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28. Shopping together.

¡Hola mis bonitos lectores! Vengo primero que nada con una notita medio innecesaria que se me fue poner ayer porque andaba muerta (hoy igual, pero los comentarios me hicieron cachar). Los que me leen saben que no soy fan de la paternidad de casi nadie en el canon de BF, pero de todas maneras, tengo la manía de explicar estas cosas. Los padres de Eiji igual venían bien estresados de hace tiempo, es duro lidiar con un moribundo y más encima estar atrapado en una relación no solo sin amor, sino que un tanto maltratadora psicologicamente por lo mismo, más los problemas economicos, la familia de Eiji no la tiene tan facil en el canon. Como Eiji está acá, no lidia con eso ya, no lo vemos mucho. Entonces, venían quemados a America, venían con ganas de desquitarse con alguien que en desgracia fue Eiji, no, esto no les da derecho a maltratarlo, absolutamente nada se los da. Pero igual, los tomó por sorpresa todo esto porque nunca pusieron en la mesa la verdadera sexualidad de Eiji, todo fue demasiado intenso, y ya saben por el fic, la gente en crisis no reacciona bien. Y si bien, lograron entablar una conversación, esto no significa que ahora iran a marchas y viva la comunidad, no, significa que están dando el primer paso de lo que puede o puede no ser una aceptación, es un proceso Dios, todo es un proceso acá. Eso, los padres de Eiji se portaron como la mierda, claro que sí, pero igual, son humanos, no mountruos, lo mismo con Jim, lo mismo incluso con Max (recordemos no era besto papá durante el divorcio). Claro que ningún hijo debería pagar los platos rotos de los padres, no es justificable, pero los padres tampoco son mounstruos sin alma cuyo único objetivo es hacerle imposible la vida a los hijos. Eso, a fin de cuentas lo único que pasó ayer es que Eiji pudo sacar lo que quería y eso es suficiente hoy, punto.

Que verguenza poner la nota gigante ahí arriba, pero se me olvidó escribirla anoche, perdón. Es importante recordar que las personas no somos unidimensionales, aunque sea más facil juzgarnos así. Ahora, pasando a los asuntos de hoy, el capítulo está dedicado a esta personita La_pareja_de_L, recuerdo que querías leer una interacción así y yo quería ponerla mientras aún queda fic, gracias por todo el apoyo y el cariño.

¡Espero les guste!

—¡Buddy, no! ¡Regresa acá! —Pero el cachorro no obedece, entra a la habitación y se esconde bajo la cama con la zapatilla de Eiji, mordisqueándola hasta dejarla irreconocible e inutilizable—. ¡Ash! ¡No te burles! —El nombrado se encuentra liberando una carcajada a lengua suelta mientras se para a su lado, contemplando orgulloso cómo el primer integrante de la familia Callenreese Okumura es igual de despiadado con ambos padres.

—Esto es karma, onii-chan. —Se encoge de hombros, entretenido—. Nuestro hijo también quiere un juguete tuyo. —El chirrido de la zapatilla bajo la cama, dando su último alarido en las fauces de Buddy antes de perecer, le quiebra el corazón.

—Estás disfrutando esto demasiado. —Bufa, inflando las mejillas y tensando el entrecejo.

—Sí. —Aslan no lo disimula, le ha presionado un beso en los mofletes, lo que borra su enfado en un santiamén, odia la facilidad con la que este hombre lo convence.

—Eres un tramposo. —Gimotea, se han parado frente al otro, sin las zapatillas la diferencia de altura se hace aún más evidente, Ash no solo ha crecido en contextura, sino que también está más relleno, no es que tenga pancita, pero ya no se le marcan las costillas, eso le saca una sonrisa, no es necesario que sepa de la anorexia para que sospeche del tema con la comida.

—¿Cómo te sientes ahora? —Aslan lo rodea de la cintura, es suave e íntimo, sus palmas se amoldan sobre la polera de algodón con una impresionante delicadeza, como si estuviese acariciando lo más valioso del universo y probablemente, así sea—. Luego de que tus padres se fueron.

—Fue una pesadilla. —Gimotea—. No puedo creer que nuestra primera conversación haya sido una discusión, me siento tan avergonzado.

—Eiji...

