Capítulo 47
Ya se hizo de noche y mi desesperación aumentó. Jazmín no ha despertado y eso me causa ansiedad. Fiorella está con mi padre en la sala, al igual que el resto de nuestra familia.
Hace unas horas el doctor nos dijo las causas del desmayo que tuvo Sam. Al parecer le practicaron una prueba de embarazo y salió positiva. El rostro de Elliot fue de total sorpresa y puedo decir que casi se desmaya. Su madre la obligó a quedarse acostada para que descansara. Elliot se quedó con ella en la habitación.
El doctor se tuvo que ir y me dijo que lo llamara si había algún cambio.
La puerta de la habitación se abre y por ella entra Arely. En sus manos trae un sandwich.
—Gracias, pero no tengo hambre —digo.
La señora Arely me mira. Sus ojos están hinchados y tiene la nariz roja. Pone el plato en un lado de la cama y toma mi mano.
—Yo tampoco tengo hambre, pero tenemos que comer. Tenemos que estar fuertes para ayudar a Jazmín —derramo una lágrima.
Ella me abraza y acaricia mi espalda.
—Anda, llora, desahogate. No es sano guardarse el dolor —sus palabras me hacen flaquear.
Me dejo llevar y me aferro a sus brazos. Necesitaba tanto sentir unos brazos parecidos a los de mi madre. Poco a poco me calmo y me separo de ella. Me sonríe débilmente y seca mis lágrimas.
Es muy parecida a su hija.
—Ella no pudo haber elegido mejor compañero de vida que tú —sonrío.
Se acerca a Jazmín y besa su frente. Sale de la habitación.
Yo me siento a su lado y tomo su mano. Aún tiene un poco de fiebre.
—Hola florecita, ¿no crees que ya has dormido mucho? Quiero ver esos ojos otra vez, por favor despierta, ¿si? No sabes lo angustiados que estamos todos. Te amo tanto, no sé que voy a hacer sin ti —mi voz se quiebra y no puedo evitar llorar.
Pensar en el momento de su muerte me hace sentir como si me estuviera ahogando, la sola idea de no estar con ella me duele. Como quisiera que todo esto fuera una maldita pesadilla y que pudiera estar más tiempo con nosotros.
Jazmín Anderson
Escucho sollozar a alguien y poco a poco voy abriendo los ojos, dejando a un lado el cansancio que siento. Esa cabellera negra que puedo reconocer en cualquier parte. Julián está tomando mi mano y llora desconsolado. Mi corazón se encoge. Con mi otra mano acarició su cabello y alza la cabeza. Le sonrío.
Su rostro se ve cansado y se nota que ha estado llorando. Limpio sus lágrimas y el besa mis manos. Su rostro se ilumina al verme despierta.
—No sabes cuanto me alegra ver esa sonrisa otra vez —acaricio su rostro.
—¿Qué pasó? —me cuesta hablar, por el cansancio.
—Te desmayaste y tuve que llamar al doctor. Él te atendió desde aquí —suspiro.
—No hay buenas noticias, ¿verdad?
Niega con la cabeza y sus ojos se llenan de lágrimas. Lo abrazo. Sin poder evitarlo rompe en llanto y yo también derramó lágrimas.
—Dijo que... No cree que puedas aguantar más de una noche —yo me aferro más a su cuerpo.
Lo separo de mí y beso sus labios con desesperación.
—No sabes cuanto me duele dejarlos... Quiero que... Que cuides muy bien de nuestra hija, por favor te pido que le hables sobre mí —digo llorando.
—Eso no me lo tienes que pedir, florecita. Quiero que sepas que te amo y estoy muy agradecido porque me devolviste la vida. Antes que tú llegaras, mi vida no tenía ninguna razón para despertar por las mañanas. A veces pienso que mi madre y Dios te mandaron a mi vida para ayudarme. Gracias a ti Fiorella está conmigo y ella es el vivo recuerdo de nuestro amor —sonrío entre lágrimas.
Acarició su mejilla.
—Mis ojitos de cielo... Como ya te dije una vez, si en el lugar al que Dios me vaya a mandar existen los recuerdos, mi hija y tú, serán mi recuerdo más bonito de mi vida —besa mis labios. —Quiero que estés tranquilo, porque gracias a ti me voy feliz. Tengo la mayor bendición, nuestra pequeña. Mi pedacito de cielo, que yo anhelaba ver crecer, pero allí estarás tú para guiar su camino. Te amo de aquí a la luna ida y vuelta a pasitos de tortuga —lo hago sonreír.
—Yo te amo mucho más, de aquí a la luna ida y vuelta a pasitos de perezoso —no puedo evitar reír —. Amo escuchar esa risa. Eres mi florecita de primavera —beso sus labios.
La puerta se abre y por ella entran todos. Mi mamá, mi papá, Alexander que está cargando a Fiorella, Sam, Elliot, Azucena y Adela.
Mi hija al verme, pide que la cargue y Alexander la deja en mis brazos.
—Hola, pequeñita, tú eres un pequeño milagro, mi cielo —beso su cabeza.
Ella sonríe y pone sus manitos alrededor de mi rostro. Beso sus manitos.
Alzo la mirada y mis ojos se encuentran con los de mi hermana. Me sonríe débilmente. Julián carga a Fiorella.
—Tengo que decirte algo... Necesito que me ayudes a cuidar de mi bebé —me sorprendo.
Le digo que se acerque y la abrazo.
—No necesitas mi ayuda. Sé que serás una excelente madre, mi sobrino o sobrina está en buenas manos. Te amo mucho hermanita, siempre fuiste esa personita sarcástica que nos saca una sonrisa a todos y quiero que siga siendo así. Que sigas siendo una mujer alegre, te lo ordeno —ella sonríe.
