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11. First time (no sex).

¡Hola mis bonitos lectores! Efectivamente colapse por el estrés pero lo veía venir, no sobreviviré de acá a mi examen, yo sé, pero lo bueno es que los dos siguientes capítulos son bien bonitos, me hicieron muy feliz escribirlos, así que espero que les gusten.

—¡Ash! ¡Ya basta! —Pero él no se detiene—. ¡No puedo respirar! —Las carcajadas de Eiji inundan la habitación, sus manos se deslizan por el pecho de su novio, es fornido pero delicado, le encanta. Aunque claro, le encanta absolutamente todo acerca de este hombre—. ¡Ash!

—Tú empezaste. —El más joven salpica una galaxia entera de besitos entre las mejillas de su pareja, son suaves y regordetas, son perfectas para ser besadas, piensa—. Tú me estabas seduciendo.

—Estaba leyendo en la cama.

—Pero te veías lindo mientras leías con esos anteojos de botella. —Eiji rueda los ojos, divertido—. Siempre te ves lindo. —Una risita nerviosa se acribilla contra su cuello, la estática es intoxicante.

Aslan se encuentra arriba del moreno, con las piernas acomodadas a los costados de su cadera, ha desatado una guerra de mimos que los ha dejado con los labios hinchados, es inesperado. Primero, fueron caricias vacilantes, casi tímidas. Estuvo a punto de congelarse, sin embargo, Eiji le sonrió con esa mirada de enamorado y asintió, como si le estuviese dando el control sobre el ritmo que deseaba marcar en la relación, igual que con los cupones, un gesto extraordinariamente infantil que le punza el corazón. Así que se atrevió a tantear aún más lejos, a palpar con hambre y desesperación.

Y acá están.

—Pensé que tenías que terminar tu tarea.

—Puedo terminarla en un segundo. —Eiji esboza un puchero molesto ante semejante presunción, eso le roba una sonrisa, sus palmas se entrelazan con una suavidad discrepante al calor—. ¿Celoso, onii-chan? —El aludido chasquea la lengua, conteniendo un berrinche entre labios temblorosos.

—Para nada, yo igual puedo terminar mi tarea así de rápido. —Miente y se le nota.

—Aja. —Así que Ash lo molesta—. A la velocidad que lees inglés, podrás terminar tan pronto Michael se jubile. —Un tic nervioso nace entre cejas fruncidas, él adora molestar a su dulce novio, hacerlo rabiar es una de sus cosas favoritas en todo el universo.

—Eres un idiota.

—Con 200 puntos de IQ, muchas gracias.

¿La única cosa que adora más que fastidiarlo?

Besarlo.

Oh sí, Ash Lynx se ha vuelto adicto a los besos de Eiji Okumura.

Sería sencillo decir que adora las caricias de este chico y ya, no obstante, hay sutilezas en las que le encandila perderse, detalles que ha desglosado como un creyente taciturno de un milagro en apogeo.

Primero está la manera en que Eiji sonríe con los ojos antes de ser besado, eso le resulta sumamente seductor, algunas arrugas salpican el cobrizo de su piel, haciéndolo lucir aún más bonito, sus pupilas se encienden con un brillo que es francamente arrebatador, se delinean con la forma de media luna y lo aturden, ama verlo sonreír con los ojos antes de besarlo, eso le roba el corazón. Los pequeños hoyuelos que nacen durante sus sonrojos antes de ser acariciado, son medrosos, casi inexistentes, y aun así, limpian la inmundicia de su alma. Largas pestañas que chocan con su nariz mientras es besado. Manos que exploran con curiosidad su cuerpo en este intercambio. Muslos que se contraen en short ajustados a causa de la excitación. Latidos realmente rápidos. Y sus labios. Dios, sus labios.

Ash cree que puede besarlo por siempre y está seguro de eso.

A veces, tienen un leve dulzor impregnado, como el café con leche que desayuna en las mañanas o los panecillos que se come a escondidas cuando cree que no lo ve. Otras, tienen un sabor pesado, a natto para ser precisos, si bien, eso nunca lo ha detenido a besarlo, no es su predilecto. Ensalada de aguacates con camarones, dentífrico, días helados, perritos calientes, risas azucaradas, pucheros frustrados. Aunque existe una infinidad de sabores que ha probado de esos labios, hay un sabor en particular que acaba con su cordura y lo hace jodidamente adicto. El sabor «Eiji Okumura», delicioso, es simplemente intoxicante y maravilloso.

