15. Soulmates.
¡Hola mis bonitos lectores! A su servidora le cambiaron la comisión para su examen a menos de tres días, así que altas ganas de fingir mi muerte pero seguir en wattpad, por supuesto. El capítulo de hoy es uno de los más intensos pero que más me gusta, se lo dedico a _Meyagatha, obviamente este promp te pertenece. Muchas gracias a quien se toma el tiempo para leer.
¡Espero que les guste!
—¡No! ¡No! ¡Basta, por favor! —Eiji se levanta de golpe, los alaridos lo han despertado de inmediato, aunque se encuentra familiarizado con el suceso, le destroza el alma presenciarlo. Es una pesadilla de intrusión—. ¡Detente! ¡Basta! —No tarda en correr hacia la cama contigua, la habitación se halla increíblemente oscura, son las tres de la mañana.
—Aslan. —Él acomoda una mano contra su hombro, procura ser suave y gentil—. Cariño, despierta.
—¡No me toques! —Él se levanta de un grito, sentándose demasiado rápido, el pecho le sube y baja erráticamente, chocando contra los botones de la camisa hasta deshilarlos—. ¡He dicho que no me toques! —Ash le envuelve la muñeca con tanta violencia que la hace crujir, la presión que despliega puede quebrarle el hueso sin chistar. Tiene los ojos muy abiertos y vacíos, parece un animal salvaje a punto de destriparlo.
—Aslan. —El sudor le ha empapado el cabello, pegándolo a la frente—. Solo soy yo. —Eiji trata de acunarle las mejillas, sin embargo, se niega a liberarle la muñeca, intensificando el agarre, aunque lo hiere, no se queja—. Aslan, cariño. —Su voz escapa dulce y preocupada, el nombrado traga saliva con dureza, parpadea, intentando reincorporarse a la realidad.
—¿Eiji? —Todavía no parece reconocerlo, esos ojos verdes se suavizan paulatinamente—. ¿Qué haces aquí? Yo estaba...
—Fue solo una pesadilla. —Ash luce horrorizado tras percatarse de lo que ha hecho con su muñeca, el japonés contiene un jadeo cuando la suelta, teme no poder cocinar o alzar cosas pesadas durante algunas semanas—. Estás a salvo. —Musita. Él tantea, sin querer invadir el espacio personal del contrario, sigue agitado en demasía, la adrenalina le escurre en gruesos caminos de sudor.
—¿A salvo? —Repite, confundido.
—Sí. —Entonces, Eiji acomoda una palma en la espalda de su novio—. Estás a salvo. —Y él se quiebra como si fuese un niño pequeño entre sus brazos.
Ash no tarda en esconder su rostro contra el hombro del moreno, está trepidando con violencia, le duele no poder hacer más que abrazarlo con suavidad y tratar de absorber esos temblores o incluso, de aplacarlos. Los jadeos de su novio le queman el cuello, su pijama se ha empapado de lágrimas y de mocos, es lo de menos, solo quiere hacerlo sentir mejor en este momento. Eiji encoge levemente el abrazo, apoyándole la oreja sobre su corazón, sus latidos suelen calmarlo en estas circunstancias, traza pequeños círculos desde sus espaldillas hasta sus hombros, sintiendo la aspereza de la camisa, esos mechones dorados le cosquillean bajo el mentón, lo acaricia con ternura, una y otra vez, es un toque reconfortante, lento y delicado.
Al cabo de varios minutos (que le resultan una eternidad) los estremecimientos disminuyen la fuerza de su intensidad, como si compartirlos los hiciese más livianos o menos punzantes. La rigidez se desvanece de los músculos del más joven, los hombros se le aflojan, liberando las costuras de la camisa que yacían tensas, su respiración sube y baja, errática. ¿Qué habrá soñado? Ambos se funden en la caricia, con la vulnerabilidad a flor de piel y el alma desnuda.
No es la primera vez que pasan por este ritual, tampoco será la última, es triste.
—Todo está bien. —Se lo repite, acariciando sus cabellos una y otra vez. Entonces, Aslan lo estrecha con fuerza, casi con desesperación, antes de hundir su rostro un poco más contra el hombro de Eiji.
