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13. Bath time.

¡Hola mis bonitos lectores! ¿Ven? Hoy me la voy a pasar haciendo spam, lo siento por las pobres almas que me leen, merecen mejor, pero acá llegamos con uno de los capítulos más importantes para el futuro de la trama, ya cacharán por qué, muchas gracias a quienes leen.

¡Espero que les guste!

—Me alegra mucho que nos puedas acompañar hoy, Ash.

El japonés no sabe cómo se ha metido en semejante complicación. ¿Dónde se equivocó? Cambió hasta de supermercado para prevenir este apocalipsis, incluso empezó a escamotear las reuniones de té, miró a ambos lados antes de dejar la comodidad de su hogar y se amparó bajo la hiperalerta. Así es, él eludió lo más ingeniosamente posible con la esperanza de que los involucrados lo olvidaran y pudiese retomar su normalidad en paz, pero el universo lo aborrece y acá están.

—Teníamos bastante curiosidad por el novio de nuestro Eiji. —Una sonrisa felina se traza en los labios del americano, es lenta, larga y maliciosa, como la de un depredador cazando.

—¿Nuestro Eiji? —Aslan lo ha abrazado por los hombros con una extraordinaria naturalidad, están sentados uno al lado del otro en el apartamento de la señora Owens. ¿Sentados? Más bien, pegados—. Vaya, no era consciente de la popularidad de mi bebé.

—¿B-Bebé?

—¿Por qué luces tan sorprendido? Siempre te llamó por apodos bonitos. —Dios, lo está disfrutando demasiado, el desgraciado se las pagará—. Dulzura. —Los gritos de las amas de casa no se hacen de esperar, Eiji odia ser el centro de atención, más en una reunión de vino, sin embargo, su novio luce jodidamente guapo con ese suéter negro de cuello alto y esos anteojos delgados.

—Que envidia me dan. —La señora Coleman gimotea en el sillón de enfrente—. Mi marido ha dejado de ser romántico, es una porquería.

—¿Con una dama tan encantadora como usted? Eso es inaceptable. —Las mejillas de la aludida no tardan en encenderse levemente, todas las amas de casa se ven fascinadas por este educado y bien parecido chico. Eiji alza su copa de vino al aire, tomándosela de golpe, necesita estar muy ebrio para sobrevivir semejante crisis—. El romance nunca se debe descuidar, ¿verdad amorcito?

—¡Eiji! Tu novio es todo un sueño, te tengo mucha envidia. —Porque no lo tiene que despertar a golpes para que se levante, piensa—. ¿Quieren más vino?

—Aún no termino, no se preocupe. —Ash agita su ponchera entre los dedos con una codiciada parsimonia, él enfoca su atención en las gráciles gotas golpeando el cristal antes de presionar sus párpados con suavidad y acercarlo para poderlo olfatear—. Es un Romanee-Conti, creo que es de la cosecha del 69. —Las amas de casa gritan emocionadas ante los múltiples talentos que esconde este hombre.

—Increíble, ¿cómo lo supiste?

—Es una buena entretención para las fiestas. —Eiji se pregunta si alguien se dará cuenta si se toma una botella de vino entera. Paciencia, paciencia, paciencia.

Antes de procesar la tortura que ha sido esta interminable fiesta, Aslan deja caer una mano encima de su muslo, incluso a través del grosor del jeans, se ve a sí mismo inundado por la calidez, él traga duro, tanto contacto físico le es extraño, más no desagradable. ¿Cómo podría desagradarle? Pero de pronto, se encuentra con muchas ganas de llorar por los avances en su noviazgo. Nunca esperó que Ash fuese quien iniciase las caricias, nunca dimensionó lo lindo que sería sentirse tan amado y deseado. No es que lo hubiese necesitado, al contrario, jamás lo habría presionado para que le diese más a costa de su comodidad, pero es lindo.

Muy lindo.

—Son una pareja tan adorable. —Gimotea otra de sus amigas—. Hasta se van a casar. —Los anillos de promesa relumbran bajo la suavidad de las luces de forma acusatoria.

—¡Nosotros no...!

—Todavía no se lo he propuesto formalmente, estoy esperando a acabar la universidad.

Y Eiji es incapaz de pensar.

«Mi alma siempre estará contigo».

Esa fue la frase que grabaron al reverso de las argollas.

