19. Shared hobbies.
¡Hola mis bonitos lectores! Sigo con algo de fiebre pero ya, debo empezar a retomar mi vida, han sido meses demasiado estresantes gracias a ese bendito examen y es momento de apagar mi modo avión. Pero nunca en los fics, este y el capítulo de mañana son de mis capítulos preferidos, ya cacharán por qué. El capítulo de hoy está dedicado a alguien que ha apoyado este flufftober desde el día uno hasta hoy, no te esperaba, porque nunca habíamos interactuado tanto y ahora mataría por ti LaFernanixD, te quiero mucho.
¡Espero que les guste!
«Pasatiempos compartidos».
Es uno de los cupones que los ha ayudado a salir del bucle de incomodidad luego del disparo.
No es que a Eiji le haya encantado la idea de estar hospitalizado por una herida de bala, al contrario, tener que revivir una y otra vez en pesadillas, el instante en que Aslan se volteó, con una mirada de puro sufrimiento para apuntarlo mientras lloraba, todavía le remueve las tripas. No está enfadado, sino herido, aunque le es duro que quien más ame lo haya lastimado de semejante manera, es aún más punzante saber que ni siquiera ha sido voluntario. ¿Qué sentido tendría arremeter? Porque en el fondo, su novio no es más que un niño necesitado desesperadamente de amor, Eiji sintoniza en demasía con tan desmesurada fragilidad, quiere verlo bien, quiere apoyarlo.
Mira las cicatrices en su torso y le da pena, la que Shorter le dejó tras apuñalarlo nunca se esfumó, la bala que recibió por su amante cuando le estaba enseñando japonés tampoco, es triste poseer la certeza de que mientras él le entregó un «mi alma siempre estará contigo», Ash le respondió un «sayonara», porque no tenía intención de volverlo a ver y sino fuera por la puñalada...
Da igual.
—¿Estás listo, onii-chan? —No, siendo sincero, no quiere tener que hacer esto jamás.
—Sí. —Pero Aslan se está esforzando para superar esta recaída—. Estoy listo. —¿Qué derecho tiene a dificultarle la recuperación aún más?
Pasatiempos compartidos.
¿Qué mejor pasatiempo para los dos que la terapia?
—Prometo estarte esperando con una taza de chocolate caliente cuando regreses.
Aslan se halla apoyado contra su motocicleta, está vistiendo una chaqueta de cuero que delinea su silueta de maravilla junto a unos jeans rasgados, pudieron haber tomado el subterráneo o conducir hasta el consultorio, sin embargo, ha querido hacer el viaje más genial, más ameno, no es un secreto la fascinación que Eiji tiene por el lince de Nueva York siendo motociclista.
—Gracias.
Una violenta ráfaga de viento los despeina, a diferencia del nido de pájaro que parece quedar en la cabeza de Eiji, esos mechones dorados se bambolean con una extraordinaria parsimonia por encima de esas pestañas tan blancas que fácilmente se confunden con copos de nieve, incluso con las ojeras tiene un aura galante. Ash se inclina, apretándole las manos, el día está helado, una sonrisa nerviosa pende entre mejillas que se asemejan a mármol salpicado de acuarela, es suave y comprensiva, es resonantemente hermosa, eso le deja el corazón hecho un lío.
—Sé que no te encanta la idea de la terapia, pero Jess me ha recomendado a esta profesional. —Sería sumamente dañino compartir psicólogo, por eso han pedido otros datos—. Te hará bien.
—Lo sé. —No miente cuando dice eso—. Gracias Ash. —Pero se quiebra un poco más.
Ha estado resistiendo demasiado peso, ya no lo soporta.
—Podemos ver plaza sésamo cuando regreses. —El comentario debería sacarle una risita.
—Gracias. —Pero no lo hace.
Tiene las alas del alma quebradas.
¿Fly boy en el cielo?
Ja.
El consultorio queda en el tercer piso de un edificio en Downtown, es bastante cerca al apartamento, agradable incluso para venir caminando, una mujer de expresión amable lo recibe y lo invita a tomar asiento en el diván, los pies le pesan, le pesan igual que cuando se lesionó el tobillo, igual que cuando se posicionaba en la línea de partida pero no podía volar. Él pasea su mirada por doquier, intentando distraerse, se halla repleto de cuadros bonitos y libros. ¿Tendrá a Hemingway? ¿Tal vez a Salinger?
—Eiji Okumura ¿verdad? —Él asiente, paralizado en ese mullido sofá, baja la cabeza, se siente como un niño regañado en la oficina de la directora—. ¿Qué te trae por acá?