—Aunque ahora me siento mucho mejor ¿sabes? —Frunce la boca, buscando las palabras correctas para expresarse—. Más ligero.

Ash lo entiende.

Claro que lo entiende.

Aslan sabe que su terapia está funcionando cuando se vio a sí mismo capaz de soportar las idioteces que escupía su suegro en lugar de estamparle el plato caliente de sopa contra la cara, como quería, lo hirió de sobremanera esa clase de comentarios. Claro, las personas ajenas a la violencia no tienen porque saber acerca de sus abusos, pero aun así, fue duro de digerir. No se arrepiente de su temple, se profesa sumamente orgulloso de haber visto a Eiji confrontar a su familia, alzarse con orgullo sin importar las imposiciones de sangre y decir con voz firme lo que quiere, sin pedir permiso ni perdón, no cambiaría ese momento por nada del mundo, incluso si eso significa atravesar por todo este caos otra vez.

Una vez las cosas se sosegaron lograron hablar con calma. No, eso no significa que los padres de Eiji aceptan su relación con incondicionalidad, ni siquiera la entienden, seguramente siguen en shock, eso no los convierte en los seres humanos más maravillosos del mundo, significa que acá y ahora se hallan en el inicio, puede que más adelante todos se sientan más cómodos con la convivencia, puede que no, lo único relevante es que su novio ha podido sacarse esa espina y se ha mostrado cómo es.

Todos los padres son una mierda, lo sostiene otra vez.

Incluso Max fue un padre de mierda durante todo el proceso del divorcio, Michael sufría bastante a causa de las constantes peleas entre esos dos, pero lo importante es que pueden cambiar, los seres humanos no son leopardos y bla bla bla, demasiado positivismo por hoy. Sus suegros lo aprobaron, se queda con eso aunque no sea en las mejores circunstancias.

—Voy a tener que ponerme otras zapatillas. —Musita derrotado, apartándose de su pareja para encaminarse hacia el closet—. Me gustaban esas, combinaban genial con mi atuendo.

—Ahora entiendes el sentimiento ¿no? —Le da mucha ternura ver a sus prendas entremezcladas en el ropero, porque sabe que a pesar de la aprobación que Okumura les dio, eso no significa nada, los dos se han escogido como su familia, eso es más poderoso que cualquier lazo de sangre.

—Deja de chillar, te vamos a comprar nuevas converse.

—Espera cariño, te falta algo. —Ash saca una prenda de los estantes superiores, es su camisa verde de franela, esa con la que se conocieron en el bar, cuando le pidió sostener su pistola y él supo que su mundo giraría hacia atrás, la sacude con nostalgia, escondiendo una tímida sonrisa.

—¿No hace demasiado calor para que la uses?

—No es para mí. —No le da tiempo para reaccionar, ha amarrado la prenda alrededor de la cintura de su novio—. Ahora te ves genial. —Le sienta de maravilla, aunque claro, ¿qué no le sienta de maravilla a Eiji Okumura?

—Ash... —El tenue rubor que enciende esas mejillas le derrite el corazón, lo ama, lo ama tanto que soportaría mil veces los tormentos más terribles de ida y vuelta solo para robarle una sonrisa. Es curioso cómo tras esa carcasa congelada yacía un alma deseosa de calor.

—Te ves bonito. —Musita, besándole la nariz, le encanta cómo los colores se salpican sobre tan etéreo lienzo, el cobre parece convertirse en caramelo con esas miradas anhelantes—. Eres bonito.

—¿Listo para nuestra cita, Callenreese? — Él bufa, escondiéndose en su lugar seguro, haciéndose pequeño como un lince en su madriguera, presiona su boca contra los hombros de Eiji, está usando una musculosa que deja a la vista esos torneados brazos, le encanta, le abraza la cintura, acariciando la camisa, una desmedida calidez se le expande desde el pecho hacia las venas.

¿Cómo se llama el sentimiento?

¿Cómo describir esto?

—No es una cita si también van los entrometidos. —Gimotea, permitiendo que su novio lo consuele, le acaricia la espalda con dulzura, Ash no duda en absorber la sensación—. Es una obra de caridad.

—¡Ash! —Adora que lo regañe—. Son nuestros amigos.