No le toma el verdadero peso a los anillos hasta que los ve deslumbrando contra la copa vacía de vino, el discurso que Aslan le ha dado en el centro comercial flota como burbujas de oxígeno en el océano que es su memoria. Claro que es consciente de las probables recaídas, aunque tiende a menospreciar su propio sufrimiento, le costó en demasía volverse a armar luego del salto de pértiga. La recuperación es una constante marejada, hay días mejores que otros, a veces, solo se quiere ahogar, otras veces, se siente ansioso por emerger, ambas están bien, ambas son válidas.

Lo importante, es no dejar de nadar.

—¡Se me va a quemar el pastel! Olvidé que lo dejé reposando dentro del horno. —El grito histérico de la señora Owens lo obliga a romper en la superficie, sus dedos se han entrelazado con los de Aslan en algún punto de la conversación, justo encima de su muslo—. Regreso de inmediato, no se aburran sin mí. —El cuchicheo de sus amigas le es ajeno.

—Ash... —Porque estos descarados coqueteos no lo dejan funcionar—. No tienes que decir esa clase de cosas para impresionarlas ¿sabes? Les gustarás porque eres tú.

—¿Qué clase de cosas? —Su novio luce genuinamente confundido por el comentario, Eiji alza la copa de vino solo para encontrarla vacía. ¿Cuántas se tomó?

—Ya sabes... —Las orejas le arden—. Sobre nuestro matrimonio. —La palma de su novio se empapa de sudor, delatando sus nervios. Esa fachada repleta de galantería no tarda en desmoronarse para dar pie a una faceta mucho más adorable.

—¿Sería muy malo? —Ash lo musita bajito, agitando sus botines contra los bordes del sofá.

—¿Eh? ¿A qué te refieres?

—¿Sería muy malo que me quisiera casar contigo? —No puede creer que le haya preguntado eso—. Sé que no hemos hablado del tema, ni siquiera me gusta el matrimonio, pero Max me dijo que era obvio entre nosotros dos y yo también lo creo así que... —La lengua se le enmaraña, eso le roba una risa. ¿Existe algo más adorable que el imponente lince de Nueva York hecho un desastre? Apuesta su vida que no—. Eres bonito y sería bonito pasar el resto de nuestras vidas juntos.

—Necesitas proponérmelo de manera más romántica para que funcione. —El pánico se esfuma en dulces caricias, Eiji ha empezado a trazarle pequeños círculos por encima de los nudillos, son ásperos y yacen repletos de cicatrices, cicatrices del combate que le dejó Arthur en Coney Island, cicatrices del último encuentro que tuvo con el coronel Fox—. O te rechazaré. —Cicatrices que él ama.

—¡Eiji! — Él gimotea, amurrado—. Bien, te lo propondré delante de todo el mundo en la biblioteca pública. —El moreno bufa, entretenido.

—Entonces te rechazaré, es una terrible propuesta. —No alcanza a sacarle la lengua para poderse burlar, Aslan ya le ha apretado las mejillas para estamparle un beso por encima de los labios—. ¡Hey! ¡Eso es trampa! —El bochorno no tarda el quemarle hasta la nariz, estos besos sorpresas son un inconveniente, se están convirtiendo en una mortífera adicción—. Al menos avísame. —Él deja caer su frente contra la de su novio.

—No tiene gracia avisarte, así no puedo ver tus pucheros. —Esos mechones increíblemente dorados se enredan entre sus pestañas, lo pone nervioso tenerlo cerca, tan cerca que puede saborear el vino en su propia lengua, es mucho más dulce que de la botella.

—Yo no hago pucheros.

—Estás haciendo uno justo en estos momentos.

—¡Que envidia me dan! —Solo al darse vueltas, comprenden que absolutamente todas las amas de casa los están observando, como si fuese la escena romántica de alguna película—. Extraño ser joven y estar enamorada. —Eiji quiere a estas mujeres, lo hicieron sentir bienvenido y más acompañado durante los sucesos que rodearon Corsa, sin embargo, la vergüenza es garrafal.

—No molestes a los chicos o no volverán. —La señora Owens regresa de la cocina, hay un pastel de carne humeando entre sus manos, se encuentra usando unos guantes con un estampado de Nori Nori, ella le guiñe un ojo, agradeciendo silenciosamente el regalo—. Pero me alivia haber conocido a Ash, no aprobaría a cualquier muchacho para nuestro Eiji.

—Es verdad, nuestro Eiji es demasiado valioso. —¿Cuándo se volvieron tan aprensivas? Tal vez es por la brecha intergeneracional. Después de todo, sus hijos nunca las visitan, él tampoco visita a su madre—. ¿Saben que sería romántico? —Aslan alza una ceja, intrigado.

—¿Qué tiene en mente?

—¡Un baño de pareja!

