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12. Promise rings.

¡Hi!~ Ayer me morí, pero hoy regreso con doble actualización porque no caeré en mitad de esta dinamica, no cuando me hace tan feliz este fic y tiene un desarrollo tan bonito, así que ojala me aguanten, muchas gracias a quienes se toman el cariño para leer.

¡Espero que les guste!

—Entonces... —Aslan baja la taza hacia el platillo con violencia, la brutalidad del impacto consigue que las gotas de té matcha se desborden hasta ensuciar sus jeans, la imagen le recuerda a una marejada en una tormenta, extraordinariamente salvaje e impredecible, igual que sus sentimientos en estos momentos—. ¿Cómo va la universidad?

—¿Qué haces en mi casa? No recuerdo haberte invitado. —No puede creer que Eiji le hubiese dado la dirección al enemigo. Claro, probablemente ya la conocía considerando que este desgraciado fue quien contrató a Blanca para que los apartara.

—Vaya que eres frío. —Se hallan sentados en los gigantescos sofás de la sala de estar, acababa de llegar de clases cuando se encontró con semejante traición. Odia que Yut-Lung esté aquí, invadiendo su intimidad, los síntomas de estrés post traumático erupcionan por cada poro de su piel, explotará, piensa—. Dino solía presumir la clase que tenías, decía que su mascota estaba bien educada.

—¡Suficiente! —Estampa la taza contra la mesa—. Fuera de mi hogar. —El joven Lee se limita a sonreír, jugueteando con sus cabellos una y otra vez, enfocando su atención en Eiji.

Su Eiji.

Ash no es una pareja celosa, al contrario, adora que Eiji sea libre, esa fue la primera cualidad que lo maravilló de este terco, le recuerda a un pajarito, extendiendo sus alas incluso bajo la tormenta, volando contra la corriente del viento, siguiendo con las alas quebradas. Adora que Eiji sea libre. Por eso, cuando siente alguna pequeña punzada de celos se la prohíbe y la inhibe, diciéndose a sí mismo que mientras su novio sea feliz, también lo será. Pero Yut-Lung es un caso completamente diferente.

Ash odia a Yut-Lung.

¿Cómo no hacerlo?

Por su culpa Shorter no solo murió, sino que usaron su cerebro para investigar esa droga de mierda. Perdió a la mitad de sus subordinados y casi pierde al amor de su vida, eso es imperdonable. Shorter todavía es un tema delicado, incluso para Eiji, a veces lo escucha gimotear entre pesadillas o llamarlo llorando. No está listo para pensar en esa pérdida, no la quiere abrir en terapia, ni tiene la intención de mirarla. Y aún así, es incapaz de perdonar a Yut-Lung Lee. Alguien le dijo que eran dos caras de la misma moneda, la idea le parece hilarante, el amanecer que lo absorbe todo contra la luna que gobierna el silencio de la oscuridad. Blanca le dijo que la única diferencia entre ellos dos es que él sí se había atrevido a amar.

Ja.

Que montón de mierda.

¿Qué Yut-Lung es un Ash Lynx sin un Eiji?

¡Por favor!

Aslan nunca le hizo daño a alguien adrede, por muy herido que estuviese, por mucho rencor que guardase, evitó lastimar a los inocentes. El recuerdo de la correccional le pone los nervios de punta, usó a uno de los reos a su merced, jugó con él seduciéndolo, tenía 14 años cuando pasó. Niega, no cuenta, esos cerdos no eran inocentes, mucho menos merecían piedad.

Por ende, él y Yut-Lung no son ni remotamente similares.

—Eiji. —Odia la manera en que ese sujeto ronronea el nombre de su adoración—. Ash está siendo grosero conmigo, haz algo. —Mucho más la manera en que escupe el suyo. La sangre le hierve como si fuese un volcán activo cuando lo ve abrazarlo por los hombros. Lo odia, lo odia, lo odia.

—Cariño, dijiste que lo intentarías. —Sí, sí, recuerda esa conversación. Racionalmente entiende que es relevante llevarse bien con este histriónico por el bienestar de Nueva York, Sing puso su pellejo en juego por él, Chinatown ya no es un caos y el resto de los Lee han muerto. ¿Histriónico? No, más bien limítrofe.