—Nada. —Mostrarse sobreadaptado es su mecanismo de defensa primordial, seguir funcionando aunque se cae a pedazos, todo se está rompiendo—. Vine por mi pareja. —Él se está desmoronando, trata de ordenar sus pensamientos sin la intrusión—. Últimamente hemos pasado por mucho.
—¿Cómo se llama ella? —Esa pregunta le presiona el corazón, no puede respirar, su familia le hará la misma pregunta cuando vengan, ella, todos esperan una ella—. ¿O él? —Pero de repente, respira.
—Ash Glenreed. —Musitar su nombre le saca una sonrisa trémula—. Es un él.
—¿Qué ha pasado con Ash? ¿Quieres contarme? —Sus puños se alargan un poco más hacia sus muslos, el consultorio está tan caliente que cree que se desmayará, la cabeza le ha empezado a dar vueltas, o tal vez sea fiebre por la herida de bala.
—Quiero apoyarlo. —La terapeuta asiente, anotando algunas cosas en su libreta antes de mirarlo.
—Pero nosotros no podemos trabajar por tu pareja durante las sesiones. —Esto es demasiado incómodo e invasivo—. Si vamos a iniciar un tratamiento juntos es para ayudarte con tus demandas.
—¿Mis demandas? —Le cuesta procesar esas palabras.
—Claro. —La terapeuta se inclina en su propio asiento—. ¿Qué necesitas tú, Eiji?
Le es sumamente duro escuchar eso, porque significa que su sufrimiento tiene importe y asumir que su dolor es válido, diablos es difícil, porque esa voz intrusiva sigue gritándole una y otra vez que no merece ayuda, que es débil, que es una carga por pedirla. Aslan tuvo una maldita reexperimentación porque regresó a la cabaña de quien lo abusó a los ocho años. ¿Cuál es su pretexto? Incluso con las muertes traumáticas que ha vivenciado, todo el resto de la pandilla las ha lidiado y lo están haciendo bien, la ayuda es solo para personas que la merecen, por supuesto, él no la merece. Porque es solo un estudiante.
¿Qué tantos problemas puede tener?
Shorter murió encima de él.
Dino Golzine estuvo a punto de violarlo.
Skipper falleció por su culpa.
Es un maldito asesino, por eso le dijo sayonara, Ash ya se ha dado cuenta de que es un ángel falso.
No puede salvar a nadie.
No puede salvarse ni a sí mismo.
—Estoy bien. —Él sonríe, es amable y cortés—. No necesito ayuda en nada. —La terapeuta no se ve convencida con esas palabras, juguetea con el lápiz, presionándolo en los bordes del cuadernillo—. Me gustaría que habláramos de Ash, quiero aprender a ayudarlo mejor. —Ayudarse da lo mismo.
—Lo entiendo. —El reloj marca cada segundo como si fuese un taladro en su cabeza, tic, tac, tic, tac, tic, tac—. Hablemos de lo que tú quieras.
No le cobra la primera sesión.
Pensó que sería más intenso, pero no le ha servido de nada, así que no va a regresar. El tratamiento psicológico no es para todo el mundo, mala suerte, aprenderá a lidiar con su dolor insignificante por su propia cuenta. Pero los síntomas de Aslan se vuelven cada día más violentos, no sabe cuánto más aguantará, es un ser humano, por el amor de Dios. ¿Desde cuándo es su trabajo recibir una bala con una sonrisa de oreja a oreja? ¿Acaso no tiene derecho a que le afecte? Por mucho que han avanzado en su relación, de vez en cuando, Ash esboza una mueca repugnada al tocarlo abajo, porque es un hombre, es igual que esos abusadores. ¿Acaso no tiene el derecho a estar herido? Es duro.
Duele mucho mantenerse firme si no tiene alas.
Sabe que debe regresar a su apartamento, que su novio lo estará esperando con esa mirada de puro amor incondicional, no obstante, la sesión duró apenas la mitad y necesita distraerse con urgencia. Tragarse las penas es su mejor elección, aprovecha la salida pendiente que posee con Ibe para entrar a una cafetería, tiene un menú apacible y tentativo, anhela que le llene el vacío. Últimamente está comiendo más, durmiendo mal, le cuesta concentrarse. ¿Es una sintomatología depresiva? No sabe, solo sabe que la sensación le es horriblemente familiar a cuando se lesionó.
—¡Ei-chan!
—¡Ibe-san! —El fotógrafo esboza una sonrisa brillante apenas lo encuentra entre las mesas, ha elegido una cerca del ventanal, le gusta el paisaje que ofrece Nueva York, más en primavera—. No esperaba que llegaras tan pronto, lamento haberte llamado sin avisar antes. —El nombrado se saca la bufanda y el abrigo, colocándolos en la silla de madera.