—¡¿Qué?! —Eiji entra en pánico—. No, nosotros nunca podríamos...

—¡Es una maravillosa idea! —Jodido Ash, piensa, planificando cómo llenar la casa con calabazas—. Este bombón y yo estaremos más que encantados con probarlo, las bañeras de este condominio son bastante grandes ¿no?

—¡Sí! Deberían comprar bombas de baño y velas para el ambiente. —¿Por qué diablos están hablando de estos temas? Lo único que Eiji quiere hacer es pararse, robarse una botella de vino de la cocina y meterse bajo las sábanas con un buen manga.

—¿Puede ayudarme haciéndome una lista?

Diablos no.

—Sería un placer.

Definitivamente no.

—Gracias, señora Coleman.

Por supuesto, acaban en una tienda de productos para el baño.

Eiji no comprende la repentina necesidad de Aslan de seguir con esto adelante. ¿Para qué negarlo? Él se encuentra mortificado por el miedo. Lo ha escuchado tantas veces, cómo llora cuando duerme, hecho una bola, como un niño. Llora pidiendo ayuda, a su madre, Eiji fingía que no se daba cuenta, le dolía. ¿Qué pesadillas son las que lo atormentan tanto? ¿Son sobre cómo mató a Shorter? ¿O un recuerdo amargo de una infancia que desconoce? Incluso siendo un ignorante en esto, es consciente de la delicadeza que tiene el contacto físico para Ash. No quiere hacerlo sentir frágil, como si fuese un soldadito de cristal, pero tampoco anhela despertar una memoria dolorosa.

Porque por mucho que lo ame, Eiji sigue siendo un hombre, teniendo el cuerpo de un hombre.

Siendo igual que...

—¿Qué pasa, onii-chan? —La voz de Aslan le eriza los vellos de la nuca, se encontraba demasiado absorto revisando algunas sales de baño al azar, aunque claro, es una excusa para apartarse—. ¿No te decides por el aroma todavía? —Una sonrisa agridulce pende de sus labios.

—Estaba buscando alguna con aroma a calabazas para castigarte. —Entonces, su novio palidece.

—¡Eso no existe! —Eiji sonríe de verdad ante semejante puchero.

—Claro que existe, le pregunté a la vendedora. —Las sales entre sus manos desprenden un aroma agradable, lo remontan a su infancia en Izumo, cuando corría descalzo por la playa de Inasa con su hermanita—. Todavía tienen en stock, fue a revisar a la bodega.

—¡Eiji! —El nombrado deja la pequeña bolsa en el escaparate. Es una de esas tiendas de cuidados personales, se encuentra rodeada por una infinidad de cajas bonitas y coloridas, la mezcla de aromas le resulta abrumadora desde que entran, la han elegido porque les queda cerca del apartamento—. ¿Te sientes incómodo por hacer esto? —La tenue chispa de tristeza en la voz de Aslan le presiona el pecho como si fuese una navaja. ¿Quién es para negarle algo?

—No. —Y es verdad—. Solo estoy nervioso. —El alivio que siente al compartir aquello, le quita al mundo de encima. Aún le cuesta buscar apoyo, no porque no quiera, sino porque en el fondo, una parte de sí mismo le grita tenazmente que sus problemas son tontos y pequeños en comparación.

—¿Nervioso? —Aslan alza una ceja, descarado—. Vaya, escribiste en uno de los cupones que querías hacernos pajas mutuas en la bañera y te pones nervioso por esto.

—¿Ah? —Eiji parpadea, atónito.

—Sí. —Ash no duda en mostrarle el cupón—. ¿Ves? Masturbación mutua bajo el agua.

—¡Yo no escribí eso! —Él trata de arrebatarle ese infame trozo de papel, sin embargo, su amante se apoya en la punta de sus pies, convirtiendo esos pequeños centímetros de distancia en un abismo—. ¡Ash! ¡No seas infantil! —El nombrado alza aún más alto el cupón.

—¿Eh? Tienes descaro al ponerte tímido. —Eiji infla las mejillas por la furia, él jura que se encuentra lanzando humo por las orejas a causa de la vergüenza—. ¿Al menos me ibas a invitar antes a cenar? ¿O querías pasar directo al plato de fondo?

—Sabes que yo no lo escribí. —Gimotea—. Seguramente los chicos me gastaron una broma con eso. —Entonces, Ash carcajea, apretando su estómago y arrojando la nuca hacia atrás, dejando expuesto los bordes del cuello alto de su suéter y meciendo sus anteojos hacia el arco de su nariz.

—Eres adorable. —Musita—. De verdad es divertido molestarte.

