16. Bedsharing.
¡Hola mis bonitos lectores! ¿Cuenta regresiva para la fecha de mi muerte? Dos días, no en serio, ando con mucha ansiedad, ay, pero por el lado bonito, toco un capítulo bastante dulce hoy, me gusta mucho y ayuda a quitar todo el dolor del anterior, así que acá estamos. Y va dedicado a mi bella Solis_Foc, porque me ayudaste con este aroma, ya cacharás cual, gracias por todo el apoyo en tantos fics, te quiero muchito.
¡Espero que les guste!
—¡Ash, despierta! ¡Ya es hora! —Un golpe contra su espalda lo hace temblar, él se encoge entre las sábanas, quejumbroso, aunque ha tenido una buena noche, continúa muerto de sueño—. ¡He dicho que despiertes! —Por mucho que adore a su novio, es un dolor de culo que lo moleste a las ocho de la mañana, ¿acaso los viejos no duermen?—. ¡Ya es más de medio día!
—Déjame dormir. —Gimotea, cubriéndose con ganas la cara con las sábanas, la aspereza del casimir le hace cosquillas contra el mentón, el aroma del suavizante entremezclado con el perfume de Eiji lo hacen suspirar de inmediato, es dulce y reconfortante.
—¡Ya es tarde!
—Estoy de vacaciones, déjame dormir hasta la hora que quiera.
—¡Se te va a enfriar el desayuno! —Otro golpe contra su espalda lo hace contener un jadeo, vaya carácter de mierda, se queja, la pandilla lo ve todo inocente porque nunca los ha levantado.
—Las ensaladas se comen frías, onii-chan. —No necesita sacar la cabeza para saber que lo ha hecho enfadar, la estampa que resuena contra el piso seguido al bruto tirón de sábanas se lo comprueban.
—¡No te dejaré dormir hasta las dos de la tarde! —Entonces, Aslan sale de su refugio de mantas, solo para jalar a Eiji dentro—. ¡Ash!
—Déjame dormir un poco más. —Ni siquiera flaquea en usarlo de almohada, el delantal de Nori Nori huele delicioso, omitiendo ese horrendo estampado, le encanta la manera en que a su novio le lucen esas prendas, se ve tan...Hogareño.
Un hogar.
Shorter...
La ceremonia para conmemorar a Shorter removió demasiadas conmociones arremolinadas en su corazón, no planeaba ir, si se negaba a abrir esa pérdida en terapia, menos se expondría a semejante tortura, sin embargo, Eiji estuvo dándole una mirada de cachorrito abandonado toda la mañana, y bueno, eso le quebró el corazón. Nunca le preguntó por sus amistades en Japón, de vez en cuando nombres asociados a la pértiga salían a flote durante las conversaciones, los que si bien, se hallaban cargados de cariño, impresionaban superficiales. Es acá cuando piensa que probablemente su novio no tuvo verdaderos amigos hasta que llegó a Nueva York, lo que es burlesco, por supuesto, con esa despampanante personalidad (que incluso conquistó a una serpiente venenosa) debería ser la clase de chico rodeado de millones, un presidente estudiantil o alguna de esas mierdas otakus, pero no es así. Así que se armó de valor para acompañarlo al memorándum.
A veces, olvida que las personas normales no están tan familiarizadas con la muerte.
¿Familiarizadas? Parece patológica la facilidad con la que normalizan a la muerte, e incluso así, se concibe incapaz de aparentar que no le duele la pérdida de su mejor amigo, para alguien tan ajeno a este mundo de violencia debe ser mucho más duro.
Eiji es fuerte.
Y lo hace más fuerte.
