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14. Comb the hair.

¡Hola mis bonitos lectores! Otro día donde acabo muerta, que caso más feo, pero acá les traigo uno de los capítulos que abre un punto fundamental para la trama y una notita innecesaria/necesaria al final, muchas gracias por todo el cariño.

¡Espero que les guste!

—¡Te ves muy lindo! —Aslan parpadea con incredulidad, él se rasca la oreja, buscando algún rastro de suciedad que le impida escuchar con claridad, debe ser su imaginación, piensa, lleva demasiadas noches en vela trabajando con Max—. ¡Realmente te queda ese corte, Sing! —No. No. No.

Eiji.

Su dulce Eiji.

No puede estar hablando en serio.

—¿De verdad lo crees? —Trata de mantener el temple, incrustando sus uñas contra los bordes del taburete, fueron a celebrar a un bar dentro del territorio de Black Sabbath por el éxito del mandado de Alex, cuando los chicos de Chinatown se les unieron—. ¿Me veo guapo Eiji?

—Bastante. —¡¿Por qué diablos el mocoso se sonroja?! Se encontraban demasiado cerca de la barra teniendo esa dichosa conversación—. Te ves mucho más adulto con ese corte. —Crece como la mala hierba, gimotea internamente. Hay una pesada sensación quemándole las entrañas como si fuese plástico derretido o brea hirviendo, logra distinguir a la perfección cada burbuja de ¿ira? Reventarse.

—Quería que pensaras eso. —¿Ira? No, es algo diferente, se asemeja a lo que lo asfixió durante su intercalado con Yut-Lung Lee—. Tu opinión me importa mucho.

—El enano tiene bolas para coquetearle al chico del jefe frente a sus narices. —Es Cain quien habla, se encuentra del otro lado de la barra con una rebosante jarra de cerveza entre las manos, la espuma chorrea hasta los manteles de papel, volviendo el menú ininteligible y la peste insoportable.

—No le está coqueteando. —Lo defiende—. Además, es apenas un niño, probablemente aún mira Barney y sus amigos, no es una amenaza real. —Los hombres de su pandilla intercambian una larga mirada, las burbujas de una emoción violenta pero innombrable se le suben hasta la garganta.

—No lo sé, jefe. —Que conserven ese apodo por cariño lo pone enormemente feliz—. Ha empezado a practicar boxeo, por eso está tan alto, tengo el presentimiento de que será guapo.

—¡Sí! ¡Sí! —Bones chilla—. Pronto tendrá un gran glow up. —La imagen de esos dos bailando en el comedor hace que le duela el corazón. Ash relaja su agarre contra la cuerina, deslizando sus palmas hacia sus jeans, si pudiera, se arrancaría estas turbaciones desagradables para tirarlas a la basura.

—Shorter hablaba mucho de él. —Pero no puede—. Estaría orgulloso. —Así que debe lidiar con el malestar, manteniéndose aferrado al presente. Le es doloroso mirar a Sing por una inmensa gama de razones, dentro de estas se desentierra la relación sanguínea que conserva con su presunto asesino, y que de una incuestionable manera, le recuerda a su mejor amigo.

Shorter...

Lo extraña.

Realmente lo extraña.

Niega.

No lo quiere pensar.

—¿Nunca has considerado cambiar tu corte de cabello? —Aslan se toca las puntas del flequillo, las tiene florecidas y largas, lucen sucias—. ¿Hacerte un masaje capilar o algo?

—Claro que no. —Bones no le da la oportunidad de responder—. El boss usa ese shampoo de diez beneficios en uno. —Un tic nervioso le aguijonea el párpado ante las groseras carcajadas de sus subordinados, no le tienen respeto ni piedad—. Y aun así parece un modelo, la vida es injusta.

—¿Estás insinuando que mi corte de cabello se ve mal? —Aslan le lanza una mirada mordaz a Cain.

