Capítulo 31
Está anocheciendo y nosotros aún no hemos llegado al lugar donde Julián me tiene una sorpresa.
—Cierra los ojos, florecita —ruedo los ojos con diversión.
Le hago caso.
Toma mis manos y me atrae hacia él. Me agarra por la cintura y me va guiando.
—¿Ya? —pregunto cuando nos detenemos.
—Sí señora, puedes abrirlos —hago lo que me dice.
Sonrío al ver lo que hay frente a mí.
—Eres un romántico. Esto está hermoso, mi amor —me giro y le doy un beso en los labios.
—Te gusta que sea así —acaricia mi mejilla —. Es hora de disfrutar nuestra luna de miel —me muerdo el labio.
Toma la botella de champaña y sirve dos copas, me entrega una.
—Brindo por nosotros, que nuestro amor sea eterno —dice y sonrío.
—Que podamos disfrutar cada minuto juntos, salud —choco su copa con la mía y luego le doy un sorbo.
Lo miro y me doy cuenta que me está mirando de una manera distinta.
—¿Qué pasa? ¿tengo algo en el rostro o qué? —alzo una ceja.
—¿Te dolió? —frunzo el ceño.
Toco mi rostro para ver si estoy sangrando y no me di cuenta.
—¿Por qué debería sentir dolor?
Sonríe divertido.
—Por el golpe que sentiste cuando te caíste del cielo, eres todo un ángel, florecita —ruedo los ojos.
No puedo evitar reír al recordar el día que me dijo eso por primera vez.
—Eres un tonto —ríe conmigo.
—Recuerdo la primera vez que te lo dije —sonríe.
—Ese fue el día que te enteraste que yo estaba enferma —sonrío triste.
Se me acerca y acaricia mi mejilla.
—A partir de ese momento comencé a valorarte mucho más. Sabía que ya no podía tenerte solo como mi amiga y mira, ahora eres mi esposa —derramo una lágrima —. ¿Por qué lloras, florecita?
—Porque te amo tanto. No le temo a la muerte, pero sí me duele dejarlos a todos ustedes —me abraza y besa mi coronilla.
Yo lo abrazo más fuerte.
—No pensemos en eso y disfrutemos de nuestra luna de miel —asiento.
Nos acercamos a la pequeña mesa y miro la comida, hay fruta picada y fresas con chocolate. Tomo una fresa y la llevo a mi boca. Me encanta la explosión de sabor.
—Quisiera ser esa fresa que te comes con tanto entusiasmo —abro los ojos y lo miro con diversión.
—¿Ah si? —asiente.
Tomo una fresa huntada de chocolate y la paso por sus labios, luego por su cuello. La meto a mi boca y él me besa. Beso su cuello y quito todo el rastro de chocolate. Lo miro y lamo mis labios.
—Así sabe mucho mejor —le digo pícara.
—Yo quiero probar.
Toma el chocolate y comoenza a esparcirlo por mi cuerpo. Me rio. Pasa su lengua por mi cuello y por el inicio de mis senos. Hace que me de la vuelta y quita el amarre de mi vestido. Besa mi espalda.
—Eres hermosa, mi amor —susurra en mi oído.
Me volteo y beso sus labios. La ropa empieza a desaparecer entre juegos y provocaciones. Nuestras almas se vuelven una sola. Me entrego a él nuevamente, soy completamente suya.
Cubrimos nuestro cuerpo con una sábana blanca.
—Me haces cometer locuras, nunca imaginé que haría el amor en la playa con mi esposa —sonrío.
—Vive la vida loca, cariño. Sin importar el qué dirán —acaricia mi hombro desnudo.
Miro hacía el cielo, la luna está resplandeciente.
—Ya es hora de irnos a la cabaña, mañana nuestro vuelo sale muy temprano —frunzo el ceño.
Lo miro.
—¿A dónde vamos? Tenía entendido que nos quedaríamos solo en la cabaña —sonríe.
—Mañana sabrás, te gustará, creéme.
—Dime ahora, por favor. No lo hagas un misterio, Julián. No quiero más sorpresas por hoy —me siento en la arena y me cubro mejor con la sábana.
—Pero esa te la daré mañana, no hoy —dice divertido y ruedo los ojos.
—Es lo mismo —me cruzo de brazos.
—Técnicamente no, pero... Está bien, está bien, no pongas esa cara, te diré, así será más emocionante.
—Entonces... —insisto.
—Nos vamos a París, florecita. Conoceremos la ciudad del amor —lo miro con sorpresa.
No puedo creerlo...
—¿En serio? —asiente.
De mi boca sale un pequeño grito y me lanzo a sus brazos. Me abraza y se ríe. Reparto besos por todo su rostro y termino besando sus labios.
—Te amo te amo, no me voy a cansar de decírtelo. Eres mi florecito hermoso —se ríe y yo sonrío —. Mi mayor felicidad y mi mayor bendición ha sido conocerte, mi amor —me mira y su mirada transmite muchas cosas.
—Mi mayor bendición también ha sido que llegaras a mi vida, florecita. Tú eres lo más grande y lo más importante que tengo —mis ojos se llenan de lágrimas.
Beso sus labios y trato de transmitirle todo el amor que siento por él.
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