17. Birthday.
¡Hola mis bonitos lectores! Estoy muerta de ansiedad por mañana, creo que no he hecho más que vegetar en torno a mi propia autodestrucción todo el fin de semana, sino vuelven a saber de mí quedense con este final abierto para siempre, aaaah, soy una persona muy ansiosa, es terrible agregarme un estresor, so sad. Si es que sobrevivo, este capítulo da pie para los puntos finales y más importantes de la trama, muchas gracias a quienes leen.
¡Espero que les guste!
Hoy es un día de mierda.
No debería ser de esta manera, se ha despertado con su novio en el pecho, con sus brazos alrededor de su cintura por encima del pijama, con sus labios presionando un flequillo ya desparramado y sus piernas entrelazadas debajo de la sábana. Desayunó ensalada de camarones con aguacates, aunque siempre tienen sabor a gloria, hoy le dejaron un gustillo mucho más dulce que de costumbre, ¿o han sido los besos que le robó al cocinero? Le es difícil precisarlo si ambos aperitivos son deliciosos, su trabajo para el New York Times se encuentra listo, igual que sus futuros proyectos para la facultad, todo pinta que debería ser un buen día, incluso se vistió con una de esas espantosas camisetas con estampados de Nori Nori para que su adoración sonriera.
¿El problema?
—¡Feliz cumpleaños, Jim!
Están en Cape Cod.
Pueblo de mierda.
—Es un placer verlos, temía que no llegaran a tiempo. —Olivia es quien les habla, la nueva novia de su progenitor los recibe con una sonrisa increíblemente amable del otro lado del mostrador—. Ash, te ves bastante bien. —El nombrado contiene una pataleta, lo han arrastrado al cumpleaños de Jim, no soporta la idea de verlo, mucho menos de celebrarlo. ¿Con qué derecho? No se lo ha ganado.
—No seas grosero, cariño. —Pero la voz de Eiji es tan suave, lo está mirando como si todo el amor del mundo desbordara bajo esas espesas pestañas, él aprieta su mano, permitiendo que la calidez de su novio lo absorba.
—Gracias Olivia, es un placer verte. —Así que responde con cortesía.
—Estás más alto que la última vez. —No le cabe en la cabeza cómo una mujer tan buena como ella ha acabado con el amargado de su padre, no es agradable, mucho menos guapo—. Se ven lindos juntos. —¿Cómo es posible que la haya conquistado? Le da escalofríos siquiera pensarlo.
—Gracias. —Las orejas de Eiji se han puesto rojas por el cumplido, eso le agita el corazón como si fuese un tren bala, le encantan esas reacciones, incluso después de un año no lo dejan de embelesar.
—No pensé que de verdad fueras a venir. —Aslan empuja sus insultos hasta el fondo de su garganta cuando su progenitor entra al Green Hill Diner, la decoración le resulta excepcionalmente lúgubre, parece una escena sacada de una novela de Stephen King, con manteles a cuadrille embarrados con condimentos y banquillos tan viejos que rechinan con el viento—. No respondiste a la invitación.
—No quería venir. —Chista—. Pero Eiji me obligó y mi terapeuta pensó que sería buena idea. —Bien, no es tan así, existe una ínfima parte de su alma que ambicionaba venir para comprobar su progreso, sin embargo, jamás lo admitirá.
—Cierto... —Jim se afloja la camisa, constipado—. ¿Cómo te está yendo con el loquero? —No lo dice con mala intención, sino a raíz de la ignorancia, en un pueblito como Cape Cod los psicólogos son nulos, es consciente de esto, aun así, duele mucho que quien se supone que debe amarlo lo invalide.
—Bien. —Es cortante y frío—. ¿Cómo te está yendo con tu negocio?
—Bien. —La atmósfera es pesada—. ¿Son una pareja oficial? —Aslan no tarda en sacar dientes y garras, no permitirá que el viejo los haga sentir mal por su amor, ni siquiera en su cumpleaños.
—Lo somos. —Gruñe—. ¿Algún problema? —Es una reacción instintiva poner a Eiji detrás para protegerlo. Aunque usualmente le vale una reverenda mierda lo que piense Jim, últimamente temas dolorosos han estado flotando en terapia, temas acerca de su infancia, temas acerca de Griffin, su madre y el remedo de padre que tiene al frente, irónico que sea su única familia viva.
