Julián Clifford

Observo su rostro y puedo ver que está nerviosa. Ella, al igual que yo esperamos con ansias el resultado de la prueba de embarazo.

—Jazmín Clifford —me mira y se pone en pie.

Toma los papeles y regresa a mi lado.

—¿Preparado? —pregunta.

Asiento. Comienza a abrir el sobre y lee lo que dice. Su rostro palidece y una lágrima se desliza por su mejilla. Me mira y mi corazón se acelera.

—¿Qué pasó, florecita? —me da la hoja y lo leo.

—Felicidades futuro papá —susurra y siento una felicidad inmensa.

Beso sus labios, se ríe y me contagia. La abrazo fuerte. Saber que voy a ser padre es una noticia que me llena de felicidad.

—Tenemos que ir con Riquelme —me recuerda —. Aunque no es su especialidad, debe saberlo.

Nos ponemos en pie y entramos al consultorio. El doctor nos saluda y Jazmín le da el resultado de los exámenes de laboratorio. Lo ojea y su semblante es de seriedad.

—Es necesario que sepan el riesgo que conlleva el embarazo, tanto para ti, como para el feto. Sabes que esto empeora tu condición, porque no puedes seguir el tratamiento paliativo abiertamente, ya que puede dañar al embrión, en el caso de que decidan continuar con el embarazo —ella frunce el ceño.

—Yo no voy a interrumpir mi embarazo —sentencia.

—Les dije que era muy arriesgado.

—Es que no fue planeado, ya nos habíamos resignado —le responde.

—¿Cuáles son los riesgos que corren mi esposa y mi hijo? —ella me mira y toma mi mano.

Ella siempre tratando de transmitir fortaleza, cuando la que más lo necesita, es ella.

—La enfermedad de Jazmín se complica y por ende, le queda menos tiempo de vida, puede que no sobreviva las 40 semanas de gestación —trago en seco —. Además de eso, puede haber muerte fetal intrauterina, retardo del crecimiento intrauterino, un aborto espontáneo y bajo peso al nacer —ella suspira.

—Yo soy fuerte y puedo aguantar todo esto. No estoy dispuesta a interrumpir mi embarazo.

La miro.

—Jazmín... —dirige su mirada hacia mí.

—No, por favor no me digas que estás reconciderandolo —me suelta.

—Los dejo solos —el doctor sale del consultorio.

Ella se pone en pie y comienza a caminar de un lado a otro.

—¿Lo escuchaste? Corres el riesgo de... De morir antes de traer al mundo a nuestro hijo y yo no quiero eso —me mira a los ojos y se cruza de brazos.

Sus ojos están llenos de lágrimas.

—Yo puedo hacerlo, Julián, Dios no nos va a dejar solos. He enfrentado muchas cosas y nunca me he acobardado, esta no va ser la primera vez. No voy a matar a mi hijo —siento un nudo en la garganta.

—Yo no quiero que interrumpas el embarazo, anhelo tener un hijo contigo. Jamás te pediría eso y mucho menos si tú no quieres, pero tengo miedo. Miedo de perderlos a los dos, no podría soportar perderte a ti y perderlo a él o ella —hace una mueca.

Suspira en forma de derrota, se me acerca y me abraza.

No aguanto más, por mi mejilla empiezan a correr lágrimas. Ella también llora. Se separa de mí y hace que la mire, pone sus manos en mis mejillas.

—Te prometo que vamos a estar bien, Dios no nos va a abandonar. No sabes lo feliz que me hará saber que aunque yo no esté, una parte de mí siempre te va a acompañar —toma mi mano y la dirige a su vientre.

Sonrío en medio de las lágrimas y ella me vuelve a abrazar.

Sin duda alguna, esta mujer es un ejemplo a seguir y me siento muy orgulloso de que esté a mi lado y me vaya a conceder el privilegio de ser padre.

* * *

Hablamos con Riquelme y nos da las indicaciones que tenemos que tener en cuenta. Además, nos da la orden para un ultrasonido y nos recomienda una ginecóloga de su total confianza.

Nosotros decidimos contarle a nuestra familia y yo organicé una reunión.

—¿Qué crees que piensen? —pregunta ella jugando con sus dedos.

Tomo sus manos.

—Que eres una mujer muy fuerte y valiente y que serás la mejor madre que nuestro hijo pueda tener —sonríe y besa mis labios.

—Te amo, mi cielo —acaricio su mejilla.

—Yo te amo más, florecita.

Suena el timbre y me pongo en pie, ella también y limpia mis labios. Bajo las escaleras y abro la puerta. Recibo a mi padre y me da un fuerte abrazo. Besa la mejilla de Jazmín y también la abraza.

—¿Azucena y Adela no pudieron venir? —pregunta mientras le pide que tome asiento.

Ellas son mi familia y me pareció correcto invitarlas a venir.

—No, Adela estaba ocupada con asuntos de la universidad y Azucena quiso acompañar a su hija —asentimos.

Minutos después, llegan mis suegros en compañía de Sam y esta última no pierde tiempo en usar su sarcasmo. Me resulta muy chistoso y me gusta su actitud.

—Después de todo, ¿para qué nos reunieron? Que yo sepa ninguno de los dos está de cumpleaños —saca a relucir Sam.

Su madre siempre le lanza miradas de advertencia, pero ella no le hace caso.

—No vamos a ir con rodeos —me mira.

—Jazmín está embarazada —suelto de la nada.

El rostro de todos es un poema. Al parecer se quedan en shock.

—Eso conlleva un riesgo para tu salud, ¿verdad? —pregunta su madre.

—Sí, mamá. Básicamente, me acorta los años de vida.

—¿El bebé corre peligro? —pregunta Alexander.

—Todo el embarazo es un riesgo, papá. Y sí, hay posibilidades de muchas cosas. Pero nosotros confiamos en Dios y yo voy a cuidar de mi esposa y de mi hijo —ella me sonríe y acaricia mi brazo.

Todos se quedan callados y Sam rompe el hielo.

—No puedo creer que voy a ser tía —se levanta y abraza a su hermana.

La madre de Jazmín se pone en pie y desaparece de nuestro campo de visión. Mi suegro también se levanta y Jazmín lo detiene.

—Yo voy con ella.

Su padre asiente con la cabeza y la abraza, cuando se separan me acerco a ella.

—¿Te acompaño? —niega con la cabeza.

—No es necesario —besa mis labios y sigue a su madre.

Entiendo la actitud de la madre de Jazmín. Pensar en que tenemos menos tiempo con ella es algo devastador y difícil de aceptar.