—Bien, tienes razón. —Así que se obliga a sí mismo a volverse a sentar, ha cruzado los brazos contra el pecho, amurrado. La primera vez que lo conoció, Shorter le dijo que se parecía a Eiji, eso siempre fue risible para el lince de Nueva York.

Un pajarito y una serpiente venenosa no tienen ni una maldita cosa en común.

—Entonces... —Yut-Lung sonríe contra la taza de porcelana, impresiona estar disfrutando de aquella tortura y seguramente lo hace, es un sádico malicioso—. ¿Cómo te está yendo en la universidad?

—De maravilla. —Es cortante y seco.

—¿Eh? —El más joven alza una ceja, aunque se encuentra a solo unos centímetros de Eiji, Ash puede jurar que está tratando de pegársele encima, como un parásito, piensa—. No seas modesto, Sing me dijo que eres el mejor de la facultad, incluso acabaste el semestre con honores.

—¿Te sorprende? —El platillo resuena otra vez.

—Para nada. —Eiji siente que no puede respirar entre estos dos, el aire escasea y la tensión lo va a matar—. ¿Cómo te está yendo a ti, onii-chan?

—¿Cómo lo llamaste?

Onii-chan. —Ese apodo es la maldita gota que rebasa su paciencia—. ¿Algún problema? —Yut-Lung parpadea con falsa inocencia, igual que cuando se hizo pasar por el hijo de Dawson—. Significa hermano mayor en japonés, vaya, pensé que eras un genio. —Ash tensa sus manos contra los bordes del sillón, si tira más fuerte va a arrancarle el relleno y a desgarrar las fundas.

—Sabes que yo lo llamo así. —Sus sentimientos erupcionan desde lo más profundo de sus entrañas. Yut-Lung se apega con malicia al japonés, sus dedos se entrelazan. Va a explotar, al carajo la terapia y todas esas jodidas técnicas de mindfulness, quiere explotar.

—No veo un anillo que lo una a ti, Lynx. —Odia la facilidad con la que puede tocarlo—. No veo exclusividad entre ustedes dos. —Odia que Yut-Lung también esté traumatizado y no parezca tener ninguno de sus complejos con respecto a la intimidad.

—Largo. —Se lo advierte una última vez—. He tolerado demasiadas faltas de respeto de tu parte, no te quiero volver a ver. —El más joven se sacude el suéter y se tira el cabello hacia atrás.

—Me divertí bastante hoy, Eiji. —Una sonrisa genuina rompe la fachada venenosa que tanto lo caracteriza, luce joven y dulce—. Espero que me invites otra vez. —Su amante también se levanta del sillón, ayudándolo a acomodarse antes de salir del apartamento.

Odia a Yut-Lung.

Lo odia, lo odia, lo odia.

¡Lo odia!

Mentira.

Más que odiarlo, odia las similitudes que ve reflejadas. No son las dos caras de la misma moneda, sino un espejo de doble faz que irradia las mismas desgracias. Aslan sabe que no fue culpa de Yut-Lung la muerte de Shorter, seguramente le abrumó la relación que vio entre él y Eiji, por eso se empeñó en destrozarlos. ¿Cómo amar si odió toda la vida? ¿Cómo abandonar el sendero del destino si nadie le mostraba el camino? Sino hubiese conocido a personas tan bondadosas, empezando por Shorter en la correccional, habría terminado tan lleno de saña como Arthur. Por eso, no odia a ese niñato berrinchudo.

Pero sí le desagradan las maneras en que hizo las cosas.

—¿Estás enfadado conmigo? — Ver a Eiji con la cabeza gacha, con un puchero entre los labios y esos ojitos de ciervo brillosos, es un disparo justo al corazón. Dios, quiere tanto besarlo—. No sabía que llegarías tan temprano, por eso Yue seguía aquí. —Así que se levanta para acunarle las mejillas, son suaves y están calentitas.

—Nunca entenderé cómo puedes llevarte bien con él.

—¡Yue no es malo! —Que lo defienda despierta un sentimiento incómodo en sus entrañas—. Pero no sabe convivir. —Al ser incapaz de lidiar con esos nacientes celos, aprieta la nariz de botón de Eiji como respuesta—. ¡Auch, eso duele! ¡Ash! —Eiji patea el piso, conteniendo una pataleta, lindo.