—¡Tiempo! ¡Necesito respirar! —Contemplarlo retorcerse por sus besos contra la cama lo llena de una satisfacción desconocida, no es incómoda, ni intimidante, sino bonita—. ¡Aslan! —Su nombre se derrite como azúcar en su lengua, el calor le golpea las orejas. De pronto, le cuesta respirar.

—Tú ganas. —Ash parpadea, confundido cuando Eiji intercambia las posiciones y ahora es él quien se encuentra apoyado contra la cama.

—Tú te lo buscaste. —Entonces, su novio procede a llenarle las mejillas de besos y hacerlo reír por la suavidad del roce, estos instantes de comodidad y ternura le rebalsan el alma de puro amor. Sus palmas se acomodan en la cintura del contrario, aunque es más pequeño, sus músculos de exatleta se notan a la perfección—. Dijiste que querías ir a la biblioteca hoy, incluso usaste un cupón trampa.

—Ir a una cita no es un cupón trampa. —Se defiende.

—Las citas en la biblioteca no son citas reales. —Eiji le regala un puchero ridículamente adorable, el pecho le presiona con lentitud por lo lindo que es. No duda en acercarlo hacia sus labios.

—Claro que son citas reales. —El colchón cruje, delatando tan descarados movimientos—. No te quejaste durante nuestra primera cita. —Sus narices se rozan en un beso esquimal, esos toques son electricidad líquida directo a su columna vertebral—. Cuando leímos juntos a Hemingway hasta que la biblioteca pública cerró. —El japonés bufa, indignado.

—Fue una terrible cita. —El orgullo le punza con violencia—. Solo porque te amo acepto estas citas poco románticas.

Te amo.

Sin importar las veces que escuche esas dos palabras, es incapaz de creérselas. ¿Qué ha hecho para ser merecedor del amor de Eiji Okumura? No lo sabe. Y en estos momentos, teniendo a semejante belleza encima de su regazo, no puede importarle menos.

—¿Puedo besarte en la biblioteca? —Es un bastardo afortunado y ya.

—Solo si quieres que nos echen.

—Valdría la pena. —Saborea su sonrisa entre dientes, lo tiene increíblemente cerca y quiere besarlo un poco más. ¿Qué sabor tendrá?—. Valdría la pena si te pudiera besar para siempre.

—¿Quién diría que eres un romántico?

—¿Ves, onii-chan? Subestimas la galantería de tu novio. —El aludido le acomoda un mechón detrás de la oreja antes de inclinarse, es un roce tenue y delicado, como el aleteo de una mariposa o hálito de girasoles. Aunque Aslan quiere bajar el mentón por la vergüenza, no lo hace, sería un pecado no inmortalizar dicho momento—. Tienes la boca hinchada, Ibe se infartará cuando te vea.

—¿Ibe-san? —Bufa—. Me molestarán por semanas en la universidad. —A él también, ahora que lo piensa.

—¿Presumes a tu flamante novio frente a tus amigos?

—Así es. —Su tono es coqueto, es casi un ronroneo, eso le hierve la sangre—. Presumo mucho a mi novio nerd que me lleva a citas en la biblioteca.

—¡Eiji! —El nombrado carcajea, presionando con fuerza los párpados y apretándose el estómago.

—¿Qué? Es verdad, cariño. —Ash se siente sumamente indignado, así que vuelve a intercambiar posiciones, dejando a este infame japonés a su merced—. ¡Vamos a llegar tarde a la biblioteca!

—Tú empezaste. —Susurra, presionando con los bordes de sus dientes el cuello del moreno, lo siente estremecerse bajo sus brazos y ahogar un jadeo, eso lo divierte—. Y yo lo terminaré.

—¡Ash!

Se besan hasta quedar con los labios hinchados.

La biblioteca pública de Nueva York es su lugar favorito.

Sí, debería despertarle recuerdos amargos, casi se muere desangrado en una de esas sillas, con la carta de Eiji entre las manos, con la sangre escurriendo junto a las lágrimas, sin embargo, no es así. Hay una leve amnesia disociativa que le impide recabar más del evento luego de desmayarse, pero el sentimiento que inundó su corazón luego de leer esa carta, nunca lo olvidará ni lo podrá superar. Fue prácticamente una confesión de amor.

«Mi alma siempre estará contigo».

