Capítulo 24
Llegamos a la casa de Julián y saludamos a todos. Cuando él se acerca a mí lo veo de pies a cabeza, se ve muy guapo con ese traje gris y corbata azul que combina con sus ojos.
—Estás guapísimo —me muerdo el labio y se ríe.
Rodea mi cintura con sus brazos.
—Y tú, estás radiante y hermosa —sonrío.
Beso sus labios.
—Disculpen, pero me voy a llevar a mi hija para acomodar los regalos en el árbol —escucho que dice mamá y nos separamos.
Julián asiente y me suelta. Le quito el labial que dejé en sus labios y besa el dorso de mi mano. Le guiño un ojo.
Me voy con mamá y Sam. En la sala nos encontramos con Adela y Azucena.
—Ese vestido se te ve espectacular —me halaga Adela y sonrío.
—Tú también estás bellísima —sonríe.
Lleva puesto un pantalón elegante beige con una blusa campesina vinotinto y unos tacones negros.
—Estos son nuestros regalos —dice mamá.
—Ponganlos aquí, junto al resto —responde Azucena.
—Ya quiero probar esa rica comida —dice Sam y asiento.
—Yo las dejo solas un momento —les digo al ver a Julián.
—Ve con tu eterno enamorado, te doy permiso —me dice mi hermana y ruedo los ojos.
Camino hasta donde está él.
—Disculpen, puedo robárselos unos segundos —les sonrío.
—Claro que sí, no hay problema —responde Alexander.
Él se pone en pie y salimos al jardín. Lo atraigo hasta mí y beso sus labios, con pasión y entrega. Se separa de mí y sonríe.
—Te extrañé —le digo sonriendo.
—Amo tus besos, florecita, me reinician el día —acaricio su mejilla.
—Yo amo estar cerca de ti —lo abrazo.
Me aprieta más contra su cuerpo.
—¿Quieres quedarte conmigo hoy? —me separo de él y lo miro a los ojos.
—¿Hablas en serio? —asiente.
—Tú me estás enseñando que hay que vivir el momento. Ya somos adultos, no pasa nada —sonrío.
—Déjame pensarlo —suspiro divertida y él se ríe.
Besa mi frente y cierro los ojos.
—Quisiera que fueras eterna, florecita. Te quiero conmigo siempre —suspiro.
Lo abrazo muy fuerte y no digo nada. No quiero que hoy estemos tristes y hablar sobre mi enfermedad no es lo indicado.
—Vivamos el momento. Creemos recuerdos únicos —susurro y me aprieta más contra su cuerpo.
Así nos quedamos por varios minutos, hasta que escuchamos a alguien carraspear y nos separamos.
—Los estamos esperando para cenar —dice Adela apenada.
—En un momento vamos —responde él.
Ella asiente y se retira.
—Es incómodo para ella porque le gustas, aún así me ofrece una amistad sincera y yo le respondo de igual forma —siento que me mira.
—¿No te dan celos porque ella vive conmigo? —lo miro.
—Estoy segura de tus sentimientos hacia mí. Has vivido con ella la mayor parte de tu vida y no ha pasado nada —me encojo de hombros.
Sonríe y pasa su brazo por mis hombros. Comenzamos a caminar y entramos a la casa.
—Casi no volvían, nos estamos muriendo de hambre —nos reclama Sam.
Sonrío y niego con la cabeza divertida.
Comenzamos a comer y entablamos una agradable conversación. Las dos familias nos entendemos muy bien y eso me agrada mucho. Terminamos de cenar y pasamos a la sala, nos sentamos en los sillones y seguimos conversando.
—Creo que ya es momento de abrir los regalos —sugiere Alexander.
—El señor tiene razón, ya son las 12:10 A.M. —le sigue Azucena.
—Muy bien, yo empiezo. Estos regalos son de mi parte y de la de mi esposo —dice mi mamá.
Comienza a dar sus regalos y los abrimos enseguida. A mí me regalaron una bufanda, ellos como siempre cuidándome. Miro a Julián y al ver su regalo siento ese caliente en mis mejillas. Mi hermana se ríe y yo no puedo con la vergüenza.
—Una caja de condones, ¿en serio? —les reclamo y Julián se ríe.
—Es bueno que se cuiden, no queremos ser abuelos tan jóvenes —responde papá serio y yo suspiro pesadamente.
Julián solo se ríe y lo miro divertida.
Y así seguimos repartiendo los regalos, Sam quedó encantada con el violín. Le entrego mi regalo a Julián.
—Espero te guste —lo abre y se queda mirando el regalo con detenimiento.
Hice un retrato de nosotros el día que me llevó a viajar en globo.
—No nos tomamos una foto ese día, como... —lo interrumpo.
—Recuerdo muy bien la ropa que ambos teníamos puesta y tengo tu rostro grabado en mi memoria. Ese fue uno de los mejores días en mi vida.
—«El tiempo que se disfruta, es el verdadero tiempo vivido» —lee la frase que puse en el pie del retrato.
—Por eso contigo no tengo límites —me mira a los ojos y me abraza.
—El regalo no me gustó, me encantó. Muchas gracias, florecita. Lo pondré en mi mesa de noche, es el regalo perfecto —se separa de mí y besa mis labios.
Sonrío.
—Lo hice con muchísimo gusto.
—Ahora es mi turno —se separa de mí y le hace una seña a Sam.
Ella sonríe y camina en dirección al piano. Julián toma su regalo y me lo entrega.
—No lo abras hasta que te diga —asiento.
La caja es pequeña, como si hubiese una cadena dentro de ella.
Él se pone al lado de mi hermana.
—Esta canción expresa todo lo que eres para mí, florecita. Eres divina, cariño —sonrío.
Mi hermana comienza a tocar y segundos después él comienza a cantar. Al escuchar la letra de la canción mis ojos se llenan de lágrimas por la emoción tan grande que siento. Camina hasta mí y acaricia mi mejilla, beso su mano y sonríe. Me lanza un beso y yo sonrío. Toma mis manos y con un ademán me pide que abra el regalo. Hago lo que me dice y al ver el contenido de la caja mi corazón comienza a latir con más velocidad.
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