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22. Watching the sunset.

¡Hola mis bonitos lectores! Estoy muerta, estoy subiendo esto ahora porque acabo de terminar una conferencia que duró como mil horas y soy un zombi en este estado. Este capítulo está plagado de referencias al extra de Fly Boy en el manga, porque la relación que muestra entre Ibe y Eiji es simplemente bonita e importante. El capítulo de hoy va para una personita que ha apoyado día tras día esta cosa desde que salió, de verdad gracias lulu2020000, has sido un amor todos estos días y juro que esto esta soft.

¡Espero que les guste!

—¿Así está bien, Ibe-san? —El nombrado entrecierra la mirada, contemplando la película que Eiji ha alzado, se encuentran en el cuarto oscuro, revelando las fotografías que tomaron en Central Park para el proyecto de los Glenreed, aunque todavía se le hace raro llamar a Aslan de semejante forma, le sienta de maravilla.

—Es perfecta, creo que la pueden usar de portada para el New York Times. —Eiji sonríe, mojando la imagen en el baño de paro para humectar y crear una capa resbaladiza encima, aunque aún falta el fijado, ya casi terminan con el encargo—. Ash es muy perfeccionista con su trabajo, fue bastante aterrador. —Él aguanta una carcajada entre dientes. Las yemas le gotean, es pegajoso.

—Lo es. —Estuvo gritándole toda la sesión a su tutor acerca de cuáles ángulos tomar de la ciudad y cuáles no—. Pero él conoce Nueva York mejor que nadie, supongo que tiene el derecho a hacerlo. —Ibe luce profundamente ofendido, pero lo disimula colgando las películas para que se sequen, las perchas crujen por el movimiento, el aroma de los químicos es intenso.

—Ustedes... —Ibe se sacude las manos antes de proseguir, secándose en el delantal, usando los bordes para limpiarse el agua del proceso de volcado—. Parecen felices.

—¿Ah? —El corazón de Eiji arremete con fuerza, como el de un conejito a punto de ser atrapado.

—La manera en que se miran es muy especial. —El fotógrafo extiende dos banquillos frente a la mesa, invitándolo a tener una conversación—. Aunque probablemente, siempre se miraron así y yo no me había dado cuenta.

—Ibe-san...

—Es duro verte crecer, Ei-chan. —El aludido se arrastra con timidez hacia la butaca, las suelas de sus zapatillas sueltan un eco áspero ante el movimiento, los implementos de fotografía quedan en el lavamanos—. Cuando recién te conocí estabas destrozado. —Su entrenador de pértiga le dijo lo mismo, piensa, durante esa época no dejaba de perder contra Mizuno—. Ahora te ves florecido.

—¡No lo digas así! —Gimotea—. Lo haces sonar vergonzoso.

—Pero es la verdad, ya no eres un brotecito.

—¡No me trates como una flor! —La mirada de Ibe se suaviza ante el berrinche.

—Bien, bien. —Él le acaricia la espalda, es suave, es lento y sobre todo, es paternal—. Sé que llevas mucho tiempo pasándola mal, desde que tu padre cayó hospitalizado y tu familia no pudo costearte la universidad que querías, desde que tuviste que tomar el rol de hombre en la casa y renunciar a la pértiga por la lesión. —Sus puños se tensan hacia sus muslos—. Me siento orgulloso de que por fin te des el trabajo de escucharte.

De pronto, quiere llorar.

Porque las palabras de Ibe, son verdaderas. Incluso, estando en la escuela, cuando su padre cayó hospitalizado debido a su hígado el mundo se le empezó a caer a pedazos, la situación financiera en su casa no solo empeoró lo suficiente para que tuviesen que pedir préstamos bancarios, sino que lo incitó a guardar silencio, por mucho que codiciase más apoyo que la rehabilitación física, no lo pidió. ¿Con qué derecho? Ni siquiera trabajaba, no era justo consumir los recursos con tres mujeres dentro de la casa. Perder contra Mizuno una y otra vez, solo fue la excusa para aceptar que no estaba hecho para volar y renunciar, entrando a la universidad que pudiese costear.

Tenía solo 17 años cuando se empezó a ahogar.

Tenía solo 18 cuando al Fly boy le cortaron las alas.