—Estaba trabajando cerca. —Adentro es agradable gracias a la calefacción—. Estoy ayudando a Max con un reportaje, Ash también está involucrado.
—Oh. —Una vez Eiji leyó acerca del síndrome del impostor, un bello trastorno psicológico en el cual las personas son incapaces de asimilar sus méritos, nada de lo que tiene se lo merece.
—Sí. —Ambos lucen incómodos por la mención del nombre—. Fui bastante duro con él la última vez que lo vi, lo lamento. —Esa pelea lo despertó luego de que llegase a casa, la hospitalización le drenó hasta el último poro de vitalidad, solo quería cerrar los ojos y flotar en la pena.
—Ya veo. —Pero entonces...
Lo vivió otra vez.
Alguien...Alguien estaba llorando, con una voz triste. ¿Por qué estaba tan triste? Eiji conocía esa voz.
—Sa-yo-na-ra.
¿Sayonara? ¿A qué se refería? ¿Iba a algún sitio? Tenía que decirle algo. Vamos, que saliese su voz.
Todo ese evento le fue demasiado familiar a su primera internación, por eso, no tardó en levantarse de la cama, armarse de valor y consolarlo. Incluso, con una herida abierta debajo del pijama, con el corazón hecho pedazos, él absorbió el dolor de Ash, al menos por ahora, espera que sea suficiente.
—Deberíamos ordenar, Ibe-san.
—Sí.
A veces ambos parecen olvidarlo, pero así como Ash Lynx daría su vida por Eiji Okumura.
Eiji Okumura daría su propia vida por Ash Lynx.
Es una idiotez pero no pide chocolate caliente por mucho craving que tenga de azúcar, sabe que Ash lo está esperando en el apartamento, acurrucado con una mantita en la cama matrimonial, con esos lentes de montura gruesa que lo hacen lucir increíblemente galante, con dos tazas humeantes en el velador, lindo.
Por eso se limita a pedir el café del día, es amargo, igual que la sesión, tiene el corazón arremolinado con demasiadas emociones imposibles de identificar, el tobillo le aguijonea contra el borde de los jeans como una catarsis. Esto es desconsoladamente familiar, y sí, él sabe que no sigue en Izumo, entiende que sus padres no son la voz suprema de la razón, que no porque hayan menospreciado su dolor una vez, esa es la realidad inconmensurable, pero le es duro escucharse cuando siempre se ha sentido como un problema más que una persona.
—Tuve una sesión psicológica. —Deja caer el comentario en la conversación, igual que las gotas de sucralosa que verte en el café con la esperanza de que aplaquen la acidez—. Desde Cape Cod me he sentido un tanto perdido. —Sus palmas se tensan alrededor de la taza, las palabras de Yut-Lung en su primer encuentro gatillan un corto circuito entre sus neuronas. Hipócrita, piensa.
—¿Cómo te fue?
—Me encontró excelente, no es necesario que vuelva. —Aunque le da risa su deplorable actuación, sabe que es irrelevante, a las personas no les gusta mirar aquello que es incómodo, porque implica una ruptura en su pequeño esquema de perfección, igual que en su hogar, en lugar de afrontar un posible divorcio, su madre engañaba a su padre estando en el hospital.
—Ei-chan...
—Fue más que nada por Aslan, él estaba preocupado.
Ash Lynx, quien le dijo sayonara y se dejó morir en una biblioteca.
Ash Lynx, quien jamás le exigió un para siempre, sino un solo por ahora.
Ash Lynx, quien le disparó.
Y sí, por mucho que entienda la naturaleza involuntaria de una reexperimentación, mierda es duro, el amor de su vida por poco lo mata, es una ambivalencia que está bien, puede guardar sentimientos negativos hacia quien adora con el alma, porque es un humano, ya. No solo se deben acoger aquellas emociones más agradables, para una recuperación se precisa de lo bueno y lo malo, él ha aprendido a vanagloriar ambos lados de Aslan, tanto al lince feroz como al gatito abandonado. ¿Por qué le es tan cruel validarse a sí mismo? Cierto, se ha impuesto la tarea de salvador y guardar este lado menos bonito lo hace darse cuenta de su fragilidad.
Es débil.
Muy débil.
—Eres fuerte. —Pero entonces, Ibe acuna sus palmas contra la taza de porcelana y lo saca a la superficie—. Pero por muy fuerte que seas, necesitas ayuda. —Y de pronto, quiere llorar.