Por eso atesora con fervencia tan vehemente construcción, fue en ese mismo asiento donde se permitió pensar que tal vez merecía algo mejor. Max también le inculcó esa idea, le dijo que usara sus fotografías del Club Cod, era un hombre muerto, nada podía avergonzarlo, y el anciano en su lugar agarró un encendedor y las quemó, le pidió que lo olvidara y se disculpó, si pudiera olvidarlo ya lo habría hecho, así que lo animó a dejar de atormentarse con eso, lo hizo sentir como si aquello no lo controlase más.

Y ya no lo hacía.

Por eso está intentándolo tan duro ¿verdad? Claro que es difícil ser compasivo consigo mismo, en el fondo se reprocha por no haberse defendido más, incluso siendo un niño, si hubiese puesto más resistencia, si tal vez hubiese insistido más...

Pero no pasó, debe vivir con eso, debe vivir siendo ese niño que no se pudo defender a sí mismo de la crueldad, ese del que tomaron hasta dejarlo vacío, ese cuyo dolor recién ha aprendido a escuchar.

—¿De verdad te divierte esto? —Aslan despega su atención de la tarea, aunque la terminó apenas llegaron, no quiere confesarlo.

—Bastante. —Su atención pende desde las lámparas doradas hacia los murales magnánimos, este lugar es una oda para la gloria, con una infinidad de manuscritos suspendiendo en hileras que llegan hasta el cielo, le fascina—. ¿No deberías terminar tus tareas? —Eiji bufa, se hallan frente a frente en la mesa, con sus manos entrelazadas sobre un viejo libro cuyo nombre olvidó.

—Eso no es de tu incumbencia. —Ah, lo hizo enfadar. Una sonrisa se colorea de manera automática en su boca, sigue hinchada, es una sensación dolorosa y agradable—. Voy a ir a comprar un manga.

—Deberías, porque planeo quedarme a leer toda la noche.

—¡¿Hablas en serio?! —Eiji gimotea, arrastrando sus pies por debajo de la mesa. La bibliotecaria no tarda en hacerlo callar, eso hace que hasta las orejas se le pongan coloradas, lindo.

—Estás siendo poco romántico en nuestra cita. —La fragancia del papel le cosquillea debajo de la nariz—. Hieres mis sentimientos, amor. —Le encanta cómo Eiji sigue avergonzándose cuando le pone apodos empalagosos, incluso cuando fue su idea iniciarlos, parece genuinamente apenado.

—Eres malo.

—Puede ser. —Se burla—. ¿Quieres ir a buscar algún diccionario de plaza sésamo para mejorar tu inglés?

—Solo lo leí una vez. —Se queja—. Una maldita vez y no me has dejado de reprochar.

—Oh, ahora maldices. —Lo molesta un poco más, hasta que las mejillas se le inflan y el entrecejo le retiembla—. Juntarte con Yut-Lung te ha cambiado, es una terrible influencia. —El tiro le sale por la culata, lo presiente en sus entrañas ante tan descarada sonrisa.

—Puedo discutirlo con él mañana. —La mandíbula se le cae, quiere protestar—. Porque me ha invitado a tomar té.

—¡¿Estás loco?! —Es su turno para ser silenciado—. El psicópata pasó medio año haciéndonos la vida imposible. ¿Por qué irías a tomar té con él? —El moreno tararea, restándole importancia al asunto. Ha subido su mochila hasta la mesa, justo al costado de la lámpara.

—Yue es un buen chico.

¿Le sorprende?

No, porque si alguien es capaz de encontrar belleza en la putrefacción es Eiji Okumura. El recuerdo de sus propias fotografías flota hacia su memoria, se pone a comparar las que quemó Max contra las que tomó su adoración, esas que lo hicieron sentir increíblemente amado y...Hermoso. Pero de una manera totalmente diferente al hermoso que le solían dedicar sus clientes.

—¿Aslan? ¿Cariño? —El nombrado alza el mentón, tiene que entrecerrar la mirada cuando se encuentra con el sol, su propio sol.

—Luego de esto te compraré un perrito caliente. —Se lo promete—. Y quiero una compensación de besos si me vas a abandonar para ir a tomar té con una serpiente venenosa como Yut-Lung.

—Es amigo de Sing, tarde o temprano teníamos que aprender a llevarnos bien. —Bufa, indignado. Sabe que aquello es verdad, no obstante, nunca lo admitirá—. Se podrían llevar bien si se conocen.

—Ni de joda.

