Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

❀ Capítulo uno

(Escuchen la canción en multimedia cuando vean esto: )

⠑⠥⟢—✽⟡✽—⟣⠬⠊

𝑭𝒍𝒐𝒓 𝒑𝒆𝒏𝒔𝒂𝒎𝒊𝒆𝒏𝒕𝒐

⠑⠥⟢—✽⟡✽—⟣⠬⠊





                    Para los Price no había nada más importante que mantener las apariencias, y la nueva temporada de Londres pondría a prueba sus esfuerzos para ello.

          Rosalind Price tenía muchas cosas claras, pero la más importante de todas, la única que no le era permitido olvidar, era que su entera existencia estaba reducida a un solo momento: su presentación oficial ante la sociedad, en aras de anunciar su elegibilidad para el matrimonio, uno que esperaba fuese ventajoso y en el que aspiraba fervorosamente que el amor tuviese lugar. Su esperanza en ello era grande al igual que su inseguridad. Tal vez aquella contradicción tomaba más fuerza cuando los dos únicos ejemplos de la feliz unión entre una mujer y un hombre no estaban en el interior de la casa en la que creció.

          Hazel Price, ahora Hazel Lewis, había conseguido todo lo que Rose deseaba encontrar esa temporada. Encontró al hombre que hizo latir su corazón más allá de cualquier aspecto físico o biológico, que la hizo sentir tan viva que cualquier noción sobre no poder estar con él era impensable. Amor, pasión, conexión y estabilidad... Ella quería eso. Aunque si los hombres solteros y elegibles con los que seguramente iba a toparse en las próximas semanas, se parecían siquiera la mitad al Duque Owen Price, prefería encerrarse en sus ensoñaciones que ser golpeada por la ya conocida realidad.

          Ser mujer podría ser algo maravilloso, sobre todo si se tiene el dinero y la protección de tres hermanos mayores, listos para defenderla en caso de alguna vez necesitarlo. Felix, el mayor después de Hazel, era el vivo retrato de su padre, en físico y personalidad. El siguiente, Elliot, se destacaba por su seriedad, elegancia y una clara debilidad por sus tres hermanas, mientras que Caleb tenía un profundo amor a las artes, oculto ante los ojos del Conde bajo una gruesa capa de logros intelectuales y clara insistencia en complacer a un hombre que parecía despreciarlo por solo respirar.

          Si bien a Rosalind le había costado haber estado separada de su familia debido a lo sucedido el año anterior, no tardó en descubrir que su tiempo en Lyme había mejorado su estado. Aunque jamás pudiera admitirlo en voz alta, no había extrañado tanto a sus padres y hermanos y hermanas tanto como había temido. Se había acostumbrado tanto a sus presencias, fueran bienvenidas o no, que en el segundo que se encontró bajo el cuidado de su tía y su doncella y nadie más, la calma formó parte de su día a día. Descubrió que el cambio era lo que había temido, pero que, sin duda alguna, fue lo justo que necesitó para recuperar el color en su piel y permitirse ser vista en la calle sin miedo a ser juzgada.

          Sin embargo, aquellos temores regresaron una vez se adentró a Mayfair y cruzó el Grosvenor Square hasta la propiedad de los Price. Con la noche ya dominando el firmamento, la mansión se veía incluso más imponente, a pesar de que las sombras dominaron la mayoría de rincones y ocultaron las numerosas ventanas que componían la construcción. Tuvo suerte de que su madre dejara recado de instalarla en una habitación de la primera planta al llegar, pero su tranquilidad no duró lo suficiente cuando a la mañana siguiente estuvo en el piso de arriba.

          Tres toques en la puerta la sobresaltaron y se giró hacia la misma de golpe. A pesar de saber de antemano que la encontraría cerrada, podía sentir las miradas de su familia atravesando la tallada madera pintada de blanco. Se mordisqueó el labio inferior y alisó su vestido blanco satinado. Los detalles eran dorados y se robaban tenues destellos cuando atrapaban un rayo del sol mañanero. Desde ahí alcanzaba a escuchar los susurros de sus familiares y el esfuerzo de mantenerlos fuera de su cabeza era cada más grande y necesario.

          No podía creer que había tenido que dejar la encantadora y salina paz de Lyme para esto.

          —¿Rosie, querida? Se está haciendo tarde.

          —Salgo en un segundo, mamá —aseguró, pero su tono no fue firme y al último segundo flaqueó por completo.

          Era su primera presentación, pero no debía serlo. Estaba atrasada una temporada por razones de salud y también quería esperar otra más, pues no se sentía lista y, si era sincera consigo misma, temía nunca estarlo. En la ciudad, todos los aspectos de relaciones, negocios y cualquier otra cosa eran más complicados.