Y es duro tener que enfrentar eso en terapia, el dolor es desagradable, a él no le encanta asistir una hora a la semana para llorar como un niño, no obstante, sabe que si no fraterniza con el dolor ahora, solo lo arrastrará, igual que lo ha hecho toda su vida, esa es la manera en que aprendió a funcionar. Aslan le explicó que la sanación es abrir una herida infectada, claro que punza al inicio, porque el corazón sangra, sangra demasiado, el alcohol quema contra la piel abierta, es una cicatriz expuesta, pero luego, poco a poco se va zurciendo y limpiando hasta que no queda nada.

—Pelee con Ash. —Suelta el comentario de golpe, recordando esa noche de intrusión—. Tuve una sesión muy difícil ese día, sabía que debía contarle del tema, porque me ama y se preocupa por mí. —El aire le pesa, el estremecimiento en sus dedos incrementa, haciendo que apriete los bordes del delantal para el revelado—. Pero preferí evitarlo, es lo que hago y...

—¿Ei-chan?

—Salió mal. —El pecho le presiona con fuerza, todavía tiene quemada en las pupilas el despecho que esos ojitos verdes le entregaron, fue desgarrador—. Me desquité con él, fui injusto, ni siquiera le dije cosas que creó de verdad, fue horrible. —Eiji suele ser bueno manteniendo su mierda junta. ¿Bueno? Mentira, es bueno escondiéndola, sin embargo, ese evento lo desbordó.

—¿Quieres hablar del tema? —La boca le tiembla, mitigando un alarido.

—¿Estás seguro?

—¿Por qué no lo estaría? —Ibe ladea la cabeza, sin comprender la dirección de la pregunta.

—Los dos somos hombres, no te quiero incomodar hablando del tema homosexual. —Le dolió el corazón escuchar eso, no puede evitarlo, le guarda un cariño desmesurado a este chico, no solo por haberle dado la imagen ganadora en el concurso, sino porque a su manera, Eiji también lo salvó, le dijo que se dedicara a la fotografía deportiva en lugar del arte.

—Puedes hablar de lo que sea conmigo, siempre te escucharé, lo prometo. —Es demasiado peso para un niño, incluso antes de Nueva York.

—Nosotros creímos... —El más joven se muerde el labio, parece estar batallando por soltarlo, como si hubiese una tapa a presión que le impidiese sacarlo, hierve y hierve—. Queríamos intentar tener sexo. —Las orejas se le ponen rojas, ni siquiera lo mira—. Ash tuvo una reexperimentación porque no prendimos las luces, fue violento, de repente se puso a llorar y a gritar, se veía tan frágil.

—Ei-chan.

—Debe ser muy duro pasar por eso, yo debí haber sido comprensivo, porque él no elige esas cosas, se sentía mal y trató de consolarme aunque él estuviese herido por tantas memorias. —Su cuerpo pierde fuerza encima de la silla, convirtiéndolo en una muñeca de trapo, vacía—. Y yo le grité cosas horribles. —Ni siquiera se da cuenta de cuándo empieza a llorar, últimamente se concibe demasiado sensible—. Soy un ser humano repugnante.

—Está bien, no eres repugnante por eso.

—Lo soy.

—No lo eres. —Ibe le aprieta la mano antes de que pueda ahogar su llanto—. Eres un ser humano, tienes derecho a cansarte, no eliges el momento en que te sobrepasas.

—No puedo sobrepasarme.

—Claro que sí, jovencito, ya tuvimos esta conversación. —Ibe le aprieta la nariz en un regaño, el puchero que esboza en respuesta lo hace reír—. ¿Odias a Ash por haberte herido?

—Nunca podría.

—Entonces, él tampoco. —Lo entiende, Eiji proviene de una familia que evita lo desagradable, es normal que no sepa cómo confrontar el dolor si es la primera vez que se lo permite y se escucha.

—Pero quiero ser bueno para él.

—Eres bueno para él, los dos son buenos para el otro, nos lo dejaron claro del inicio. —Ibe le acaricia la cabeza, es apacible—. Eso no significa que debas invalidar tus sentimientos, te sentiste mal ese día porque te enteraste del divorcio de tus padres, es fuerte. —No necesita una confirmación verbal, esa mirada de cachorrito pateado se lo dice todo.

—Sí. —Pero se la da—. Mi padre descubrió que mi madre lo engañaba, se van a separar.