—No lo preguntaba por eso. —Su expresión se suaviza—. ¿Se van a casar? —Él apunta a los anillos, el oro relumbra todavía más dentro de aquel sombrío ambiente. Toman asiento frente a la barra, el relleno escapa de la cuerina, las almohadillas se hallan plagadas de arrugas, el fierro de base arroja un alarido insufrible apenas apoya sus converse en el soporte.
—Aún no. —Eiji ha apretado su mano con gentileza por encima de la mesa—. Nosotros... —Lo mira con timidez, cambiando su fachada de lince feroz a gatito doméstico—. Lo estamos pensando. —Es verdad. Dios, es verdad.
¿Aslan Jade Okumura?
¿Eiji Callenreese?
Agradece estar vivo solo por poder pensarlo.
—¿Quién te llevaría al altar?
—Max, obviamente.
—Oh... —Sus neuronas chispean ante semejante decepción—. Ya veo.
Joder, no.
Ash se niega a pensar que este hombre finalmente se quiere comportar como un padre. ¿Con qué cara? No solo lo abandonó a su suerte en una mugrienta cabaña, sino que le pidió que le cobrara a un pedófilo en lugar de defenderlo como debería, le dijo que se quedara callado, que no se resistiera y lo dejara hacer lo que quisiera con su cuerpo. Tenía ocho años, ocho malditos años, Griffin acababa de enlistarse en la guerra y no tenía a nadie más para que lo protegiera.
Desde ese incidente comenzaron sus problemas con el amor, porque creyó que su entrenador lo quería, claro que sí, lo alababa y lo trataba bien, mejor que nadie en su casa, Aslan también lo quería, esa fue la peor parte, fue un vínculo importante hasta que lo abusó. ¿Cómo debía aprender a recibir amor si esto fue todo lo que conoció? Fue demasiado ambivalente, Barba Azul lo hizo creer que se trataba de un juego, lo premiaba si lo satisfacía, lo hacía sentir tan...Amado. Pero apenas Ash advirtió que su relación era extraña lo castigó, pasando a ser sumamente cruel, le echó la culpa, le dijo que lo sedujo y le creyó, no lo entendió. ¿Fue demasiado afectuoso? ¿Le mandó otro mensaje? ¿Le hizo pensar que lo deseaba? Pero era un niño, era solo un niño. ¿Cómo era posible que...?
—Aslan, cariño. —La voz de Eiji lo hace reaccionar, está apretando los condimentos demasiado fuerte, tanto que ha craquelado el viejo salero, tiene pena—. ¿Estás bien? —Tiene rabia.
—Lo estoy. —Tiene mucho dolor guardado.
—¿Deberíamos prepararnos para almorzar?
Porque si su papá hubiera hecho un buen trabajo, él sería una persona normal.
Si su papá lo hubiera amado, no lloraría en los brazos de Jessica preguntándose si puede tener una jodida vida sexual.
Si su papá lo hubiese protegido, él no...
Pero no pasó.
—Deberíamos.
Y es una mierda.
El almuerzo es incómodo, Olivia se ha esforzado preparando un festín, incluso Eiji ha ayudado con la elaboración, hacer berrinches frente a los platos es patético, Ash no ha elegido comportarse con semejante infantilismo, tampoco es su panorama ideal hacer pataletas porque odia el pueblo, pero ver a su papá sentado en la cabecera del mostrador, despierta exorbitantes memorias que se juraba enterradas, fantasmas que aún no enfrenta porque carece de las herramientas. Y ni siquiera debería importarle a estas alturas, lo han abusado tantas veces que la primera es lo de menos, no obstante, le afecta, esa pérdida de inocencia jamás tendrá marcha atrás.
Si Jim lo hubiese amado lo suficiente...
Si tan solo le hubiese importado.
—¿Cuánto tiempo se van a quedar? —El vapor de las gachas le cosquillea contra la nariz, no tiene apetito, de hecho, siente que vomitará cualquier cosa que trague, no es anorexia purgativa, es solo que todo tiene un aspecto nauseabundo dentro del comedor, con las luces sombrías pendiendo del techo.
—Todo el fin de semana. —Gruñe, tragándose una cucharada de sopa de todos modos, sus tripas se retuercen en una protesta, a veces, su cuerpo impresiona querer morir de inanición—. Quiero buscar algunas cosas en la cabaña.