—Lo siento. —Musita, sus mejillas se encuentran empapadas e irritadas—. Lo lamento.
—Estoy contigo. —Un sollozo escapa de lo más profundo de su garganta, un gemido de pura agonía.
—Shorter... —Lo llama.
Oh.
Ya entiende lo que pasa.
Hoy es el aniversario de la muerte de Shorter Wong.
Aunque no es la fecha de fallecimiento correcta, Nadia decidió celebrarlo apenas recuperaron sus restos, si así pueden llamarlos. Un retorcijón le enrosca las tripas al conmemorar lo que hicieron con el cadáver, lo único que quedó fueron los anteojos que conserva Sing y las pertenencias que atesora su hermana. En la tarde le realizarán una ceremonia en el Chang Dai, es realmente pequeña e íntima, más que nada, una excusa para celebrar al mejor líder de Chinatown.
La ausencia de Shorter es dura para Eiji, es consciente de que debe ser aún más terrible para Aslan, era su mejor amigo a fin de cuentas, sin embargo, él tampoco tuvo amigos de verdad hasta que llegó a Nueva York. Y fue tan cómodo entablar una relación profunda con ese sujeto, aquel burdo sentido del humor entremezclado con su terrible cocina hicieron que le proporcionara con suma facilidad un lugar especial en su corazón.
Shorter Wong, el terrible cocinero que salteaba patas de pollos y robaba gallinas.
Shorter Wong, el chico del cabello genial que lo salvó de Arthur cuando visitó al doctor Meredith.
Shorter Wong, quien no dudó en morir en lugar de traicionarlo.
Shorter Wong, cuyo cuerpo cayó inerte encima de Eiji.
Todavía lo recuerda con una escalofriante vividez, cómo el último latido de Shorter se apagó contra su propio pecho, se puso frío, realmente frío, lloró antes de cerrar los ojos, su sangre escurrió hacia Eiji, empapándole desde las manos hasta la camisa, aún recuerda esa mirada de puro terror que le arrojó luego de ser inyectado por banana fish. Algunas veces, eso es lo único que consigue recordar de Shorter, lo hiere ser incapaz de perpetuar cómo lucía antes, le implora a los dioses de Izumo que lo regresen en el tiempo, aunque sabe que la realidad no funciona de esa manera. Algunas veces, le es inevitable llorar hasta marchitarse, porque sus recuerdos yacen por todas partes, en las primeras fotografías que Ibe tomó o en la mirada nostálgica de Aslan, en el horror y en el dolor.
Lo extraña.
Lo extraña mucho.
—No iré esta tarde. —El desayuno con Ash no es más que incómodo—. Tengo trámites que resolver con la universidad, no puedo ir. —El japonés sabe que esta es la mejor manera en que su novio se encuentra lidiando con la pérdida, no obstante, lo necesita allá, no cree poder ir sin desmoronarse.
—¿Estás seguro? —Le quiere suplicar que vaya—. Dijiste que ya habías terminado el semestre. —Esos ojos verdes se extinguieron desde anoche, luce demacrado, como si nunca hubiese despertado de semejante pesadilla. La culpa por matarlo debe ser garrafal, lo comprende, lo último que anhela es ser insensible con el sufrimiento de su novio, porque Ash ha sufrido más.
—Me equivoque. —Pero fue arriba de Eiji que murió—. Me queda un último trabajo que entregar. —Fue por culpa de Eiji que acabó involucrado con los Lee—. Así que no podré ir. —Fue a Eiji a quién usaron para gatillar la droga, grabándolo como su último temor.
Él lo mató, no Ash.
Es un asesino.
—Ya veo. —Él aprieta los cubiertos con fuerza, le cuesta respirar, le punza el pecho—. Estaré allí por si cambias de parecer.
Duele.
—Lo lamento, Ibe-san, pero créeme cuando te digo esto. Moriré antes de dejar que toquen a Eiji, te lo prometo.
A veces, escucha esas palabras en un sueño lejano.
—Trata de llevártelo y corto su garganta. Te seguiré, no te dejaré solo, Eiji.
Lo lamenta.