—¿Acaso eso no puede afectarte? —No le deja responder—. ¿Acaso eso no puede afectar a Masako o a tu abuela? Son situaciones fuertes, lo esperable es que te sientas mal. Te lo dije cuando te conocí, te lo repito ahora, creo que deberías ser un poco más egoísta, más sobre ti mismo.

¿Egoísta?

¿Realmente tiene el derecho?

—Mi mamá me gritó cosas muy duras por teléfono. —Recordarlo le gatilla una arcada, la sangre se le hiela, el piso se hace pesado—. Dijo que era un cobarde por huir a Nueva York en lugar de hacerme responsable de la familia, que intentar con la fotografía es una tontería, igual que la pértiga y... —No quiso seguir—. Luego papá me dijo que la chica con la que estaba saliendo me dejaría apenas viera lo inexperto que soy, porque el sexo es lo único que importa.

Y eso fue lo que pasó con Ash ¿no? A Eiji le aterró ver el rechazo, claro que en el momento se sintió grotesco, pero no por la reacción de su amante, sino porque desde hace rato venía sintiéndose así de repulsivo, no ha aparecido de la nada, los gritos de su progenitor solo lo empeoraron. ¿Qué pasa si lo odia al darse cuenta de que es un virgen quien no sabe nada? ¿Si lo encuentra aburrido? ¿Si es su culpa que nunca disfrute el sexo? Esos pensamientos catastróficos erupcionaron en el altercado, rumiando en su cabeza, una y otra vez, hasta una distorsión apodíctica.

Lo lamenta.

—Hace meses no hablaba con ellos y realmente me alteró. —Eiji aprieta la mano del fotógrafo, le cuesta respirar, hay una extraña sensación erupcionando en su estómago y cerrándole la tráquea. Ah, está angustiado, se da cuenta. ¿Cuántos años estuvo angustiado y ni siquiera lo supo?—. Ellos explotaron su rabia en mi contra, me culpan, dicen que si estuviese allá ellos no se habrían separado.

—Eso es una mierda.

—¡¿Ibe-san?! —Es la primera vez que lo escucha maldecir.

—Es una mierda, tus padres son adultos, me enfada que te arrojen los problemas así. —Ibe se para, el contacto físico no es común entre los japoneses, de hecho, al fotógrafo le cuesta sostenerlo hasta con su novia—. No me arrepiento de haberte traído a América, incluso con las reprimendas que me dio tu familia, te traería otra vez, Ei-chan. —Pero le extiende los brazos, determinado.

—No lo digas por amabilidad.

—No lo digo por amabilidad, tienes talento para la fotografía, encontraste a tu propia familia acá y estás mejorando, es verdad, has tenido recaídas y no te enorgulleces por haberte peleado con Ash, pero ¿acaso no estás mejor ahora? ¿acaso no están sanando?

Eiji no sabe lo necesitado que está de esa validación hasta que se la confieren.

—Ahora tienen más herramientas para afrontar el futuro, eso es lo que importa. —Así que no duda al lanzarse hacia los brazos de su tutor, la barba le raspa las mejillas, el aroma del suavizante lo hace sonreír, han pasado años y sigue oliendo igual que cuando lo conoció.

—Gracias. —Ibe fue la primera persona en decirle que creyera en sí mismo.

—Incluso si no puedes volar todavía, sigues siendo el Fly boy.

Y está es la primera vez que él también quiere creer en sí mismo.

Fly boy en el cielo.

¿Cómo se volará con las fotografías?

Eiji llega al apartamento especialmente motivado con su carrera de fotografía, su familia es un tema bastante delicado, su abuela era quien los cuidaba mientras su padre agonizaba en una camilla y su madre iba a vitrinear maridos, su hermanita y él crecieron prácticamente solos, pero por mucho que la ame, no fue razón suficiente para quedarse en Izumo, igual que Ash con Cape Cod, siente que ya no pertenece a ese lugar, tal vez, nunca lo hizo.

Nueva York es su hogar.

Aslan es su familia.

Deseando encontrar inspiración, Eiji decide rebuscar entre viejas fotografías, tiene un cajón secreto escondido arriba de su closet, no quiere mostrárselo a Aslan porque sabe que lo molestará. Por eso, aprovechando que su amante sigue en la universidad, toma un taburete para subirse, extiende sus manos entre los chalecos de invierno, hasta encontrar una roñosa caja de zapatos, los bordes de sus yemas la acarician, se halla un poco húmeda pero parece haber preservado las cosas a la perfección.