Se ha sentido mucho mejor desde que se permitió lamentarse por Shorter, Aslan nunca antes había tenido la oportunidad de compartir el dolor para hacerlo más llevadero, hubo algo indudablemente reconfortante en sentarse a contarles anécdotas a los chicos y beber de esas repugnantes cervezas rancias para recordarlo. Claro que le dolió el tirón, fue descoser una herida olvidada para que vuelva a sangrar, tuvo que limpiar la cicatriz con sumo cuidado, presionando gentilmente donde su corazón se despedazaba, tratando de que no se infectara. A diferencia del pasado, esta vez, tuvo a alguien que lo ayudó a limpiarse, y así como lo ayudaron a sanar, Ash ayudó a sanar la herida de Eiji. Raro ¿no? Sus clientes nunca lo ayudaron a limpiarse, incluso luego de ensuciarlo, se iban.
Es linda esta sensación de apoyo mutuo.
—¿Ash? —Sigue doliendo que su mejor amigo ya no esté, eso nunca dejará de lastimarlo—. ¿Te volviste a quedar dormido? —Pero Eiji...
—Estoy despierto. —Eiji está bien, eso es lo único que importa a estas alturas—. Estaba pensando en algo. —Su amante le ha empezado a acariciar el cabello por debajo de las sábanas, es un toque paciente y enormemente gentil, enrosca sus mechones con una delicadeza arrebatadora antes de volverlos a soltar, eso lo hace encogerse aún más contra el delantal.
—¿Puedo saber qué es? —Aslan tararea, repasando el bordado del mandil con sus yemas, la sábana los está escondiendo del mundo como si fuese una especie de capa mágica.
—Me alegra que hayamos ido al memorial de Shorter. —El cuerpo de su novio se tensa por un par de segundos, antes de caer rendido contra las sábanas—. No quería hablar del tema. —Porque eso lo hace real, lo que es estúpido, considerando la última imagen que se grabó en sus pupilas debería aceptarlo—. Necesitaba hablar del tema.
—Lo sé. —Eiji le presiona un beso en la frente, es suave y agradable—. Yo igual necesitaba sacarlo. —Por muy efímera que fuese esa amistad, fue especial e importante. Shorter era bastante protector con este infame japonés, incluso hasta el final, lo fue.
—El siguiente año, también vayamos juntos. —Aslan apoya sus brazos contra el pecho del moreno, forjando un refugio para su mentón, de esa manera puede mirarlo.
—¿Eh? —Eiji alza una ceja, divertido—. ¿Tanta fe le tienes a nuestra relación? ¿Crees que estaremos juntos el siguiente año? —La argolla relumbra bajo la iridiscencia que se cuela por el grosor de las sábanas, es sutil pero cegadora, extraordinariamente dorada.
—Sí. —Musita, entrelazando la palma de Eiji entre la suya—. Lo creo.
—Ash... —Que se ponga tan rojo lo hace querer llenarle las mejillas de besitos.
—Dijiste para siempre, ¿no? —Entonces, el japonés sonríe y lo enamora otra vez. Aunque claro, es fácil vivir enamorado de este chico, ignorando sus maneras inhumanas de despertarlo, lo cautiva con suma facilidad esa inquebrantable voluntad.
—Lo hice. —Le parece increíble que esos ojos de ciervo sigan reteniendo semejante bondad, no es envidia lo que despierta, al contrario, es un sentimiento de profunda admiración—. ¿Estás tratando de convencerme para que te deje dormir más?
—Me atrapaste.
—Idiota. —Chilla—. Solo un rato
Y lo besa.
Es sumamente intimidante saber que existe un futuro en el cual pensar, que puede quedarse acá, saboreando los labios de Eiji, porque ya no es necesario sobrevivir o estar todo el tiempo hiperalerta, claro, no es tan sencillo, su cuerpo reacciona como una máquina asesina, recordándole lo manchada que yace su alma. Aslan solía tenerse miedo, mató a Shorter, se decía que no sentía nada, ¿nada?
Mentira.