Yue le explicó el funcionamiento de la acupuntura anestésica que utilizó cuando la desdicha estalló, no debería sentir ni recordar nada alrededor del evento, probablemente no lo hace, lo convirtieron en una muñeca, pero aun así, de repente le llegan sonidos azarosos entre sueños junto a una cándida sensación, similar a una caricia en la cabeza, más suave que una manta y más protector que un ángel guardián. Tiene que aceptar el curso de la vida, es consciente de eso, de que los integrantes de este mundo suelen perder a quienes aman con una escalofriante concurrencia, no obstante, le es cruel. Porque bueno, el mundo del que venía Eiji no estaba repleto de muerte.
—Me alegra que hayas venido. —Es Nadia quien lo recibe en el Chang Dai.
—He traído algunos platillos para cooperar con la carga. —Gracias a las recetas de la señora Owens se las arregló para armar un festín en su cocina.
—Muchas gracias, Eiji. —La olla se profesa pesada y caliente entre sus manos, no puede creer que la ha cargado durante tantas cuadras, supone que sigue conservando su resistencia de deportista—. Los demás chicos ya llegaron, puedes ponerte cómodo dentro.
—Gracias.
Se desliza en una butaca al azar, la pandilla de Sing lo recibe con una sonrisa, lo tratan como si fuese uno de los chicos, como si perteneciese acá, aunque tuvieron sus altercados pasados, aprendieron a llevarse bien una vez se aclaró el malentendido alrededor de la muerte de su líder, se lo debían, incluso Aslan estuvo de acuerdo. Festejan con las anécdotas y la comida favorita de Shorter, por un instante parece que se encuentra vivo, riendo entre la multitud, agitando ese cabello terriblemente colorido y estirando sus zapatillas embarradas solo para hacerlo rabiar. Eiji se hace pequeño dentro de su suéter, teme no tener el derecho de estar acá.
Lo extraña.
¿Acaso es exagerado?
Aunque no haya conocido a Shorter durante tanto tiempo como sus subordinados, su fallecimiento le pegó con desmedida violencia, igual que el pequeño Skip, no sabe si es porque son las primeras muertes que presenció, porque genuinamente se conectó con ellos, o porque una parte de él mismo sigue gritándole que fueron su culpa, no lo sabe, solo es consciente de lo autodestructivo que es divagarlo.
—Viniste. —Sing se ha sentado enfrente de él, luce contento por su presencia, es un alivio, piensa—. Temí que me fueras a dejar plantado.
—No podía perdérmelo por nada del mundo. —El corazón se le estruja cuando alza el mentón, porque Sing está usando los lentes de sol de Shorter, se le ven geniales, él estaría tan orgulloso de su preciado subordinado—. Dijiste que traerías a tus famosos dumplings, tenía que comprobarlo. —Como si hubiese estado esperando que lo dijera, él alza una bolsa de papel arriba de la mesa.
—Recién hechos. —El aroma les abre el apetito a todos los presentes—. Es la receta de mamá, pero los hice sin ayuda. —Nunca escucha a estos chicos hablar de sus familias. ¿Quién es para juzgar? Tampoco toca el tema, la herida sigue sangrando desde que lo rechazaron por quedarse en América. Eiji es el primero en sacar un dumpling, la masa es extraordinariamente suave, es agradable.
—Lucen deliciosos.
—Oye, también quiero. —Gimotea alguien de la pandilla.
—Pronto, el segundo es para Ash. —No lo alcanza a saborear cuando la amargura le inunda la lengua—. ¿Dónde está? Quiero demostrarle que también soy genial. —Sus dedos se hunden en los pliegues de la masa, presionando levemente el relleno de carne, le quema.
—No va a venir.
—¿Eh? —Eiji baja el mentón, evitando las miradas, sabe que es el centro de atención.
—Ya sabes cómo es Ash. —Se ríe—. Está muy ocupado con todo esto de la universidad, manejar la pandilla y trabajar para el New York Times.
—Pero incluso Alex vino y él es el nuevo líder de la pandilla. —De pronto, una abrumadora sensación de soledad lo envuelve, él muerde el dumpling pero no le sabe a nada—. Qué extraño, ¿seguro no vendrá? Shorter era su mejor amigo.