—¿Qué cosas?
—No te incumbe. —Hacer desagradables las celebraciones familiares parece ser su talento oculto, él suspira, no quiere mirar a Eiji, sabe que se le caerá la cara de vergüenza si lo hace.
—Luego vendrán algunos vecinos a celebrar. —Olivia trata de aligerar la tensión, le recuerda a la novia anterior. Jennifer, si bien, nunca fue figura materna, sabe que intentó quererlo, lo alimentaba a escondidas y procuraba que no le faltara tanto, los Callenreese tienden a atraer a personas que no merecen, piensa—. ¿Se nos quieren unir, chicos? Nos hace falta un poco de juventud. —Aslan tensa la palma, la tiene encima del muslo de Eiji, está usando unos pantalones cortos que le lucen de maravilla.
—No creo que nos quiera ahí. —Le arroja a Jim una mirada fiera—. No estarás contento si los vecinos se enteran que tu hijo es un maricón, ¿verdad? —Mide la crueldad de su comentario cuando siente que su novio se tensa, luce herido, no lo culpa. Acá está otra vez, golpeándolo como si fuese un saco de boxeo, lo siente, no quiere lastimarlo pero esto es demasiado.
—Ash...
—Tienes razón. —Ni siquiera lo mira—. Tal vez sea mejor que se queden en la cabaña.
—Típico de ti. —Jim frunce la mandíbula, tomando un largo sorbo de cerveza, lo arregla todo con alcohol, ¡qué maravilla! los viejos hábitos no mueren, por eso él sigue siendo una puta y...Que desesperante es esto, hay demasiados pensamientos intrusivos golpeándole la cabeza, es como tener un jodido pájaro carpintero taladrándole el cerebro.
Para quitarse el mal sabor del almuerzo va a tomar aire, se apoya contra la puerta del comedor, si se inclina un poco más verá la cabaña en la que creció, Griffin, últimamente lo tiene presente en la superficie de sus espinas, le es aterrador estarse conectando con tantas partes de su vida, porque su pasado es simplemente traumático, era más agradable su funcionamiento previo, era más sencillo ser indiferente con su propio sufrimiento. Él encaja las manos en los bolsillos de sus jeans, la mente es un enigma que se disocia de infinitas maneras para mantenerse a salvo, espera que lo haga otra vez.
No, no es verdad.
Puede tocar a Eiji porque ha abierto estas cicatrices, ha construido una vocación genuina en torno a la literatura, se ha permitido explorar su verdadera identidad, una más allá de los síntomas y las etiquetas autoimpuestas, está mejor, más abierto a hablar del pasado, incluso charló con Shorter el otro día, es una tontería si es ateo, pero...se sintió real, menos solo.
El dolor vale la pena con el progreso.
—Aslan... —Jim ha salido a fumar un cigarrillo, no quiere mirarlo, no quiere aceptar esa parte de sí mismo porque la ha perdido y jamás volverá—. Gracias por venir.
—No fue por voluntad, te lo dije. —Él tensa los brazos con tanta fuerza encima de su pecho, que teme que al soltarse, se le caigan los trozos que tiene en lugar de corazón. Duele, duele en demasía confrontar a este hombre—. Eiji me convenció de venir, sabe hacer trampa para comprarme. —Sonríe, recordando los besitos mañaneros que se dieron.
—No creí que te pudieras mejorar. —Acá va otra vez, otro comentario sumamente jodido que solo lo hiere—. Me sorprende verte con una pareja. —Él carcajea, iracundo.
—Si fuera por ti me habría quedado solo siempre ¿no? Es lo único que merezco por ser una puta. —¿Iracundo? No, es algo diferente, algo que le cierra la garganta y le hace un nudo en el estómago, le cuesta respirar. Jim lo mira, agitando su cigarrillo entre sus dedos, arrojando las cenizas hacia el piso recién encerado de Olivia. No es ira, no es tristeza, no es rencor.
Es miedo.
—No me refería a eso. —Aslan está muerto de miedo, porque una parte muy pequeña de sí mismo le dice que su padre lo quiere, lo que es estúpido considerando la infancia de mierda que recibió, pero Jim tomó una bala en su lugar cuando Golzine lo perseguía—. Me alegra que el loquero esté funcionando.