—¡Lo sabía! —La silla se tambalea debido a la emoción, él aprieta los párpados, aferrándose a su tesoro mientras espera la caída.

—Eso es peligroso. —Pero la caída jamás llega, porque Ash lo está sosteniendo por la cintura—. ¿En qué diablos estabas pensando, onii-chan? ¿Quieres romperte la cadera como Max? —Y lo ayuda a bajar, dándole la mano—. No quiero que mi novio camine al altar en andador.

—¡Ash! —Las mejillas le queman, el entrecejo le punza—. Solo soy dos años mayor, no dos décadas. —El nombrado responde con una sonrisa felina, luce extraordinariamente satisfecho cuando lo ve patear contra el suelo a causa de la indignación, ya se encuentran en el piso del cuarto, a salvo.

—¿Dos años? ¿Dos décadas? Lo importante es que eres más viejo. —Sacarle la lengua es su mejor respuesta—. ¿Qué es eso? ¿Es tu colección secreta de plaza sésamo? ¿Un traje de conejito?

—¿Traje de conejito?

—No importa. —No sabe si es peor decirle la verdad, o darle rienda suelta a esta catastrófica imaginación que parece estar diseñada única y exclusivamente para molestarlo.

—Son viejas fotografías. —Así que se rinde—. Estaba buscando inspiración para mi nuevo trabajo. —Ash se ve constipado ante la confesión, eso llama su atención.

—¿Puedo verlas? —El pulso se le acelera con ferocidad ante tan tímida sonrisa—. No sé mucho sobre tu pasado y...

—Puedes. —Él siempre encuentra una manera para derretirle el corazón—. Puedes conocerlo todo de mí, Aslan.

Injusto ¿no?

Voltean la caja encima de la cama, la primera cámara que Ibe le ha regalado, una Canon A1, se halla al fondo del cartón, sus memorias como Fly boy penden junto al polvo, la nostalgia bombea desde su corazón para expandirse por cada fibra de su alma, presiona el tobillo de manera casi involuntaria en la cobija, se pregunta por qué los humanos anhelan volar por el cielo, es un sueño aparentemente simple, sin embargo, eternamente anhelado por aquellos a quienes se les negó que sus alas crecieran.

—¿Será que nunca lograremos volar con el esfuerzo de nuestro propio cuerpo? Un poste elástico de fibra de vidrio, solo eso era lo que se necesitaba. Y el cuerpo del joven se elevó por el cielo, como si hubiese rebotado en el suelo. El tiempo que permaneció flotando en el aire no fue más de 2.5 segundos. Fueron esos momentos cuando parecía que reía.

—Ash. —Claro que su novio encuentra aquella fotografía.

—Te ves tan feliz. —Ash luce increíblemente conmocionado mientras sostiene la imagen que lo unió con Ibe—. Creo que me enamoré de ti desde el momento en que te vi saltar, incluso huyendo de los matones de Marvin te veías tan... —Sus manos se entrelazan por encima de las imágenes—. Libre.

—¿Libre? —El corazón se le llena de un sentimiento que si bien, es incapaz de descifrar, se asemeja a un espectáculo de fuegos artificiales retumbando por doquier.

—Sí. —Su novio tiene una sonrisa apacible, es una calada de serenidad—. Yo nunca podría verme así, te envidio y admiro en partes iguales.

—Puedes. —Entonces, Eiji no tarda en rebuscar entre las imágenes hasta llegar a su favorita. No por nada la caja es su rincón de inspiración—. ¿Ves?

«Amanecer».

Es una imagen sumamente sencilla y complicada al mismo tiempo, se la tomó luego de la primera noche que se abrazaron, cuando juró que aunque todo el mundo estuviese en su contra, él siempre estaría a su lado, cuando le prometió que se quedaría a su lado, no solo por ahora, sino para siempre. Ash se encuentra sentado sobre el marco de la ventana, con la frente contra la rodilla y su silueta al borde del alba, parece tranquilo, como si estuviese durmiendo o tal vez, rezando. Parte de su rostro se halla suavemente iluminado por el sol de la mañana. Eiji sonríe, sabiendo que puede pasar una eternidad contemplando aquella imagen y no la resentirá.