En el fondo siempre fue consciente de su intrínseca fragilidad, por eso se esmeró tanto en ocultarla, pensaba que si él mismo no la miraba, que si nadie jamás la encontraba, no tendría que lidiar con el niño pequeño que enterró, pero Eiji nunca sigue sus planes ¿no? Lo sacó a la superficie antes de que se ahogara. Porque sí, incluso antes de escapar de Dino Golzine, se profesaba perdido, herido, como si no fuese más que un leopardo con un corazón congelado, ni siquiera contrapuso resistencia contra el destino y ahora...Realmente se siente como un ser humano, sabe que siempre lo fue, obvio, pero es diferente, se profesa vivo, de a poco aparecen sueños que ni sabía que guardaba y anhelos que colorean su corazón. Últimamente, hay un anhelo especialmente persistente dando vueltas en su cabeza.
Aslan quiere dormir al lado de Eiji.
Tal como suena, quiere comprar una cama matrimonial para acurrucarse.
Desde esa pesadilla de reexperimentación que afloró por el aniversario de la muerte de Shorter, se les ha vuelto costumbre dormir juntos. A veces, es él quien trepa adormilado a la cama del moreno, tirándose arriba del colchón como si fuese un saco de papas. Otras veces, es Eiji quien se desliza con timidez entre las sábanas, arrojándole una mirada silenciosa de «te amo, americano idiota», antes de reír. Si ya duermen juntos le parece un derroche poseer dos camas de adorno. Pero claro, como Aslan adora complicarse la vida se atormenta por esto, porque es un bruto incapaz de conectarse con sus propios sentimientos suaves, sufre una y otra vez en un loop mental de autodesprecio.
¿Y si le desagrada?
¿Y si le dice que no?
¿Y si odia que invada su espacio personal?
¿Y si le da asco?
Bla, bla, bla.
Jodidos pensamientos intrusivos.
Ash quiere callar su mente un rato. Dar un paseo por la facultad es su mejor opción, le gusta mucho su universidad, la estructura arquitectónica le resulta exquisita, posee un generoso repertorio de vegetación, una exuberante biblioteca (que no es tan genial como la biblioteca pública, obvio) y los profesores cumplen con su rol de calidad. Él mete las manos en los bolsillos de su chaqueta, pasea su atención desde los frondosos árboles hasta los estudiantes comiendo al aire libre, es un ambiente bonito del que jamás esperó concebirse parte, de hecho, no lo hace. Pero va de a poco, un paso a la vez, como le dice su terapeuta.
—¿Ash? —Una sonrisa nostálgica florece.
—Alex. —Últimamente no se pueden ver por el cambio de mando, es grato encontrarlo en un contexto más cotidiano—. ¿Qué haces por acá?
—Estoy considerando matricularme el otro año, todavía no lo sé. —Su amigo luce increíblemente agotado, grandes bolsas de cansancio oscurecen su piel, sus botas se encuentran embarradas y su chaqueta yace manchada de grasa de autos, el precio por gobernar Downtown.
—¿No te convence?
—Es duro con el dinero. —Caminan juntos hacia la explanada para seguir charlando.
—Si te hace falta cubrir la matrícula, puedes contar conmigo. —Se apoyan cerca de las cafeterías, algunos alumnos se encuentran estudiando en el pasto, bajo la sombra de los alerces. Alex saca un paquete de cigarrillos del bolsillo trasero de sus jeans, están aplastados y sucios—. Ese dinero es de todos nosotros. —No tarda en ofrecerle uno.
—Lo sé. —Y Aslan no duda en tomarlo, es un Marlboro rojo, de sus favoritos—. Bones y Kong están pensando en trabajar para Eiji. —Se ríe, sacando un encendedor de su chaqueta, frotándolo con el pulgar hasta que la rueda de metal proyecta un eco áspero—. El otro día fueron a ayudarlo con un proyecto de fotografía, realmente se emocionaron con armar una galería. —Una tenue llama delata la poca vida que le queda al aparato. Alex prende su cigarrillo.
—Pueden ser sus asistentes o algo así. —Ash se inclina, aprovechando que aquella flama en agonía todavía no se extingue para encender su propio cigarro, un dejillo mentolado le inunda el paladar, es delicioso. Puede imaginarse la mueca que Eiji esbozará cuando lo bese, seguramente inflará las mejillas por la indignación, piensa—. ¿Han estado bien?
