18. Hug.
¡Hola mis bonitos lectores! Muchas gracias a todas las personas que me mandaron cariñitos y buenas vibras, quede agotada, estoy con mucha fiebre porque cansancio acumulado pega de golpe, así que los mensajitos de inbox los contestaré mañana, los quiero muchito, gracias por tanto. Ojo, sean responsables con las advertencias antes de seguir, es el capítulo más intenso de la trama. Y les recuerdo, nadie elige sentirse así, no es voluntario.
✩ Advertencias: Ideación suicida activa/ Pensamientos intrusivos/ Distorción cognitiva/ Referencia a abuso sexual del canon.
—¿Cómo has estado desde nuestra última sesión, Aslan?
¿Cómo ha estado?
Ja.
Esto es una jodida mierda.
—Quiero morirme. —Si bien, su psicóloga impresiona sorprendida por su comentario, no parece desagradada, aquello le da confianza para conservar su barbilla alzada. Él tensa los puños hacia sus muslos, la respiración le escalda en los pulmones, como si fuese el motor hirviendo de un viejo tren de caldera, todo está caliente y es insufrible, todo se cae a pedazos—. ¿Acaso no me escuchó?
—Te escuché.
—Me quiero morir. —Repite—. ¿No es su trabajo encargarse si un paciente tiene ideación suicida activa? ¿O debería reportarla con el comité de ética?
—Te escuché la primera vez, Aslan. —Se lo dice de nuevo, dejando la libreta de lado en la mesa—. Cuéntame, ¿por qué quieres morirte? —Esa reacción le da risa, es lo más gracioso que ha escuchado.
—Porque la vida es una mierda.
—¿Qué sentimientos te trae eso? —¿Sentimientos? ¿De verdad hablará de eso ahora? ¡Bravo! Justo lo que necesita, que le hagan ponerle nombre a esas sensaciones que irrumpen de forma intrusiva, igual que todo lo demás ¿verdad? Porque no tiene derecho ni siquiera a decidir lo qué quiere sentir y lo qué no, su cuerpo está casi tan usado como su alma, asqueroso.
—Tengo ira. —La identifica reventándose en su pecho como si fuesen burbujas de magma, hierven y hierven, destrozándole el alma con el paso del tiempo, devastando la esperanza al explotar.
Bang.
—¿Qué más? —Ni siquiera está anotando, es una charlatana, le está pagando una pequeña fortuna por cada sesión y la hipócrita no le toma el peso a sus palabras. Vaya, debe ser realmente divertido sentarse en ese trono de terciopelo a escuchar la mierda de los demás para regodearse con su propia felicidad—. ¿Qué más sientes, Aslan?
—Tengo pena. —Logra identificar esa presión que le cierra la tráquea, gatillando un ardor terrible, se cuestiona si su vómito será venenoso y le sugestiona la idea, ojalá morirse por repulsión en lugar de mirarle la cara a esta estafadora, ojalá morirse en este maldito asiento—. Tengo dolor. —Eso ni siquiera es una emoción, ¡genio! no sabe usar esos 200 puntos de IQ, los posee de adorno, lo único que sabe hacer su cerebro es chupar penes ¿no?—. Tengo rencor.
—¿De qué?
—¡De usted! —Ash se alza con un ataque de cólera, la respiración le sube y baja de manera errática, la garganta se le ha cerrado en un shock, los ojos le queman, goteando un líquido transparente pero desagradable, no es semen, ¡ja!, ha aprendido a chorrear otros fluidos corporales además de semen, a Dino le encantaría. A Dino y a Barba Azul. ¡Todos están invitados al inodoro!
—Por favor, siéntate.
—¡No! —Grita—. ¡Solo me ha hecho perder el tiempo! ¡Dijo que estaría mejor! ¡Me prometió que la terapia me serviría para ser una persona normal y no he avanzado nada!
—Aslan...
—¡Estoy cansado de fingir que algún día estaré bien! ¡Nunca mejoraré! ¡Nunca podré tener una maldita vida normal! Ojalá me hubiera muerto desangrado en la biblioteca, así no estaría pasando por todo esto, debí quedarme quieto en lugar de tener el estúpido pensamiento de que las cosas podrían ir mejor para un asesino como yo. ¿Hola? Estoy jodido hasta los huesos, me moriré estando jodido en un prostíbulo, siendo un adicto al crack igual que la puta de mi madre.