—No es un loquero. —Ash aprieta los puños con tanta fuerza que las uñas le desgarran la piel—. Si necesito ayuda extra es porque alguien me jodió, muchas gracias. —Jim traga duro, dándose el coraje para cruzar al otro lado del pórtico y acomodarse al lado de su hijo.
—Lo lamento.
—¿Lo lamento?
Ja.
¿De qué diablos le sirven esas palabras ahora?
No las quiere, porque las cosas que presenció al lado de Dino Golzine, las personas que sacrificó, las vidas que tomó, la inocencia que se extinguió, nunca regresarán. No quiere las disculpas de un padre que nunca aprendió a ser uno, ahora tiene a Max para cuidarlo. Aslan alza el mentón, ha mirado la cabaña de su infancia, a Griffin no le gustaría que guardase rencor contra su padre, lo sabe, su agarre se tensa alrededor de su camisa. Odia esta ambivalencia, porque hay un impulso primitivamente infantil que lo continúa empujando a arreglar esta relación. Tal vez, está demasiado cansado para seguir luchando. Quizás, la terapia lo hizo cambiar de opinión.
—Debiste cuidarme mejor. —Es fácil echarle la culpa a Jim por lo que hizo o lo que no hizo, Ash era apenas un niño, no era su trabajo protegerse de la crueldad adulta—. Debiste decirme que no fue mi culpa. —Jim arroja la nuca hacia atrás, chocando levemente con la madera del comedor.
—Lo escuchaste de los policías, no sabía qué más decirte. —La boca le tiembla, quiere vomitar.
—¿Sabes cuantos años crecí sintiéndome culpable? —No va a llorar frente a este hombre, no lo vale—. ¿Cuánto tiempo cuestioné lo que hice para seducirlo? —Le da repugnancia sentirse culpable por su propia violación.
—Aslan.
—No me habría acercado a él si me hubieras querido. —De repente, los ojos le queman—. Cuando Griff se fue necesité desesperadamente algo de afecto, tú no me lo diste, ¡me dejaste...! —Mierda, está llorando, solo se percata de aquello tras parpadear—. Y luego me dijiste que le cobrara. —Jim luce roto por el comentario, eso le genera una satisfacción sádica. Ah, no es bonito escuchar la verdad, duele.
—Lo siento. —Lo repite, cuando son dos palabras completamente vacías—. No sabía qué más hacer.
—No exponerme a un pedófilo para empezar. —Le asombra la cantidad de rencor que ha acumulado contra su padre, aunque probablemente no es en específico contra Jim, sino que requiere aborrecer a alguien más para expiarse a sí mismo. Sí, la terapeuta le ha explicado que la culpa no recae en sus hombros de ocho años, pero aun así, se pregunta una y otra vez lo qué hizo para seducirlo.
—Aslan. —Arroja una última calada al aire antes de dejar caer el cigarro—. ¿Por qué has venido hoy?
—¡Porque te odio y quería gritártelo a la cara! —Lo golpea en los hombros con fuerza—. Porque te odio y espero que te mueras pronto. —No quiere decir nada de eso, el pecho le sangra, sangra y sangra hasta dejarlo vacío—. Porque te odio, pero no puedo odiarte por completo y me duele. —Y se queda vacío, no hay nada que salvar, se cae a pedazos. Mantener la coraza inquebrantable le es imposible, son demasiados recuerdos los que despiertan y...—. Eres mi única familia viva.
—Lo siento. —Se lo redunda por tercera vez, vacilante, antes de acomodarle un brazo encima de la espalda, es un toque áspero e incómodo—. Lamento no haber sido el papá que te merecías. —Es extraño ver a su progenitor mostrando algunas emociones, no lo creía capaz, no lo recuerda llorando en ningún momento de su infancia, ni siquiera cuando se fue su mamá—. Si pudiera retroceder en el tiempo haría tantas cosas diferentes.
—Pero no puedes. —Jim suspira.
—Es verdad. —Y sonríe con pena—. No puedo.