—Sing... —Uno de los otros chicos se da cuenta de la atmósfera—. No insistas más con el tema. —Eiji agradece la amabilidad.
—Lo siento, no quise ser grosero. —Niega, recomponiéndose con una sonrisa cariñosa. No quiere ser indiferente con el sufrimiento del resto.
Porque el resto ha sufrido más.
Pero Shorter murió arriba de él.
Shorter murió por su...
—Están deliciosos, Sing. —El nombrado se sonroja por el cumplido—. Deberías enseñarme la receta. —Las risas inundan el lugar, la música es animada, es de esas tonadas que Shorter pasaba cantando cuando viajaron a Los Ángeles en la camioneta de Max.
—Dalo por hecho.
¿Qué diablos hace acá?
Es una celebración bonita y agradable, esta noche no existe la rivalidad entre pandillas, solo son chicos lamentando la pérdida de un hermano, camarada, jefe y amigo. La existencia fluye, aquella desbordante desesperanza que lo envuelve es temporal, probablemente se sienta mejor al regresar a casa y dejar esta fecha atrás, cuando se refugie en las mantas y se trague el dolor aún más. Él sabe que la muerte de Shorter no fue su culpa, con o sin él en el panorama, Golzine habría encontrado la manera de manipularlo, sabe que Shorter odiaría que se culpara, estuvo dispuesto a dar su vida para que estuviese a salvo y lo hizo.
Pero duele.
Se siente solo.
Se ahoga.
Porque extraña mucho a su amigo, pero ni siquiera recuerda cómo lucía antes de estar drogado.
—Eiji.
Y entonces, Ash toma sus manos. Al principio, le cuesta aceptar que ha venido, porque si alguien es más terco que Eiji Okumura, debe ser este hombre.
—Cariño. —Oh, pero lo llama con ese apodo y...—. ¿Estás bien?
—No. —Se rompe—. No lo estoy.
Y ahora es Eiji quien solloza desconsoladamente entre los brazos de Ash, se aferra con fuerza a esa camisa de franela, escuchando la estridencia de su corazón, se permite quebrarse en pedazos, le es necesario, lleva demasiados días aguantando y pensando en Shorter, desde que pasaron a esas tiendas de aromas no ha dejado de recordar una y otra vez los eventos en la mansión de Golzine, es violento e intrusivo, va contra su voluntad, duele mucho y no lo ha querido demostrar, pretende ser un soporte para su novio cuando está hecho mierda por dentro.
Ja.
—Lo sé. —Musita—. También lo extraño. —Y ambos se abrazan.
Está es la primera vez que permite que alguien lo sostenga, al principio le es difícil, se concibe increíblemente egoísta, porque es el mejor amigo de Ash, no el suyo, ¿con qué derecho llora la pérdida? Ni siquiera se conocieron durante tanto tiempo, pero luego, comparten el dolor.
No es necesario que digan alguna palabra, solo lo saben.
Shorter siempre formará parte de los dos, partes completamente diferentes dadas sus historias, pero igualmente importantes, fue un grandioso amigo, no tiene sentido hacer una competencia de sufrimiento o buscar justificaciones para el dolor, duele y ya. Les duele porque lo querían, les duele porque ya no está presente, es válido en ambos casos. El sujeto fue una inspiración para un montón de individuos, eso es bonito, porque mientras más grande es el vacío que queda, más grande es el espacio que usó. Aprenderán a sobrellevarlo, no para olvidarlo, sino para que recuerden también lo bueno, eso que a veces se ve aplacado por lo traumático que fue su fallecimiento. Probablemente, el idiota se halla justo en estos momentos, carcajeando desde el cielo por tan terrible comunicación de pareja.
Dios, él les daría un cupón para esto.
Seguramente, se siente orgulloso de ambos.
Idiotas.
—Gracias por venir, Ash. —Salen de la celebración un rato, necesitan tiempo a solas para conversar, han sido demasiadas emociones de golpe—. Me habría desmoronado yo solo ahí dentro.