—Para nada. —El líder de Black Sabbath le da un profundo sorbo a la jarra de cerveza, es largo y refrescante, la espuma simula una cascada dorada contra el mantel.

—¿Entonces? —Las bolas de billar crujen, anunciando un nuevo juego con las vitoreas.

—Solo pensé que te gustaría un cambio completo por la universidad. —Lo piensa constantemente siendo sincero, sin embargo, una parte de su alma se mantiene aferrada a su vieja identidad.

«Ash Lynx».

Es solo un apodo, lo sabe, significa gato salvaje, lo ha designado porque nadie lo podía domesticar, era completamente libre y quería gritarlo a los cuatro vientos, incluyendo a Golzine, podían llevarse su vida y destrozar su cuerpo, pero jamás le cedería su alma, Skipper pensaba que era un nombre perfecto para él. Aslan sonríe, tomando una botella de alcohol, se halla tan helada que se le pega a las yemas con una impresionante facilidad.

—¿Tú ya has podido entrar? —El bufido frustrado de Cain se lo dice todo.

—No, estoy teniendo problemas con las postulaciones. —Le resulta irónico que quienes valgan la pena tengan tantas trabas para alcanzar sus metas—. Ninguna universidad quiere recibirme por mis antecedentes penales. —Su agarre se tensa contra la botella, no la siente por el frío.

—Yo y el viejo tenemos contactos gracias al New York Times. —El ambiente es ameno—. ¿Quieres que te consiga algo? Puedo intervenir por ti. —La música es agradable, es un sonsonete viejo y conocido, similar al repertorio unidimensional de Max.

—Gracias. —No necesita que se quite los lentes, para saber que su mirada se ha suavizado.

—No lo menciones, si alguien será un buen abogado eres tú.

—¡Cielos Cain! Si te viera como el abogado de mi contrincante me orino ahí mismo. —Bones está ebrio, el balbuceo lo hace evidente. Además, se ha aferrado a Alex mientras bebe una botella vacía.

—Te ves más feliz. —Ambos lo ignoran, retomando el hilo de la conversación—. ¿Él tiene algo que ver? —Un leve mohín le indica a dónde mirar, lo que es redundante, porque existe un tirón de alma que lo atrae directamente. El sol de su luna, la musa de su inspiración, la belleza de su rosa.

Eiji Okumura.

El infame Eiji Okumura.

Ash suspira, memorizando la imagen que tiene al frente. Lo vislumbra carcajear y enrojece, porque cada vez que contempla esa sonrisa, se da cuenta de que nunca fue como todos los demás, su novio conoce toda la mierda que ha atravesado y aún así, lo ama. El sentimiento es mutuo, por supuesto. Le genera una curiosidad casi infantil estar en este punto de su relación, porque Aslan es un experto en el arte de la mentira, las solía usar para esconder lo roto que se concebía y lo duro que era pasar por el sufrimiento en soledad. Es extraño, la vida es un hijo de puta de vez en cuando, pero también es benevolente, le puso a un chico maravilloso en el camino, alguien que no solo acuna sus pedazos, sino que lo ayuda de forma constante a descubrir nuevas piezas de sí mismo, como un mosaico que nunca se termina de pintar. Lo adora tanto que se ve perdidamente enamorado balbuceando una infinidad de poemas acerca de tan sublime perfección.

¿Qué no daría por esa sonrisa?

¿Qué no daría para robarle un suspiro?

—Tu cabello es muy suave, Eiji. —Pero entonces, Sing rompe la magia—. Se te vería genial un corte de pelo. —Porque se encuentra acariciando esas puntas esponjadas que él tanto adora cepillar y...

—Mierda.

¿Sing se cree muy guapo por su cambio de look?

Oh.

Él le mostrará.