Luego de sacar esas emociones hirviendo como si su corazón fuese una olla a presión, se tranquiliza. Si bien, Aslan no es la clase de mocoso hipersensible que anda reprochándole a la vida por una mala paternidad, ha estado hablando de Barba Azul en terapia y le duele, ¿cómo no le va a doler? Quería que su padre llorara, porque tocaron a su niñito y él no hizo nada, quería sentirse amado por quien debería hacerlo sentir de esa manera, quería sentirse protegido otra vez. No, no aborrece a Jim pese a su negligente trato durante su infancia, sin embargo, sufre por lo que ha perdido, por esa inocencia que no volverá, por aquello que no fue su culpa que le quitaran pero lo hicieron sentir culpable de tal, por eso que él no rompió y debe arreglar de todas maneras.
Sufre, porque quiere sentir pena por el niñito que quebraron y no puede todavía.
No puede ser compasivo con él mismo.
Tuvo la culpa ¿no?
Siempre tenía la culpa con sus clientes.
—Vine por los poemas de Griff. —Espeta, intentando apartar esos recuerdos intrusivos de su mente, el malestar es garrafal, lo tiene hasta el cuello, se está ahogando, cayendo hacia el fondo del lago de Cape Cod—. No los encontré.
—Yo los tengo guardados. —No puede creer que eso sea verdad—. Están en el comedor. —No lo hace.
—¿Por qué? Pensé que te querías deshacer de todas sus pertenencias. —Entonces, se quita esos lentes negativistas que distorsionan la imagen de su progenitor, esos que lo convierten en el peor ser humano del mundo, y contempla la verdadera imagen frente a él.
—No lo hice. —No se ve malo, sino cansado y...herido—. Nunca tiré nada. —Realmente herido, la boca se le seca ante esta clase de vulnerabilidad, es extraño, porque a Jim jamás le importó nada ¿verdad?—. Si quieres te los paso. —Pero le hizo una calabaza de Jack para Halloween, lo inscribió en el equipo de béisbol porque le apasionaba, recibió un disparo en su lugar y lo recibió enamorado de un hombre a pesar de sus prejuicios.
No. No. No.
Su progenitor no puede amarlo.
—Viejo. —No le importa ni un poco su bienestar—. ¿Querías llevarme al altar?
—Claro que sí, eres mi hijo. —Sus hombros se hunden en su camiseta—. Pero entiendo que lo haga el amigo de Griffin, parecen tener una buena relación. —Él le golpetea el omóplato, es una muestra tosca y recia de afecto que le remueve dolorosamente el corazón—. Me alegro que tengas a alguien así en tu vida.
Y ahí, lo entiende.
Sí, Jim es un padre de mierda, sin embargo, debió ser realmente duro para el viejo saber que fue un fracaso protegiendo a sus dos niños, lo más fácil en su momento fue ignorarlo, ver los problemas es arduo, Ash lo entiende mejor que nadie. Esto no borra absolutamente ninguno de los traumas que pasó o las cicatrices que le arden en el alma, no obstante, le muestra que su padre también es un humano y ya.
—¿Quieres que nos quedemos a la fiesta con los vecinos? —Se lo pregunta bajito, casi temeroso al rechazo.
—Eso me gustaría.
Es entretenido charlar con los vecinos, Ash es reticente a compartir con ellos, porque bueno, si bien son estereotipos andantes salidos de las novelas de Stephen King, son personas sencillas, no hacen comentarios desubicados cuando sienta a Eiji encima de su regazo y le presiona besitos en la nuca, los miran con ternura, extraño, considerando que creció aborreciendo los prejuicios de este pueblo, tal vez no es el pueblo el problema. Es una celebración agradable, se siente casi familiar, en alguna parte de su corazón cree que alzará la mirada y encontrará a Griff riendo con Olivia, la nueva novia de su padre se asemeja demasiado a Jennifer, quizás, todos estamos buscando de manera constante a quien perdimos y amamos.
—Endereza las piernas. —Han comenzado con un concurso de disparo, todos los pueblerinos tienen armas y debe admitir que ha extrañado su Smith and Wesson 357 Magnum, dispara y no está ni un poco oxidado, su novio rueda los ojos ante semejante presunción, permite que las manos de Aslan naveguen por su cuerpo para guiarlo, aunque claro, es una excusa para acariciarlo y ambos lo saben.
