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Capítulo 43

Julián Clifford

Hace unas horas Jazmín fue ingresada para traer al mundo a nuestra pequeña Fiorella y yo me siento muy nervioso.

—Toma, te hará bien tener algo en el estómago —Adela me tiende un vaso de jugo.

Le sonrío en agradecimiento.

—No te hubieras molestado —se sienta a mi lado.

—No es molestia. ¿Estás asustado? —niego con la cabeza.

—Estoy nervioso y ansioso. Ya quiero tener a Fiorella en mis brazos, saber como es su rostro. Espero que sea tan hermosa como su mamá, ya quiero ver su expresión cuando conozcamos a nuestra hija —ella sonríe.

—¿Por qué eligieron ese nombre? No es muy común —sonrío.

—Ese nombre lo sugirió Jazmín y todo lo que viene de ella es muy particular. Es de origen italiano y significa pequeña flor. Y eso es nuestra hija para nosotros, una florecita —Ella asiente.

—La amas mucho, a las dos —asiento.

—No sabría como vivir sin alguna de las dos —se queda callada.

La siento suspirar.

La doctora Gutiérrez y el doctor Riquelme se acercan. Nos ponemos en pie. Ella me mira y sonríe.

—Felicidades Julián, eres oficialmente el padre de una hermosa niña —siento mucha felicidad.

Alexander pone su mano en mi hombro y me sonríe. Todos me miran.

—¿Mi nieta nació bien? —pregunta mi suegra.

Siempre pudieron haber pasado muchas cosas.

—Sí, señora. Es una niña muy fuerte, la tenemos en observación para hacerle algunos exámenes y brindarle los cuidados necesarios —asiento.

—Y mi esposa, ¿cómo está? —miro a Riquelme.

—Jazmín es una mujer fuerte y logró superar la cesárea de su hija sin muchos problemas. Ahora mismo la tenemos en UCI intermedia, por lo de la transfusión sanguínea y para asegurarnos que no haya alguna complicación tardía —siento un gran alivio y por primera vez ya puedo sonreír sinceramente.

—¿Puedo verlas? —les pregunto.

—Claro que sí —responde la doctora Gutiérrez.

Mira a mi suegra y ella sonríe. La señora Arely se me acerca y me da un fuerte abrazo.

—Muchas felicidades, ahora ve con ellas. Mi hija se pondrá muy feliz de verte —me separo de ella y le sonrío.

Mi padre me abraza.

—Felicidades hijo, espero que seas mejor padre de lo que soy yo —lo miro a los ojos.

—Tú eres un excelente padre, Alexander, los errores no te hacen menos —le guiño un ojo y sonríe.

Sigo a la doctora y me lleva al área de neonatología. Me proporciona una bata azul, un gorro y un tapabocas. Entramos a la habitación.

—Esa es su hija —me señala la pequeña cuna.

Me acerco a ella y sonrío al verla. Tiene el cabello de Jazmín, su nariz y la forma de sus labios. Es muy pequeñita. Acaricio su manito y ella agarra mi dedo.

—Eres hermosa, pequeña.

Cuando pronuncio estas palabras, abre sus ojos y me sorprendo al ver que son azules como los míos. Comienza a moverse y yo miro a la doctora.

—¿Puedo alzarla?

—Claro que sí.

Con un poco de miedo la cargo como nos explicaron a Jazmín y a mí en el curso psicoprofilactico. Siento una alegría inmensa al ver como mi hija se acomoda en mi pecho y se queda tranquila.

—Te amo mucho, Fiorella. Tu mamá y tú, son lo más importante en mi vida —beso su cabeza.

La dejo en la cuna y empieza a llorar.

—Tranquilo, es normal —escucho decir a mis espaldas y veo a la señora Arely.

Sonríe al ver a su nieta.

—Es hermosa —asiento.

Por el vidrio veo al doctor Riquelme. Beso la cabeza de mi hija que está en los brazos de su abuela y salgo de la habitación. Le pido al doctor que me lleve con Jazmín, me hace caso y lo sigo. Cuando entramos a la habitación la veo allí acostada, está bastante pálida y su rostro refleja cansancio. Tiene una mascarilla de oxígeno y su cabello suelto.

Me le acerco y tomo su mano. Al instante abre los ojos lentamente y me sonríe.

—Hola —susurra.

Su voz se escucha cansada.

—Hola, ¿cómo está la madre más hermosa del mundo? —sonrío.

—¿Ya la viste? —me pregunta y sus ojos brillan.

—Es una bebé preciosa y tierna, se parece a ti. Por ese simple detalle, Fiorella es hermosa.

—¿Le vamos a poner ese nombre? —pregunta con emoción.

Beso su mano.

—¿Lo dudas? —alzo una ceja.

Ella se ríe y se quita la mascarilla.

—Ven acá —hago lo que me dice y ella une nuestros labios.

Escuchamos la puerta abrirse y nos separamos. Vemos a una enfermera que trae a nuestra bebé en brazos, la cual está llorando.

—Ya quiere conocer a su mamá —nos dice.

Ayudo a Jazmín a sentarse y la enfermera le da a nuestra hija. Sus ojos se llenan de lágrimas al verla. Sorprendenteme se tranquiliza y abre los ojos. Es como si reconociera el calor de su madre y quisiera conocerla. Lleva su mano a su boca.

—Hola, preciosa. Eres nuestro pequeño milagro, Fiorella. Te amo mucho, hija —besa su cabeza.

Acaricia su mejilla.

—Tiene ojitos de cielo, como tú —asiento —. Mi pedacito de cielo —besa su cabecita.

Ver su emoción me hace sentir feliz a mí. Beso sus labios y la frente de nuestra hija. Jazmín me mira.

—Gracias por esta familia tan hermosa —le digo y ella sonríe.

Me besa y nos separamos al escuchar el llanto de nuestra hija. Ella se ríe y la acerca a su rostro. Frota su nariz con la de ella y Fiorella cierra los ojos.

Verlas juntas es la imagen más bonita que he visto.

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