—¿Ves? Tú también eres libre. —Los ojos de Aslan se han cristalizado, la boca le tiembla, sus manos se retuercen con parsimonia entre las de Eiji—. Está es mi máxima fuente de inspiración.

—¿Yo? —Al moreno le cuesta descifrar lo que quiere decir—. ¿Realmente puedo ser libre? —Esa pregunta le quiebra el corazón, solo para volverlo a recomponer—. ¿Luego de...?

—Puedes, Ash. —Eiji le presiona levemente el pecho, es un toque suave y cálido—. Sé que todavía sientes a tu cuerpo como una prisión y te es imposible verlo hoy, pero vamos avanzando de a poco.

—Tuve una reexperimentación cuando lo intentamos. —Y sabe que probablemente Aslan se halla batallando contra los pensamientos intrusivos—. No sé si alguna vez podré tocarte o ser tocado de forma íntima, eso no es libre.

—Pudimos hacerlo. —Lo trae de regreso a la realidad—. Tomamos un baño de pareja ¿lo recuerdas?

—Es diferente. —La tarde está cayendo.

—Tienes razón. —Entonces, Eiji se deja arrastrar por el impulso naciente en su corazón y se quita su camiseta, Ash no sabe cómo reaccionar, se queda estático del otro lado de la cama, con el alma descobija, con las memorias del Fly boy esparcidas por doquier—. No temas. —Se lo pide, apoyando la palma de Aslan contra su piel desnuda, donde yace la cicatriz de la bala, donde está la puñalada que Shorter le dejó, donde sangra constantemente, pero finalmente las ha empezado a limpiar.

—¿Por qué?

—Porque quiero acurrucarme contigo. —Eiji intenta ordenar sus pensamientos—. Y quiero cederte el control de esto.

No es un experto en terapia de exposición, pero el japonés presiente que para Aslan el contacto de piel a piel se hará más grato si es progresivo, pasito a pasito, caricia a caricia, por eso se ha quitado la camisa y se ha puesto a su merced, diciéndole que es su zona de seguridad sin siquiera usar las palabras. Ibe tiene razón, no es culpa suya lo que haya pasado entre sus padres, su novio nunca lo dejaría por no proporcionarle intimidad, es bueno en su carrera de fotografía, si ha sido capaz de captar semejante belleza bajo un flash, algo debe estar haciendo bien.

Y así como Ash ha aprendido a sonreír bajo el sonido de las cámaras, Eiji quiere generar el mismo efecto con su propio cuerpo, el cuerpo de un hombre, el mismo cuerpo de esos abusadores sexuales, el cuerpo que lo ama y se entregará en sus manos a ciegas las veces que sean necesarias, porque Aslan es valioso y merece sentirse de esa manera. Así que sí, tal vez ya no pueda volar como en las fotografías, pero ha hallado otra manera de extender sus alas. Él sonríe, es más divertido volar en compañía.

—Eiji. —El más joven lo ha guiado hacia los botones de su camisa—. Por favor, me cuesta sentir a mi cuerpo como algo agradable porque lo ensuciaron y lo rompieron demasiado, pero... —No duda en mirarlo a los ojos, la belleza de Ash Lynx es sumamente suave, no feroz—. Quiero compartirlo contigo.

Eiji no responde, se limita a desabotonar cada ojal de la camisa celeste, puede escuchar al corazón de Ash golpeando con violencia, su respiración está subiendo y bajando erráticamente, aunque sus manos yacen empapadas y temblorosas contra la franela, procura nunca tirar ni mostrarse ansioso, la camisa le cae hasta los hombros, ambos quedan con el pecho desnudo frente al otro. Ni siquiera debe preguntar, su novio le ha permitido acariciarlo, es tibio y más suave de lo que se ha imaginado, delinea desde los músculos de sus brazos hasta esos abdominales que parecen más rellenitos, desde ese delicado vello dorado hasta la herida de la puñalada de Lao, él está vivo, acá y ahora, ambos lo están y a veces se le olvida lo maravilloso que es eso.

—¿Te sientes incómodo con esto? —El cuarto se ha inundado por los rayos del atardecer, los cálidos matices danzan entre las paredes de la habitación, haciendo lucir el bronceado de Eiji casi dorado, y el blanco de Ash nieve perlada.

