Capítulo 46
Mientras Julián prepara una sopa de pollo (aprendió a cocinar, luego de muchas clases, lo logró). Yo trato de organizar unos papeles aprovechando que Fiorella está dormida. Entre todos los papeles encuentro esa pequeña lista que realicé con espíritu soñador y sin darme cuenta ya he logrado todos mis sueños. Sonrío, porque todo es gracias a Julián.
La puerta se abre.
—¿Qué tienes ahí? —es lo primero que me dice al entrar.
Le pido que se acerque y deja la charola en la mesa de noche.
—Es mi lista de deseos. Ya he cumplido todo lo que quería. Di mi primer beso bajo la lluvia, conocí al hombre de mi vida, que eres tú; nos casamos en la playa, formamos nuestra propia familia y logré hacer una pintura de nosotros, me subí en un globo aerostático, viajamos a París y conocí la Torre eifel. Todo eso es gracias a ti, mi cielo, me lo prometiste y lo cumpliste. Gracias por llegar a mi vida —sonríe.
Me toma de la cintura y une nuestros labios.
—No sabes lo feliz que me hace verte sonreír en estos momentos.
—Tú lo provocas —acaricio su mejilla.
—Pero aún falta algo importante. Que veamos esa lluvia de meteoros por segunda vez, con nuestra pequeña —asiento.
De repente siento que me mareo y pierdo la fuerza. De un momento a otro, todo se vuelve negro.
* * *
Julián Clifford
Jazmín se desmaya y siento que mi mundo se derrumba por unos instantes. La tomo en brazos y la dejo con cuidado en la cama, al lado de Fiorella. Escucho los ladridos de Primrose y trago en seco.
—Tranquila, Primrose, no pasa nada —ella sigue ladrando.
La acaricio para que se quede tranquila y no despierte a Fiorella.
Tomo el teléfono y llamo al doctor Riquelme. Le pido que venga con el equipo necesario para atender a Jazmín en casa. Ya habíamos tomado esa decisión.
—Aguanta, florecita. Ya está por llegar el doctor —tomo su mano y está caliente, al igual que el resto de su cuerpo.
Beso su frente y acaricio su cabello.
Minutos después llega el doctor y sube a la habitación.
—¿Qué pasó? —pregunta mientras saca lo necesario.
—Ella no se sentía bien, ha estado vomitando y tosiendo sangre. Además, últimamente no quiere comer mucho y está más débil. También volvió a sangrar por la nariz —el doctor asiente.
—Por favor, déjame solo con ella —antes de irme beso su frente.
Salgo y saco mi teléfono, marco el número de Arely. Le cuento lo sucedido y en menos de 15 minutos la tengo frente a mí en compañía de Sam.
—¿Dónde está mi hija? —pregunta con lágrimas en los ojos.
—El doctor Riquelme la está revisando, pero no me ha dicho nada aún —ella derrama lágrimas.
Yo trago en seco tratando de pasar el nudo que tengo en la garganta.
—Ella está muy mal, ¿verdad? —pregunta Sam.
Asiento.
—Ella pensaba que yo no me daba cuenta, pero sí lo hacía, de dos semanas para acá la he visto toser sangre y en más de una ocasión también ha vomitado —Arely se desploma en la silla y Sam la abraza fuerte.
—Yo no puedo con esto —dice entre lágrimas.
Minutos después llegan a la casa, Alexander y el señor Esteban. Este último se sienta al lado de su esposa y la abraza mientras acaricia su espalda. Mi papá me mira y en segundos lo tengo rodeando mi cuerpo con sus brazos.
—Tranquilo, todo va a estar bien —suspiro.
—Gracias por decir eso, pero yo sé que el final se acerca —derramo una lágrima.
Mi padre se separa de mí y pone una mano en mi hombro mirándome con dolor. Vuelve a abrazarme.
Elliot llega y me saluda para después pasar y abrazar a Sam, quién no ha dicho más nada y se mantiene con un semblante serio.
Cuando vemos al doctor nos ponemos en pie.
—¿Cómo está mi hija? —pregunta mi suegro.
—No les tengo buenas noticias. Jazmín está muy débil y su hemoglobina se encuentra bastante baja. Le estoy administrando oxígeno, porque su respiración es muy leve. Yo sé que es difícil escuchar esto, pero lo mejor es que se vayan despidiendo de ella. No creo que pueda aguartar más de una noche —su madre llora desconsolada.
Mi papá pone su mano en mi hombro. Me siento en la silla y pongo mis manos en mi cabeza. Sabía que esto pasaría, pero escuchar al doctor decirlo es muy duro para mí. Si él lo dice se vuelve más real y eso me desarma.
—Amor, dime algo —escucho decir a Elliot.
—Debe estar en shock, esto es muy difícil de asimilar —dice mi padre.
—Samantha Anderson, te estoy hablando y si no me respondes te juro que te voy a dejar de hablar por mucho tiempo.
Levanto mi cabeza y me seco las lágrimas.
—Odio que me llames por mi nombre completo —dice la rubia y Elliot suspira.
Sam cada vez se pone más pálida.
—¿Estás bien? —le pregunto.
Ella niega con la cabeza.
—¿Cómo puedo estar bien si mi hermana está en esa cama debatiendose entre la vida y la muerte? —su voz se quiebra y por primera vez en el día lágrimas caen por su rostro —. Siento que me estoy ahogando y no aguanto. Ya no aguanto, yo quiero a mi hermana conmigo, no quiero que se vaya —comienza a llorar.
Me acerco y Elliot se aparta. La abrazo y ella llora. La abrazo fuerte y lágrimas también salen de mis ojos.
—No me siento bien —susurra —. Todo me está dando vueltas —se tambalea y se toca la cabeza.
De un momento a otro se desvanece en mis brazos.
—Sam, amor —Elliot la carga.
—Hija —Arely se acerca de inmediato.
—Necesito revisarla.
—Vamos al cuarto de huéspedes.
Los guío hasta allí y dejamos al doctor sólo con ella. En esas habitaciones están nuestros pilares y es inevitable sentir la angustia que se instala en mi pecho.
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