—Me la pones difícil. —Alex apoya su espalda contra el árbol, presiona los párpados antes de darle una profunda calada al papelillo, el encendedor se ha deslizado dentro de su chaqueta otra vez, le pesa—. Dejaste la vara demasiado alta como nuestro jefe.
—No es verdad. —Aslan sonríe—. Lo estás haciendo bien.
—No tanto como tú. —Musita, el humo los envuelve en una vaporosa nube de tabaco, que incluso con la brisa, se mantiene en su lugar, es un ambiente relajado—. ¿Sabes por qué te seguíamos?
—Por mis destrezas para pelear, es obvio.
—No. —Alex le da una segunda calada, sus labios se humedecen contra el papelillo, es una sensación amarga—. No fue por eso.
—Claro que lo fue, mis habilidades de pelea nos dieron la ventaja.
—Tus habilidades para pelear son espectaculares, no lo niego, Bones aún tiembla por su colmillo. —Aslan atraganta un puchero contra el cigarrillo, le cansa ese tema, le hizo un favor al tumbarle el diente—. Pero Arthur también era bastante bueno peleando, es otra cosa la que te diferencia. —Insiste.
—¿Qué era la mascota de Dino? —Se le sale un pensamiento intrusivo.
—Deja de ser tan pesimista, hombre. —Lo regaña, golpeándole el hombro con suavidad—. Porque te preocupas genuinamente por nosotros. Aunque lo intentes esconder, te importamos. —De pronto, el calor se le sube hasta las orejas para hervir.
—¿Ah? —El cigarro cae al piso.
—No trates de ocultarlo, jefe. —Alex se mofa, divertido por esta faceta tan doméstica del lince feroz—. Para personas como Arthur somos desechables, nos mandaba como si fuésemos soldaditos de juguete que pudiese recomponer. —No puede refutar contra eso.
—Pero...
—Por muy mal carácter que tengas, nunca sacrificaste a nadie para salvarte el pellejo, al contrario, eras un idiota que se arrojaba primero a la línea del fuego. —¿Acaso lo llamó idiota? Vaya, al parecer a alguien se le subió el cargo a la cabeza. Alex golpea levemente su cigarrillo, las cenizas caen hacia el piso, mezclándose entre las hierbas—. Esa voluntad nos hizo seguirte a ciegas.
—Exageras.
—No lo hago. —Alex deja caer su propia colilla—. Las calles de Nueva York son duras para nosotros, a nadie le importan unos cuantos niños perdidos. —Los chicos que componían las pandillas solían tener una vida ridículamente corta, eran noticia durante dos días para luego ser olvidados—. Nos diste un lugar seguro al cual pertenecer. —Fue hilarante que dijera eso. ¿Un lugar seguro? Ja, que no lo joda, aquello no es más que una bazofia idealista, no existe algo como...
—Eiji. —Mierda, se saboteó solo.
—Te ves contento con él. —Ash se sintió increíblemente vulnerable ante esta clase de intimidad—. Me alegro mucho por ti.
Al principio, Alex no entendió del todo esa relación, le tomó mucho trabajo descifrar por qué su jefe antepondría a un desconocido, tampoco le cabía en la cabeza que Eiji se expusiese por su voluntad, sin embargo, un día lo notó. Un día que decidió prestar más atención a la clase de mirada cómplice que se arrojaban, un día que notó la sonrisa que dibujaba Ash apenas mencionaban al moreno, un día que notó que ambos darían la vida por el otro sin siquiera chistar. Debe ser amor incondicional, cree. Aunque el romance le resulta inconcebible en este mundo de violencia, aquello salvó la humanidad de su jefe.
Incluso un lince feroz no pudo soportar la idea de estar solo.
—Quiero dormir con él. —Alex se atraganta por tan repentina confesión. ¿De dónde sale el tema?