Apenas salen del bar, Aslan recurre a la única persona que tiene un sentido de moda medianamente pasable, no es que él no pueda cortarse el cabello, al contrario, detesta que desconocidos le pongan las manos encima, por eso el único otro ser humano que podía acicalarlo era Shorter y...Lo extraña, extraña esos mechones púrpura alzándose sobre raíces gruesas y oscuras, extraña burlarse sobre su cabeza de mármol o de melón, esas hebras verdes que lo hacían parecer como una piña cuando las combinaba con un polerón amarillo fosforescente. Pronto, será el aniversario de su muerte, lo está ignorando. Es un escamoteador, ¿hola? Estuvo toda su vida disociado corriendo de sus emociones, obviamente lo es, pero durante estos últimos días ha sido especialmente duro lidiar con esto.

Niega, quiere un corte de cabello. De seguro Shorter se burlaría de él, le diría que está celoso como la mierda de la galantería de su subordinado para luego consolarlo, diciéndole que Eiji y él lucen tan perdidamente enamorados que le resulta asqueroso. Antes de que Aslan notase este amor florecer, fue su mejor amigo quien lo hizo consciente de lo suave y apacible que se volvía cuando se trataba de ese implacable japonés, casi doméstico. Un lince doméstico ¿eh? Skipper se reiría.

Su cabello.

Debe concentrarse.

—Vieja. —Jessica detuvo sus movimientos.

—¿Cómo me has llamado, mocoso? —El entrecejo se le arruga tanto a causa de la frustración, que Ash piensa que luce como una momia. Estaban viendo una película infantil cuando el tema salió a flote, Michael lo invitó a quedarse luego de jugar.

—Vieja. —Repite, sin espetar—. Quiero que me cortes el pelo. —Max y Michael se encogen al otro extremo del sofá, no saben quién de los dos tiene peor carácter, sin embargo, el nivel es garrafal.

—¿Eres vieja, mamá? —La pregunta casi la infarta.

—No cariño, sigo en mis mejores años. —Ash ahoga una carcajada contra las palomitas. Antes tenía el mal hábito de contar las calorías de cada comida que consumía, incluso una simple palomita de maíz era una fuente desmesurada de estrés, es un jodido alivio poderse aventar un pote entero sin importarle cuánto engordará.

—No sabía que los cincuenta eran los nuevos veinte.

—¡Suficiente! —Jessica se levanta del sillón, parece a punto de arrojar humo por la nariz, tal vez lo haga—. ¡Haré natto de cenar la próxima vez que vengas! —Aslan gimotea, el aceite del caramelo se le pegotea entre los dedos, generándole una sensación desagradable.

—¿Por qué no vamos a jugar afuera, Michael? —Max no tarda el levantarse y tomar a su hijo entre sus brazos—. No hemos estrenado tu nuevo guante de béisbol.

—¿Luego podemos invitar a Ash?

—Cuando él y mamá se dejen de matar, sí.

Béisbol.

Otra cosa de su pasado que lo atormentaba. Fue duro que a Michael le gustara ese deporte. ¿Por qué diablos entre todas las disciplinas deportivas tenía que ser esa? Lo hería rechazarlo y atestiguar cómo sus ojitos cafés se apagaban por la pena, no lo entendía, tampoco tenía que entenderlo, es un niño después de todo, los niños no deberían preocuparse de abuso sexual o prostitución, así que se lo planteó de objetivo en terapia. Ese fue su primer avance, jugar béisbol sin pensar en Barba Azul, jugar béisbol como Griffin solía hacerlo con él y como seguramente, aún lo haría.

—¿Ash? —Jessica luce preocupada, al parecer se ha desconectado durante un lapsus. Últimamente se encuentra más ausente que presente, el aniversario de la muerte de Shorter ha removido cosas demasiado dolorosas y personales, sabe que es lo mismo para Eiji—. ¿Cariño, estás bien? —Cariño. Es una buena mamá, se ve tan imponente con esa actitud de bruja, cuando en el fondo es suave.

—Jess... —Es la mamá que quiso y necesitó—. ¿Puedo preguntarte algo? —La expresión de la mujer se encuentra repleta de inquietud, aunque no le desagrada, lo abruma de sobremanera.

—Claro que puedes. —Ella palpa su mano, las tiene temblando por encima de sus rodillas.

—Es algo personal.

—Adelante. —Él toma una bocanada de aire, agobiado.

—¿Alguna vez pudiste disfrutar durante el sexo?

—¿Eh? —Debería darle vergüenza preguntarle esta clase de cosas a una mujer que no tiene mayor obligación con él, no es su mamá, ni siquiera es una amiga, es solo una conocida.

—Yo... —Pero no lo hace—. Olvídalo. —Porque tiene pena, tiene pena porque extraña a Shorter, tiene pena porque quiere ser un buen novio, tiene pena porque quiere verse bonito con un corte de pelo genial.

Y de repente, lo entiende.

Nunca se trató del corte de pelo.

Este es un día donde está un poco más quebrado nada más.

No puede evitar preguntarse por cómo sería su vida si Shorter Wong todavía siguiera a su lado, el desgraciado se burlaría de sus reacciones empalagosas con Eiji, lo habría impulsado con los cupones, y no solo eso, le habría cortado él mismo el cabello, habría aplacado y consolado estas inseguridades alrededor de su vida sexual, porque es lo que hace un mejor amigo, es con quien podría hablar del tema. ¿Con quién puede hablarlo ahora? ¿Quién le corta el cabello? ¿Quién le saca una sonrisa con esos horrendos peinados? Le horroriza su creciente codicia afectiva y lo lastima no tener con quién hablarla. Es mucho junto, pero eso es lo terrorífico de los fantasmas, se levantan todos al mismo tiempo.

Algunos días, se siente perdido en el mundo.

Algunos días, se siente realmente solo.

—Fue difícil. —Pero entonces, Jessica toma su mano y responde su pregunta—. Tuve mucha suerte, Max fue bastante paciente luego de que eso pasara. —No luce enfadada por el tema, tampoco adolorida, al contrario, lo único que relumbra en esos ojos celestes es genuina comprensión—. Pasé mucho tiempo creyendo que mi cuerpo nunca volvería a ser mío, que yo siempre estaría un poco... —Sonríe—. Quebrada. —Y le pone palabras a ese dolor mudo.

—¿Alguna vez me sentiré mío? —No sabe si se ha explicado—. A veces me quiero arrancar la piel por lo sucia que está, me gustaría quitármela y empezar otra vez, limpio, sin esos hombres que...Mío.

—Oh, cariño. —Ahí está otra vez, el mismo apodo que Eiji musita con un significado completamente diferente—. Eres una persona fuerte, lo harás.

—¿Lo prometes? —Ella le acaricia el cabello, cepillando suavemente, una y otra vez.

—Por mucho que quiera, no puedo prometerte que será un proceso fácil, fui dura con Max, le dije cosas crueles por culpa de mi propia frustración, porque a veces, creía que nunca me podría arreglar.

—Entiendo el sentimiento. —Aslan se encoge, recuerda que una vez Jessica le preguntó cómo podía haberse recuperado tan rápido, fue luego de que Fox lo violara en la bodega, le dijo que ya estaría muerto si se permitía tomarse tiempo, le resulta irónico haber intercambiado los papeles.

—Has avanzado en esto y tienes derecho a sentirte como si fueses tuyo. —Ella le alza el mentón, es un toque delicado y grácil, como el aleteo de una mariposa o la brisa entre los pétalos—. Porque lo eres, eres tuyo en cuerpo y alma, y es solo tu decisión compartir eso con otra persona. —Eiji. Él mira el anillo por inercia, piensa en la frase grabada al reverso y quiere llorar.

—¿Qué pasa si nunca me interesa el sexo? —Lo musita bajito, casi temeroso—. ¿Qué pasa si nunca puedo ser normal?

—¿Necesitas sexo para ser normal? —Ella bufa, tomando ese sufrimiento y limpiándolo, como una mamá lo haría con su hijito, con ese revoltoso que acaba de llegar llorando porque saltó demasiado alto y se cayó—. No eres mejor persona por querer o no sexo, está bien. —Es comprensiva, es dulce.