—No sé si algún día voy a poder soportarlo.

—¿Odias que seamos amigos? —, quiere decir.

—No. —Sin embargo, no lo hace. Porque no quiere que Eiji sea suyo, ni siquiera que se quede a su lado para siempre si eso atenta contra sus deseos, lo único que anhela es verlo feliz—. Solo es extraño verlos en ese plan, ya sabes, te trató de asesinar. —Y si eso implicaba tolerar a Yut-Lung, lo aceptaba.

—Lo sé. —Eiji lo rodea entre sus brazos, el movimiento le parece increíblemente tramposo y descarado—. Es importante que nos llevemos bien con él, es quien tiene el control de Chinatown.

—Bajo el mando de Sing.

—Por ahora. —Ash bufa, escondiendo una pequeña sonrisa cuando siente la nariz de Eiji contra la suya, no tiene que mirar hacia abajo para saber que se ha alzado en la punta de sus pies.

—¿Crees que somos iguales? ¿Es eso? —Niega.

—Son muy distintos. —El tono lo ofende ligeramente, sus dedos navegan alrededor de la espalda de Eiji, es pequeña pero fornida, sus músculos de atleta todavía se delinean a la perfección.

—¿Entonces? Sé que hay algo más.

—Creo que a Yue le aterra el abandono, y al mismo tiempo, necesita desesperadamente que alguien permanezca a su lado y le demuestre lo contrario, es un sentimiento de vacío crónico bastante destructivo. —Él se ríe—. Me recuerda un poco a mí para serte franco.

—¿A ti? —Aslan parpadea, nunca se le hubiese ocurrido esa idea—. ¿Por qué?

—Antes de venir a América, me sentía similar por la lesión. —No es necesario preguntar más del tema. Aunque no ha indagado con sumo detalle, lo que Eiji le ha relatado se asemeja a un cuadro anímico depresivo—. Es una tontería comparar mis pequeñeces con esto, lo sé, pero... —Lo detiene.

—Basta. —Y calla sus protestas con un beso—. ¿Por qué eres tan terco? Tus problemas son grandes, deja de empequeñecerlos. —Un beso se convierte en una infinidad de besitos sobre esos regordetes mofletes. Aslan lo estrecha entre sus brazos, impidiendo que se escape.

—¡Ash! —La risa de Eiji le quema contra el cuello, incluso en medio de esta ridícula guerra de caricias no lo ha soltado—. ¡Basta! Se te está haciendo una mala costumbre. —Le encanta esta costumbre.

—Aunque Yut-Lung tenía razón en algo. —Entonces, las risas cesan para que se ahogue en esos grandes ojos cafés, irónico ¿verdad? Las cosas oscuras solían darle miedo y ahora son sus preferidas. Y simplemente lo sabe, sabe que aceptaría cualquier cosa que este terco estuviese dispuesto a darle con una desmesurada gratitud, porque lo ama—. No tenemos algo que demuestre nuestra relación.

—¿A qué te refieres?

—Anillos de pareja. —Ambos sonríen, avergonzados—. Yo... —Es turno de Eiji de silenciarlo con un beso.

—Me encanta la idea.

«Anillos de promesas».

¿Qué tal?

Sí es un cupón.

Bajan al estacionamiento tomados de las manos, aunque Aslan suele tener la temperatura corporal extraordinariamente helada, se encuentra sudando a montones. Ninguno logra entablar contacto visual, ambos se sienten como si estuviesen haciendo alguna travesura romántica, como si fuesen Julieta escapándose de su hogar o un príncipe fugándose de su destino.

No tardan en distinguir el auto deportivo, Dino Golzine se lo regaló al cumplir los 16 años, debería haberlo depreciado, sin embargo, le agrada el cacharro. Los focos tintinean apenas presiona la llave, profesándose especialmente galante, le abre la puerta a Eiji, una risita nerviosa es la respuesta que le da. Y es así de fácil, la ira que se hallaba hirviendo gracias a Yut-Lung desaparece ante la suavidad de esos ojitos cafés. Mentira, se esfumó durante su guerra de besos. Ash se desliza por los brillantes asientos de cuerina, los pedales ronronean bajo sus converse rojas, se concibe como el protagonista de una maldita comedia romántica y eso le encanta.