—Porque son nuestros amigos, puedo decir eso. —Shorter estaría orgulloso de su descaro, casi puede verlo rodando los ojos y maldiciéndolo entre dientes, eso lo enternece—. Yo quería tenerte a solas en el cine. —Le ronronea contra el cuello, estrujando más de lo que debería su piel desnuda, deslizándole los labios desde el mentón hacia el escote de la musculosa.

—¿Qué querías hacerme en el cine? ¿Acaso me estás coqueteando? —El tono de Eiji es jodidamente juguetón y descarado, hay una chispa sensual ardiendo en esas pupilas tan negras como una noche estrellada que lo excita de sobremanera.

—Quiero devorarte a puros besos. —Eso lo incita a continuar.

—¿Qué estás esperando?

—Ejem. —Un carraspeo desde la puerta interrumpe su ritual de apareamiento a medio consumar—. Chicos... —Alex se ve increíblemente incómodo con la situación, está rojo hasta las orejas—. Les recuerdo que los llevamos casi una hora esperando y ya queremos irnos. —Ash chasquea la lengua, receloso, se niega a soltar la cintura de su novio, se niega a apartarse un solo centímetro.

—Bien.

Es un día de compras familiar.

Yupi

¿Yupi? Sí, según la Real Academia la expresión se encuentra destinada a plasmar júbilo o emoción. Se prohíbe retornar a sus antiguas raíces pesimistas cuando ha aplacado los síntomas del estrés post traumático con semejante galanura, tiene gracia y paciencia, es un hombre renovado, no le estampó el plato a su suegro en la cara ni ha estallado porque estos idiotas se entrometieron en su coqueteo, es un experto en el arte del sosiego, sí, es maestro de la terapia, incluso debería impartir clases.

—¿Por qué tu auto huele a orina, Ash?

¡Al carajo el temple!

Amigos de mierda.

Aslan no sabe por qué ha dejado que todos se suban a su ferviente carro, los tarados no lo dejan de molestar acerca de lo que acaban de escuchar mientras lo esperaban, incluso el enano de Sing lo ha tomado como motivo de burlas, sino estuviese su adoración apretándole la mano, trazando círculos entre sus nudillos como si fuesen constelaciones, domando a la bestia voraz mejor de lo que haría cualquier profesional, probablemente los hubiese sacado a patadas en las bolas del coche. Lo bueno es que ha cambiado ¿eh? Ahora es un versado en el arte de la calma, obvio.

El centro comercial de Nueva York le resulta extraordinariamente fastidioso, sí, sí, esos infinitos pasillos que vanaglorian al capitalismo deberían emocionarlo considerando que es un millonario, no paga ni la universidad, mucho menos la renta del penthouse, sin embargo, existe algo simplemente monótono en las luces de neón bañando escaparates tan artificiales como los peluquines de Dino, le da risa incluso poderse tomar estas situaciones con humor ahora. Al menos, él solía aborrecer ese lugar, lo obligaban a cazar clientes afuera de las tiendas costosas, ahora, venir en grupo, apretándole la mano a su novio, vislumbrando cómo sus ojitos de ciervo se encienden cuando se encuentra una camiseta con un estampado tan feo que le revuelve las tripas, no tiene precio.

Sí, la vida sigue y él ha seguido.

Es lindo.

Ingresan a la tienda de converse a pesar de las quejas de Sing, Shorter nunca le comentó acerca de lo caprichoso que podía ser, pero bueno, tiene apenas quince, ¿qué espera? Las personas en esta clase de mundo han olvidado cómo vivir porque han sobrevivido toda su existencia, es triste, espera que se acostumbre a esta ferviente tranquilidad, espera que todos lo hagan.

—¡Por fin! —Ash se ha probado unas converse rojas, son las mismas que Buddy ha destrozado pero se ven completamente diferentes, limpias y nuevas—. Las extrañaba. —Gimotea, el talón le aprieta, la caña es más alta de lo que recordaba, se las mira en el espejo, es raro.

—Max llevaba insistiéndote meses para regalarte unas. —Él bufa.

—No quería que el anciano me comprara ropa, no soy un niño. —Aslan se arroja en el taburete de cuerina junto a Eiji, la pandilla está balbuceando acerca de los exorbitantes precios de la marca y quejándose sobre otras cosas que francamente no le interesan, ¿cómo podría? Imposible gozando de semejante belleza enfrente.

