Capítulo 38
Llegamos a la casa y subo a nuestra habitación. Me siento en el borde de la cama y mis lágrimas me traicionan. Julián entra y se sienta a mi lado, me abraza.
—No sabes cuanto me gustaría darte un hijo. Pensar en que yo no voy a estar y podrías tener un pedacito de los dos contigo, me hizo sentir tranquila de alguna forma —acaricia mi brazo.
—Yo también me ilucioné, muchísimo. Pero lo entiendo, yo sé que es un riesgo —lo miro.
—Lo siento mucho —él limpia mis lágrimas.
—No, no digas eso. Lo importante es que estamos juntos y eso no va cambiar —asiento.
Lo abrazo y no digo más nada. Así nos quedamos hasta que me quedo dormida.
* * *
Una semana después...
Ya pasó una semana desde que regresamos de la luna de miel y hemos tenido una buena convivencia. Más que esposos nos tratamos como dos buenos amigos y eso nos ha ayudado mucho.
Llevo unos días presentando mareos y náuseas. Julián quiere que vayamos al doctor, pero yo sé que no es nada serio, seguro pesqué un virus, porque soy más susceptible a enfermarme por cualquier cosa.
Me siento en la cama y veo como él se viste.
—¿Vas a salir ahora? —le pregunto al ver que se pone un traje.
—Eh, sí, voy a la casa de Alexander. Me dijo que me iba a ayudar para trabajar con él —asiento.
—¿Y la universidad?
—Voy a trabajar mientras comienza el semestre. Tenemos que generar ingresos, florecita.
—Yo también tengo que comenzar a buscar trabajo, entonces —niega con la cabeza.
Se acerca a la cama y toma mis manos.
—No es necesario, yo puedo trabajar por los dos —niego con la cabeza.
—No me voy a quedar aquí sin hacer nada. Estamos estudiando diseño, puedo crear algunos cuadros y venderlos. Somos esposos y mutuamente nos ayudamos —sonríe.
Se levanta y besa mi cabeza.
—Te amo, florecita.
—Y yo a ti, ojitos de cielo —alza una ceja y sonrío —. ¿Nunca te he dicho que tus ojos me encantan? Me inspiran paz.
—Ah, ¿si? Nunca me lo habías dicho —me pongo en pie.
—Sí, amo tus ojitos de cielo —pestañea y nos reímos.
Lo abrazo.
—Que te vaya bien donde mi suegro, me los saludas a todos —asiente.
Besa mi cabeza y se separa de mí.
—Gracias.
Me pongo un sobretodo que hace juego con mi ropa de dormir y bajo con él. Acaricia a Primrose y esta nos acompaña hasta la salida.
—Regreso para la cena —asiento y beso sus labios.
Cierro la puerta y comienzo a preparar algo para comer. Julián no alcanzó a desayunar, espero que coma algo en el camino. Le doy a Primrose su porción de comida y me siento a comer yo también. Luego de comer marco el número de Sam.
—Hola, ¿cómo te va en tu vida de casada? Ya ni te acuerdas de tu hermana. Eres una ingrata.
Ruedo los ojos al escucharla.
—¿Por qué eres tan exagerada? Nada más ayer te llamé y duramos horas hablando.
—Era broma, ay, no aguantas nada —sonrío.
—Eres una loca. ¿Qué tienes planeado para hoy?
—Hoy no tengo clases en la universidad, así que no sé.
—¿Por qué no vienes y me haces compañía? —le pregunto.
Escucho la voz de mi mamá de fondo.
—Me encantaría. Nuestra señora madre pregunta que si puede ir.
—Obvio sí, eso no tiene que preguntarlo.
—Ya sabes que ella es muy formal. Por cierto, ¿dónde anda el odioso que dice ser mi cuñado?
—Está con su papá, asuntos de trabajo.
—Vaya, no es un holgazán después de todo.
—Deja de decir bobadas y ve a arreglarte. Las espero para comer. Bye.
—Chaocito —cuelga.
Mi hermana es un caso a parte, ella es única.
Me pongo en pie y voy a bañarme. Al salir, me pongo un vestido mangas largas, y unas botas largas sin tacón. Aún estamos en invierno, por eso hace un poco de frío.
Bajo las escaleras y me pongo a cocinar. Preparo, pollo frito con papas y ensalada de lechuga.
Escucho el timbre y voy a abrir. Al ver a mi mamá y mi hermana, sonrío. Sam me saluda con la mano y entra. Apenas ve a Primrose se pone a jugar con ella. Mi madre me da un fuerte abrazo y luego pasa.
—Está muy hermosa la casa, hija —asiento.
Es la primera vez que viene a visitarme.
—Sí, a mí me encantó enseguida.
—El odioso tiene estilo —dice Sam y mi mamá la mira mal —. No me mires así, sabes que lo digo en broma. A Julián no le enoja que le diga así, ¿verdad? —niego con la cabeza.
—Él también se lo toma a juego —mi mamá suspira.
Nos ponemos a hablar mientras está la comida y pasamos un rato agradable. Llega la hora de comer y me pongo en pie. Al parecer me afecta, porque siento un mareo que me hace tambalear y volver a sentarme.
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