—Se siente bien poderlo conducir con una licencia legal.

—¿Ah? —Eiji parece caer en la cuenta de lo obvio—. ¿Significa que todo este tiempo...? —Lo procesa lentamente, conectando las piezas con una impresionante pesadez.

—Vaya, finalmente se te prendió el foco, onii-chan. —Sus manos aprietan con fuerza el volante, el cuello de su chaqueta de mezclilla le cosquillea bajo el mentón, arrojando una corriente eléctrica por sus venas—. Te demoraste en darte cuenta.

—¡Ash! ¡Pudimos habernos metido en problemas! —El comentario le da ternura. Porque claro, usar una licencia falsa de conducir era el mayor de sus problemas cuando la mafia los perseguía.

—¿Pudimos? —Entonces, Aslan saca su billetera—. Todavía podemos meternos en problemas. —Su licencia de conducir sigue siendo falsa, igual que su identidad. Pero al menos, su edad es real.

—Eres un novio terrible. —Gimotea, cruzando los brazos contra el pecho e inflando las mejillas. Ash tiene muchas ganas de llenarlas de besitos en este momento, su amante tiene razón, se le ha vuelto una costumbre, no, una mortífera adicción.

—Un novio terrible. —Pone su mano en el embrague, rozando levemente la del moreno—. Al que amas. —Eiji rueda los ojos, fingiendo molestia.

—Tienes razón. —Ama la facilidad con la que le expresa sus sentimientos—. Te amo, Aslan.

—Y yo te amo a ti. —Y ama la facilidad con la que ha empezado a expresar los suyos.

Nunca lo imaginó.

Lo ha trabajado en terapia, sabe que cada persona tiene maneras diferentes de manifestar el cariño a sus seres queridos. ¿Hola? Tiene 200 puntos de IQ, por favor. Sin embargo, él jamás se imaginó la posibilidad de que le gustase el tacto, de hecho, ni siquiera la había querido considerar gracias a un crudo reconcomio de traición hacia su inocencia. Porque tocar a los demás es...sucio.

Durante su estadía en la mansión de Dino Golzine recuerda haber tenido un colapso mental, se dijo que era como un inodoro, recibiendo el semen de todos cuando se les diese la gana, que no sabía hacer otra cosa además de chupar penes, eso lo desbordó. Ash es un experto manteniéndose fuerte, pero esa situación, solo lo rompió. Aprendió que esos sentimientos venían de su oscura infancia, si nunca fue tocado con gentileza, ¿cómo de adulto no le aterraría que lo tocaran? Por eso, el simple pensamiento de ser una pareja empalagosa le provocaba arcadas.

Cuando realmente Aslan es un novio cariñoso, o al menos, eso ha empezado a ser, por libre elección.

Ama tocar a Eiji.

Ama besar a Eiji.

Ama mimar a Eiji.

Ama ahogarse en Eiji.

Ama a Eiji y todas las formas posibles de amarlo.

Pero le es arduo, existen una infinidad de prejuicios hacia lo que una víctima de abuso sexual puede o no puede hacer, al carajo. ¿Qué les importa? Es su jodida vida, hará lo que quiera con su libertad. Lo terrible, no son los demás, sino los prejuicios internalizados, esa vaporosa voz en su propia cabeza repitiéndole constantemente lo que puede y no puede hacer. Si bien, sigue escuchándola de vez en cuando, cada vez es menos sádica, y cada vez es más amable.

—Aslan, cariño. —Su novio lo llama con ese tono suave, ese que se le derrite como miel en la lengua y lo embriaga más que el licor.

—¿Sí? —Han llegado al centro comercial, se encuentran paseando frente a los distintos escaparates.

—Te pregunté si necesitabas más materiales para la universidad, podemos comprarlos. —Oh, se han detenido frente a una librería—. ¿Tu semestre terminó de manera oficial? —Aslan asiente.

—La serpiente venenosa tenía razón, lo cerré con honores. —Una pizca de celos chispea en su voz.

—¡Ash! —Eiji vuelve a patear el piso—. No le digas así, Yue es un buen chico. —Se encuentra usando uno de esos suéteres mullidos con un espantoso estampado de Nori Nori, se cuestiona si usará esa caricatura hasta que tenga cien años y sonríe ante la idea, porque se lo imagina a la perfección.