—No. —Aslan no le permite apartarse, se ve igual que un gato mimado, clamando por mimos—. Me gusta que lo hagas, me gusta que me toques así. —Es tímido al musitar aquello, tiene las mejillas rojas y se ve increíblemente pequeño—. ¿Puedo?

—Puedes. —Entonces, Ash se inclina para besar la herida de bala, esa misma que le hizo en el torso, esa misma que lo mandó al hospital, esa misma que pasó porque han sufrido demasiado y son niños, no tienen las herramientas necesarias para confrontarlo.

—Lo siento. —Pero cada día adquieren un poquito más.

—Yo no. —Y cuando el dolor cesa—. Porque es un recordatorio de lo lejos que hemos llegado. —Y realmente se pueden contemplar, sin etiquetas, sin drogas, sin mafias, sin destrucción—. Te amo, Aslan Jade Callenreese. —El resto da igual—. Mi tontito y dulce Aslan.

—Amo que me llames así. —Frunce el entrecejo, arrepentido—. Ignorando la parte de tonto, por supuesto, soy un genio. —Las manos del americano se pasean por los músculos de un pajarito cuyas alas se marchitaron, pero se empiezan a abrir, de a poco se descongelan—. Mi dulce Aslan, es lindo.

—¿Por qué?

—Siempre que alguien me llamaba como suyo, era porque me veía como un objeto.

—Nunca tuve esa intención. —Las caricias de Eiji frenan justo en su corazón.

—Lo sé, tú le das un significado completamente diferente, me haces sentir limpio y... —Esto es tan vergonzoso—. Mío. —Tan vergonzoso que ambos sonríen—. Porque yo elegí darte mi alma, Eiji. Me haces libre. —Apenas pueden creer que sean tan cursis, no saben lo qué ha ocurrido para que acaben así, medio desnudos en el cuarto, abrazándose, con los fantasmas del pasado atrapados en imágenes polvosas.

—Yo igual. —Musita, presionando un beso sobre esos mechones increíblemente dorados—. Y no dudaría en elegirte mil veces más, Ash.

—¿Solo mil veces más, onii-chan? Me siento ofendido. —Tiran de la frazada para poder acostarse en la cama, aún con los jeans puestos, Eiji se recuesta encima del pecho de Aslan.

—Necesitas mejorar tus tácticas de seducción para que aumente el compromiso, Glenreed. —Los anillos relumbran bajo el fulgor primaveral, la tarde está cayendo.

—¡No me digas así!

—Ese es tu nombre legal. —Eiji le saca la lengua—. Le diste muchos problemas a Ibe-san ¿sabes? —Y Aslan se inclina para besarlo.

Aunque apenas se pueden mirar, Ash sabe que no tendrá una reexperimentación, por eso, se toma el tiempo para memorizar y aterrizar el momento, su novio es cálido, es suave, es más pequeño que él, es el cuerpo de un hombre, es un hombre, es un hombre al que adora.

Por eso, lo besa sin culpa.

Los labios de Eiji son dulces, impregnados de una infinidad de sabores a los que se ha vuelto adicto con una impresionante facilidad, suele reírse nervioso mientras lo besa, suele acelerarle el corazón. Se aventura un poco más, catándolo con lentitud, ambos cierran los ojos, está oscuro y ambos son hombres, está oscuro y podría tener otra reexperimentación con el torso desnudo, pero no la tiene, y espera no volverla a tener jamás. Le es increíble la manera en que su novio, no solo reescribe sobre sus traumas, sino que le da oportunidades que jamás siquiera fantaseó.

—Esta es una manera efectiva de callarte. —Eiji infla las mejillas en una protesta.

—Espera, quédate así. —Entonces, el moreno se inclina para tomar esa vieja Canon A1 de la cama.

—¿Qué? —Eiji se vuelve a acomodar contra el pecho de Ash, apuntando el lente de la cámara contra ellos dos.

—Sonríe.

La felicidad queda atrapada en un segundo.

«Atardecer», es el nombre de la fotografía.

¿Qué tenemos mañana? Halloween con los disfraces del arte oficial porque los amo y era pecado no escribirlo. Ya nos queda poquito, extrañere molestarlos todos los días, me acostumbre, no pensé en todo caso llegar tan lejos, gracias por todo el apoyo.

¡Nos vemos mañana (dos veces algunos)!

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