—Imagínate lo que dirían mis padres si voy a terapia. —Él se muerde la boca, intentando callarse—. No me lo perdonarían. —¿Lo niega? Él también es bastante cruel consigo mismo. Aunque lo hiere de sobremanera verlo en Aslan, porque bueno, es una brillante fuerza vital, mientras que Eiji...
—Ei-chan. —La voz del fotógrafo se suaviza—. ¿Cuándo te lesionaste fuiste al médico?
—Un par de veces, sí. —Él ha empezado a trazarle círculos en los nudillos, es suave, es dulce.
—¿Entonces, por qué no sería lo mismo con tu salud emocional? —Es paternal—. Si vas al doctor cuando te duele el cuerpo, deberías hacer lo mismo por tu mente o tu estado anímico. —Eiji tensa sus piernas hacia los bordes de la silla, la música del local se escucha distante, apenas perceptible.
—No he sufrido lo suficiente para ir. —Su tutor luce horrorizado por el comentario.
—¡¿Estás bromeando?! —Suena más brusco de lo que quiere—. Ei-chan, desde el primer día que estamos acá quedamos atrapados con la mafia en un tiroteo. —Cuando le pidió sostener su arma en el bar, la memoria le roba una sonrisa, nunca comprendió por qué alguien como el lince de Nueva York puso su confianza en un idiota simplón.
—¡Pero...!
—Acabas de recibir otra bala, jovencito. —Se ve como un padre regañando a su hijo pequeño—. ¿Acaso crees que eres inhumano? Obviamente te va a afectar, incluso te ves más rellenito y ojeroso.
—¡Ibe-san! —El puchero es implacable—. Estoy tragando más comida por ansiedad, no me juzgues. —Bufa, vilmente ofendido—. Ni siquiera se nota tanto.
—Ese pobre Nori Nori está pidiendo ayuda en tu panza.
—¡No es cierto! —Gimotea, Ibe le sonríe como respuesta.
—Mentira, te ves igual que antes, pero he notado que estás comiendo más. —Su tono se encuentra repleto de cariño—. Y no parece ser por hambre, de hecho ni siquiera son cosas que te gustan.
—Bien, tal vez tienes un punto. —Y odia que lo tenga.
—Lo sé. —¿Lo odia? Mentira, es un alivio tener a una figura familiar de apoyo—. Ei-chan...
—¿Sí?
—Solo habla con Ash.
Y es así de simple extender sus alas quebradas.
Regresa al apartamento apenas termina el café, Ibe le ha ofrecido otro trabajo como su asistente y la idea le encanta, aunque su tutor se encuentra vacilante entre los diferentes países, ayudar a Max lo ha mantenido en América, lo agradece.
Llegar al apartamento es todo lo que espera y más, porque ahí está, el despiadado lince de Nueva York envuelto en una mantita de polar, con el cabello desparramado por doquier, con una camiseta celeste, con esos lentes de montura gruesa y un libro extraordinariamente aburrido entre las manos, esperándolo con una taza de chocolate caliente humeante en el velador.
—Eiji, regresaste.
Ash tiene la mirada más suave del mundo, sus ojos relumbran como si fuesen esmeraldas mientras una tímida sonrisa juguetea entre sus labios, no sabe si es de disculpa o de curiosidad, pero parece alegre por tenerlo de regreso. Y Eiji sabe que a pesar de estas terribles ambivalencias de las que ha sido prisionero, haría cualquier cosa para preservar tan efímera felicidad. Ni siquiera vacila en trepar hacia la cama y deslizarse hacia su lado, se ha recostado contra el pecho de Aslan, interrumpiéndole la lectura, pero le importa una mierda, Hemingway puede esperar.
—¿Cómo te fue? —Ash le presiona un beso contra la frente, es un toque sumamente reconfortante, el libro cae hacia el suelo, su novio no vacila en estrecharlo contra esos fornidos brazos, quien está más grande no es nadie más que este chico.
—Le mentí. —Le confiesa—. Me intimidó hablar de mis problemas y le mentí toda la sesión. —Él presiona los párpados, cansado, espera ser regañado porque lo merece, pero...
—Me pasó igual.
—¿Eh? —Aslan es comprensivo.
—Me pasó lo mismo las primeras sesiones con mi terapeuta, no es fácil sacar la mierda. —Sin levantarse del pecho del americano, Eiji alza el mentón para mirarlo, un rubor le ha coloreado las orejas—. La última sesión que tuvimos la amenacé con denunciarla al comité de ética.
—¡Ash!