Eiji no tarda en quedarse dormido en la biblioteca, usa su mochila de almohada, rodeándola entre sus brazos mientras aplasta un libro contra el cierre. Aslan podría haberlo despertado para ahorrarse las miradas feas de la bibliotecaria, pero en su lugar, se dedica a grabar la imagen. Apoya su mentón contra su palma antes de vislumbrarlo, su atención flota desde largas pestañas entintadas hasta un rebelde flequillo esponjado, cae de forma descuidada sobre sus párpados, confiriéndole un aura linda e inocente, la sudadera le queda grande, se la ha robado del clóset, por eso deja a la vista parte de su cuello, su respiración es increíblemente pacífica, tiene la boca abierta, no sabe si es porque le duele o porque a veces babea mientras duerme. Ash sabe que tiene una cara de estúpido en estos momentos, de un estúpido enamorado, eso le encanta.

Reflexiona mientras graba a fuego lento cada facción, Eiji le ha dicho que cuando está sentado en la biblioteca, en silencio, luce sereno, alejado del mundo de la violencia y la lucha, pero solitario, con una soledad indescriptible y sublime. Probablemente, aquello solía ser verdad, sin embargo, ahora...

—Gracias. —Musita, aunque sabe que no lo escucha—. Gracias por no dejarme solo, por quedarte a mi lado a pesar de todo.

Aunque es su imaginación, puede jurar que Eiji le sonríe entre sueños.

Cuando el estómago de su adoración retumba, decide despertarlo para ir a cenar, necesitan recargar energías en un carrito de chatarra. Se sientan encima de las escaleras que dan hacia las estatuas de los leones, esas estatuas que salieron en la película de los cazafantasmas, para comer con serenidad. Aslan arrastra sus zapatillas hacia la grada inferior, se hunde en su camisa de cuadros, permitiendo que el humo del pan se le derrita en los labios.

Tres inmensos arcos de mármol penden desde diferentes extremos de la biblioteca, algunos carritos con comida se han acomodado frente a la feria ambulante, se pregunta si venderán anillos de pareja y le apena su propio pensamiento. ¿Habrá un cupón para eso? Aunque no lo sabe, lo anhela. El lago se logra apreciar a la perfección si se inclina, el clima es agradable, Aslan se halla sufriendo craving de besos. Al principio, le fue insólito aceptar lo mucho que le gustaba tocar a su novio, fue víctima de abuso sexual, ¿con qué derecho...? Luego, mandó esa lógica al carajo.

Lo ama.

No tiene nada de malo querer tocarlo.

—¡Está demasiado picante! —Le da risa que Eiji siga encontrando la mostaza de Nueva York tan fuerte—. Quema. —Él aprieta la nariz, presionando sus párpados, algunas lágrimas escurren hacia sus mejillas mientras saca la lengua para abanicársela.

Entonces, Ash se encuentra a sí mismo haciendo algo que jamás creyó posible. Él se inclina y atrapa la lengua de su novio con la suya en un beso, es un toque torpe por la sorpresa, pero dulce, tiene sabor a mostaza y los hace temblar a ambos, se aparta cuando se les acaba el aire, tiene una sonrisa jodidamente descarada.

—¡Ash! —Él lo golpea, rojo hasta las orejas—. Avísame si vas a hacer algo así.

—¿Por qué? ¿Acaso no te gustó? —La picardía que enciende su tono lo hace profesarse satisfecho.

—No es eso. —Pero quiere escucharlo de sus labios—. Me gusta cuando me besas, solo que casi suelto mi cena. —Claro, pensando con el estómago como siempre.

—Eiji... —De pronto, Aslan decide tantear un poco más—. Sobre la conversación que tuvimos hace poco. —Cuando llegó ebrio luego de beber con Yut-Lung Lee, quiere decir.

—¿Sí? —Él se encoge en el escalón, sus zapatillas liberan un eco rasposo contra la granita.

—Por favor, confía en mí. —Se lo pide, intentando transmitir la misma gentileza e incondicionalidad que recibe de parte de este implacable japonés.

—Ash.

—Sé que a veces me comporto como la mierda, que descargo de manera injusta mi ira sobre ti porque ni siquiera yo puedo lidiar conmigo mismo. —Bien, va poniéndole nombre a sus emociones, la terapia ha ayudado, va reconociéndolas de a poco, tanteando—. Sé que no tienes que aguantar todo esto, que tienes tus propios problemas y esos son importantes, tan importantes como los míos, nunca los quise menospreciar, solo... —Eiji lo detiene, negando.