—No lo eres, pero te comportas como tal. —Le sonríe, pellizcándole una mejilla, está más relleno, Aslan lo sabe, pensó que la idea lo acomplejaría.

¿Hola? Uno de los criterios de la anorexia nerviosa es la distorsión corporal, sin embargo, lo alivia. Así sabe que su trastorno alimentario indudablemente se halla manchado y exacerbado por el estrés post traumático. Si fuese una anorexia como tal, no una que cumpliese una función alimentada del politraumatismo, sino una anorexia pura y cruda, se encontraría intubado, no tenía ni una pizca de amor propio, menos la fuerza necesaria para luchar contra la mortalidad. Pero acá está, vivo y gordo, bien, no gordo pero ya no...Pequeño.

Ya no tiene el cuerpo de un niño porque no necesita satisfacer a ningún pedófilo.

Ya no tiene que estar moldeado a la imagen de nadie.

Puede ser Aslan.

Puede engordar, usar converse y verse como el adolescente enamorado que es.

—¿Ash? —Se ha perdido en sus pensamientos, eso ha llenado a los ojos de su pareja de pura ternura y preocupación—. ¿Te aprietan las zapatillas? ¿Son incómodas? ¿Pido otra talla? —Incluso cuando intentaba esconder con tanto esmero sus trabas con la comida, Eiji lo descubrió, no tuvo que decirle ni una maldita palabra para que supiera que estaba enfermo cuando lo rescataron de la mansión de Dino. ¿Qué ha hecho para merecerlo?

—Quédate así. —Aslan se desabrocha el calzado, se arrodilla con lentitud, acomodando todo su peso corporal en una sola pierna mientras la otra persiste flectada, toma el pie de su novio.

—¡¿Ash?! —Lindo, lo ha hecho enrojecer.

—Quiero ver cómo te lucen.

Entonces, Aslan desliza la converse en el pie de su amante, le queda grande, incluso apretando los cordones al máximo se le sale porque no es la talla correcta y aún así, se le ve perfecta. Él sonríe, es un detalle infantil que jamás dirá, no obstante, estima tanto estas zapatillas al ser la primera elección propia que hizo, Shorter lo ayudó a escogerlas después de una riña con la pandilla de Arthur, le dijo que eran cool e iban con su look de maravilla, antes de eso, toda su estética era aprendizaje vicario de parte de Blanca o lo que esperaba Dino. Le hace feliz compartir este pedacito de libertad con Eiji.

—Ya está.

—¡El jefe le está proponiendo matrimonio a Eiji! —Todos en la tienda guardan silencio.

—¿Qué? —Ah, que esté arrodillado contribuye al malentendido, claro.

—¿En lugar de un anillo usa una zapatilla? —Sing suelta un silbido asombrado—. ¡Eso es genial! Es como la cenicienta.

—Nosotros no...

—Entonces, Eiji Okumura. —Seguirles el juego es la mejor opción—. ¿Aceptas esta converse para casarte conmigo? —Nunca se ha sentido tan idiota y audaz en paralelo, no obstante, este terco le desata sensaciones que juraba perdidas y lo incita a arrullar partes de sí mismo que había olvidado.

Lo hace ser mucho mejor persona, no porque lo cambie, sino porque lo guía a ser quién realmente es.

—¡Sí, Ash Glenreed! —Pierde el aliento, las orejas le queman y el corazón le arremete con fuerza, otra vez aparece ese sentimiento indescifrable pero increíblemente familiar—. ¡Acepto la converse para casarme contigo! —Toda la tienda aplaude.

Él no duda en alzar a su novio para girarlo en el aire, los dos se están riendo, sus movimientos son lentos, le gusta poder apoyar su frente contra la de Eiji mientras están en este bamboleo. De pronto, la respuesta lo golpea, este es el dichoso sentimiento de «aunque el mundo entero esté en tu contra, yo siempre estaré a tu lado». Porque es sumamente fácil enamorarse de alguien por primera vez, le pasó incontables veces con sus clientes u otro admirador, pero enamorarse genuinamente, después de conocer el dolor, la suciedad y ver las contusiones que resguarda su alma, es acá cuando el amor recién comienza, cuando a pesar del sufrimiento y las imperfecciones, se asumen todos los riegos a romperse o salir herido.