—¿Así? —Ash le aprieta el vientre, haciéndolo soltar un jadeo nervioso, un tenue rubor le colorea las orejas, es extraordinariamente lindo y le despierta otra clase de recuerdos, la primera vez que le prestó su arma para ser preciso, debió saber que este chico sería un problema desde ese entonces.
—Sigues chueco, onii-chan. —Lo musita despacio en su oreja, se siente como un niño haciendo una travesura—. Acerca tu cadera un poco más. —Y probablemente, eso sea.
—Solo me estas molestando ¿no? —Los vecinos se ríen, entretenidos por el espectáculo.
—Tal vez. —Ash lo besa—. Ahora concéntrate. —Y Jim le sonríe.
No es un día tan mierda después de todo.
Aslan se escapa en medio de la celebración, guarda su revólver en sus jeans por los viejos tiempos y vaga alrededor de Cape Cod, permite que sus manos cosquilleen contra los maizales, memoriza el brillo del lago al que Griff lo solía llevar, ese donde casi se ahoga, ese donde pensó en rendirse, y no lo hizo, por eso sigue acá ¿no? Sus traumas no se esfumarán, era demasiado joven e inocente cuando esto pasó, lo sabe, la sensación de vulnerabilidad le es grotesca, sigue con miedo, cosas como tomar un baño de pareja representan un desafío gigantesco para él, pero ha escogido vivir y perdonar.
¿Perdonarse?
Aunque todavía está trabajando en eso, espera lograrlo.
Guiado por estos pensamientos termina en la cabaña de la colina donde la tragedia ocurrió, se halla abandonada, parece caerse a pedazos, las tejas incrustadas a las tablas del suelo se lo confirman, él toma aire, adentrándose con lentitud, la sangre se le hiela y el corazón le golpetea con sumo ímpetu, puede superarlo, es fuerte. Pero mientras más avanza, más vivo se hacen los recuerdos, llega un punto en el que Aslan deja de sentir que se encuentra físicamente ahí y siente que se transporta al pasado, él acaricia los bordes del marco, el sudor lo está afiebrando, tiene la visión borrosa y...
—Mierda.
Es una reexperimentación.
Él contiene un grito de horror al entrar a la habitación, racionalmente entiende que nada de lo que mira es real, es consciente de eso, sin embargo, tiene a Barba Azul justo al frente de él, inclinándose a su pequeña versión de ocho años con esa sonrisa asquerosa, relamiéndose la boca mientras grita, grita porque tiene miedo, está llamando a Griffin pero a estas alturas ya debe estar muerto. Cae de rodillas contra el piso, se ha congelado. No puede hacer más que ver cómo su entrenador de béisbol se desabrocha el pantalón, gatea arriba de la cama y lo deja vacío. Lo aplasta, no respira, el niño que fue luce completamente aterrorizado, forcejea un poco pero es demasiado pequeño, Ash es incapaz de precisar lo que es real en ese momento, se siente como si fuese el espectador de su propio abuso sexual, y al mismo tiempo lo estuviese encarnando otra vez.
Alto. Alto. Alto.
Lo toma de las muñecas.
Le dice que es su culpa por seducirlo, que él se lo ha buscado.
Se inclina, besándole la frente.
Él lo violó.
Tenía miedo, tenía tanto miedo que no podía hablar, su corazón gritó pidiendo ayuda, pero no pudo decir nada.
Bang.
Cuando disparó lloró, lloró porque no sintió nada.
Nada de nada.
—Ash... —Ese nombre le es familiar. ¿Dónde lo ha escuchado antes?—. ¡Ash! —Parpadea, tratando de regresar a la realidad, hay demasiada sangre en el piso, sus manos tiemblan alrededor del arma, quiere que se detenga, quiere que esto pare o se volverá loco.
—¿Eiji? —Entonces, regresa—. Yo...
Y se da cuenta de lo jodido que está.
—¡Aslan! Mierda, llamen a una ambulancia.
Le disparó a Eiji.
Él le...
Ja.
Nunca estará bien ¿verdad?
El capítulo de mañana (si es que sale y no hago combustion espontanea) es de los más fuertes para la trama, de hecho tendrá una advertencia que es importante que lean, pero ya saben, es un flufftober, esto pasó porque el timing es super importante en un tratamiento, no adelantarse a cosas para las que uno todavía no tiene herramientas para afrontar, pero vamos a de poquito.
¡Nos vemos posiblemente mañana!
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