          Su hermana menor, Florence, también haría su primer debut ante la sociedad y la reina; sin duda sería ella quién se llevaría la atención merecida que, sin duda alguna, Rose no quería como propia. Flor tenía un talento natural para atraer miradas de todo tipo y arrancar sonrisas que no eran forzadas. Su entusiasmo y rapidez para entablar conversación con cualquier persona eran quizá la clave de ello. Rosalind agradecía el hecho de que tal vez no tendría que esforzarse mucho para ser cortejada. Adonde llega un caballero, fácilmente seguirán otros.

          No tendría que ser un total acontecimiento que alguien mirase tan solo una vez en su dirección, ¿verdad? Y que, de paso, pasara por alto ciertos detalles en ella que hasta el día actual no ha sido capaz de arreglar.

          De todas formas, Rose trataba de sentirse optimista. Conocía la protección y libertad que una mujer casada poseía a comparación de la de una joven virgen y soltera. Quizás no fuera lo ideal, dado que su papel siempre quedaría relegado a la periferia del mundo y no le quedaba de otra más que hallar la conformidad en ello. Reconocía que el matrimonio era un negocio, la sociedad era el mercado y las mujeres eran la mercancía. Sin embargo, ella quería seguir sintiéndose optimista.

          Se negaba a creer que el amor podía ser tan raro y extraño. Tampoco quería creer que, por problemas que no habían formado parte de su control evitarlos, fuesen el obstáculo más grande para las aspiraciones de su corazón.

          Ya no había manera de alargar más la espera de lo inevitable.

          Echó una rápida ojeada al bastón apoyado a un lado de la cama. Se lo habían cambiado por uno que combinase con los colores de ese día. Los detalles habían sido pulidos y resplandecían con total suavidad. Rosalind despegó sus ojos del objeto con rapidez al tiempo que pensamientos tercos inundaron su cabeza. La joven mujer que le devolvía la mirada a través del espejo libraba una batalla interna, pero la decisión había sido hecha. Si se atrevía a mirar atrás una vez más, perdería el equilibrio de su renovada convicción.

          Caminó con lentitud hacia la puerta de su habitación, evitando todo lo posible que sus zapatos también blancos resonaran demasiado fuerte sobre la pulcra madera. Falló en la misión por obvias razones y se preparó mentalmente para la reprimenda del duque, sino también por parte de su progenitora y Felix. Sus otros dos hermanos eran más considerados con respecto a su problema. Hazel nunca siquiera tuvo que verla cojear de un lado a otro, aunque tenía entendido que se reuniría con ellos más tarde para tomar el té. A Florence no parecía importarle lo suficiente como para nombrarlo, o siquiera cambiar la actitud con la que se dirigía a ella.

          Ojalá todos fueran como la tierna y despreocupada Flor.

          Tensó la mandíbula y curvó sus labios hasta formar la practicada tensa sonrisa, ni muy grande ni tan imperceptible. El punto medio del que todos hablaban y, aún así, resultaba siendo diferente para cada quien. La duquesa le había especificado que tenía que lucir accesible, pero no ansiosa, sin importar cuánto se sintiera así en verdad.

          Al otro lado, los rostros concentrados y curiosos se suavizaron, y en su lugar unas emocionadas sonrisas fueron las que la recibieron al abrir la puerta.

►          —¡Estás hermosa!

          —¡Te ves deslumbrante!

          —Te dije que sí saldría sola.

          Aquellas fueron las pocas cosas que pudo entender en medio del revuelo que se alzó a su alrededor. Su madre la miró y asintió con aprobación, notando con facilidad que estaba de pie sin ningún apoyo extra. Su corazón pegó un vuelco y recorrió los rostros familiares hasta que sintió el pinchazo de decepción; su padre no se encontraba ahí. A su derecha inmediata tenía a Elliot, quien le ofreció su brazo con un alentador gesto que logró calmar sus asustados latidos. Unas altas plumas al fondo se movieron con insistencia y Florence no tardó en abrirse camino entre Caleb y Felix para sonreír abiertamente, detallándola de pies a cabeza repetidas veces y asintiendo con emoción. Estaba vestida casi igual a ella.

          —El diamante de la temporada está en esta casa —comentó Elliot con orgullo, empezando a avanzar.

          El agarre de Rose sobre su antebrazo se intensificó y se esforzó por mantener el ritmo, una pequeña muestra de que podría superar la mañana con valentía y sin problema alguno.

          —Ya quiero ir al baile de Lady Danbury —suspiró Florence para luego agarrar el brazo de Felix y arrastrarlo consigo escaleras abajo. Su hermano mayor no tuvo opción de siquiera protestar cuando la menor de los Price ya estaba volviendo a hablar—: Madre dice que alquiló el conservatorio para la velada. ¿Creen que los Bridgerton asistan? O mejor aún, ¡el heredero de Hastings!