—¿Estabas hablando en serio, Eiji? —Se lo musita despacio, en medio de este ajetreo, el encargado se ha emocionado tanto que les ha regalado un par de converse como ofrenda—. ¿Aceptas? —Han dejado de girar en el aire, ahora solo se hallan abrazados, bamboleándose con las frentes juntas.

—No lo sé. —Le responde con una sonrisa—. ¿Me lo preguntaste en serio?

—¿Qué hice para merecerte? —Las manos de Eiji se deslizan con gentileza sobre la cintura de Aslan, le es impresionante lo mucho que le gustan los toques y ahora que piensa en estos avances se siente especialmente emocional. Porque hace meses no podía ni darle la mano sin temblar, y ahora...—. Te amo tanto. —Dios, esto es pura felicidad.

—¡Vayamos al cine a celebrar! —Bueno, casi todo—. Salió una nueva versión de la cenicienta que quiero ver. —El aúllo de Bones lo saca de sus casillas, inhala y exhala, practicando su deslumbrante repertorio de mindfulness, inhala y exhala otra vez.

—¡Sí! ¡Sí! —Sing salta de la emoción—. ¡Yo quiero palomitas y refresco!

—¡El jefe invita, él es millonario! —La pandilla celebra al unísono—. ¡Vamos a ver la cenicienta!

—¡Ni siquiera pasan esa película en el cine! —Se queja—. Está en Netflix. —Los chicos se muestran genuinamente ofendidos por el comentario.

—Pues perdónanos por no tener cuentas legales, boss. —Bufan, dándose la vuelta antes de salir de la tienda.

—Tendrás que comprarles golosinas para compensarlos, cariño. —La apacible voz de su adoración no aplaca la amargura—. Eso fue insensible, no todos tienen dinero para Disney, Amazon y Netflix.

¿Por qué diablos los invitó?

Tal como su intelecto lo predijo, no están pasando la cenicienta en el cine, así que optan por una de esas películas de superhéroes comerciales, a Aslan le desagradan de suma manera, es un nerd, claro, pero un nerd culto, no esa clase de consumista que se pelea por Marvel o DC por mera pretensión, es tan aburrido que quiere llorar. Pero Sing es fanático del hombre araña, ¿cómo podía decirle que no a esos ojitos ilusionados?

No entiende absolutamente nada de la trama, algo sobre simbiontes y un hombre araña de dudosa moralidad, pero tampoco se concentra demasiado, se halla entretenido abrazando a Eiji por encima de los hombros, tocando más de lo que debería bajo su camiseta de franela verde, le alivia habérsela prestado, hace frío en la sala, se acurrucan con un balde de palomitas justo al medio. El corazón le late a mil por hora, un peligroso vórtice de voracidad lo hace beber de cada expresión que su pareja le obsequia. ¿Por qué diablos es tan bonito? ¿Acaso no ve su esfuerzo por mantenerse cool en esta cita? ¿Por no agarrarlo a besitos y devorarlo ahora mismo?

Probablemente, Eiji Okumura no es consciente de su encanto.

—¿Estás aburrido? —Eiji eleva la mirada, Aslan se derrite por la manera en que las luces iridiscentes danzan entre esas pestañas, es un espectáculo de pirotecnia que no parece tener final, un vals o un tango, tal vez lo que va al final—. Esta clase de películas no te gustan ¿verdad?

—Los chicos se ven entretenidos. —La ternura en su parpadeo es exorbitante—. Y así puedo mirar algo mucho más interesante.

—¿Qué cosa?

—A ti, onii-chan— Esto es demasiado, la violencia con la que retumba su corazón es mortífera, se inclina un poco más, aspirando el aroma que desprenden los cabellos de Eiji—. A ti. —¿Quién diría que alguna vez se podría sentir tan cómodo con alguien más? ¿Quién diría que otro ser humano se convertiría en su hogar? Que sus anillos relumbren en la oscuridad le roba una sonrisa.