—Si necesitabas que estuviera a tu lado... —Él arruga el entrecejo, buscando las palabras correctas para continuar—. ¿Por qué no me dijiste nada? —Se han sentado a las afueras del Chang Dai, encima del escalón que da hacia la puerta, la música retumba por toda Chinatown.
—Porque no te quería molestar.
—Eiji. —Que pronuncie su nombre con semejante ternura le derrite el corazón—. No me molestas.
—No parecías querer venir.
—Me aterraba venir. —Musita, haciéndose pequeño contra sus propias rodillas, sus converse hacen un ruido seco contra la granita del escalón, las luces iridiscentes del restaurante los bañan bajo un cielo demasiado oscuro para la juventud—. Yo fui quien le disparó. —La culpa que cargan es garrafal.
—Yo fui quien lo mató. —Esas palabras lo toman por sorpresa, él lo mira, horrorizado por semejante crudeza—. Si no fuera por mí, nunca lo habrían utilizado como sujeto de prueba.
—No es verdad. —Aslan le aprieta la mano, es un toque suave y gentil—. ¿Crees que eso los habría detenido? Dino era un monstruo. —El corazón de ambos sangra, gotea y gotea.
Gotea un poco más.
—Él te pidió disparar. —Eiji no baja el mentón cuando declara aquello—. Es lo mismo en tu caso. —Y ambos se ríen, sabiendo que esta noche se encuentran especialmente rotos, porque les falta una pieza, una pieza que extrañan constantemente, una pieza que los atormenta, porque ni siquiera se pudieron dar el adiós.
—Shorter sabía que estaba enamorado de ti. —Musita, descansando sobre el hombro del japonés—. Él me hizo consciente de mis sentimientos. —Esos grandes ojos cafés parpadean, reflejando las estrellas con una infinita claridad.
—Él me dio el valor para seguir adelante con mis sentimientos. —Balbucea.
—¿Eh?
—Él sabía que estaba enamorado de ti, Ash. Es obvio desde Cape Cod, todos los sabían. —Obvio para todos menos para el señor 200 puntos de IQ, aparentemente.
—El hijo de puta no me dijo nada. —La canción favorita de Shorter retumba por los altavoces del local.
—Nos tuvo bastante paciencia.
—Es verdad.
Eiji se acurruca contra su novio, deleitándose por la calidez que desprenden sus latidos. Sabiendo que aunque han perdido a muchas personas amadas, la mejor manera de honrarlas es viviendo acorde a las cicatrices que dejaron en sus corazones, esas que punzan y sangran, esas que gotean, plasmando el inicio de una constelación de esperanza. Quienes se van nunca se van completamente, presume. Porque existe un antes y un después tras conocerlos, por eso es imposible pensar en seguir adelante como si todo fuese normal, cuando no lo es. Lo más sano es validar ese sufrimiento y pintar una estrellita en esa naciente constelación de esperanza.
—¿Sabes? Probablemente Shorter se está burlando de nosotros en este momento. —El comentario le roba una risita a Eiji.
—Es verdad. —Aslan apoya uno de sus brazos encima de los hombros del moreno—. Gracias por permanecer a mi lado a pesar de todo. —Un beso le hace cosquillas contra el flequillo, es dulce e increíblemente reconfortante. Puede sentir la ferocidad de los latidos de su novio contra sus orejas, late porque están vivos.
—Te lo dije. —Late porque lo ama—. Somos tú y yo contra el mundo.
—¿En las buenas y en las malas? —Se burla.
—En las buenas y en las malas. —Sus anillos crujen cuando entrelazan las manos, se miran durante un largo tiempo, transmitiéndose un sentimiento de «mi alma siempre estará contigo».
Pero esa es la cuestión con las almas gemelas ¿no?
Y aunque no lo saben, en algún lugar, Shorter les está sonriendo.
Idiotas.
Siento que hay poco espacio para que Eiji sufra la muerte de Shorter, considerando que fue un amigo sumamente especial y que debió ser bastante traumatico, así que le abri el espacio, extraño a Shorter, me di cuenta de lo mucho que amaba al personaje gracias a esto, es duro no tenerlo vivo en el fic. Muchas gracias a quien se toman el cariño para leer.
¡Nos vemos mañana!
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