Se cae de regreso al sillón.
—Le disparé a Eiji.
Y llora.
—Yo le disparé...
Eiji.
Su dulce Eiji.
Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino.
¿Le disparó?
¡Le disparó!
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
—Tenía miedo, tenía tanto miedo que no podía hablar, mi corazón gritó pidiendo ayuda, pero no pude decir nada. Cuando disparé lloré, lloré porque no sentí nada, nada de nada.
¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!
Mató a Shorter.
No sabe cuánta sangre hay en sus manos.
—No seas tan duro, papá. Si me rompo no podrás volver a usar el inodoro.
¡Es lo más gracioso que ha escuchado en su vida!
Debería estar muerto.
Sí, si estuviese muerto no podría haber dañado a quien más amaba, es un asqueroso hipócrita, igual que esos cerdos en el Club Cod, su novio no ha hecho más que apoyarlo con un amor infinito durante su proceso de recuperación y ¿cómo se la paga? Disparándole. ¡Qué divertido! Es tan divertido que arroja la nuca hacia atrás en el sofá y carcajea a lengua suelta, puede sentir cómo la sangre escurre entre sus dedos, sangre, sangre de Eiji, sangre de Shorter, sangre de las únicas personas que fueron lo suficientemente estúpidas como para pensar que sería más que un asesino.
Nunca superará a Barba Azul.
Nunca será normal.
Debería morirse.
Dios, quiere morirse.
¿Por qué diablos no se muere y ya?
Basta, es demasiado.
—¿Qué fue lo que pasó? —La sangre escurre desde la punta de sus dedos hacia el océano escarlata que lo tiene ahogado, aunque el sillón se encuentra flotando, sabe que se hundirá en poco tiempo.
—Fuimos a Cape Cod, al cumpleaños del viejo. —Musita, ido—. Pensé que podría ir a la cabaña de Barba Azul para probarme a mí mismo que había avanzado algo. —Pero lo único que reexperimentó fue su propia violación a los ocho años, ¡qué maravilloso es el estrés post traumático!
—¿Luego?
—Lo vi, vi a mi entrenador de béisbol abusar de mí, estaba ahí. —Su corazón tiene una herida abierta en su pecho, está escurriendo sangre muerta, cayendo a montones hacia ese océano de culpa—. Sé que no estaba ahí, sé que nada de eso fue real, pero... —Aslan se muerde la boca, está dolido, le duele mucho todo—. Se sintió real. —Está agotado, quiere cerrar los ojos para poder descansar por siempre—. Cuando regresé a mí mismo le había disparado a Eiji en el pecho.
—¿Han hablado?
¿Hablar?
Mejor morirse.
¡Sí!
Sus puños se tensan, se pregunta si se podrá suicidar con cortes en las muñecas, no, no quiere que su adoración lo encuentre sin vida en la tina, con las venas rajadas y los brazos abiertos como trozos de carne rancia. ¿Una sobredosis? Es lo más inteligente, si mezcla sus remedios con alcohol puede cerrar los ojos e irse en paz, el problema es que si falla en calcular la dosis correcta es posible quedar en un estado vegetal, genial, ahí sí será una carga. ¿Dispararse en la sien? Con su suerte sobrevivirá de todas maneras en un estado deplorable, igual que Griff en ese hospital de veteranos, oh, pero él no tiene un hermanito al cual exponer dejándolo con un pedófilo en un maldito pueblo.
Llora y llora.
Puede arrojarse de un edificio, su cabeza explotará contra el pavimento, sería divertido. Ash ha leído que mientras las víctimas caen en los suicidios se rompe el estado de disociación, por eso pasan sus últimos minutos como una eternidad infernal. Ugh, ni siquiera se puede suicidar bien.
No quiere vivir.
¿Por qué tiene que seguir viviendo de todas maneras?
No ha avanzado ni una maldita mierda.
—No quiero seguir hablando, me voy. —Se levanta del sofá, pero la sangre le llega hasta el cuello, se está hundiendo. Ayuda, se encuentra ahogado. ¿Ayuda? ¿Con qué derecho la pide? Ja ¡Le disparó a la única persona valiosa en el universo!