—Fue una semana difícil. —Se explica, sonriendo detrás de su propio perrito caliente—. Tuve la entrega de mis trabajos finales y estaba bastante estresado, se me acumularon muchas cosas.

—Aun así. —La amargura de los condimentos le chispea bajo la lengua, aturdiéndolo—. Cuando te sientas abrumado puedes contarme. —Lo hiere que haya ido primero con Yut-Lung Lee, es su novio, anhela ser un soporte mutuo para la adversidad—. Quiero apoyarte.

—Me has protegido desde que llegué a Nueva York. —Solo porque lo ha puesto en riesgo, se lo traga.

—Quiero apoyarte de todas las maneras posibles. —Le da una mordida a su pan, silenciando los pensamientos negativistas antes de que puedan estallar—. ¿Puedo ser digno? —Eiji se ríe entre dientes, luce increíblemente nervioso por el comentario, el ocaso lo colorea con suavidad meliflua.

—Mírate, siendo todo un romántico. —Se termina el hot dog—. Lo lograste, convertiste una cita en la biblioteca en una cita agradable.

—Claro que lo hice. —Lo regaña—. Te amo.

—¡¿Ah?!

—¿Qué? —Ash no entiende la mirada tan pasmada que esos ojos cafés le entregan.

—Aslan... —No comprende ese dulce tono conmocionado con el que musita su nombre—. ¿Qué acabas de decir? —El rubor ha coloreado esas mejillas regordetas con un violento carmesí, adorable, piensa, quiere besarlas y seguramente lo hará.

—Que siempre tengo razón, onii-chan. —Le golpea el hombro de manera juguetona, a pesar de lo delicioso que se encuentra el perrito caliente, quiere endulzarlo con sus labios azucarados.

—Lo otro.

—¿Qué te amo? —El perrito caliente cae contra el escalón—. Yo... —Su confesión lo golpea como un balde de agua fría—. Te amo.

Solo al parpadear, es consciente de que ha empezado a llorar.

Porque tener una vida normal, ser capaz de expresar sus sentimientos o siquiera sentirse digno de aquello, era algo que creía imposible para él. Asesino, exprostituto, líder de pandilla y aún tiembla. Es demasiado, no es capaz de dejar de lloriquear, de verdad está mejorando, ha sido un camino duro como la mierda, pero...

—Te amo, Aslan Jade Callenreese. —Él se lo asegura, como si realmente lo entendiera, como si fuese capaz de ver todo el dolor que se halla ocultando, comprendiendo lo frágil que es y acunándolo de todas maneras. Eso es demasiado para su corazón, aceptar que es valioso para otra persona, que lo miran con esos ojos de ciervo enamorado.

—Te amo, Eiji Okumura. —Ya no le importa—. Te amo, te amo, te amo. —Lo repite hasta que se le duerme la lengua—. Te amo tanto. —Le aprieta las mejillas y lo besa.

—¡Ash! —Las risas de su novio no lo hacen cesar en sus caricias—. La gente nos está mirando. —Aslan esparce una infinita constelación de besitos en el rostro de su novio, empieza por ese rebelde flequillo abenuz para terminar en su mentón carente de barba.

—No me importa. —Chilla, presionando un beso en su nariz—. Quiero besarte y decirte que te amo en compensación por todo el tiempo que perdimos. —Eiji lo frena sosteniéndolo de los mofletes, sus miradas se entrelazan bajo la inocencia del atardecer.

—Tenemos todo el tiempo del mundo para seguirnos besando y diciéndonos cosas cursis, ¿bien? —Ash se ríe, se ríe de verdad.

—Bien. —Porque sabe que es cierto—. Ahora bésame.

—Te amo, americano idiota.

—También te amo, japonés descuidado.

Y lo vuelve a musitar antes de besarlo.

Toda una vida por delante ¿eh?

Es la primera vez que realmente lo anhela.

Estos son de mis capítulos favoritos, al menos hasta el momento, luego se nos vienen cosas intensas, así que disfruten. Como algunos ya se habrán dado cuenta, mi perfil anda tematico por Halloween, así que para cerrar bien el mes, el 31 se subira un OS con la tematica de una de mis películas favoritas, por si no tienen nada que hacer ese día, ahora existirá un OS feo, hace mucho no escribo mucho, me emociona.

Algunos nos veremos mañana dos veces, acá y en Río de Janeiro en el 2016.

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