Duodécimo pétalo
Una más
Estaba muerta. Y lo que es peor, la habían asesinado.
Lloró, envolviéndola en su manto negro con un abrazo mientras exhalaba el último aliento, cuando sus ojos perdieron el brillo y cayó en un oscuro sueño eterno.
Una más de las diez mujeres al día.
Sin identidad, sin nombre. Sólo un número entre el montón. Pero ella siempre la recordará como fue en vida. A todas.
Porque la muerte también es una de nosotras; es una mujer.
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