          Ninguno podía asegurarlo, pero no les cabían dudas de que su voz recorrió todos los pasillos de la casa hasta que cada criado escuchó sus palabras con atención. La menor pocas veces controlaba su tono de voz, algo que su madre e institutrices no habían logrado eliminar. No obstante, aquel día no pareció ser tan molesto, tal vez porque existía la posibilidad de que al final de la temporada, la flor Price saldría del cobijo de sus padres para ir al de su futuro esposo.

          —Primero tendrás que ganarte la aprobación de la reina y quizás ahí ya puedas soñar con un duque —le recordó el mayor de todos a lo que la jovencita solo torció los ojos.

          —¿Acaso estás sordo y ciego? Elliot ya predijo cómo saldremos de la corte brillando como diamantes —le cortó Flor.

          —Eso no fue...

          —Me alegra no haberte escuchado —dijo la duquesa de repente, haciendo que tanto Rosalind como Elliot pusieran su atención en ella. Caleb, cuyos cabellos castaños lo distinguían de sus hermanos y hermanas, también se encontraba en la planta baja ya—. Esperar otro año habría sido una catástrofe y te quedarías sin caballeros elegibles para casarte.

          Si su madre tan solo supiera que ella no pensaba unir su vida a la de alguien más sin antes estar verdaderamente enamorada, no tendría tal semblante tranquilo. Tampoco estará tan confiada cuando se de cuenta que no podía bailar una cuadrilla sin tener que morderse la lengua para evitar aullar del dolor. Tenían que haber más formas de atraer a un buen hombre que solo con unos cuantos pasos de baile, ¿verdad?

          Rose estaba segura de que si en ella y el posible caballero con el que contraerá matrimonio persiste el afecto, sus corazones jamás iban a escasear en comunicación.

          En su familia, aquella noción romántica era casi un mito. O una ilusión. De cualquier manera, de pocos a ninguno eran los fieles creyentes de que el matrimonio tenía espacio para albergar algo más que conveniencia, pero Rose sabía que era real. Lo vio el día de la boda de Hazel con Lord Lewis y al otro lado de las vías cuando el anterior Vizconde Bridgerton estaba vivo.

          La promesa que Rosalind Price se había hecho a sí misma muchos años atrás, incluso antes del accidente, seguiría en pie hasta cumplirla. Se casaría por amor y no aceptaría nada menos que eso.

          Bajar las escaleras fue un gran esfuerzo y en cuanto llegó a la primera planta, deseó tener el bastón a su disposición. Al menos no había sudado como habría sido lo normal si lo intentaba sola, pero la compañía y el apoyo firme y familiar de Elliot le ayudó a mantener un buen equilibrio. Su paciencia había salido a relucir y ella no podía estar más que agradecida con él. Las cartas intercambiadas para poder estar al tanto de la vida del otro afianzaron lazos entre ellos dos, mientras que se debilitaron los de su mellizo, puesto que Caleb poco se interesó en su bienestar y lo demostró al no escribirle nada.

          Al salir por completo del hogar, una mañana despejada y luminosa la recibió. El aire fresco y el cálido sol acariciaron su figura, empero no pudo apreciarlo lo suficiente como acostumbraba cuando el bullicio reclamó su desintereasada atención. Los transeúntes paseaban por las calles y sus saludos eran cortos y cordiales, aunque sus miradas persistieron sobre ella más tiempo del que le pareció cortés. Era el primer vistazo que podían darle a la familia Price reunida, a punto de arrancar hacia el palacio.

          Recordaba cómo, las primeras semanas después de la caída, pasaba tanto tiempo encerrada por el desánimo de no sentirse capaz de salir sola por su propia cuenta, mucho menos ser vista en la calle con un bastón a sus veinte años. Los chismorreos eran despiadados y lo que empezó como costumbre de sentirse tan frágil como las hojas de sus libros preferidos, pronto se convirtió en una realidad.

          Sin embargo, rememorar su recuperación en medio de paisajes rurales, a la costa pedregosa de Lyme, sin las presiones de la clase alta londinense, sería su apoyo vital. Apenas había logrado dejar atrás su más fuerte temporal, y, a pesar de que en aquella época triste encontró la manera de florecer, esperaba que sus delicados pétalos fueran lo suficientemente resistentes al hostigamiento de la ciudad y su sociedad. El ambiente era extraño para su exterior cálido e interior invernal, pues Rosalind tenía un espíritu fuerte, nacido en la soledad bajo un cielo donde las estrellas amenazaron con apagarse. Por mucho que su impedimento físico no correspondiese a su verdadera fortaleza, existía cierto encanto en la ironía.

          La prueba para demostrar que estaba lista apenas había empezado.




a-andromeda

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro