⚘ | Domingo
Mina pasó semanas planificando cada detalle, queriendo que todo fuera perfecto. Sabía que Chaeyoung era especial, más allá de cualquier otra persona que hubiera conocido. Habían compartido risas, silencios cómodos y miradas que hablaban más que las palabras. Pero nunca habían hablado abiertamente de sus sentimientos, nunca habían cruzado esa línea invisible que las separaba del "nosotras". Mina estaba decidida a cambiar eso.
El lugar elegido fue una pequeña cabaña a las afueras de la ciudad, rodeada de bosques frondosos y un lago cristalino. Mina la decoró con cuidado, transformando el espacio en un rincón mágico que solo existía para ellas dos.
Comenzó cubriendo el suelo de la cabaña con pétalos de rosa, formando un camino que guiaba hacia el centro de la habitación. Allí, había dispuesto un círculo de velas que brillaban con una luz cálida y suave, creando una atmósfera íntima y acogedora. En el centro, una pequeña mesa con dos copas de cristal, y una botella de vino tinto que Mina había elegido especialmente para la ocasión.
Las paredes estaban adornadas con fotografías de los momentos que habían compartido: risas capturadas en un parque, atardeceres en la playa, y esa foto borrosa pero perfecta de la última vez que habían ido a patinar sobre hielo, cuando Chaeyoung había caído y ambas habían terminado riendo en el suelo.
Finalmente, Mina colocó en el centro de la mesa un ramo tres camelias, las flores favoritas de Chaeyoung, un detalle que había guardado para este momento especial.
Cuando todo estuvo listo, Mina se paró en medio de la habitación, nerviosa pero decidida. Había esperado tanto este momento, que cada segundo parecía eterno. El sonido del auto acercándose la hizo respirar hondo. Era ahora o nunca.
Todo había sido planificado desde un inicio. Se suponía que la madre de la menor debía venir a dejarla y luego irse.
Camino hacia la entrada, suspiró hondo y abrió la puerta, revelando a la menor junto con una sonrisa en su rostro.
— ¡Feliz cumpleaños! —Mina abrazo a Chaeyoung, restregando cariñosamente su mejilla con la contraria.
— ¡Minari! — rio Chaeyoung. — Muchas gracias por tus felicitaciones, son las que más deseaba oír.
— Veintitrés años, toda una anciana — bromeó Mina, recibiendo un empujón por parte de la coreana.
— Al menos aún puedo caminar unos cuantos pasos sin quejarme — se defendió. Mina reviro los ojos, tomando las manos de la menor.
— Ya sabes que sigue — murmuró con sus mejillas teñidas en rojo.
Chaeyoung camino unos cuantos pasos y sus ojos se abrieron con asombro al ver la escena frente a ella.
— Mina... esto es... increíble — comentó, su voz llena de sorpresa. Mina sonrió, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza en su pecho.
— Me esforcé mucho por hacer que te guste
— dijo Mina, su voz apenas un murmullo, mientras se debatía entre la emoción y el nerviosismo.
Chaeyoung no apartaba la vista de la mesa frente a ella: los platos perfectamente dispuestos, las luces tenues que iluminaban el ambiente con un brillo cálido, y, en el centro, el ramo de camelias que parecía hecho a medida para ella.
— Mina... — comenzó, su voz temblando ligeramente. — Esto es... hermoso.
Sus ojos se encontraron, y por un instante el mundo pareció detenerse. Mina podía sentir cómo su corazón latía con fuerza, cada latido resonando en sus oídos como un tambor. Había imaginado mil veces este momento, pero ninguna versión había capturado la intensidad de tener a Chaeyoung tan cerca, con esa mirada llena de asombro y gratitud.
— Me alegra que te guste — sonrió tímidamente, dando un pequeño paso hacia ella. Su voz temblaba un poco, pero había una calidez innegable en cada palabra.
Chaeyoung respiró hondo, sus ojos bajando de la mesa hacia Mina. Su expresión cambió de sorpresa a algo más profundo, una mezcla de admiración y vulnerabilidad que Mina no había visto antes.
— Chaeng, desde la primera vez que te vi caminando por los pasillos de la universidad, supe que había algo especial en ti. No fue solo tu apariencia, aunque tu presencia era innegablemente cautivadora; fue la manera en que parecías moverte por el mundo, con una gracia y una confianza que me dejaron intrigada. En ese momento, no sabía exactamente qué era lo que me atraía tanto, pero sentí una conexión, un impulso de querer conocerte más
— ambas se miraban a los ojos. Mina siendo más que honesta. — Nuestras primeras conversaciones fueron cautelosas, cada una midiendo el terreno, explorando con curiosidad lo que la otra tenía por ofrecer. Pero con cada palabra que compartíamos, cada sonrisa intercambiada, sentía cómo esa conexión inicial se fortalecía. Empezamos a salir, primero con amigos en común, luego solo nosotras dos, y esos momentos se convirtieron en lo más esperado de mi día. Recuerdo cómo me esforzaba por escoger los lugares perfectos, buscando aquellos rincones tranquilos donde pudiéramos hablar sin interrupciones, donde pudiera aprender más sobre ti, sobre lo que te hacía reír, lo que te emocionaba, lo que te apasionaba.
