de juventud—. Pobre de quien llegue tarde a la clase del profesor Glenreed.
—¡Eiji! —Por eso decide inmortalizarlo en su alma—. No usaré ese apellido siempre.
—Profesor Callenreese, entonces. —La atmósfera es dulce—. Profesor Aslan Jade Callenreese.
—Me gusta cómo suena. —Sus dedos se encuentran en los bordes de la banca—. Es raro tener tantas posibilidades ¿sabes? Me pone nervioso echarlo a perder.
—Se lo dices a quien está estudiando su segunda carrera. —Sin quebrar el contacto visual, Aslan se inclina y ahueca uno de los mofletes de su novio con sus manos.
—Este es el cupón que quiero canjear hoy. —Musita—. Quería apretarte las mejillas. —Está seguro de que no ha escrito una cursilería de semejante magnitud, probablemente fueron Bones y Kong en un intento por fastidiarlo, pero no lo dirá, no romperá el ambiente—. Me gustan.
—Tú me gustas. —Y solo se le escapa, igual que en sus fotografías—. Te amo, Aslan. —Le es fácil decirlo.
—Eiji... —Y así como a él le es fácil decirlo, sabe que no es igual para todos.
—No te sientas presionado.
—Quiero decirlo, de verdad quiero, pero... —Eiji no se aparta de los mimos, al contrario, se acerca.
—No necesitas palabras para decírmelo, sé que me amas, me lo demuestras todos los días. —Aslan luce conmocionado, a punto de romper en llanto—. Americano tonto.
Pero como es malo permitiéndose sentir emociones, el cielo lo hace en su lugar.
—¿No dijiste que el clima era bueno? —Ocurre de un instante a otro—. ¡Guardemos las cosas!
Llueve y llueve en Central Park.
Llegan a secarse al apartamento, el cuarto es un desastre, Eiji ha estado revelando sus fotografías favoritas en busca de inspiración y una cumbre de cajas es el resultado. Mientras se cambia de ropa, nota el silencio en el cuarto, termina de abotonarse lo más rápido que puede un suéter holgado antes de darse vueltas. Un grito de horror choca contra sus dientes, Aslan se encuentra sentado en la cama, husmeando entre los diferentes rollos y las imágenes ya impresas, tiene una expresión ininteligible, no es dura, tampoco es incómoda, es...
Dulce.
—Recuerdo ese verano.
Es lo que musita.
Eiji se acerca, su novio está mirando una de sus fotografías favoritas, la ha tomado en Cape Cod, la imagen consiste en Aslan con el torso desnudo dentro del lago, con los jeans empapados, el cabello hacia atrás, revuelto levemente por la brisa, se está acariciando la nuca mientras su atención parece haber sido captada por uno de los arbustos, las ondas lo rodean, se ve increíblemente relajado.
—¿Cuándo tomaste esta? —Ash sonríe para sí mismo, agarrando las otras imágenes.
—No lo recuerdas porque estabas durmiendo.
En la fotografía, Aslan tiene el rostro hundido en la almohada, le da la espalda, solo está vistiendo bóxer, no tiene una manta encima porque la tiró, una de sus piernas se encuentra flectada hacia atrás y la otra estirada, Eiji recuerda haberlo tratado de despertar en vano, por eso, en lugar de seguir forcejeando se paró en la cama y le arrebató este momento a la eternidad.
—¿Es así como me veo para ti?
—¿Así cómo? —Aslan sonríe, tomando otra de las imágenes entre sus manos.
—Normal.
Y ahí entiende a lo que se refiere.
—Me veo casi aburrido con el cabello envuelto en una toalla. —Y un plato de pasta en las manos, quiere agregar—. Esto no es sexy, no se parece al porno.
—Porque para mí eres mucho más que eso.
Y lo es.
Realmente lo es.
Lo único que exudan esas imágenes es una ternura desmesurada, no glamour, ni sensualidad, ni magnanimidad inalcanzable, mucho menos hostilidad.
Para Eiji es solo Ash despertando en las mañanas, nadando en el río de Cape Cod, cocinando pasta en lugar de limpiar como le pidió que lo hiciera, quejándose porque no quiere despertar, riendo mientras toma una cerveza, mirándolo con esos ojos de «estoy enamorado de ti, Eiji Okumura», así que eso es todo lo que es, es lo único que captan sus imágenes, es la perfección de lo cotidiano, es la comodidad que le ofrece un hogar, la belleza de ser un humano y no un leopardo, de estar vivo y seguir intentando.
—¿Las vas a poner en tu proyecto? —Eiji niega.
—Son mi tesoro secreto. —Se avergüenza de sus palabras, pero se impide bajar la cabeza.
—No me molestaría si las publicaras. —Les cuesta mantener el contacto visual, repentinamente ambos se sienten torpes y ansiosos.
—Publicarlas. —Repite—. Haces que suene como algo grande, no creo llegar muy lejos en esto. —Aslan se atreve a apretarle la mano, sin dudas, sin temores, sin nada más que...
—Creo que lo harás. —El cabello de Ash sigue goteando, a pesar de tener una manta contra su espalda se encuentra empapado—. Sé que lo harás, Eiji.
—Supongo que si tú lo dices, debe ser verdad.
Aunque la lluvia ha cesado afuera, adentro empieza a llover.
¿Amo religiosamente NYS? Sí. Siento que este es el fic mejor planificado que tengo en la vida, no sé cómo sentirme con mis demás tramas, pero me ha hecho bien feliz escribir esto durante tanto estres (tengo examen de grado en algunas semanas, muero), espero que igual al menos les sirva para distraerse.
¡Nos vemos mañana!
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