—Lo entiendo. —La terapeuta lo detiene—. Pero me has expresado verbalmente que tienes deseos de morir, así que necesito llamar a tu tutor y si él lo encuentra pertinente, te internaremos. —Vida de mierda que lo fuerza a seguir viviendo.
—Ojalá le quiten la licencia. —Ash le alza el dedo del medio, sentándose amurrado en la butaca, esperando que Max vaya por él al consultorio.
No lo internan en urgencias, Max firma un documento donde se hace responsable de su integridad, lo agradece, no se profesa de humor para pasar un mes dentro de un hospital psiquiátrico, aunque tal vez, eso sea lo mejor, así no tendrá que confrontar a esos grandes ojitos cafés repletos de tristeza y decepción, así podría apartarse de toda su realidad.
Se suben al automóvil para regresar al apartamento, incluso con el cinturón golpeándole el pecho, él siente que está al fondo del lago de Cape Cod, junto a los cadáveres de los otros niños que también fueron abusados pero nadie escuchó, con las últimas burbujas de oxígeno quemándole la garganta mientras se ahoga, se hunde, se hunde, se hunde.
Ayuda.
No sabe cómo llamar este sentimiento, ni siquiera logra ver con claridad el paisaje, la vida transcurre como si él la estuviese mirando bajo el agua.
Eiji.
Su dulce Eiji.
Asesino. Puta. Asqueroso.
—Ash... —Max libera su nombre con una increíble parsimonia al viento, es un espantoso mentiroso, porque no disimula los nervios si aprieta el manubrio tan fuerte—. ¿De verdad te quieres morir?
—¿Acaso no tengo derecho? ¿Por qué no cortamos esta mierda? Deja de fingir que te intereso, no necesito tu lástima. —No quiere decir nada de eso—. La culpa que sientes por traicionar a Griffin no se irá solo porque eres amable conmigo, ¿o buscas una chupada de pene? ¿es eso? —El periodista luce horrorizado por esas palabras, de hecho, casi chocan con el vehículo de enfrente.
—Sabes que nada de eso es verdad. —No es su intención arremeter contra todo el mundo como si fuesen los culpables de sus desgracias, no es voluntario, le frustra, debería cortarse la lengua para dejar de herir a los demás—. ¿Tú...? —No se atreve a completar la pregunta.
—Ojalá hubieras chocado. —En estos momentos, ha dejado de ser un humano, se ha convertido en un leopardo lastimado, mostrando sus garras y dientes, escalando y escalando hacia el Kilimanjaro.
—Eiji regresa hoy.
—¡No digas su nombre! —Arremete—. No quiero escucharlo.
Le es sumamente doloroso haber dañado a quien adora.
Eiji odia que encubra sus emociones, porque lo hace de una forma cruel, incapaz de empatizar con su propio sufrimiento, no cree ser digno de esa compasión, por eso ponerse máscaras solía ser más fácil, gobernando en un mundo donde la debilidad yacía prohibida. Si hubiese seguido corriendo de sí mismo, esto no habría pasado.
Pero Eiji Okumura le dio una razón para ser mejor, para tomar el control de su destino y salir de esa carcasa congelada. Amor, antes le parecía una palabra tan sobrevalorada, muchos le dijeron que lo amaban, empezando por Barba Azul y terminando con Dino Golzine, era una palabra sucia, cargada de lujuria y control, sin embargo, dentro de esos ojitos cafés cobraba un significado completamente diferente. Él se encoge en el asiento del auto, romperá en llanto en cualquier momento, Aslan jamás pretendió hacerle daño, no merece semejante ternura, sabe, este fue un anhelo egoísta que arrastró más tiempo del que debería, y aun así, le aterra confrontarlo y admitir que ese amor se esfumó.
No lo culparía por odiarlo.
Aslan se odia a sí mismo.
—¡Tú! —Una bofetada retumba apenas entra al apartamento, la mandíbula le duele—. ¡Dijiste que lo protegerías! ¡Me prometiste que lo mantendrías a salvo! —El alma se le desangra.