—Pero Eiji... —Sus puños se crispan contra sus jeans.

—Eiji te ama. —Ella lo acerca, lo rodea lentamente en un abrazo—. Yo y Max también te amamos. —Y diablos, es demasiado—. Michael también, eres su hermano mayor después de todo. —Aslan corresponde, hundiendo sus palmas en la espalda de Jessica, preguntándose si así se sentiría la calidez genuina de una madre y sabiendo que sí.

Porque tiene una mamá.

Tiene un papá.

Tiene una familia.

—Gracias. —Se lo musita, intentando no romper en llanto.

—Puedes hablar de este tema siempre que quieras. —Ella le presiona círculos en la espalda para calmarlo, funciona, lo ayuda a enfocarse en el dulce arrullo de su voz, su perfume le cosquillea bajo la nariz, su melena rubia atada en una coleta le causa hormigueos contra el mentón—. Sé que ahora te sientes roto, que te es imposible imaginarte algo mejor y te frustra que te lo diga.

—Es verdad.

—Pero no siempre será así. —Él hunde su nariz en el cuello de Jessica, dejándose consolar—. No te sentirás por siempre como si fueses un montón de pedazos.

Esa es la cosa, es una persona en miles de pedazos que busca con desesperación la composición de una imagen completa, la terapia lo ha ayudado a indagarla, de a poco la ha ido afinando gracias a los cupones, ha descubierto bastantes cosas acerca de él mismo, es un novio afectuoso, es un adicto empedernido a los besitos de Eiji Okumura, le gusta el contacto piel a piel, le gustan los mimos y le apasiona la literatura. Pero así como ha ido descubriendo nuevas piezas, han aparecido piezas viejas, como Shorter, Griffin y Skip. De vez en cuando, esas piezas se despedazan todavía más, haciéndose más pequeñas y filosas. De vez en cuando, es doloroso tener que mirarlas porque las perdió.

Y eso está bien.

No es fácil aprender a vivir.

Cuando regresa a su apartamento se encuentra a Eiji en el comedor, tiene la Tablet entre las manos, parece estar buscando algo, se ve aún más suave de lo que es envuelto por ese pijama de algodón y con una toalla en la cabeza, relumbra como un velo, piensa. Las gotas delinean su cuello bronceado con una espléndida ternura, como si fuesen gotitas en los pétalos de un girasol, como si supieran lo precioso que es el chico al que bosquejan, penden desde su barbilla hasta el cuello de la camiseta, oscureciendo el celeste de la prenda, convirtiéndolo en azul.

—Te vas a enfermar de esa manera, onii-chan. —De pronto, deja de sentirse tan mal. Ha sido un día duro, una montaña rusa emocional—. ¿Puedo ayudarte a secarlo? —No obstante, ha regresado a su hogar, esa es otra pieza importante que ha descubierto.

—Claro. —Tiene un hogar al cual regresar con Eiji. Él se sienta en el sillón, su novio yace acomodado contra sus piernas en el piso, lo usa de soporte para su espalda, removiéndose hasta encontrar una posición cómoda—. ¿Cómo estuvo la película?

—Terrible, eligieron una de bebés. —El japonés alza una ceja, dándose vueltas.

—Las películas de terror te dan miedo. —Bufa—. ¿Qué es una película de adultos para ti? —Ash ha tomado la toalla entre sus manos, la presiona suavemente contra esa rebelde matita abenuz, es una sensación tan diferente a cuando seca su cabello lacio, este es esponjado, parece querer explotar o florecer hacia el sol, la idea le es apropiada.

¿Qué otra cosa haría Eiji Okumura además de florecer hacia la luz?

—Solo las que tienen calabazas. —Su novio se ríe, agitándole con fuerza el corazón.

—Eres un bebé. —Musita, presionando los párpados con una cálida sonrisa entre sus ruborizadas mejillas.