—Vas a terminar duchándote solo si me sigues molestando.

—Te acusaré con la señora Coleman si eso pasa. —Antes de que pueda refutar—. Me dio su número para que le pidiera más consejos amorosos.

—Ugh.

Los dioses de Izumo lo odian.

Se dedican el resto de la tarde a vitrinear entre los diferentes productos de baño, Ash parece estarse tomando demasiado en serio la presunta tarea, pero tal vez, nunca nadie lo mimó antes en el agua, probablemente, no tiene bonitos recuerdos acerca de compartir una bañera con otro hombre y esta es su manera de luchar contra los demonios. Eiji empuja esos pensamientos lejos de su consciencia, los deja rechinando en el rabillo de su ojo mientras finge que no existen. Últimamente se siente mal, a pesar de haber terminado su semestre, no se profesa como...Él mismo.

—No exageres. —Suspira, sosteniendo una de las velas aromáticas, buscando el último ítem para llevar—. No pasaste por tanto. —Se lo dice a sí mismo.

—Iré a pagar, onii-chan.

—Claro, te espero acá. —Eiji se trata de distraer con la fragancia de las velas.

De repente, quiere vomitar.

Porque la habitación donde lo encerró Golzine con Yut-Lung apestaba exactamente a lo mismo.

Las entrañas se le retuercen, devorándose entre sí para volver a desaguarse, ni siquiera se da cuenta de que deja caer la vela contra el empedrado. Sus palpitaciones se disparan como un tren bala, el sudor le chorrea hacia el cuello, quemándole desde la piel hasta los huesos, cuando al mismo tiempo, los escalofríos lo congelan, él abre la boca como un pez, intentando tomar aire desesperado.

—¿Te parece bien?

Lo ataron a la cama para que no se moviera, lo despojaron de sus prendas.

—¿Qué cosa? ¿Acostarme con él? ¿O dejar que se divierta con nosotros?

Dino Golzine lo tocó un poco, si no hubiesen llegado...

—No es para tanto, Ash también lo ha hecho.

Aslan.

Nunca le contó lo que estuvo a punto de pasar con Dino Golzine.

¿Cómo hacerlo?

Sus pies están demasiado pesados contra el suelo, la tienda da vueltas a su alrededor, no se concibe en su propia piel en estos momentos, es como si se encontrase fuera de su cuerpo, observando lo que ocurre como un mero espectador. Todo está quebrado, irreal. Aunque tiene muchas ganas de llorar, ninguna lágrima escapa. ¿Es un ataque de pánico? ¿Una desrealización? No lo sabe, no tiene 200 puntos de IQ ni suele conectarse con sus emociones. Esa noche murió Shorter encima de él, esa noche, con ese inmundo aroma a velas de jazmín, con cuerdas en sus muñecas, con Dino Golzine a punto de abrirle las piernas, todavía puede escuchar el disparo, sentir el cadáver de su amigo contra su...

—¿Eiji? —Mierda, de verdad está mal—. ¿Qué pasó? —Aslan luce increíblemente preocupado, tiene una bolsita de papel entre las manos. Ya compró, piensa.

—Se me cayó la vela. —Se ríe—. Ya me conoces, solo soy un torpe japonés.

Y no es nada convincente.

La terapia ha pasado por su mente varias veces, incluso Ibe se la ha aconsejado empedernidamente, no obstante, ayudarse es duro. Sabe que para apoyar a Aslan primero él mismo debe estar bien. Le toma mucho trabajo salir de sus creencias pasadas, aunque en Japón quiso buscar soporte luego de su lesión de tobillo, las respuestas fueron estigmas: "¿Qué tan dura puede ser tu vida? ¿Qué tantos problemas puedes tener si eres un estudiante? No te falta nada, te lo hemos dado todo". Más con un novio tan fuerte, pedir una ayuda extra lo hace profesarse aún más...Débil.

No es momento para pensar en esto.

Baño de parejas.

Eiji vuelca hasta la última pizca de su concentración en crear un ambiente agradable en la tina, han comprado algunas bombas de baño con brillantina y varias velas de colores, la atmósfera es íntima, extraordinariamente romántica. Él mira el agua, una densa capa púrpura ha teñido la superficie, eso lo alivia, no cree que su corazón lo soporte de otra manera. Aslan es el primero en desprenderse de sus prendas para entrar, escucha a la espuma chorrear apenas se mete dentro de la tina, eso lo pone nervioso. La llave yace cortada, su lugar al otro extremo de la bañera lo espera. Entonces, toma una honda bocanada de aire antes de quitarse la polera.