—¡Shunichi! —Max se interpone entre ellos dos, previniendo una pelea—. ¡Ya basta! ¡Sabes que fue un accidente! —¿Accidente? ¿Así se llama estar loco hasta la médula? Ja, debería haberse quedado en el instituto de salud mental y permitir que lo inyectaran con banana fish.
—No puedo permitir que lo siga poniendo en peligro. —Lo comprende, la relación entre los japonés es potente, es casi familiar—. Ya van tres disparos que Ei-chan recibe por su culpa, no me pidas que ignore eso. —Max le proyecta una disculpa silenciosa con la mirada, es un gesto lindo, sino estuviese ahogándose lo valoraría. Él se toca la mejilla, la mandíbula le cruje apenas se la reacomoda.
—Lo lamento.
—¿Qué quieres que le diga a su familia? —Aslan baja la cabeza, haciéndose pequeño dentro de su camiseta, es consciente de lo que vendrá—. Eres peligroso para él. —Duele, duele mucho.
Sangra y sangra.
Sangra un poco más.
—¡Shunichi! —El nombrado agarra su chaqueta del sillón, iracundo.
—Tú se lo vas a explicar a la familia de Ei-chan, me cansé de encubrirlos. —El portazo truena lejano, el agua ya le ha inundado los pulmones, expandiéndose con una agradable calidez por doquier.
—No lo dijo con mala intención. —Lo sabe—. Es bastante protector con Eiji, ya lo conoces. —Porque es verdad lo lastima tanto. ¿Cortes en la muñeca? ¿Sobredosis? ¿Caídas al vacío?
—Ve a hablar con él. —No es una petición, es una orden—. Tengo que terminar un trabajo para la universidad. —Sus pies golpean las baldosas, haciendo un eco contra sus suelas, pero no lo siente.
—Pensé que estabas de vacaciones. —No siente su cuerpo como suyo, es solo una muñeca de trapo.
—Largo.
—No seas tan duro, papá. Si me rompo no podrás volver a usar el inodoro.
Aslan se esconde en su oficina, sabe que Eiji se encuentra en la habitación esperándolo para charlar, pero no tiene el valor para confrontarlo, porque le duele demasiado haberle hecho daño, no, no se puede perdonar, él ya tenía motivos suficientes para odiarse, le resulta una sátira grotesca hallar aún más. Se deja caer contra una pared, haciéndose un ovillo hacia sus piernas, es incapaz de gritar o moverse, lo único que hace es mirar un punto vacío en el cuarto antes de que el llanto lo sofoque, las gotas caen, entremezclándose con el escarlata que tiñe el océano de sus pecados.
¿Por qué está en el fondo otra vez?
¿Por qué no puede romper hacia la superficie?
Por mucho que lo intente, está demasiado cansado para nadar. Le da miedo morirse, pasó la sesión entera escurriendo odio y rencor, pensando en las mil y un maneras de suicidarse porque es la salida más fácil, menos dolorosa en realidad, cuando quiere vivir, ha tenido avances, incluso con los lentes de negativismo es capaz de apreciarlo, no es una carcasa congelada y esa creciente fragilidad punza más que cualquier otra cosa. Las lágrimas penden desde sus pestañas hacia sus mejillas, se muerde para mitigar sus sollozos, no quiere ser una molestia, le disparó una bala.
Bang.
—Eiji.
Lo siente tanto.
Dos palabras de mierda que no arreglan nada.
Ibe tiene razón, él es peligroso, lo correcto es apartarlo. Aslan se encoge todavía más, tiene el pecho abierto, sangrando, su rostro se halla empapado, no sabe cuánto tiempo lleva llorando, sin embargo, los párpados le pesan como si fuesen bloques de plomo, él se intenta abrazar, fracasando, es sádico, él es sumamente cruel consigo mismo, tanto en la máscara que se acusa como la crudeza con la que recuerda Cape Cod. Sabe que existe una faceta de seducción en el abuso infantil, que el adulto le confiere al infante en cierta medida un ambiente de protección y amor, pero eso solo lo hace sentir más asqueroso, era un niño por el amor de Dios, no debería...
Pero la policía dijo que lo sedujo.
Su padre dijo que le cobrara.
Y ahora no puede dejar de sangrar, porque está jodidamente asustado de nunca poder mejorarse.
Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino. Es un asesino.
