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Capítulo 18

Llego a la universidad y camino hasta el salón de clases, al entrar diviso la cabellera negra de Julián y sonrío.

Beso su labios y me siento a su lado.

—Hola, florecita, ¿cómo estás?

—Bien, amor y ¿tú?

—Mucho mejor ahora que te veo —sonríe.

—Hoy tengo cita médica, se supone que tendría mi dosis de quimioterapia, pero con este resfriado no sé que decida el doctor —deja de sonreír.

—Quiero acompañarte.

—Mamá irá conmigo, se enteró de lo que me dijo el doctor la cita pasada y pues... No pude negarme a que me acompañara —hace una mueca.

—Debió ser duro para ella —asiento —. Será momento madre-hija. Me hubiera gustado ir.

—Puedes llegar a mi casa después de la cita de hoy, me vendría bien tu compañía —acaricia mi mejilla.

—Eso haré, florecita —sonrío.

El profesor llega e inicia la clase, no nos queda más remedio que callarnos y prestar atención.

* * *

Voy conduciendo camino el hospital. Mi madre ha estado callada en todo el camino, debe estar aún más nerviosa que yo.

Al llegar nos bajamos y hacemos el procedimiento de rutina. Cuando pasamos con el doctor Riquelme saludamos y nos sentamos en las sillas de siempre.

—Cuéntame Jazmín, ¿qué síntomas tienes? —suspiro.

—Hace unos días estuve expuesta a la lluvia y eso me resfrió. Tuve fiebre y estuve estornudando —asiente.

—¿Y cómo te sientes hoy? —pregunta.

—Muy bien, de hecho, creo que mi cuerpo quiere que reciba la quimioterapia —mi mamá suspira.

—¿Puede recibir el tratamiento después de eso?

—No hay ningún problema, ahora le hago la revisión física y si todo se encuentra bien, pasamos a la otra habitación para que resiva el tratamiento —asentimos.

El doctor comienza a revisarme y al parecer todo está bien, como hoy no tengo fiebre y amanecí mejor, estoy lista para recibir el tratamiento.

Pasamos a otra habitación donde hay otros chicos, que supongo vienen a lo mismo. Ver a un niño casi de 5 años me hace sentir mal. Me siento en la silla y la enfermera me prepara.

—Ya sabes como es el procedimiento. Solo respira y en cuanto termine puedes irte —asiento.

Observo como el medicamento se introduce en mi cuerpo y suspiro.  Veo a una chica de más o menos 16 años sentarse a mi lado, se nota que tiene miedo. Verla me recuerda a mí misma cuando iba a recibir mi primera quimioterapia.

—¿Es tu primera vez aquí? —me mira y asiente.

—Pensé que mi madre podría entrar conmigo.

—Eso no está permitido, ellos siempre se quedan esperando afuera —ella suspira.

—Tengo mucho miedo —hace una mueca.

Tomo su mano y le sonrío.

—No voy a soltar tu mano hasta que haya acabado tu medicamento, no estás sola, ahora yo estoy contigo —ella me sonríe con timidez.

—Muchas gracias...

—Jazmín —respondo.

—Lauren... ¿qué tipo de cáncer padeces?

—Leucemia, ¿tú?

—Linfoma de Hodking. Ves esta prominencia de aquí, eso causa mi cáncer —me enseña su abdomen.

Hay un pequeño bulto no tan notorio.

—Ves este moretón, eso es consecuencia de la leucemia —sañalo un moretón en mi brazo.

—¿No es tu primera vez aquí?

—No, de hecho, pensé que no tendría que volver nunca aquí. Luego de unos meses de terminar mi tratamiento el cáncer hizo recurrencia, es decir, regresó. Al parecer unas celulas cancerígenas rebeldes no quisieron morir y aquí estoy otra vez —hace una mueca.

—Lo siento mucho.

—Yo también. Espero que tú dejes de venir pronto —sonrío tenue y ella suspira.

—Yo también lo espero —aprieto su mano.

Nos quedamos calladas, pero no suelto su mano. Me hubiese gustado que alguien tuviera ese gesto conmigo la primer vez que estuve aquí. Cuando uno padece de esta enfermedad lo único que se quiere es sentir apoyo y no dar lástima.

El cáncer es tan fuerte que puede marchitar todo tu interior hasta acabar completamente contigo, tengo la esperanza de que eso no me suceda a mí.

* * *

Llegamos a la casa y la primera persona que me recibe es Julián, le sonrío.

—Hola —mi voz sale cansada.

—Ayúdame a subirla a su habitación, por favor —le pide mi mamá.

—Yo puedo sola, mamá.

—Es mejor que te ayude Julián, no quiero que te caigas a mitad de la escalera —ruedo los ojos.

—Yo te ayudo, florecita —suspiro.

Él me carga en sus brazos y subimos a mi habitación, me deja en la cama y acaria mi piel de una forma tan delicada, como si tuviera miedo de dañarme.

—Te ves cansada.

—Lo estoy.

—Pero siempre con esa sonrisa en tu rostro. Te admiro mucho, florecita —se sienta a mi lado.

Pongo mi cabeza en su hombro y él me rodea con sus brazos.

—Gracias por estar aquí —susurro.

—Te dije que siempre estaría a tu lado, no te voy a dejar sola —sonrío.

—Te amo, Julián —es lo último que sale de mi boca antes de caer en un profundo sueño.

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