—Me sentía demasiado mal por haberte disparado. —La herida le punza tras ser mencionada—. Quería morirme. —Le quiebra el corazón escuchar eso, pero no lo invalida ni cambia de tema. Porque las emociones más difíciles de llevar, también merecen poseer un espacio para cicatrizar—. Realmente quería morirme, no sabía nada de ti, tenía miedo de aparecerme en el hospital, yo...
—Aslan.
—Le hice daño a la única persona que... —Ahí lo entiende, a fin de cuentas, ambos se están cayendo a pedazos—. Era mucho más terrible la idea de que me odiaras a tener que confrontar la muerte. —Y eso está bien, porque la recuperación es un proceso de constante destrucción y reconstrucción, no es fácil todo el tiempo, tampoco agradable. Él mira el anillo en sus dedos, sabiendo que vale la pena.
—Mereces ser amado. — Eiji le presiona un beso en los nudillos—. Mereces todo el amor del mundo, Ash, sobre todo tu propio amor.
—Eso no es verdad.
—Claro que lo es, solo eres alguien que pasó demasiado tiempo ahogado en la oscuridad.
—Eiji....
—Pero incluso en la oscuridad, sigues brillando, igual que el sol. Nadie puede apagar tu implacable fuerza de voluntad y eso me inspira como no tienes idea, estás haciendo lo mejor que puedes con las herramientas que tienes, y cada día tienes esa caja de herramientas más llena, no te presiones para avanzar a un ritmo demasiado rápido, está bien ir paso por paso. Lo importante es que lo estás intentando, eres una persona increíble.
—Deberías aplicar esas palabras para ti mismo. —Se queja, tirándole levemente los mofletes—. Si me estás ofreciendo todo el tiempo del mundo para sanar. ¿Por qué eres tan duro contigo mismo?
—Porque yo... —Él se aprieta la herida por encima del suéter—. Estoy herido. —Se sincera—. Y me siento débil por estar herido.
—¿Qué tiene de malo ser débil? —No se lo pregunta con saña ni con maldad, lo único que relumbra en esos ojos verdes es un genuino deseo por comprender su dolor.
—Gracioso ¿eh? Eres mucho más inteligente, grande y fuerte que yo, pero siempre sentí que debía protegerte. —Se pregunta de qué, cree que del destino, del destino que intenta alejarlo—. Por eso, no puedo ser débil. —Llevándoselo a la deriva, cada vez más lejos.
—Por muy fuerte que seas, si gastas todas tus energías preocupado por los demás. ¿Quién te cuida a ti? ¿Quién te protege a ti? —Esa pregunta cala con demasiada fuerza en su alma, echando raíces en lo más profundo de su corazón. Ash no le permite bajar el mentón, lo sostiene con gentileza, con dulzura y suavidad, asegurándose de que escuche estas palabras, borrando el espacio para dudas—. Por eso nos protegemos y nos cuidamos entre los dos.
Eso es lindo, piensa.
—Y para que nos podamos cuidar bien, necesitamos ir sanando de a poco, onii-chan. —Le da risa que el discurso se haya invertido, eso solo lo vuelve consciente de lo fuerte que es su novio y de lo orgulloso que está.
—Tienes razón. —El lugar de sentirse pequeño o débil por eso—. Gracias.
Lo inspira.
Así que regresa a terapia, está increíblemente avergonzado y reticente a hablar, le es difícil mirar lo más feo de su historia, porque le enseñaron a no mostrarlo para ser querido. Pero eso no lo detiene, se sienta en el diván, volviendo a repasar los cuadros y los libros, con la boca seca, divagando por el chocolate caliente que Aslan le tendrá cuando su sesión se acabe, en lo divertido que será regresar por el camino largo en motocicleta, aprieta una de sus cicatrices y la abre.
—Me alegra verte de regreso, Eiji. —La terapeuta toma el bolígrafo y presiona su libreta, tiene una mirada suave y amable—. No pensé que volverías.
—Yo tampoco. —Pero acá está.
—Cuéntame. —Sangrando las primeras gotas para zurcir sus heridas—. ¿Qué te trae por acá?
—Solía ser saltador de pértiga en Japón...
«Pasatiempos compartidos».
Qué bonita manera para llamar a la sanación de almas.
Ya me conocen, ya lo saben, el sufrimiento no es comparable, es tan valido que Eiji como Ash se vean afectados por tanto, solo que de maneras distintas dadas sus historias y es importante que ambos lo trabajen y tengan la confianza en apoyarse para lograrlo, el capítulo de mañana tiene muchas tonteras, me hace feliz.
¡Nos vemos!
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