—No es justo que me digas eso. —El japonés se queja, bajando el mentón con pena—. Ahora quiero besarte. —Le da mucho amor que se siga avergonzando incluso tras años de conocerse. Le preguntó si podía mostrarle los rubios de ahí abajo, ¡vamos! ¿dónde está ese jodido descaro?

—¿Acaso te estoy deteniendo? —Pero entonces, Eiji se inclina con una sonrisa aterciopelada y sexy.

—No. —Musita, presionándole un beso en el mentón—. Pero no creo que te puedas conformar con solo un beso hoy, Callenreese. —Ahí está, el jodido descaro que tanto lo encandila—. Americano idiota. —Le es inexplicable cómo algunas personas solían decirle que su novio era simple cuando esta dualidad, la perspicacia incondicional y absoluta que le entrega, contrastada de una voluntad inquebrantable, eso es precioso. Supone que es una joya solo para el espectador correcto, quien no solo ve, sino que además mira de verdad.

—Mi dulce y torpe japonés.

—¡Vamos! —Kong bufa al lado, incómodo—. Estamos tratando de ver una pelea, consíganse un cuarto. —Entonces, Ash abraza a su novio mucho más cerca.

—Oh... —Y le sonríe a la pandilla—. Esto es solo el precalentamiento.

No les deja ver el hombre araña en paz.

Para compensar su falta de tacto hacia los solteros debe invitar la cena, KFC es la elección unánime, ni Ash ni Eiji parecen encantados con la idea, en Japón los restaurantes de comida rápida son mucho más saludables por lo que cuenta, el pollo viene con una pequeña porción de arroz, pero ahora está en América, el país del exceso y la chatarra, así que el acompañamiento del balde es grasa. Le resulta curioso que no le angustie la idea de comer eso, más allá del sabor a óxido que quedará en su paladar le da igual comer presas tan grasientas, es lindo sentir su cuerpo como suyo otra vez, es muy lindo.

Sing es quien lo acompaña a comprar, ha querido escoger una porción de empanadas extra mientras los demás reservan una mesa, están esperando que terminen el pedido cuando el muchacho lo toma por sorpresa.

—La tía Nadia nunca me deja comer esta clase de cosas. —Aunque Aslan considera a Nadia Wong como su propia hermana, no tiene mucha información acerca de la relación entre estos dos—. Lao solía dármelas a escondidas por eso mismo. —Sing está apretando una bolsa de fritura contra su pecho, está tiritando—. Decía que me hacían mal y que debía comer con moderación pero de todas maneras... —Sonríe, pero luce a punto de romper en llanto—. Me las compraba.

—Sing.

—Él me prometió que cuando saliera la siguiente película del hombre araña me llevaría a verla. —Sing frunce la boca, conteniendo la pena, sus piernas se crispan hacia atrás, no quiere romperse aunque ya se haya hecho pedazos—. Me ha traído a verlas todas al cine, desde el primer Spiderman hasta este nuevo de Marvel, habría odiado esta película, lo sé. —Niega—. Lo siento.

—¿Por qué te disculpas? —Aslan lo ha llevado hasta un asiento cerca, está apartado de la multitud en el patio de comidas, es tranquilo.

—Porque todos odian a Lao, él te apuñaló. —Sing se niega a soltar la bolsa de frituras, hunde sus dedos en el logo del KFC, los ojos se le aguan, la boca se le seca—. Casi fui a identificar tu cadáver a la morgue, lo entiendo. —Y de pronto, estalla en un llanto silencioso, las lágrimas caen como si fuese una catarata por sus mejillas regordetas, la imagen le recuerda a un perrito desconsolado, igual que Buddy en el basurero, anhelante de salvación—. Pero tuve que ir a identificar el cadáver de Lao. —Y Ash lo recuerda.

Sing es solo un niño.

Un niño de quince años que perdió a las dos personas más importantes de su vida y apenas tiene el espacio para procesarlo.

—Shorter y Lao te solían respetar mucho. —Sing es un desconcierto, no sabe lo qué está diciendo o por qué—. Yo igual te respeto, solo... —Pero necesita sacarlo con urgencia o morirá de tristeza.