— Minari...— la menor pronunció con cariño.
— Con el tiempo, esos encuentros se volvieron más naturales, más íntimos. Ya no se trataba solo de conocer a una persona nueva, sino de descubrir a alguien que, sin saberlo, estaba empezando a ocupar un espacio importante en mi vida. En cada salida, cada paseo por el campus, cada café compartido, me encontraba deseando que esos momentos nunca terminaran. Te miraba mientras hablabas, notando cómo tu rostro se iluminaba cuando hablabas de algo que te emocionaba, y no podía evitar sonreír, sintiendo una calidez que crecía con cada día que pasábamos juntas — Mina observó como los ojos de la menor se humedecían poco a poco.
— Esa primera impresión que tuve de ti, de alguien fuerte y segura, se fue complementando con la dulzura y la vulnerabilidad que descubrí en nuestros momentos a solas. Y mientras más te conocía, más me daba cuenta de que quería ser parte de tu vida, no solo como una compañera de clase o una amiga, sino como alguien que pudiera compartir todos esos momentos importantes y pequeños que hacen que la vida valga la pena.
Chaeyoung dio un paso más, acercándose lentamente, hasta que sus frentes se tocaron suavemente. Sus respiraciones se mezclaron, y con un gesto tierno, Chaeyoung rozó sus labios con los de Mina, un toque breve pero lleno de cariño, como si las palabras sobraran en ese instante.
Mina cerró los ojos por un momento, dejando que la suavidad de ese contacto le tranquilizara el alma. Luego, con voz tranquila, continuó:
— Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que desde aquella primera vez en que te vi caminando por la universidad, supe, en lo profundo de mi ser, que habías llegado a mi vida para quedarte. Y aunque nuestras salidas comenzaron como simples encuentros, cada uno de ellos me fue llevando a una conclusión inevitable: que lo que sentía por ti era algo real, algo que había crecido con cada conversación, cada risa compartida, y que ahora formaba parte de mí.
Chaeyoung la miró fijamente, sus ojos llenos de intensidad y pasión. Dio un paso más cerca, tomando las manos de Mina con una firmeza que reflejaba la profundidad de sus sentimientos.
— Mina... — su voz tembló ligeramente, pero con fuerza. — Lo que siento por ti no tiene comparación. Desde que llegaste a mi vida, todo ha cambiado. No sabía que el amor podía ser tan grande, tan inmenso, pero aquí estoy, completamente perdida en ti. No hay un solo día en el que no me preocupe por ti, en el que no desee verte sonreír, en el que no quiera estar a tu lado. Lo que siento por ti es un fuego que no se apaga, algo que se ha convertido en mi razón de ser. Todo lo que quiero ahora es amarte, apoyarte, hacerte tan feliz como tú me haces a mí.
Mina, sorprendida por la sinceridad y la pasión en las palabras de Chaeyoung, sintió su corazón latir con fuerza. El tiempo parecía detenerse mientras se miraban a los ojos, el aire denso de emoción.
— Entonces... ¿quieres ser mi novia? — preguntó Mina con suavidad, el temor de que Chaeyoung pudiera dudar de ella desapareciendo en ese momento.
Chaeyoung sonrió, con los ojos brillando de felicidad y sin pensarlo, respondió:
— Sí. Sí, quiero ser tu novia.
Una ola de emoción recorrió a Mina, quien, sin poder contenerse, la levantó en un impulso lleno de alegría, girando con ella por toda la habitación. La risa de Chaeyoung resonaba en el aire mientras Mina, llena de felicidad, la apoyaba contra la pared suavemente. Ambas se quedaron allí, respirando entrecortadamente, los rostros tan cerca que casi podían sentir el latido del corazón de la otra.
Chaeyoung, con una sonrisa traviesa, miró a Mina, sus ojos brillando con picardía.
— Pero aún no me has dicho qué significan las camelias.
Mina sonrió, la mirada profunda y tierna mientras acariciaba el rostro de Chaeyoung.
— Primer amor — dijo en voz baja, sus palabras envolviendo el ambiente con una calidez que sellaba el momento.
Y así, en ese rincón de su pequeño mundo, el significado de la flor se convirtió en una promesa eterna entre ellas, mientras la habitación se llenaba de un amor silencioso pero inmenso.
Fin
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