—Bueno... —Él juguetea con sus manos, ansioso—. No sé mucho sobre sexo gay, pero si quieres te puedo aconsejar. —La expresión que Ash le entrega no tiene precio, es una que nunca antes ha visto ni cree volver a ver, luce como un niño avergonzado, con las mejillas rojas y los ojos muy abiertos.
—¡Estaba hablando de comprar una cama matrimonial! —Gimotea—. Pero no quiero invadir su espacio personal.
—Ash. —Entonces, Alex alza una ceja, completamente indignado—. Estuvieron compartiendo una cama durante meses, mientras la pandilla se quedaba en el comedor ustedes se acurrucaban. —Las mejillas del nombrado queman—. Te vimos babear sobre él mientras roncabas varias veces.
—Esto es diferente. —El nuevo líder pandillero debe parpadear para dar crédito a lo que advierten sus ojos—. Es diferente estando en una relación. —¿El despiadado Ash Lynx hace pucheros? Aparentemente sí, misterio resuelto—. Quiero darle la sorpresa pero me siento tan...
—¿Quieres que te ayudemos? —Aslan pestañea, buscando alguna trampa en esas palabras, aunque le enferma que sus mecanismos de defensa se hallen plagados por la hiperalerta y el negativismo, aquello lo ha ayudado a sobrevivir—. Podemos hacerlo esta tarde, le avisaré a los chicos.
—¿Por qué? —Saca sus garras y afila sus colmillos.
—¿Por qué? —Pero Alex solo se ríe—. Porque somos tus amigos.
Oh...
Amigos.
No llama a nadie así desde Shorter.
—Gracias.
Amigos.
Efectivamente, la pandilla lo ayuda sin siquiera dudar a comprar una cama matrimonial e instalarla en su dormitorio, reemplazando aquellas dos individuales que ya no usaban, ha elegido un tamaño mediano bajo la excusa de una oferta, no obstante, lo último que le falta es dinero, pero no admitirá frente a los chicos que solo quiere tener a Eiji un poco más cerca, sentir su cálida respiración golpear su cuello entre sueños o abrazarlo más de lo que debería, aunque apuesta que ya lo saben.
Amigos, es agradable volver a llamar a alguien así.
—¿Ash? —Eiji sale desconcertado del cuarto, ni siquiera lo ha escuchado llegar, se halla demasiado ahogado en sus pensamientos y en la posibilidad de entablar relaciones genuinas—. ¿Qué le pasó a nuestra habitación? —El pánico le inunda el corazón, teme que su novio odie la idea, idiota, quiso darle una sorpresa y lo acabará dejando.
—Entró alguien a robar nuestras camas. —Es la mejor excusa que maquinan sus neuronas.
—Ajá. —Eiji se cruza los brazos contra el vientre, incrédulo—. ¿Y dejó una cama nueva en su lugar?
—Los delincuentes de hoy tienen bastante consideración. —La risita que arroja su novio le derrite el corazón, convirtiendo en una plasta suave y azucarada a todo lo que yace en su interior. Si alguien le hubiese dicho que terminaría siendo un novio enfermizamente cursi, lo habría golpeado.
—Aslan, cariño. —Pero Eiji. Dios, ¿qué no haría por Eiji Okumura? Lo conmocionan de sobremanera los avances que han tenido, no solo físicos, sino también emocionales—. ¿Quieres ir a probarla? —Aún cree que es egoísta tenerlo cerca, porque sigue jodidamente roto, sin embargo...
—Vamos a probarla. —Menos.
Mucho menos.
Cada día está un poquito menos roto, eso es lo que importa.
Y sí, tal vez es un egoísta por querer aferrarse a una felicidad que no le corresponde. Quizás, debió morir en la biblioteca a causa de sus pecados. Posiblemente, es una locura orbitar alrededor de este chico como si fuese el mismo sol, su sol. Pero diablos, ha sobrellevado tanta mierda que acepta que merece ser egoísta, al menos esta vez.
El colchón cruje apenas se dejan caer encima, la cama es extraordinariamente suave, huele a nuevo, es agradable, se cubren con una sábana hasta la cabeza, justo como lo hicieron en la mañana. Sus dedos se enredan por accidente entre las frazadas, es una caricia torpe y tibia, las personas con las manos cálidas tienen el alma cálida, se inclina para comprobarlo y lo hace. Absolutamente todo Eiji Okumura es cálido, Aslan se profesa seguro de que el corazón le ha saltado hacia la garganta cuando sus narices se rozan, se siente como si fuese un refugio o un lugar secreto para ellos dos. Están tan cerca que es incapaz de diferenciar sus latidos.
—Esto es lindo. —Musita, con tanta dulzura que le hace doler el pecho.
—Lo es. —No se dicen más, Eiji le extiende los brazos con timidez, invitándolo a apoyar su cabeza contra ese suéter mullido color crema, como si quisiese abrazarlo para recargar energías—. ¿Acaso me estás coqueteando, onii-chan? —Bromea.
—Lo estoy haciendo, Aslan. —Y el tiro le sale por la culata.
Aún le es duro dejarse sostener, Ash pasó demasiado tiempo limpiándose y abrazándose a sí mismo, mitigando el horror de los flashes de las fotografías o la violencia de los clientes, las memorias de su infancia han flotado hacia la superficie de su cabeza desde que abrió a Barba Azul en terapia, duele, duele demasiado. Pero las cosas no se han mantenido estáticas ¿no? Ha hecho amigos, y lo más importante, tiene a alguien que no lo sostiene, sino que se sostienen mutuamente. Así que se desliza bajo las sábanas y se funde en un abrazo con Eiji.
—Me gusta acurrucarme contigo. —Balbucea—. Eres la primera persona con quien lo hago. —La ternura con la que Eiji lo acaricia le resulta violenta, lo arrulla contra su pecho, contra la suavidad de la lana, contra la calidez de su alma.
—Me aseguraré de acurrucarme contigo, por todas las veces que te faltaron. —Ash se hace pequeño en sus brazos—. Me aseguraré de acurrucarte todas las noches durante el resto de nuestras vidas. —Le dio risa que dijese semejante cursilería cuando él lo cuestionó hace un par de horas.
—¿Hasta que seamos tan viejos como Max? —La risa de Eiji le quema el cabello, porque claro, todo Eiji es calentito, igual que su corazón.
—Hasta que estemos viejos y arrugados. —Viejos y arrugados, el pensamiento es demasiado violento, nunca siquiera creyó tener el derecho de...
—Te seguiré amando. —Se permite absorber por la calidez de Eiji—. Te seguiré amando aunque además de comportarte como un anciano, luzcas como uno. —Bebe de esta, revive en esta. Y su novio sonríe, sí, con esa mirada que le grita «te amo, americano idiota».
—Y yo a ti.
Aslan acomoda su nariz contra el cuello de su novio, embriagándose por ese aroma a pura felicidad. Eiji huele a sol, se profesa seguro de eso. ¿A qué más olería la calidez? Sus respiraciones chocan en un abrazo donde no quedan centímetros suficientes para diferenciar sus latidos, él acomoda ambas palmas en la cintura del japonés, memorizando cada curva sobre la delicada fibra de algodón para trazar un camino travieso hacia su cadera, se detiene. ¿Algún día podrá tocar más? ¿Sería malo? La conversación que tuvo con Jessica le da esperanza de que cae en su poder la posibilidad de indagar y sanar.
Sanar.
Ash sonríe ante la idea, sabiendo que ya no luce tan imposible.
—Sería agradable. —Balbucea antes de caer en un sueño.
Porque estar cerca de Eiji es pura calidez.
Muchas gracias a las personitas que se tomaron el cariño para leer, mañana nos veremos dos veces si sobrevivo, con un omegaverse ya bonito, a los pobres los tengo traumados con mafia y cosas feas, necesitamos confort fics, así que go for it sale de hiatus de manera oficial.
¡Nos vemos mañana!
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