—Vaya. —Ash se halla con una sonrisa descarada contra el extremo de marfil—. No había visto esos abdominales. —El comentario lo hace enrojecer de pies a cabeza.

—¡No mires! —Él le arroja la camisa en la cara—. Idiota. —Y su novio se da vueltas, sin dejar de reír.

Quedan uno frente al otro en la bañera, sus piernas chocan con timidez bajo el agua, Eiji se hunde hasta la nariz, la espuma se concibe especialmente caliente escurriendo hacia su flequillo, el corazón le golpetea con tanta fuerza que teme desatar una marejada. Acerca sus rodillas hacia su pecho para abrazarse, a pesar de la desmesurada vergüenza, en lo único que logra rumiar es en su miedo. El incidente en el centro comercial lo ha vuelto consciente de su propia vulnerabilidad, ahora sabe que tiene demasiadas cicatrices abiertas, cicatrices que cada día lo rompen un poco más y...

Tiene el cuerpo de un hombre.

El cuerpo de los monstruos que lastimaron a Ash.

Si lo rechaza, no cree poder resistirlo.

De eso se trata todo ¿no? Eiji está jodidamente asustado de que esto lo termine de desmoronar, las reacciones que su novio tiene no son voluntarias, surgen a raíz de un doloroso trauma, eso es mucho peor, porque enojarse por algo que ni siquiera es voluntario lo hace sentir tan inhumano, indagar la intimidad de pareja da mucho miedo. Seguramente, si fuera una mujer sería más simple, se lamenta.

—Odias esto, ¿no? —El moreno alza el mentón, encontrando a Ash con una mirada que le rompe el corazón—. Lo siento, debí preguntarte antes pero me dejé llevar.

—No es eso. —Las inseguridades se le atoran en la garganta, clavándose como espinas, negándose a salir—. Me doy miedo. —Se rasga tras tirar de estas, sangrando dolor—. Me da miedo que yo te de asco. —La expresión de Aslan no tarda en suavizarse—. Soy un hombre ahí abajo ¿sabes?

—Eiji... —Y en lugar de reprocharlo—. Mi tonto, Eiji. —Puede jurar que ambos se encuentran a punto de romper en llanto—. Ven acá. —Le extiende los brazos del otro extremo de la bañera, le aterroriza la idea de atravesar ese abismo para ser efectivamente rechazado. Así como le ocurrió en la tienda, estar jodido no es voluntario ni deseable, solo pasa.

—Bien. —Pero de todas maneras, obedece. La espuma cae contra el piso, la brillantina les ha teñido la piel. Eiji se acomoda entre las piernas de Aslan, apoyando su nuca contra esa fornida espalda, se le corta la respiración ante tan estridente palpitar.

—No te guardes esas cosas para ti. —Se queja, presionándole un beso contra el hombro desnudo.

—¿No te sentirías más cómodo con una pareja femenina? —Ambos saben de dónde surge la pregunta—. ¿Más seguro...?

—No. —Ni siquiera vacila—. Nunca nadie me ha hecho sentir tan seguro, amado y valioso como tú. —La sinceridad en esa confesión lo abruma—. Te amo, Eiji Okumura. —Él sonríe, apenado.

—También te amo. —Y de repente, se siente como él mismo otra vez—. Ahora, déjame lavarte el cabello.

El cuerpo de Aslan se encuentra repleto de cicatrices.

Cicatrices que conoce a la perfección, como aquellas que le hizo Arthur o Eduardo L. Fox, cicatrices que desconoce, esas de una infancia repleta de crueldad, cicatrices grandes y pequeñas, cicatrices que colorean una constelación de esperanza. Las de Aslan son externas, las de Eiji son más internas. Y así como Ash adora cada una de esas cicatrices que todavía le cuesta mostrar, él se dedica a adorar cada cicatriz que encuentra, las talla con gentileza, repasándolas con jabón floral antes de besarlas, se asegura de besarlas absolutamente todas, de hacer sentir cada una de sus cicatrices bienvenidas y adoradas. El temor queda de a poco atrás.

Se dedican a lavar y amar sus cicatrices en silencio, hasta que quedan arrugados en el agua.

Porque más que un baño de parejas, esto es una sanación de almas.

Los siguientes dos capítulos que se nos vienen son medios intensos, pero recuerden que es un flufftober so relax, es normal de vez en cuando decaer, sería patologico seguir como si todo estuviera bien en la vida, recuerden, todo acá fluctua y eso es lo importante, no borra los avances. Muchas a quienes leen.

¡Nos vemos mañana!

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