—Yo te amo mucho más, voy a extrañar que me regañes y también todos tus consejos. Eres un ejemplo para mí, Jazmín —su voz se quiebra y de sus ojos salen salen lágrimas.
Seco sus lágrimas y beso su frente. La vuelvo a abrazar.
Miro a Elliot.
—Por favor hazla feliz, confío en ti Elliot, eres el cuñado que mejor me ha caído, no vas a decepcionarme —se ríe.
Ayuda a Sam a levantarse y la abraza.
—No te voy a decepcionar, Jazmín —le sonrío.
—Azucena... Por favor no deje de sonreír nunca. Le pido que no deje solo a mi Julián, quiero que se sienta acompañado siempre —ella me abraza.
—No lo haré, Jazmín. Quédate tranquila —se separa de mí.
—Adela, te deseo que seas feliz, gracias por brindarme una amistad sincera —se acerca y me da un fuerte abrazo.
—No pensé que podíamos ser amigas, pero eres una chica única y supe aprender a quererte —me sonríe.
Miro a Alexander. Tiene los ojos rojos. Se acerca y me da un abrazo.
—Muchas gracias, Jazmín, estoy muy agradecido por todo lo que haz hecho por mi hijo y por mí. Más que una flor, eres un ángel. Te quiero como a una hija —lo miro a los ojos y beso su mejilla.
—Usted es un buen padre, que no se le olvide nunca. Yo solo se los recordé a los dos, yo también lo quiero mucho —sonríe.
Mi papá se acerca. En su rostro hay lágrimas. Mis ojos se llenan de lágrimas.
—Papito —me abrza y llora conmigo.
—No soporto el hecho de tener que despedirme de mi pequeña hija. No sabes cuán feliz y orgulloso estoy de ser tu padre, tu hermana y tú son el pilar en nuestras vidas, no sé que haremos sin uno de nuestros pilares —comienzo a llorar.
—Te amo, papá. Eres el mejor padre del mundo —me abraza fuerte y besa mi mejilla.
Mi mamá pone una mano en su hombro y él deja que ella me abrace. Todos salen de la habitación. Ella me meze en sus brazos y escucho sus sollozos que me parten el alma.
—Yo... Quiero decirte que te amo demasiado, pequeña. Ustedes son la luz de mi vida y me duele saber que esa luz se va a ver opacada. Me vas a hacer mucha falta, hija —no puedo dejar de llorar.
—Eres la mejor madre del mundo, Arely. Gracias por cuidar de mí, por hacerme sentir segura y nunca dejarme sola. Mi hija se sentirá orgullosa de la abuela maravillosa que tiene —acaricia mi cabello y vuelve a abrazarme.
Nos quedamos así por unos minutos, hasta que la puerta se abre y Primrose entra corriendo. Se sube en la cama y lame mi rostro. Tras de ella entran Julián y Fiorella.
—Yo también te voy a extrañar, bonita. Cuida mucho de Fiorella, tu hermanita —la acaricio y beso su cabeza, ella ladra —. Cuidenla mucho, ella también es como mi hija —le pido a Julián y a mi madre.
Ella besa mi frente.
—Ya nos vamos, hija —vuelve a abrazarme.
—Te amo —le digo y beso la mejilla de mi madre.
Ellla sonríe y me responde «yo más». Sale de la habitación y Julián la acompaña. Deja a Fiorella conmigo.
—Tú eres lo mejor que me ha pasado, al igual que tu papá y Primrose, que llegaron a alegrar mi vida —me mira a los ojos.
Comienza a balbucear y creo escuchar el sonido de «mamá» salir de sus labios. Beso sus mejillas regordetas y ella se ríe.
—Te amo tanto, mi pedacito de cielo —se aferra a mi cuello y yo la pego más a mi cuerpo.
Julián entra a la habitación.
—Ya se fueron todos.
Asiento.
—¿Podemos ver las estrellas en el jardín? —le pido.
Asiente y salimos los cuatro al jardín. Hoy, una noche de primavera se puede apreciar el eta acuáridas en todo su esplendor. Las estrellas brillan más de lo normal. Fiorella mira todo con admiración.
—En esta noche, mi único deseo es que sean felices —Julián me mira y besa mis labios.
—Mi único deseo es que nunca nos olvides —beso su frente.
—Fiorella y tú son lo mejor que me ha pasado y siempre estarán conmigo —sonríe.
Siento que cada vez me cuesta más hablar. Beso la cabeza de mi hija que ya está dormida y acaricio a Primrose.
—Te amo infinitamente, Julián —me abraza.
—Yo te amo muchísimo mas, florecita. Hoy como nunca recuerdo el primer día en que te conocí y todos los momentos que pasamos juntos, cada uno mejor que el anterior. ¿Sabes? Eres la flor que más destaca esta noche. Eres mi Jazmín, mi Florecita de primavera —derramo una lágrima y lo beso transmitiendole todo el amor que siento por él.
—Y tú... Eres mi Julián, mis ojitos de cielo —me vuelve a besar.
Me abraza con más fuerza y poco a poco voy cerrando los ojos.
—Descansa, florecita —besa mi frente y sonrío.
Cierro los ojos y siento como la vida se escapa de mi cuerpo.
Me siento feliz porque logré todo lo que me propuse en esta vida y hasta más. Me voy en paz porque cada persona de mi familia queda protegida y mi hija queda en las mejores manos. En las manos de su padre, el amor de mi vida. Hoy, una noche de primavera, la estación del año que tanto amo, me ve partir y es un hecho que esta noche ocurrió un acontecimiento que nunca más sucederá, por primera vez, una flor se secó y cayó en primavera.
Fin
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