Ash conoce a la perfección el espectro de los traumas, la evitación es un síntoma primordial porque ayuda a evitar situaciones donde se recuerdan cosas dolorosas o desagradables, tal como su nombre lo indica, se evita, así como lo hacía con Cape Cod, probablemente este niño no esperaba despertar tantos recuerdos con una sola película. Y está bien, claro que extraña a su hermanastro, lo acaba de perder hace tan solo un año, claro que extraña a Shorter, claro que no dejará de hacerlo.

Está bien tener pena.

—Lo siento. —Sing se limpia con la manga las lágrimas, pero no se detienen, le escurren hacia el mentón para mancharle la sudadera, gotea y gotea, llueve mucho acá—. Trato de no tocar mucho el tema porque quiero a Eiji, y sé que le hace daño hablar de Lao. —Otro altruista, ¿cómo ha llegado a estar rodeado de personas tan buenas?—. Casi te pierde por culpa de mi hermano.

—No lo culpa.

—Lo sé, pero yo tampoco lo he perdonado. —Sus puños se extienden contra sus párpados, luce increíblemente pequeño y vulnerable—. Y aun así... —Como si fuese un niño cuyo hermano le prometió ver Spiderman y se murió antes—. Lo extraño mucho.

—Está bien extrañarlo. —Ash es una mierda consolando a los demás, nunca le entregaron palabras de confort cuando las necesitó, ¿cómo hacerlo?—. Yo extraño mucho a mi hermano mayor y lo perdí hace diez años. —Oh...—. Murió hace mucho menos, pero lo perdí cuando se fue a la guerra.

—¿Tenías un hermano mayor? —Lo está consolando.

—Sí. —Porque ha tenido personas buenas que lo han consolado cuando lo necesitó, por eso tiene las herramientas suficientes para reconfortar a Sing ahora—. Griffin Callenreese, hace poco hablé con él en el cementerio. —Las mejillas le queman delicadamente, la mirada asombrada de este niño le remueve un sentimiento indescifrable pero agradable—. Le presenté a Eiji.

—Tu nombre. —Ata los cabos sueltos—. ¿Aslan Callenreese? —Asiente, es raro que otra persona que no sea su adoración lo llame por su identidad genuina, sin embargo—. Es genial. —Está bien que Sing lo haga.

—No odio a tu hermano, Lao trató de protegerte hasta el final, fue un malentendido. —La expresión del más joven se rompe, tiembla, apretando con aún más fuerza la bolsa de frituras, él parecía tan necesitado por esas palabras, por buscar perdón—. Él está orgulloso de ti. —Y es lindo convertirse en el adulto que necesitó en algún momento, en las palabras que lo reconfortaron, en el consuelo que lo mantuvo nadando mientras se ahogaba.

Así como el pequeño Aslan se mantuvo flotando cuando la vida era una mierda, tratando de luchar contra las olas, tocando fondo sin poder romper hasta la superficie, aferrándose a lo fluctuante del dolor, Sing probablemente está pasando por lo mismo y necesita apoyo, necesita comprender que es válido extrañar a su hermano y guardarle rencor por imprudente al mismo tiempo, ni la vida, ni las acciones son blancas o negras, solo hay grises, algunos grises más oscuros que otros, pero a fin de cuentas, grises.

—Ash... —Sing sigue llorando a su lado—. ¿Puedes abrazarme?

¿Qué tanta falta le hace romperse como el niño que es para preguntarle?

—Sí.

Así que Aslan lo acuna, sabe que es una mierda consolando gente, no es ni la mitad de bueno de lo que serían Eiji o Max en esta situación, sin embargo, deja la comida de lado y abraza a Sing. Lo abraza como le hubiese gustado que un adulto lo hubiese hecho, como el padre que no asumió, el hermano mayor que perdió y el mejor amigo que extraña, lo abraza con paciencia y gentileza, le repasa la espalda con suma lentitud, le permite descargar toda la pena contra su hombro, deja que llueva acá dentro, que la tempestad los alcance, no lo presiona, no lo juzgará. Lo único que hace es abrazarlo.

Ash lo abraza, como le hubiese gustado abrazarse a sí mismo hace años.

Mañana regresa nuestro divo favorito porque es imperdonable que no tenga una última y flamante aparición, ojála llegue, estoy tratando de sacar dos cosas el paralelo para el 31 y hasta ahora es misión imposible.

¡Nos vemos mañana!

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