—Bien. —Es ahí cuando nota que está temblando, aún con calefacción general, hace frío—. No necesito nada, mis clases acabarán pronto. —Así que se saca su chaqueta de mezclilla y la presiona levemente sobre los hombros de su novio—. ¿Tú necesitas algo?

—No. —Esas mejillas regordetas no tardan en ser salpicadas por un estridente carmesí—. Gracias por la chaqueta, tenía frío.

Le encanta la manera en que Eiji luce con su ropa, la forma en que la mezclilla se amolda a sus curvas pero lo hace lucir aún más pequeño al mismo tiempo, cómo sus mangas penden hasta esconder sus dedos y los bordes le cubren hasta los muslos, dichosa diferencia de tamaño lo hace increíblemente feliz. Significa que él está creciendo, no luce como un niño, ni tiene que hacerlo.

—Deberíamos ir a Cape Cod en nuestras vacaciones. —Que él traiga el tema remece demasiadas emociones en su interior—. Para buscar los poemas de Griffin. —Porque así es este terco, siempre antepone las necesidades de Ash a las suyas, eso lo hace sentir más amado de lo que merece.

—Tienes razón. —Aslan tiene que estirar sus dedos debajo de la chaqueta para encontrar los de su pareja—. Eiji... —Las joyerías están cerca—. Hemos andado bastante bien durante este tiempo. —Demasiado bien. Sus pensamientos intrusivos surgen con una negatividad mortífera.

—Lo hemos estado. —Él no parece notarlo.

—Sí... —Ni tiene que hacerlo, cada quien es su propio mundo de problemas—. No siempre estaré así de bien. —No es pesimista, pero las recaídas son un riesgo en todos los trastornos mentales, la inmovilidad es una mera ilusión. Así como nadie es miserable durante todo el tiempo, nadie es feliz todo el tiempo.

—¿Por qué me dices esto?

—Estoy en la parte más sensible de mi terapia. —Barba Azul, finalmente se encuentra abriéndolo con una profesional, es jodidamente duro tener que reabrir esa herida mal cerrada, limpiar la carne fresca para volverla a cerrar—. Así que es probable que hayan síntomas más duros. —Él se encoge en su polera, se siente increíblemente vulnerable y pequeño al mencionar aquello—. Lo siento.

—Ash. —Pero entonces, el moreno se alza en la punta de sus pies para acunarle las mejillas—. Dije para siempre ¿no? —Y le bastan esas dos palabras para desmoronar su inseguridad.

—Eiji...

—No puedo prometerte que no me cansaré o que siempre reaccionaré bien, porque soy una persona y me agoto. —Mencionó algo similar durante su incidente con el alcohol, piensa—. Pero sí puedo prometerte apoyarte lo que más pueda para que atravesemos esto juntos. —Aslan no puede creer la suerte que tiene, él se restriega contra las palmas de su novio, son suavecitas y calentitas, las ama.

—Gracias. —Ama que le recuerde que vivir vale la pena, ama que lo impulse a salir de esa metáfora autoimpuesta de leopardos o de prejuicios de abuso—. Tú también puedes apoyarte en mí, lo sabes ¿verdad? No me romperé porque me cuentes tus problemas, quiero ser bueno para ti.

—Lo eres.

—Quiero ser mejor para ti. —Lo interrumpe—. Por favor, déjame.

—Prometo intentarlo. —Y aunque es Eiji quien lo sostiene, es quien también luce apenado—. Los anillos son perfectos para cerrar esta promesa.

—Es verdad. —Los bordes de la chaqueta le raspan las orejas cuando le acomoda un mechón detrás, apenas dejan a la vista esas yemas cobrizas, le da risa y ternura—. Quiero grabarles algo.

—¿Qué es? —Eiji lo mira con esos ojitos repletos de curiosidad.

—Ya verás.

Y Aslan encuentra otra manera de decirle que lo ama sin usar esas palabras.

«Mi alma siempre estará contigo».

En la tarde nos veremos otra vez con cosas más intensas y otras más tontas, insisto, me gustan mucho estos capítulos. Muchas gracias por todo el cariño.

¡Nos vemos en un ratito!

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