Se ve como si estuviese disfrutando de los mimos de Ash, la aspereza de las fibras le irrita levemente las yemas, pero no se detiene, procura ser suave y gentil, como si estuviese acicalando a un animal pequeño, a un conejito, es su primer pensamiento. La toalla envuelve cada hebra empapada, el color le recuerda a la tinta derramada, la fragancia del shampoo le cosquillea bajo la nariz, aunque sea de esos productos capilares con diez funciones en uno, hace maravillas por el cabello, luce lustroso y extraordinariamente bonito.

—¿Pasó algo hoy? —Eiji se lo pregunta con los ojos cerrados, disfrutando de los mimos con la toalla, inclinándose hacia adelante, pidiéndole en silencio por más.

—¿Crees que estoy roto? —La pregunta se le escapa de golpe—. No es nada. —Se quiere retractar, teme que al ver lo roto que se encuentre lo abandone, sabe que es un temor irracional, un síntoma comprensible dado el historial de traumas que él...

—Creo que eres un caleidoscopio, Aslan.

—¿Ah? —Sus movimientos se detienen—. ¿Un caleidoscopio? —Eiji abre los ojos, deteniendo el tiempo con esos grandes orbes cafés, sus pestañas han atrapado algunas gotas en las puntas, se ven oscuras, como la iridiscencia de una pluma de mirlo.

—Sí. —El moreno se da vueltas, usando de soporte sus rodillas—. Los caleidoscopios son imágenes rotas, cuesta bastante trabajo girarlos hasta ver la ilustración completa ¿verdad? —Eiji cruza sus brazos encima de las piernas de Ash, forjando un refugio para su rostro, apoyando sus mejillas contra la ternura del algodón que le ofrecen los puños del pijama—. Creo que te sientes roto porque has vivido muchas cosas duras.

—Eiji... —El nombrado extiende su mano, acariciándole la mejilla.

—Pero eres absolutamente maravilloso, todo Aslan Jade Callenreese como cada una de sus piezas, eres precioso, solo tienes que seguir girando hasta encontrar la imagen que te guste, la imagen que veo yo, ya lo verás. —No necesita decirle más. Le da mucha risa que su adoración tenga semejante facilidad, lo derrumba en un instante y sana un dolor que no parecía tener final.

—Eres cursi. —Gimotea.

—No, tú eres cursi. —Le responde.

—Eiji. —Ash acomoda la toalla encima de esa matita, ahora sí se asemeja a un velo, es tan lindo que quiere llorar—. ¿Puedo secarte el cabello un poco más? —Y el japonés se ríe, nervioso y tímido.

—Puedes.

Pero nunca se trató del cabello ¿verdad?

Punto sensible en el fandom: la vida sexual de Ash. Independiente de cuál sea su posición, (porque ambas son validas, ninguna es mejor que la otra), algo que pido es que tengan cuidado con los comentarios, puede que no les guste un Ash sexualmente activo, está perfecto, pero esa clase de comentarios no tan empaticos donde dicen cosas como "no tiene derecho" "no lo toquen por lo que pasó" "¿cómo va a tener vida sexual si lo abusaron?", etc, son sumamente dañinos para quienes han vivido una transgresión y no solo eso, pueden retraumatizar muchas veces. Piensen, es increiblemente duro levantarse luego de un evento así, nadie tiene el derecho a decirle a esa persona lo que puede o no hacer con su vida sexual, si quiere hacer algo está perfecto, si no quiere hacerlo, está perfecto tambien. Pero nunca se sabe quien lee los comentarios o cómo afectara, así que empatia con el tema, cualquiera sea la opinión. Eso, yo pienso abrirle ese espacio a Ash, porque personalmente me hubiese gustado que tuviera intimidad fisica consensuada y que él la eligiera, lo saben desde acá. Muchas gracias a quienes leyeron la notita, nunca es por joderlos, pero es importante.

¡Nos vemos mañana!

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