Un inodoro de semen, está muerto de risa.
—¡Ya basta! —Él se aprieta con fuerza las orejas, tratando de callar las voces en su cabeza, pero no paran, son intrusivas y violentas, son crueles, se está ahogando en un océano de sangre. ¿De quién es la sangre? Mató a Shorter, no sabe cuánta sangre hay entre sus manos, su cuerpo reacciona como una máquina asesina, no siente nada, nada de nada.
Quiere estar bien, maldición quiere morirse.
Y entonces, un cupón cae hacia el suelo.
«Abrazo».
—Parecías necesitarlo. —Él alza el mentón, completamente ahogado, le es inconcebible mitigar el llanto, mucho menos articular una palabra.
—Eiji... —El aludido se agacha al frente suyo, limpiándole las lágrimas con una asombrosa suavidad, incluso le suena la nariz, eso lo debe asquear, sus clientes odiaban cuando moqueaba aun siendo un niño, les bajaba la excitación—. Lo siento. —Pero él lo está consolando con gentileza, como si lo amara con una incondicionalidad indescriptible y estuviese rebuscando la manera más dulce de transmitírselo, hay una venda debajo del pijama de algodón, lo sabe.
—Está bien. —Se lo susurra, suave, acomodando sus yemas contra la nuca de Aslan, él tiembla, tiembla igual que cuando Fox lo violó en esa bodega, le dijo a Jessica que estaba bien pero...—. Estás a salvo. —Y él se derrumba contra el pecho del moreno como la última vez, no es justo para su novio, no es justo que deba andar recogiendo sus pedazos.
—Lo siento por estar roto. —Se lo repite, hundiendo su nariz en el hombro de Eiji, liberando todos esos sollozos que lleva acumulando desde una infancia hurtada—. ¡Lo siento mucho! Quiero ser normal, quiero estar limpio, odio estar jodido. —Dándole una voz al niño mudo que enterró, es duro, tanto que se halla paralizado.
—No estoy enfadado. —No lo merece, es su primer pensamiento—. Mi dulce Aslan. —Su corazón se llena de pánico—. Te amo.
—¿Por qué? —Quiere golpear algo, quiere arrancarse la piel, quiere odiar para no tener que odiarse a sí mismo—. ¿Por qué diablos me amas? Estoy usado, te mereces a alguien normal, limpio. —Pero no puede hacer nada de eso, así que se descompone un poco más, permitiendo que Eiji le cepille el cabello, es dulce, es gentil, es su zona de seguridad—. Te disparé, soy un...
—Vamos a estar bien.
Y eso lo rompe.
Eiji se dedica a trazarle pequeños círculos en la espalda, no puede detener sus lágrimas ni el moqueo de su nariz, es asqueroso, sucio, pero su novio lo trata con una ternura que le resulta extraordinaria, él le presiona besitos contra la frente, sin separarlos un solo centímetro, navega desde las cicatrices en su espalda, esas que Dino Golzine le regaló, hacia su nuca, lo sostiene, absorbiendo sus temblores contra los latidos de su corazón hasta que oscurece. Aslan no dice nada, lo único que puede hacer es aferrarse con fuerza al pijama del japonés y llorar como un niño desamparado, hoy, vivir se torna demasiado doloroso, todo duele, duele demasiado.
—Te amo, Aslan. —Se lo repite, absorbiendo la pena un poco más, succionando el veneno como los girasoles lo hacen con la radiación—. Te amo incluso si todavía no puedes amarte.
—Lo siento.
Y aunque todavía se quiere morir, una pequeña parte de él desea seguir viviendo.
Eso es suficiente por hoy.
Mañana pasamos a un capítulo mucho más ligero y fluff, pero esto da pie a todo lo que se viene más adelante en la trama, tanto en el crecimiento de Ash como en el de Eiji, por eso está ahí, no por qué sí. Y recuerden, los transtornos depresivos, ansiosos, los que sean, no se eligen, entonces el tipo de comentarios como "no te sientas así" no ayudan tanto, porque no es voluntario, no es que la persona no quiera cambiar o eliga querer morirse o estar triste, solo necesita apoyo, y más que invalidar eso, validar ese malestar y salir adelante.
¡Nos vemos mañana con un capítulo ás bonito!
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